Presentación
del libro “Una voz desde la masacre” de David Vega
Hoy se presenta en el Centro Cultural La Libertad (5 de Mayo esquina con
Avenida Hidalgo) en Apizaco, Puebla, el libro Una voz desde la masacre,
lo presenta su autor: David Vega (delegado Escuela Superior de Ingeniería
Textil -ESIT- ante el CNH y orador en turno en el mitin del 2 de octubre de
1968, en Tlatelolco, al inicio de la masacre), participará también, entre
otros, Félix Lucio Hernández Gamundi, delegado de la Escuela Superior de
Ingeniería Mecánica y Eléctrica -ESIME- ante el CNH.
El 68 y la Memoria Politécnica
La Voz del Anáhuac
Febrero de 2017.
A casi 50 años del
Movimiento Estudiantil-Popular de 1968 se va rompiendo el silencio respecto al
papel que jugaron entonces los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional.
La historia oficial ha soslayado en
gran medida cómo fue la participación de los politécnicos en el movimiento.
La unidad
que construyeron en base al activismo en los barrios populares, en medio de los
cuales se encuentran los campus del IPN: Zacatenco, el Casco de Santo Tomás, la
Ciudadela y, entonces Tlatelolco.
Su
cercanía a las zonas industriales de: Vallejo, Pantaco, Azcapotzalco,
Tlalnepantla, La Presa, y a los barrios proletarios de: Cuautepec, Ticomán,
Tlatilco, Santa María la Ribera, Nonoalco, San Simón Tolnáhuac, Peralvillo,
Tepito, la Guerrero, Valle Gómez y otros, contribuyó en gran medida al carácter
popular que adquirió el movimiento durante agosto y septiembre de 1968.
En
particular por parte de los jóvenes de estos barrios, que se sumaron de manera
activa a las manifestaciones y a la defensa de las escuelas, cuando el gobierno
decidió aplastar el movimiento. Momentos cruciales fueron los enfrentamientos
con los granaderos en Tlatelolco (el 21 de septiembre) y en el Casco de Santo
Tomás (el 23 de septiembre).
En Tlatelolco
estaban entonces la Vocacional 7 y la Prevocacional 4. Muchos estudiantes de
estas escuelas eran también vecinos de la Unidad Habitacional
Nonoalco-Tlatelolco y de los barrios populares cercanos. Esto influyó en la
participación de los vecinos en la defensa de estas escuelas. Por ello el
gobierno las reubicó, cortando de tajo esta vinculación natural
Y después
de la masacre se dio una oleada importante de activistas politécnicos y barriales
en la formación de grupos armados que, convencidos de que se habían cerrado las
vías civiles y pacíficas de lucha, optaron por la insurrección. Por otra parte
también se dio la integración con el pueblo, de otro número importante de
activistas que decidieron abandonar escuela, familia y amistades para organizar
en las fábricas y en los barrios la lucha popular, convencidos también de la
necesidad de una revolución, pero que consideraron que ésta sólo podría ser
obra del pueblo organizado y no de un puñado de valientes.
Esta
parte de la historia casi no se conoce,
ha sido ignorada, ninguneada, ocultada. Se ha puesto el punto final del
movimiento en la masacre del 2 de octubre. Se ha soslayado que el movimiento no
se rindió, que continuó después de la masacre, que pese a la represión
policíaco-militar impuesta, la huelga estudiantil resistió hasta diciembre y
que aún después, muchos activistas continuaron esa lucha.
No puede
negarse la repercusión que tuvo el 68 mexicano en la insurgencia obrera,
campesina y popular que irrumpió durante la década siguiente, la proliferación
de movimientos guerrilleros. La revolución que se dio en la cultura y
el arte, también fue producto de este proceso. Los cambios que se dieron en las
relaciones sociales, familiares, académicas, de pareja, son también resultado
del impacto que 68 provocó. Y no justipreciar la participación de los
politécnicos en estos procesos es un grave error.
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