El 40% de consumidores de drogas del
planeta viven en Estados Unidos
Roger Rumrrill, desde México
Fuente: Otra Mirada
América Latina en movimiento
31/01/2017
La
áspera “guerra verbal” y el hostil
enfrentamiento político entre el presidente estadounidense Donald Trump y el
gobierno mexicano que preside Enrique Peña Nieto no sólo está y estará
focalizado en el muro para cercar a México en su propia territorio, a la
revisión o modificación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(TLCAN) y a la feroz persecución y cacería de los millones de indocumentados
mexicanos decretada ya por el nuevo inquilino de la Casa Blanca.
La otra “guerra” que
puede estallar entre ambas naciones, con una historia de desencuentros y
despojos territoriales por parte de Estados Unidos, puede tener como argumento,
motivación y pretexto la guerra mundial
contra las drogas, una de las mayores guerras perdidas por Estados Unidos y
sus aliados en el siglo XXI.
Desde 1972, cuando el presidente Richard Nixon ordena a la
Comisión Shafer examinar las consecuencias de la guerra contra las drogas y
luego de la caída del Muro de Berlín en 1989 e inmediatamente después de los
ataques a las Torres Gemelas de Nueva York en setiembre de 2001, las drogas han
sido y siguen siendo un tema de extraordinario valor para los intereses
geoestratégicos y de seguridad para Estados Unidos.
Su participación en los conflictos en el Triángulo de Oro (Laos, Mianmar y Tailandia), su intervención
armada en Afganistán (2001) y en Colombia, durante los gobiernos de Andrés
Pastrana y Álvaro Uribe cuando se diseña el Plan
Colombia y este país pasa a ser la mayor potencia militar de América
Latina, prueba de manera indubitable que las drogas son para Estados Unidos uno
de los mayores y mejores argumentos y razones para intervenir en el mundo en
defensa de sus intereses hegemónicos, geopolíticos, económicos, militares
y estratégicos.
Trump y la guerra
perdida de las drogas
Durante
su tumultuosa campaña electoral, Trump ha reiterado que aplicará mano dura
contra las drogas. Con su visión y concepción de la política, la economía y la
realidad, unilateral, aislacionista, proteccionista, mesiánica y su carácter
imprevisible como lo califica Noam Chomsky, no sería nada extraño que uno de
estos días amanezca acusando a México como país culpable de que Estados Unidos
sea el mayor consumidor de drogas en el mundo.
En efecto, de acuerdo al National Institute on Drug Abuse, Estados
Unidos consumía en el año 2009 un promedio de 157 toneladas de cocaína. Por su
parte, la Oficina de Naciones Unidas Contra las Drogas y el Delito (ONUDC) en
uno de sus recientes informes señala que el 40% de consumidores de drogas del
planeta viven en Estados Unidos. El total mundial de consumidores, según ONUDC,
es de 250 millones de personas.
El negocio de las drogas en Estados Unidos es una mina de oro,
mucho más ahora que 38 de los 50 Estados de la Unión han legalizado el consumo
de la marihuana. Las ventas de drogas, de acuerdo al Zar de las Drogas de
Obama, Gil Kerlikowske, suman 100 mil millones de dólares. Pero el costo del
abuso de drogas, que incluye salud, delincuencia y productividad laboral, de
acuerdo a Nora D. Wolkow, Directora del Instituto Nacional de Abuso de Drogas,
alcanza la cifra astronómica de 600 mil millones de dólares.
El argumento que podría argüir Donald Trump para una “guerra de las drogas” con México podría
ser que por este país ingresa el 80% de las drogas que se consume en Estados
Unidos, que incluye cocaína producida en el Perú, marihuana y las drogas de
laboratorio en auge, como las metanfetaminas.
Pero como México está “tan
lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos” (Porfirio Díaz, dixit), los
250 mil muertos que ha ocasionado la violencia en la última década y la
corrupción que cancera la nación quizás no tendría esa dimensión de catástrofe
social y moral si no habría esa cercanía territorial y ese insaciable mercado
de consumo de drogas que es Estados Unidos.
Más temprano que tarde, el mesianismo y unilateralismo de Trump se
chocará estrepitosamente con la realidad. Sobre todo porque Estados Unidos no
es más la potencia hegemónica, unipolar, que controlaba el 50 por ciento del
Producto Bruto Interno (PBI) mundial después de la Segunda Guerra en 1945.
Es por esa razón que las Casandras que han dirigido la geopolítica
de Washington en el último medio siglo, Zbiginiew Brzezinski y Henry Kissinger,
cautelosos y con las huellas de las lecciones aprendidas, están proponiendo un
mundo multipolar integrado por Estados Unidos, China y Rusia.
Kissinger, el asesor ad hoc
de Trump, el que le ha recomendado acercarse a Rusia para aislar a China, como
le sugirió a Nixon, aproximarse a China para aislar a Rusia, tiene que
convencerle que la guerra mundial contra
las drogas ha fracasado.
Y que Donald Trump no insista en esa locura.
Comentarios