Roque Dalton, dos
balas para silenciar una inteligencia incómoda
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periodismo de abajo
13
mayo, 2017
A 42 años de su asesinato, hacemos presente la memoria de Roque
Dalton. Poeta, periodista, intelectual y revolucionario que sufrió
persecución, cárcel y exilio por sus ideas y su lucha por la liberación del
pueblo salvadoreño. Fue asesinado por su propios compañeros guerrilleros del
Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), quienes cometieron un error
histórico… Así lo expresó Joaquín Villalobos, líder del ERP, en una entrevista
que concedió el 18 de mayo de 1993.
“Poeta hondo y jodón, Roque prefería tomarse
el pelo a tomarse en serio, y así se salvó de la grandilocuencia y de la
solemnidad y de otras enfermedades que gravemente aquejan a la poesía política
latinoamericana. No se salva de sus compañeros. Son sus propios compañeros
quienes condenan a Roque por delito de discrepancia. De al lado tenía que venir
esta bala, la única capaz de encontrarlo”: Eduardo Galeano
El 10 mayo de 1975 fue asesinado el poeta,
periodista, ensayista, novelista y militante revolucionario Roque Dalton,
considerado “el escritor más universal de
El Salvador” y uno de los más brillantes narradores centroamericanos. En
Argentina es uno de los grandes ausentes en los suplementos literarios
dominicales, sean conservadores o “progres”.
Las dos balas que lo alcanzaron a traición
desde atrás –la primera lo hirió en un hombro, la segunda le destrozó la
cabeza– no salieron de una pistola policial o militar. Fueron disparadas por
alguien que se suponía uno de sus compañeros del Ejército Revolucionario del
Pueblo (ERP), organización en la que militaba y que más tarde se sumó al Frente
Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN).
Lo habían arrestado el 13 de abril de 1975 por
“indisciplinado, revisionista de derecha
y agente pro cubano”. Días después, la acusación cambió: era “agente de la CIA”, dijeron. Hoy se
conocen varios testimonios acerca de que esta versión ya había circulado por
boca de algunos dirigentes del Partido Comunista Salvadoreño, que envidiaban al
poeta por su talento y lo detestaban por transgresor, irreverente, bebedor y
enamoradizo. En lo que se refiere a moralina “proletaria”, el estalinismo, el maoísmo y la ultraizquierda
rabiosa al estilo Sendero Luminoso,
tuvieron un punto en común con el fundamentalismo religioso que exudan la
Inquisición, el Opus Dei, Tradición, Familia y Propiedad, los Caballeros de
Colón y otros desechos tóxicos.
La ejecución fue decidida por Alejandro Rivas,
Vladimir Rogel, Jorge Meléndez y Joaquín Villalobos, integrantes de la
dirección del ERP. Lo mataron en la misma fecha en que El Salvador celebra el Día de las Madres. Cuatro días más
tarde, el escritor hubiera cumplido 40 años.
El cuerpo ni siquiera fue enterrado. Se cree
que los ejecutores lo abandonaron en un paraje denominado El Playón y el
cadáver terminó devorado por perros y aves de rapiña. Si la versión es cierta,
hay un detalle aún más tenebroso: en ese lugar, los escuadrones de la muerte
salvadoreños dejaban los restos acribillados a tiros de políticos,
sindicalistas y estudiantes sospechosos de colaborar con la guerrilla.
Un “error de juventud”
Ninguno de los ejecutores de Roque
Dalton tuvo un final heroico o, siquiera, un destino más o menos digno.
Alejandro
Rivas, jefe máximo del ERP, huyó del país en 1976 con dos de los cinco millones
de dólares que la organización había cobrado como rescate por el secuestro de
un empresario que terminó asesinado. Se realizó una cirugía plástica que cambió
su fisonomía, adquirió otra identidad y se sumergió en el ostracismo político.
Su protegido
Vladimir Rogel –un militarista de escasa inteligencia, que despreciaba a los
intelectuales y se había dedicado a golpear e insultar al poeta durante su
cautiverio– fue “ajusticiado” con sus
antiguos compañeros por motivos que no tenían nada que ver con la muerte de
Dalton.
Jorge
Meléndez ingresó al Partido Social Demócrata y se convirtió en director de
Protección Civil del gobierno de Mauricio Funes, candidato del FMLN y primer presidente
de izquierda en toda la historia de
El Salvador. En mayo de 2010, Meléndez declaró: “Yo no recuerdo el asesinato de Roque Dalton. Recuerdo un proceso
político en el cual salieron muertos varios compañeros, uno de ellos, Roque
Dalton”. E insistió sin inmutarse: “Es
una persona que murió fruto de un proceso político dentro de una guerrilla”.
Luego de la
firma de los acuerdos de paz en México entre el gobierno de El Salvador y el
FMLN en enero de 1992, el ex comandante Joaquín Villalobos pasó por la universidad
inglesa de Oxford y se metamorfoseó en politólogo.
Convertido impúdicamente en “consultor
para la resolución de conflictos internacionales”, fue asesor de cuatro
presidentes conservadores en política y neoliberales en economía, alineados con
Estados Unidos: el salvadoreño Francisco Flores, el colombiano Álvaro Uribe y
los mexicanos Carlos Salinas de Gortari y Felipe Calderón.
Dirigente del
efímero Partido Democrático, el “apagaincendios”
disponía de una columna de opinión en El Diario de Hoy, de tendencia
conservadora, y un espacio matutino en la oficialista Telecorporación
Salvadoreña. Además, cada vez que el gobierno de su país enfrentaba conflictos
sociales, viajaba desde Gran Bretaña para opinar en vivo y en directo. Y no
perdía una sola oportunidad para criticar a sus antiguos compañeros del FMLN.
El asesinato
de Roque fue “injusto, un error de
juventud, el más grave que cometí”, le dijo el propio Villalobos casi 18
años después al periodista Juan José Dalton, hijo de la víctima, quien en 1993
lo entrevistó serenamente durante tres encuentros. El muchacho no admitió la
explicación: “Ello sería aceptar que esa
etapa de la vida –la juventud– es
potencialmente criminal”, escribió en el periódico Excélsior, de México.
En diciembre
de 1998, el periodista británico John Carlin publicó en el diario español El
País una entrevista a Villalobos, a quien describe como “un luchador por la libertad que se muestra aliviado por no haber
ganado la guerra a principios de los años ochenta” y “un antiguo marxista que confiesa que siempre se ha sentido más cerca
de la cultura norteamericana que de los soviéticos”. Un par respuestas del
ex comandante guerrillero del ERP son más elocuentes que un ensayo de cien
páginas acerca de su travestismo político: “Pobrecito
mi país si hubiéramos ganado”, dice. “Éramos
la generación del rock. ¿Qué teníamos que ver nosotros con ese aburrido mundo
soviético?”.
De El Gráfico y Borocotó al
marxismo
Roque Dalton nació el 14 de mayo de
1935, en San Salvador. Su padre, Winnall Dalton, era un millonario texano
criado en la frontera con México. Su madre, María García, fue una modesta
enfermera salvadoreña. Realizó sus primeros estudios en un colegio jesuita.
Después estudió Derecho en El Salvador y Chile y cursó Antropología en México.
En 1953
entrevistó en Santiago al muralista mexicano Diego Rivera para la revista
literaria de la Universidad de Chile. Él mismo relató más tarde su encuentro
con el pintor: “Me preguntó, con aquella
manera exuberante que tenía, que cuántos años tenía yo. Yo le dije que 18 años.
Entonces me preguntó que si yo había leído marxismo. Yo le dije que no.
Entonces me dijo que tenía yo 18 años de ser un imbécil. Y me echó”.
En 1956,
Roque fundó con un grupo de poetas salvadoreños y centroamericanos el Centro
Literario Universitario (CLU). Ese mismo año ganó el Premio Centroamericano de
Poesía otorgado por la Universidad de El Salvador. A los 22 años de edad, se
afilió al Partido Comunista, al que abandonó pocos años después.
Dalton tuvo
un “costado” argentino, muy anterior a su amistad con Julio Cortázar y la
admiración por la poesía de Juan Gelman. Comenzó en su infancia con la lectura
de las revistas Billiken y Mundo Argentino, además de libros de texto escolares
que el primer gobierno peronista distribuía en casi todos los países
centroamericanos a través de sus embajadas. En febrero de 1969, entrevistado
por el escritor uruguayo Mario Benedetti para la revista Marcha, dijo que había
crecido “en la órbita del fútbol, de El
Gráfico, Borocotó, Rico Tipo, César Bruto”.
Y en cierta
ocasión, según cuenta en su poema “No, no
siempre fui tan feo”, un marido celoso que suponía que él era un
diplomático argentino, le rompió una botella de ron en la cara. Dalton agradece
jocosamente la confusión porque si el iracundo esposo hubiera sabido que en
realidad era un poeta salvadoreño quizás las consecuencias habrían sido peores.
Por su militancia, el escritor estuvo
preso y fue desterrado. Vivió en Guatemala, Cuba, la Unión Soviética y
Checoslovaquia. En ese tiempo, conoció Vietnam del Norte y Corea.
Mucho antes
de su asesinato ya había sido condenado a muerte dos veces y logró escapar casi
milagrosamente. La primera vez, cuatro días antes de la fecha prevista para su
ejecución en octubre de 1960, fue derrocado el general de turno. La segunda, en
1965 cuando un terremoto devastó El Salvador. El escritor estaba encarcelado en
el poblado de Cojutepeque, a 34 kilómetros de la capital, y aprovechó la grieta
en una de las paredes de su celda para hacer un boquete y escapar a toda
velocidad.
En 1967
escribió una frase premonitoria: “Desde
hace algunos años siempre me propuse escribir de prisa, como si supiera que me
van a matar al día siguiente”. Con el seudónimo de “Farabundo”, en 1969 ganó el Premio Casa de las Américas de poesía
con su ópera-rock Taberna y otros lugares,
escrita durante sus dos años de residencia en Praga.
La obra
poética de Dalton incluye: Mía junto a
los pájaros (1957), La ventana en el
rostro (1961), El mar (1962), El turno del ofendido (1962), Los testimonios (1964), Poemas (antología, 1968) y Los pequeños infiernos (1970).
Entre sus
ensayos y narraciones se cuentan: César
Vallejo (1963), El intelectual y la
sociedad (1969), “¿Revolución en la
revolución?” y la crítica de la derecha (1970), Miguel Mármol y los sucesos de 1932 en El Salvador (1972) y Las historias prohibidas del Pulgarcito
(1974), donde figura el célebre “Poema de
amor”, dedicado a sus compatriotas.
Luego de su
muerte se publicaron Pobrecito poeta que era
yo (novela), El libro rojo de Lenin
(ensayo) y Un libro levemente odioso y
Contra ataque (poesía).
“Cuando sepas que he muerto…”
En diciembre de 1973, Roque ingresó a El Salvador con
un pasaporte falso a nombre de “Julio
Dreyfus”. Dentro del ERP utilizó el nombre de “Julio Delfos Marín”. Antes de su retorno final al país, se había
sometido a una cirugía facial realizada por el mismo equipo médico cubano que
preparó la entrada clandestina del “Che”
Guevara a Bolivia.
“Es la inteligencia y clarividencia de Roque la que
disgustó a ciertas personas dentro de una organización política, que tenía
mucha autoridad pero poca inteligencia y poco acierto en sus posiciones”, dijo su compatriota Fabio Castillo, médico y
dirigente político, integrante de la Comisión Política Diplomática del FMLN y
dos veces rector de la Universidad de El Salvador. “Era difícil para esas personas entender la inteligencia de Roque. Eso
no le gusta a las personas que no tienen igual nivel de capacidad y de
comprensión”.
El escritor Eduardo Galeano
recuerda así al poeta asesinado:
Roque Dalton, alumno de Miguel Mármol en las artes de la resurrección,
se salvó dos veces de morir fusilado. Una vez se salvó porque cayó el gobierno
y otra vez se salvó porque cayó la pared, gracias a un oportuno terremoto.
También se salvó de los torturadores, que lo dejaron maltrecho pero vivo, y de
los policías que lo corrieron a balazos.
Y se salvó de los hinchas de fútbol que lo corrieron a
pedradas, y se salvó de las furias de una chancha recién parida y de numerosos
maridos sedientos de venganza. Poeta hondo y jodón, Roque prefería tomarse el
pelo a tomarse en serio, y así se salvó de la grandilocuencia y de la
solemnidad y de otras enfermedades que gravemente aquejan a la poesía política
latinoamericana. No se salva de sus compañeros. Son sus propios compañeros
quienes condenan a Roque por delito de discrepancia. De al lado tenía que venir
esta bala, la única capaz de encontrarlo.
“Creo que a Roque, si no lo matan en el 75, lo matan
después porque siempre era incómodo, ese tipo de inteligencia es un lujo que
este país no ha permitido darse”,
escribe Luis Alvarenga en El ciervo
perseguido, una biografía de Dalton publicada en 2002.
El hombre que murió por
orden de Joaquín Villalobos y otros tres esperpentos políticos, dejó un poema
premonitorio:
Cuando sepas que he muerto no pronuncies
mi nombre
porque se detendría la muerte y el
reposo.
(…)
Cuando
sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia
flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No
dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo
sueño, he amado, he ganado el silencio.
Es casi seguro que el politólogo graduado en Oxford y “especialista en resolución de conflictos”
no podría redactar una sola línea de este calibre. La poesía y la literatura no son destrezas propias de los verdugos.
Poema de amor (Roque
Dalton 1935-1975, El Salvador) Compatriotas
Publicado
el 23 octubre, 2012
(HD
LIMPIO)
POEMA DE AMOR
(Roque
Dalton 1935-1975, El Salvador)
Compatriotas
Los que ampliaron el Canal de Panamá
(y fueron clasificados como “silver roll”
(y fueron clasificados como “silver roll”
y no como “golden
roll”),
los que repararon la flota del Pacífico
en las bases de California,
los que se pudrieron en las cárceles de Guatemala,
México, Honduras, Nicaragua
por ladrones, por contrabandistas, por estafadores,
por hambrientos
los siempre sospechosos de todo
(“me permito
remitirle al interfecto por esquinero sospecho soy con el agravante de ser
salvadoreño”),
las que llenaron los bares y los burdeles de todos
los puertos y las capitales de la zona
(“La gruta azul”,
“El Calzoncito”, “Happyland”),
los sembradores de maíz en plena selva extranjera,
los reyes de la página roja,
los que nunca sabe nadie de dónde son,
los mejores artesanos del mundo,
los que fueron cosidos a balazos al cruzar la
frontera,
los que murieron de paludismo,
de las picadas del escorpión
o la barba amarilla en el infierno de las bananeras,
los que lloraran borrachos por el himno nacional
bajo el ciclón del Pacífico o la nieve del norte,
los arrimados, los mendigos, los marihuaneros,
los guanacos hijos de la gran puta,
los que apenitas pudieron regresar,
los que tuvieron un poco más de suerte,
los eternos indocumentados,
los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo,
los primeros en sacar el cuchillo,
los tristes más tristes del mundo,
mis compatriotas,
mis hermanos.
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