“Me permito hacerles una pregunta”: Félix Serdán, el
último jaramillista
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Félix Serdán: el último jaramillista
Video: Ciudadano del Mundo / edición: César
Valdez
Publicado el 23 mayo, 2017
¿Cuál es la mejor lección que recibió de Rubén Jaramillo?
“La honestidad. Rubén fue un hombre honesto, totalmente honesto, como lo fue Zapata –aquí se le quiebra la voz, se repone, luego sigue-. También fue valiente, porque para enfrentar a un sistema podrido se necesitaba tener mucho valor, algunos no aguantan y se doblan con las dádivas. Pero el ideal fundamental jaramillista es la lucha por una vida mejor para el pueblo, si no luchamos por mejorar las condiciones de vida del pueblo, pues…
“Su muerte, ocurrida el 23 de mayo de 1962, fue muy dolorosa. Para mí, Rubén fue como un gran hermano mayor. Sentí mucho dolor”.
“La honestidad. Rubén fue un hombre honesto, totalmente honesto, como lo fue Zapata –aquí se le quiebra la voz, se repone, luego sigue-. También fue valiente, porque para enfrentar a un sistema podrido se necesitaba tener mucho valor, algunos no aguantan y se doblan con las dádivas. Pero el ideal fundamental jaramillista es la lucha por una vida mejor para el pueblo, si no luchamos por mejorar las condiciones de vida del pueblo, pues…
“Su muerte, ocurrida el 23 de mayo de 1962, fue muy dolorosa. Para mí, Rubén fue como un gran hermano mayor. Sentí mucho dolor”.
Fragmento de la entrevista realizada
a Don Félix Serdán Nájera publicada en el Diario de Morelos el 5 de febrero de
2013
Al
cumplirse 55 años del asesinato de Rubén Jaramillo, una entrevista con don
Félix Serdán Nájera: el último jaramillista
(entrevista publicada el 5 de febrero de 2013 en el Diario
de Morelos)
A poco más de medio siglo de la muerte del profesor Rubén
Jaramillo, militar zapatista y político campesino, un correligionario suyo,
Félix Serdán Nájera, profesor, campesino e hijo de soldado zapatista, “lo revolucionario me viene por herencia, no
sólo de mi padre, sino de Zapata y Jaramillo”, rememora sus años de lucha
en esta entrevista hecha antes de que comenzara el reconocimiento que se le
hizo el pasado viernes; “no me esperaba
este homenaje, de verdad, no me lo esperaba”, diría durante la
plática.
Nacido en 1917, “en plena guerra carranclana”, como
llama don Félix al periodo carrancista, dice que fue en Galeana, Zacatepec,
otras versiones aseguran que fue en pleno monte donde se refugió su madre para
asegurar la vida de su hijo por nacer.
“Ya
con mi padre de vuelta a la pobre casa que teníamos, pues, continué viviendo mi
infancia como vive la gente pobre, la gente humilde del campo. Jugábamos con lo
que teníamos… de esa época tengo muchos recuerdos, qué le puedo decir a usted.
Mi padre fue soldado zapatista, se llamaba Sotero Serdán Quevedo, hijo a su vez
de campesinos hasta donde la memoria les alcanzaba y murió ¡uhhhh!, hace ya
tanto tiempo que en este momento ni me acuerdo la fecha exacta”.
Con bigote grande al estilo zapatista,
totalmente blanco, don Félix, con una voz clara y precisa, un tanto encorvado
por el peso de la edad y con su infaltable sombrero campirano, refiere:
“A
Jaramillo lo conocí desde que yo era pequeño, vivíamos y andábamos en la misma
zona, y aunque él era 17 años mayor que yo, nos identificábamos bien. Siempre
nos tuvimos simpatía”.
“A Rubén no lo vi cuando abrazó las armas, en 1914, para sumarse
a las fuerzas del general Emiliano Zapata. Yo no había nacido en ese entonces,
y cuando mataron a Zapata, yo era muy pequeño, tenía apenas dos años de edad,
pero pasado el tiempo, ya jovencito, comencé a tratarlo y a admirarlo. Siempre lo escuchaba
mencionar por doquier. Y es que Jaramillo era una persona muy apreciada porque
ni cuando terminó la contienda armada abandonó su espíritu revolucionario y su
sed de justicia. Sentía que no se le había cumplido a la gente del campo como
fueron los ideales zapatistas. Y ya muerto Zapata, Jaramillo siguió luchando
por una mejoría de vida de los campesinos que la Revolución no les cumplió del
todo.
“Al igual que él, yo también había abrazado el magisterio, y
cuando supe que Rubén se volvió a levantar en armas, yo le dije a mi papá que
me quería incorporar. El momento preciso es difícil de identificar, pero creo
que fue cuando sentí que Rubén se levantaba en armas por una causa justa.
Cuando se lo dije a mi padre, sólo me respondió: ‘Hijo, tu decisión es propia,
adelante’.
“Cuando Rubén se enteró, le dio mucho gusto; yo ya para ese
entonces también era profesor, igual que él. Me felicitó por esta decisión, y
mi papá igualmente, porque recordó sus tiempos de cuando él fue revolucionario.
En ese tiempo, mi padre sembraba maíz, de temporal y de riego; aun así, como
era poco lo que ganaba, muchas veces fue para nuestro autoconsumo”.
Del texto de su autobiografía, publicada hace
10 años, extraigo los siguientes párrafos:
“Apenas
me incorporé, vimos la necesidad de que diera a conocer nuestra posición. O
sea, el motivo por el que estábamos tomando las armas. Era importante que no
nos pudieran calumniar y calificar de bandoleros o come-vacas. Nos sentábamos
debajo de un árbol varios de nosotros con Rubén a la cabeza, a dar ideas de
cómo debía de ser ese plan revolucionario”.
“Estudiamos mucho el Plan de Ayala para continuar con el
espíritu de Zapata, ahí impreso, refiere un compañero”. Don Félix, en su autobiografía, continúa: “y le pusimos el Plan de Cerro Prieto. Casi al mismo tiempo se forma el
Comité de Defensa Cañera y queda integrado por Valente Trejo, de Moyotepec;
Víctor Reynoso y José Solís, del Higuerón; Isabel Zenteno, de Villa de Ayala;
Eladio Alonso, de Tehuixtla, y yo, Félix Serdán, de Galeana. Empezamos la
lucha. Dejé todo: clases, familia, ya la tenía formada con varios hijos, y
pronto nacería Elvia, mi última hija”.
“El 2 de noviembre de 1958, con más de 2,000 cañeros, tuvimos
una gran asamblea. Estaba presente el entonces gobernador general Norberto
López Avelar, quien como militar participó en la muerte del general Zapata. Dos
días antes mandó a Pedro Ocampo, que había sido amigo y compañero nuestro y que
en ese momento era presidente municipal de Zacatepec, para que le dijera a
Rubén Jaramillo que el gobernador quería hablar con él. Estábamos en casa de
Paula Batalla varios compañeros, entre ellos, Epifania Zúñiga y yo. Y
resolvimos que Jaramillo no debía de presentarse solo a esa reunión.
“Al día siguiente, convocamos a gente de los ejidos cercanos y
lo acompañamos a Palacio de Gobierno cerca de 500 campesinos y campesinas.
Entró al Palacio de Gobierno y se anunció: Soy Rubén Jaramillo.
–Pase usted, le
dijeron. Hay orden de que entre solo.
–Yo no he pedido
audiencia. A mí me llaman y tengo derecho de que entren conmigo algunos de mis
compañeros.
“Con gran dificultad, permitieron que lo acompañaran cuatro.
Paula Batalla tenía la inquietud de que algo le pudiera pasar dentro de la
oficina del gobernador. Ella tenía guardada el arma de Jaramillo en su canasta
de mandado debajo de lechugas y jitomates. Le pidió al guardia que la dejaran
entrar para darle su mandado a Epifanía, la esposa de Rubén, porque ella ya se
tenía que retirar. Convincente, logró que el guardia la dejara entrar a dejarle
la canasta a Epifanía, quien sabía que la canasta tenía algo más que lechugas.
Paula salió sonriendo y nos dijo: Ya me voy, ya le entregué las lechugas a
Pifas”. (Así
nombraba a Epifanía, la mujer de Jaramillo).
“Cuando llegó Rubén con el gobernador Norberto López Avelar,
éste le dijo: ‘Señor Jaramillo, tengo instrucciones de preguntarle… ¿Dónde
quiere vivir? ¿Cómo quiere vivir? ¿Cuánto necesita para vivir?’
“Rubén calmadamente le contestó: ‘Señor Gobernador, yo no
necesito nada. Tengo una pequeña parcela que me da lo suficiente para vivir’.
“Entonces el gobernador le dice: ‘Quiero pedirle que suspenda la
asamblea que tiene programada’.
“Rubén
contestó: ‘Yo no he convocado a ninguna asamblea, me han invitado quienes la
convocaron, y voy a ir’.
“El gobernador trató de
oponerse y Rubén señaló: ‘Señor, discúlpeme, pero tengo el derecho de hacer lo
que crea correcto. Hasta luego’...”.
El también fundador del Instituto Cultural Rubén Jaramillo es un personaje ampliamente
reconocido en el ámbito campesino, dentro y fuera del Estado de Morelos. Cada
año, en su cumpleaños, don Félix es homenajeado en su casa por sus amigos, allá
en Jojutla, entre los cuales se encuentran intelectuales, artistas, luchadores
sociales, productores de Radio Educación y televisión, así como cronistas y
miembros del magisterio.
Participación de los
jaramillistas en el Ingenio de Zacatepec
En el libro “Félix Serdán Nájera: Memorias de un
guerrillero jaramillista”, del periodista y productor de Radio
Educación Ricardo Montejano, aparece que:
“el
18 de febrero de 1938 se constituyó la Sociedad Cooperativa Emiliano Zapata
para la administración del ingenio, el cultivo y la compra de caña, la siembra
de arroz y de otros productos que, alternados con la caña, sirvieran para
mejorar la tierra, la elaboración del azúcar y otros derivados de la caña, y
finalmente el establecimiento de una sociedad de consumo. La Sociedad
Cooperativa estaría bajo pleno control de los trabajadores. Para garantizar
esto, el órgano máximo de gobierno sería la Asamblea General de Socios, cuyos
acuerdos debían de ser ejecutados por un Consejo de Administración formado por
campesinos y obreros. El gerente sería nombrado por el gobierno, pero tendría
que someterse a las decisiones del Consejo de Administración.
“Esto último nunca sucedió, salvo en la primera administración
presidida por Rubén, quien fue relevado de su cargo en 1940, apenas había
dejado el general Lázaro Cárdenas la Presidencia de la República. Fue una
empresa de participación estatal, donde el gobierno puso la condición de
nombrar al gerente. ¿De quién era la inversión? Del gobierno. La compra de la
caña para la primera zafra ¿quién la pagó?, el gobierno. La empresa nunca llegó
realmente a ser cooperativa”,
señala Félix Serdán, y añade: “Ceder al
gobierno el nombramiento del gerente constituyó la fuente de conflictos mayor
en cuanto hubo cambio en la Presidencia de la República. Siguieron huelgas,
detenciones, más huelgas, pero al mismo tiempo que se planeó la construcción
del Ingenio, también se previó construir una Universidad Tecnológica de
Zacatepec para los hijos de los obreros y campesinos”.
Aquí terminan las citas del libro de Ricardo
Montejano. Sigo con la entrevista.
–¿Cuál es la mejor lección que recibió de Rubén Jaramillo?,
pregunto.
“La
honestidad. Rubén fue un hombre honesto, totalmente honesto, como lo fue Zapata –aquí se le quiebra la voz, se repone, luego sigue-. También fue valiente, porque para enfrentar
a un sistema podrido se necesitaba tener mucho valor, algunos no aguantan y se
doblan con las dádivas. Pero el ideal fundamental jaramillista es la lucha por
una vida mejor para el pueblo, si no luchamos por mejorar las condiciones de
vida del pueblo, pues…
“Su muerte, ocurrida el 23 de mayo de 1962, fue muy dolorosa.
Para mí, Rubén fue como un gran hermano mayor. Sentí mucho dolor. Me repuse
trabajando, que es lo fundamental para poder cambiar ese dolor que se siente. Y
como no estaba clara su muerte, varios de nosotros nos exiliamos a otros
lugares durante un tiempo, aunque luego comprendimos que no era contra nosotros
propiamente, nunca nos persiguieron, era contra él, contra Rubén, nadie más”.
“El
ser humano, cualquiera que sea su nivel, tiene que pensar por el futuro no sólo
de él, sino de su familia, de su pueblo, de su estado, de su país. Todo eso es
un motivo muy importante por el cual vivir, por el cual luchar. Realmente no me
siento muy satisfecho de mi vida, siento que me faltó concretar el bienestar,
el mejoramiento económico, político, cultural de tanta gente. Me faltó ver
demandas atendidas, algunas se han atendido, como digamos la cultura, escuelas
en diferentes niveles que antes no eran comunes, pero otras quedan pendientes…
.”
Llega Ignacio Suárez Huape por él para
sentarlo en el presídium y escucharlo hablar de su vida. A ratos, saca un pañuelo
azul se limpia con él sus ojos. Lo vuelve a guardar, sigue mirando al
frente.
Ver video:
La raíz doble.
Esperanza en la Memoria:
Félix Serdán,
homenaje póstumo y legado.
Tehuixtla,
Morelos.
Canal 22
Publicado el 18 enero, 2017
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