Guerrero en llamas
El espectáculo de la violencia es
para aterrorizar a la población y montar un escenario apocalíptico
Por
Tlachinollan
Foto: Sergio Ocampo
15
mayo, 2017
A las ciudadanas y ciudadanos de Guerrero no solo nos
sofoca el humo por la multiplicidad de incendios que destruyen miles de
hectáreas en la Sierra y la Montaña, sobre todo nos asfixia y nos atormenta el
fuego de la violencia que se expande en los 81 municipios del estado. El
tableteo y la pólvora de los cuernos de
chivo están socavando la precaria vida de las comunidades rurales que sobreviven
de las actividades agrícolas.
Se incendian los cerros para
la preparación del tlacolol pero
también para ampliar la superficie de la amapola. Se incendian los
mercados populares, como sucedió en Coyuca de Benítez y ahora en Acapulco, para
aterrorizar a los pequeños comerciantes que se resisten a dejar sus locales o
que no les alcanza el dinero para dar la cuota a la maña que controla la plaza. Se incendian llantas para obstruir la
vialidad en las carreteras por parte de la población que se siente amenazada,
tanto por las corporaciones policiales y el ejército, como por las
organizaciones criminales. Se queman cuerpos de jóvenes que son arrojados en
las vías públicas para demostrar el poder diabólico de sus detractores. El
mismo gobierno federal se ha encargado de armar su verdad histórica, apilando expedientes para argumentar que los 43
estudiantes de Ayotzinapa fueron quemados en el basurero de Cocula.
Es el fuego atizado por un
gobierno corrupto que se ha coludido con las organizaciones delincuenciales
quienes están destruyendo la vida de las y los guerrerenses. Es el fuego
cruzado de las balas asesinas las que están marcando el destino funesto de una
juventud iletrada. Las llamas que nos acechan por todos los frentes llevan la
marca de las organizaciones criminales que se han erigido como un poder real
que tienen el control territorial. Los que atizan la lumbre son los grupos del
poder local y estatal que trabajan mancomunadamente con las organizaciones
criminales. Su objetivo es destruir a sus enemigos con la mayor crueldad
posible. El espectáculo de la violencia es para aterrorizar a la población y
montar un escenario apocalíptico para suplantar al poder formal y asumirse los
amos y señores de los negocios ilícitos.
Los actores armados,
estatales y no estatales, son los que le prenden fuego a todo lo que encuentran
a su paso. Los une un solo objetivo: destruir la vida y cegar el futuro de las
nuevas generaciones. Matar, desmembrar cuerpos, degollarlos, quemarlos y
enterrarlos en fosas clandestinas son expresiones del envilecimiento de la vida
pública y la ruindad de un gobierno que traicionó al pueblo y prostituyó la
política. Los temas en la opinión pública son los asesinatos, las
desapariciones, los secuestros las extorsiones y los enfrentamientos armados.
Con sangre se escribe nuestra historia y con sangre se marcan los rastros de
las familias que luchan contra las fuerzas del mal. Se cavan tumbas para
ocultar las atrocidades, para enterrar la verdad y para encubrir a los
perpetradores. Las madres y padres de los 43, con su físico enfrentan a un
gobierno insolente que sin pruebas científicas sostiene que sus hijos fueron
calcinados.
Guerrero es la tierra que
arde, la tierra caliente que se disputa con fuego para hacerse del control de
la amapola, para pelear las migajas del negocio más próspero de la economía
criminal a nivel global. Es la guerra por el control de los corredores de la
droga que desembocan en los centros turísticos y en las capitales de los
estados circunvecinos. Es la pelea a muerte por el trasiego de la heroína que
surcan tierra, cielo y mar para llegar a los santuarios del poder criminal en
la Union Americana. La siembra de la amapola ha desencadenado una guerra
fratricida en uno de los estados más combativos y resistentes, que han contribuido
con su sangre a abolir la esclavitud y luchar la explotación del pobre y la
desigualdad social.
El legado del Siervo de la
Nación, José María Morelos, de los grandes insurgentes de la Guerra de
Independencia, los gobiernos los han momificado y utilizado para justificar sus
atrocidades. El cacicazgo sigue siendo la expresión más acabada de un sistema
político caduco, que tienen en los partidos a una nomenclatura que trabaja al
estilo de las mafias.
Son los Rojos, los Tequileros,
los Armadillos, la Familia Michoacana, los Jefes, los Granados entre otros, los nuevos personajes que ejercen el poder de
facto y que han puesto en jaque al estado. Son los que han impuesto su ley, los que ejercen su propio gobierno, los que cobran el derecho de piso, los que tienen su ejército; cuenta con un arsenal enorme;
equipos de comunicación sofisticados, fortunas y multiplicidad de giros
comerciales lícitos e ilícitos. Su riqueza mal habida les permite codearse con
las élites para formar parte de las castas intocables.
La delincuencia organizada
es la contraoferta de la legalidad, del respeto a la vida, de la construcción
de la paz; la protección de los derechos de las personas y del respeto al
estado de derecho. Son corrupción, cooptación, criminalidad, destrucción y
muerte. Los que llevan la delantera en el estado y los que se mantienen seguros
en las regiones, sin que ninguna fuerza policial y militar se atreva a tocarlos
y derrumbar su poder. Esta situación lo han vivido por varios años los
habitantes de San Miguel Totolapan, quienes en esta semana se suscitó un
enfrentamiento entre grupos de la delincuencia que provocó que las fuerzas
policiales y militares entraran a la cabecera municipal, aventando gases
lacrimógenos a la población. El testimonio de los habitantes nos da una pauta
de cómo perciben esta acción del gobierno, que en lugar de restablecer el orden
los coloca en una situación de mayor riesgo además de sufrir el escarnio del
mismo gobierno.
“En San Miguel Totolapan,
estamos desconcertados, porque el gobierno nos jugó chueco. Pensamos que al
entrar al pueblo iba a ir a la Gavia a detener al Tequilero. Nada pasó. Más
bien nos vino a maltratar y agredir. Nos aventó gases lacrimógenos para
dispersarnos. Nosotros lo único que queríamos era mantener nuestra guardia para
que no se metan a nuestro municipio otros grupos de la delincuencia. Como
pueblo ya estamos cansados de tantos males. De secuestros, extorsiones,
asesinatos, amenazas. Ya no aguantamos tantos abusos. Se lo hemos dicho al
gobierno muchas veces, pero nunca ha hecho nada por nuestras familias. Al
contrario vemos que los policías y el ejército protege al que nos hace daño.
El auxilio que pedimos fue contraproducente, porque de
nada nos sirvió. Los policías vinieron paro a golpearnos a detenernos. Solo
llegaron al centro del pueblo y ya no fueron más adentro de la sierra. Nos
dimos cuenta que en verdad vinieron en auxilio del Tequilero, porque el
gobierno da a entender que nosotros somos los delincuentes. Que llegaron a
poner el orden replegándonos, como si nosotros fuéramos el problema. Ya no
habla más del Tequilero, ya no dice más de que sigue el problema de la
delincuencia. Ahora somos los de San Miguel Totolapan los narcotraficantes, los
causantes de la inseguridad. Se le ha olvidado al gobernador que fue el pueblo
el que se organizó y levantó la voz para decir que ya no aceptaríamos más
abusos. Por eso nos organizamos y apoyamos a la población formando nuestra
guardia. Como no vimos resultados tuvimos que buscar la forma de defendernos.
Ahora resulta que por hacer efectiva nuestra defensa el gobierno nos acusa de
ser los causantes del desorden. No cabe duda que los verdaderos jefes no son
los que gobiernan sino los de la delincuencia, como sucede aquí con el
Tequilero. Por eso la gente está enardecida porque ya no es posible tanta burla
y tanta complicidad. Nuestro estado arderá en llamas hasta que pare tanta
violencia y tanta complicidad con los capos de la delincuencia.
Este infierno de la tierra caliente el mismo gobierno
se lo buscó porque fueron ellos los que echaron la gasolina. Permitieron que el
Tequilero fueron el amo y señor de la región. Lo dejaron que controlara esta
parte de la sierra a sus anchas. Le dieron tanto poder que creyó que también
podía mandar matar y secuestrar a la gente del pueblo que no aceptaba su forma
de trabajar. Ahora el gobierno está enojado porque no dejamos que su amigo siga
trabajando como antes. Por eso celebra de que no hubo bajas, dando entender que
hizo un trabajo profesional y pulcro. Más bien esto es muestra de que quienes
resistimos para que entrara era la gente del pueblo, las amas de casa, los
jóvenes, los ancianos y los padres de familia. No había gente con armas de alto
poder, había gente enojada, enardecida, que solo tiene coraje y dignidad para
defender nuestra tierra y nuestro patrimonio. Se nos acabó la ilusión de que el
gobernador en verdad impusiera el orden. Habrá orden pero por unos cuantos
días, mientras están aquí los policías y militares, pero después volverá el
mismo infierno y eso al gobierno no le importa, que nos maten y secuestren como
antes”.
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