Somos tierra,
semilla, rebeldía: mujeres, tierra y territorio en América Latina
Publican “Somos
tierra, semilla, rebeldía”, libro que analiza la perspectiva histórica
del problema de la tierra: la herencia colonial, capitalismo y reformas
agrarias. El acceso a la tierra es uno de los problemas más graves que
enfrentan las mujeres rurales en América Latina y en el mundo.
Acceda al libro completo haciendo clic en el siguiente
enlace:
(versión PDF, español, 180 páginas)
Fuente: Servindi
28
febrero, 2017
Servindi, 23 de febrero, 2017.- Bajo el título
de Somos tierra, semilla,
rebeldía: mujeres, tierra y territorio en América Latina se
publicó un libro que analiza la perspectiva histórica del problema de la
tierra en América Latina: la herencia colonial patriarcal, capitalista y
también aborda el tema de las reformas agrarias.
El libro es de autoría
de Claudia Korol, militante feminista e integrante del Colectivo de
Educación Popular Pañuelos en Rebeldía y del Centro de Investigación y
Formación de Movimientos Sociales Latinoamericanos.
El acceso a la tierra es uno
de los problemas más graves que enfrentan las mujeres rurales en América Latina
y en el mundo, y está en la base de muchos otros problemas “invisibles” para la sociedad. Sus consecuencias e impacto
abarcan a todas las mujeres y en general, a la humanidad entera y a la
naturaleza.
A partir de allí recorre el
camino del movimiento de mujeres por el reconocimiento de su trabajo, por la
valorización de la agricultura campesina y por la búsqueda de garantizar el
acceso de las mujeres campesinas a la tierra y la lucha por una reforma agraria
integral, la soberanía alimentaria y la agroecología.
A CONTINUACIÓN, LA
PRESENTACIÓN DEL LIBRO.
PRESENTACIÓN GENERAL DEL TEMA
El acceso a la tierra es uno de los problemas más
graves que enfrentan las mujeres rurales en América Latina y en el mundo, y
está en la base de muchos otros problemas “invisibles”
para la sociedad. Este trabajo intenta analizar esta situación, como uno de los
fundamentos materiales y culturales del sistema patriarcal, capitalista y
colonial de dominación. Intenta también establecer sus implicancias para
millones de mujeres en nuestro continente.
Actualmente se calcula que
existen en el mundo 1.600 millones de mujeres campesinas (más de la cuarta
parte de la población), pero sólo el 2% de la tierra es propiedad de ellas y
reciben únicamente el 1% de todo el crédito para la agricultura(1). En
América Latina y El Caribe, según la Organización de las Naciones Unidas para
la Agricultura y la Alimentación (FAO), la población rural asciende a 121
millones de personas, lo que corresponde al 20 por ciento del total de la población.
De este total, el 48% son mujeres (58 millones), que trabajan hasta 12
horas diarias a cargo de la huerta, de los animales, recolectando y cocinando
alimentos, criando a niños/as, cuidando a personas mayores y a enfermos/as,
entre otras muchas tareas.
De los 37 millones de
mujeres rurales mayores de 15 años, 17 millones son consideradas parte de la
Población Económicamente Activa (PEA), y más de 4 millones son consideradas “productoras agropecuarias”(2). Se
calcula que 9 millones de estas mujeres son indígenas, hablan su propia lengua,
y están sujetas –en la mayoría de los casos– a una doble o a veces triple
discriminación, por el hecho de ser mujeres, pobres e indígenas(3).
A pesar del exceso de
trabajo (tanto en carga horaria como en las tareas que se asumen), y de su
participación directa en determinadas tareas de la agricultura, y de modo
mayoritario en la agricultura de subsistencia, la mayoría de las mujeres
rurales no son propietarias de la tierra, y su actividad no es considerada “productiva”. Según datos de la FAO,
sólo el 30% de mujeres rurales poseen tierras agrícolas, y no tienen
acceso a los medios de producción.
¿Qué significa en la vida
cotidiana de las mujeres tener o no acceso a la tierra?
¿Qué significa para la sociedad
que las mujeres tengan o no acceso a la tierra?
¿Qué consecuencias tiene que no
puedan acceder a los medios de producción?
En un comunicado de agosto
del 2015, la FAO señala que mientras las mujeres del campo son responsables de
más de la mitad de la producción de alimentos a nivel mundial, las de la región
de Latinoamérica y el Caribe continúan viviendo en una situación de desigualdad
social y política. Según el comunicado, sólo el 18% de las “explotaciones agrícolas” regionales son
manejadas por mujeres(4). Además, las mujeres reciben el 10% de
los créditos y el 5% de la asistencia técnica para el sector (5).
¿Cómo se trabaja la tierra si
no hay créditos ni asistencia técnica?
¿Cómo se compite en el mercado
al no acceder a estos recursos?
¿Es necesario competir en el
mercado? ¿Existen otras formas de distribución y de intercambio?
¿Alcanza con tener la propiedad
de la tierra?
¿Qué diferentes modalidades
existen para el trabajo en el campo, sin acceder a la propiedad de la tierra?
¿Qué diferentes modalidades de
acceso a la tierra hay?
¿Qué distintas formas de
propiedad?
Sabemos que, si no se accede
a la propiedad de la tierra, en el contexto del capitalismo patriarcal, es muy
difícil obtener los beneficios de las políticas públicas y privadas de “apoyo al desarrollo”(6).
Sabemos también que para acceder a estos “beneficios”
hay que aceptar las lógicas impuestas por el modelo de “mal desarrollo” que busca expandir el agronegocio y sus
herramientas de control: transgénicos, agroquímicos, monocultivos, etc. Aceptar
el modelo significa perder autonomía, suicidar a la agricultura campesina y a
los ejercicios posibles de soberanía alimentaria. Rechazarlo puede significar
en muchos casos, no acceder a oportunidades de producción y de consumo, que son
parte de las necesidades, o de los imaginarios de necesidades de las
comunidades.
¿No es éste un círculo cerrado que fortalece las lógicas capitalistas y
patriarcales de usufructo de la renta de la tierra por parte de las
transnacionales y de las oligarquías locales, y al mismo tiempo fortalece los
aspectos fundantes de la división sexual del trabajo?
A nivel mundial, la
participación de la mujer en la agricultura en los países dependientes, es de
un promedio del 43%. Las cifras de América Latina son inferiores al promedio
mundial. De acuerdo a la FAO, la diferencia es el reflejo de unos niveles
educativos femeninos relativamente altos en América Latina, producto de la
diversificación y el crecimiento económico, así como de normas culturales que
favorecen que las mujeres emigren a las zonas urbanas para trabajar en el
sector de servicios, o como empleadas domésticas, siendo muchas veces víctimas
de las redes de prostitución y de trata(7).
¿Qué sucede cuando esas mujeres rurales, que no tienen tierras y no
acceden a posibilidades de trabajo, que tienen menor acceso a los créditos, a
la formación, a las ayudas de los programas públicos, migran dentro o fuera del
país a zonas urbanas?
¿Qué trabajos encuentran?
¿De qué manera diferenciada afectan las migraciones a varones y a
mujeres?
¿Cómo se traduce esta situación, en un incremento de la vulnerabilidad
de las mujeres, que favorece su superexplotación, e incluso la mayor violencia
contra las mismas?
En términos de propiedad
sobre la tierra, la FAO apuntó que las mujeres se encuentran en franca
desventaja frente a los hombres. Diferentes estudios demuestran que las mujeres
propietarias de tierras alcanzan alrededor del 32% en México, el 27% en
Paraguay, el 12% en Honduras, el 15% en Guatemala, el 13% en El Salvador(8). En
el caso de Nicaragua, el 23% de las explotaciones agrícolas están manejadas por
mujeres, siendo explotaciones significativamente más pequeñas que las que
manejan los hombres.
A pesar de la dificultad
para acceder a cifras claras, que aquí analizaremos, otros estudios ofrecen
conclusiones similares. En el prólogo al informe “Reflexiones sobre al acceso de las mujeres rurales a la tierra en
América Latina”(9) se afirma: “Las
mujeres tienen menos tierra, de peor calidad, y su tenencia muchas veces es
insegura. Esta inequidad es un obstáculo para el manejo sostenible de recursos
naturales y para el desarrollo rural”(10).
Un estudio profundo sobre el
acceso y propiedad de las mujeres a la tierra fue realizado por Magdalena León
y Carmen Diana Deere(11). En el mismo se evidencia que las mujeres en
América Latina poseen menos cantidad de tierra en términos absolutos, y que
cuando la poseen, es menos atractiva desde la perspectiva productiva y
comercial. Señalan las autoras que existen distintas causas que explican esta
desigualdad, como privilegios de los varones en el matrimonio, preferencia por
los hombres en las prácticas de herencia, sesgo androcéntrico en los programas
estatales de distribución y titulación de tierras, sesgo de género en el
mercado de tierras en el que las mujeres participan de manera marginal, etc.
Discutir el acceso a la
tierra de las mujeres no es sólo un debate en términos de economía, sino en
términos políticos y culturales. Modificar esta situación exige, junto a
políticas públicas claras, sociales y económicas, acciones desde los
movimientos campesinos y populares, y desde las corrientes del feminismo
comunitario, indígena, campesino y popular, interviniendo de manera directa en
la promoción de cambios culturales, políticos, económicos y sociales, exigiendo
al Estado en este sentido.
ALGUNOS
ENFOQUES CON LOS QUE NOS APROXIMAMOS A ESTE ANÁLISIS
Es necesario socializar, inicialmente, algunos
enfoques políticos e ideológicos, desde los cuales realizamos esta
investigación. Explicitar que los mismos han sido construidos en un diálogo
sostenido a lo largo de los años con las organizaciones del mundo indígena,
campesino, negro, feminista y popular.
1. Interpelamos las miradas eurocéntricas y occidentales
que atraviesan algunos de los estudios de género, partiendo en nuestro caso del
diálogo con los conceptos de cultura e identidad de los pueblos originarios y
afroamericanos, que han sido víctimas de brutales colonizaciones que los
sometieron a servidumbre, esclavitud, y los expulsaron de sus territorios. En
las cosmovisiones de las comunidades que habitan nuestro continente, se
expresan sus diversas vivencias como parte de la naturaleza, la concepción de
que la tierra y sus frutos no son mercancías, que los ríos y lagos son bienes
comunes, los modos comunitarios de vivir en la naturaleza, el proyecto político
del “buen vivir”, y sus sistemas de pensamiento que abarcan desde la política,
la economía, hasta la justicia, confrontando las nociones básicas que son
sostén y reproducen el capitalismo neoliberal, neocolonial, patriarcal y
transnacional del siglo XXI. Nos valemos para este análisis de los aportes de
los feminismos comunitarios, los feminismos indígenas, negros, y el
ecofeminismo. Nos preguntamos de todos modos:
¿Cómo atraviesa el patriarcado a las culturas originarias?
¿Qué respeto se ha tenido hacia las culturas originarias en las
experiencias de reforma agraria?
¿Qué riesgos existen de que las propuestas de favorecer el acceso de
las mujeres a la tierra, realizadas desde la colonialidad del poder, busquen
imponer un “modelo de desarrollo” y de convivencia que favorezca centralmente a
las lógicas capitalistas patriarcales occidentales?
2. Establecemos un diálogo con la cultura campesina
recreada por las organizaciones populares. Intentamos conocer qué significa
para esta cultura la tierra, qué han significado las reformas agrarias.
Analizamos los diferentes enfoques con que las clases y grupos sociales
comprenden la reforma agraria. Nos preguntamos también:
¿Cuánto de la cultura patriarcal está enquistado en la cultura
campesina?
¿Qué sucede cuando los movimientos campesinos que han realizado
procesos de ocupación o de recuperación de tierras, y de formación de
cooperativas agrícolas, al interior de las mismas reproducen diferencias de
poder y de jerarquías entre mujeres y varones?
¿Qué sucede con la propiedad social, cuando en las organizaciones
populares se manifiestan inequidades de género?
¿Qué implica que se reproduzcan los términos de violencia patriarcal,
de machismo y misoginia que existen en la sociedad, en las organizaciones que
luchan contra el sistema capitalista?
¿Cuál es el lugar de las mujeres campesinas en estos procesos sociales
de resistencia y de creación de iniciativas colectivas?
Interactuamos para esta problematización,
especialmente, con los puntos de vista de las organizaciones campesinas, y de
las mujeres de los movimientos que integran La Vía Campesina Internacional
(LVCI), y la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC),
que han venido pensando los fundamentos de un feminismo campesino y popular.
Trabajamos sobre las experiencias de Reforma Agraria, y sobre la necesidad de
analizar en el contexto de las mismas el lugar de las mujeres en la
distribución de tierras, en el acceso a la propiedad, y en el cambio de los
roles sociales establecidos por la cultura patriarcal para la vida social en el
campo.
3. Cuestionamos los puntos de partida ideológicos de
algunos de los estudios que hemos consultado para esta investigación, que
apuntan a promover un mayor acceso de las mujeres a la propiedad de la tierra,
en la búsqueda de integrar a las mujeres a las lógicas del agronegocio, a
través de proveer capacitaciones tecnológicas que fortalecen las modalidades de
cultivo con semillas transgénicas, agrotóxicos, y tecnologías funcionales a las
transnacionales del campo.
4. Realizamos una mirada histórica de los procesos
sociales, intentando comprender los fenómenos coyunturales en las tendencias de
largo plazo, y en el contexto de un continente cuyas relaciones de poder fueron
establecidas violentamente a partir de la conquista y colonización, que
estableció una cultura capitalista, colonial y patriarcal, que es ideología de
las fracciones del poder, pero que atraviesa también las ideologías, sentidos,
y formas de comprensión del mundo de los sectores populares. Nos interesa
pensarlo desde el punto de vista del feminismo comunitario, que ha
conceptualizado la dimensión del territorio cuerpo-tierra como inescindible en
los procesos de lucha política, y del feminismo socialista, que propuso mirar
simultáneamente las contradicciones de clase y de género, y avanzar en su
superación revolucionaria.
NOTAS:
(1) Rural Women’s Day, “Facts on rural women”, disponible
en:
www.rural.
womens-day.org
(2) Estas cifras merecen ser discutidas, ya que
consideran como actividad económica sólo a las tareas de explotación
agropecuaria, invisibilizando y no atribuyendo valor al trabajo doméstico
realizado por las mujeres que significa la creación y la reproducción de la
vida misma.
(3) Marcela Ballara y Soledad
Parada, “El empleo de las mujeres
rurales, lo que dicen las cifras”, Santiago de Chile: CEPAL-FAO, 2009.
(4) En el lenguaje de los organismos internacionales
como la FAO, lo que para los pueblos son espacios de cultivos, de siembra,
proyectos agrícolas, y distintos modos de nombrarlos, para estas agencias del
poder transnacional son “explotaciones”.
Esto expresa un modo de relacionarse con la naturaleza, la “explotación”, y también un modo de concebir la agricultura, tanto
la tierra como las semillas y sus productos, como “mercancías”. Cuando utilizamos estos términos estamos replicando
el lenguaje de las agencias y lo entrecomillamos para poner distancia con esa
forma de nombrarlas.
(5) Centro de noticias ONU, “FAO aboga por mayor
acceso de las mujeres a la tierra en América Latina y el Caribe”, 10 de agosto
de 2015,
(6) Volvemos a chocar con el lenguaje construido
para legitimar prácticas de poder opresoras. Sabemos que quienes proveen
créditos, destinan recursos en función de un concepto de “desarrollo” que consideramos que es de “maldesarrollo”, de destrucción de bienes comunes, tierras y
comunidades. Sin embargo, recurrimos a estos términos para identificar también
las inequidades que se producen cuando los pueblos cuestionan o se apartan del
modelo económico, político e ideológico hegemónico.
(7) Esta explicación puede ser cuestionada, ya que
identifica el nivel educativo con la escolaridad, desde una educación
occidentalizada que promueve el abandono del campo y la migración hacia la
ciudad, como un supuesto camino de “ascenso
personal”.
(8) Oficina Regional de la FAO para América Latina
y el Caribe, “Más tierra para las
mujeres, mayor seguridad alimentaria para todos”, sin fecha,
(9) Carmen Diana Deere, Susana Lastarria-Cornhiel
y Claudia Ranaboldo; Patricia Costas (Coordinación), Tierra de mujeres:
reflexiones sobre el acceso de las mujeres rurales a la tierra en América
Latina, Bolivia: Fundación TIERRA, 2011.
(10) Prólogo a cargo del Secretariado
International Land Coalition (ILC) para América Latina.
(11) Carmen Diana Deere y Magdalena León, Género,
propiedad y empoderamiento: tierra, Estado y mercado en América Latina, Bogotá:
Universidad Nacional de Colombia, 2000.
Acceda al libro completo haciendo clic en el siguiente
enlace:
(versión PDF, español, 180 páginas)
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