Los
humanos somos los únicos seres vivientes con serios problemas para convivir con
nuestros cuerpos
Agencia para la libertad (APL)
01 de febrero de 2017
El juez Mario Juliano, quien recibió las actuaciones
policiales del reciente operativo contra tres mujeres que tomaban sol en
topless en Necochea, archivó el caso, reclamó la modificación del Código de
Faltas y le exigió prudencia a los uniformados. Como se recordará, fueron
necesarios más de 20 policías y 6 patrulleros para obligar a las muchachas a
ponerse corpiño bajo amenaza de ir al calabozo. Los momentos trágicos que vive
la sociedad, con un feminicidio cada 30 horas, abusos y violaciones cada minuto
y los asesinatos y torturas que perpetran las fuerzas de seguridad en todo el país,
se ven alentados con esta agresión a las mujeres que tan solo no cubrieron sus
pechos. Claramente exhibe la cultura represiva que violenta, ordena y manda en
nuestras vidas. Aquí, Mario Juliano –juez penal de Necochea– explica sus
razones.
Mi ciudad, la ciudad que
amo, la ciudad en la que vivo, ha sido el escenario donde se encendió la mecha
de la polémica sobre la desnudez, desde el momento que una muchachas decidieron
quitarse el corpiño en una playa pública atestada de veraneantes. En los
hechos, se convirtió en un verdadero acto de rebeldía cívica frente a
determinadas pautas culturales.
En estos días me tocó, como
juez de feria, resolver las actuaciones policiales sobre el caso. En primer
lugar dispuse el archivo de las actuaciones, ya que desde mi perspectiva los
hechos carecían de relevancia contravencional. La norma que podría sancionar
este tipo de hechos se refiere a actos
obscenos que afecten la decencia
pública.
Tal como se comprenderá,
coincidir acerca de qué es lo que significa un acto obsceno o en qué consiste la decencia pública es una tarea imposible de lograr. Pero,
independientemente de ese aspecto legal, lo cierto es que el hecho que una
mujer descubra sus pechos no representa un acto objetivamente lesivo para
terceros y, por ende, se encuentra exento de la autoridad de los magistrados.
Los seres humanos somos los
únicos integrantes del reino animal que tenemos serios problemas para convivir
con nuestros cuerpos y que hacemos de esas dificultades un buen motivo para
enfrentarnos y guerrear. El color de la piel ha sido el tradicional argumento
para desatar verdaderos genocidios. El sexo con que nacemos influye en nuestras
vidas y determinará que en lo sucesivo tengamos mayores posibilidades de ser
objeto de violencia o menor acceso a las oportunidades. Los rasgos aindiados de
las facciones serán un obstáculo para trasponer algunas fronteras geográficas.
La prohibición de la
exhibición de ciertas partes del cuerpo se inscribe en esa problemática y tiene
la misma raíz autoritaria que los ejemplos señalados. La cultura occidental se
escandaliza frente a la tradición de algunos pueblos musulmanes que obligan a
las mujeres a cubrirse el rostro en público con un velo, del mismo modo que
sonreímos superados cuando vemos fotos de las primeras décadas del siglo XX que
nos muestran a bañistas mujeres enfundadas en trajes que apenas dejaban ver sus
manos y sus pies, pensando para nosotros mismos sobre la ridiculez de ciertas
costumbres.
Los conflictos con el cuerpo
han sido relacionados con la curiosa noción de la moral pública, que aún sin conocer su significado y sus alcances,
ha sido uno de los potentes argumentos para imponer una forma de vida a
personas que no comparten los gustos de quienes deciden qué es lo que debe
entenderse por ese concepto. La moralidad pública no se agota en una mera
discrepancia sobre los gustos personales y formas de posicionarse frente a la
vida, sino que se traslada al ámbito penal para reforzar las ideas de quienes
tienen la posibilidad de regular nuestros comportamientos, sancionando con
penas de arresto o prisión a los que se opongan a la visión oficial.
La defensa irrestricta de
las libertades me lleva a posicionarme en favor de las mujeres que decidieron
descubrir sus pechos, del mismo modo que apoyo las manifestaciones (tetazos) que ocurrirán en los próximos
días en defensa de los derechos. Esa es una de las formas (en ocasiones la
única posible) de provocar un debate sobre las cuestiones que nos conciernen,
del mismo modo que ocurre con otros temas (marihuana, edad de punibilidad,
violencia de género) que deben formar parte de una agenda amplia y generosa en
la que participemos la mayor cantidad de personas, propio de democracias más
deliberativas.
La ocasión (la enorme
repercusión nacional e internacional del episodio) me pareció propicia para
reclamar a la legislatura bonaerense la necesaria reforma del Código de Faltas
en general, y particularmente su artículo 70, que es el que reprime a los actos obscenos. El Código de Faltas,
vigente desde marzo de 1973, es una verdadera rémora autoritaria y los
bonaerenses nos merecemos contar con una herramienta legal adecuada a una
sociedad moderna, que contribuya a la convivencia y el uso igualitario de los
espacios públicos.
Finalmente, ante la
posibilidad que estos hechos se reiteren en las playas necochenses, o que se
produzcan manifestaciones a favor o en contra del ejercicio de ese derecho,
reclamé a las autoridades policiales que se conduzcan con extrema prudencia,
evitando el empleo de medidas coercitivas, tratando de mediar en las
situaciones conflictivas (si se presentaran) para evitar la producción de
hechos de violencia.
Una sociedad diversa y
plural no puede aspirar a la unanimidad de las opiniones. Eso sólo ocurre en
los regímenes dictatoriales. Difícilmente nos pondremos de acuerdo sobre la
desnudez y la forma de practicarla. De lo que se trata es de encontrar puntos
de convivencia que nos permitan avanzar hacia modelos de sociedad más libres,
donde existan mayores posibilidades de ejercer los derechos y realizarnos
individualmente. Y de lo que también se trata es de abandonar ciertas hipocresías,
que condenan el topless de unas chicas en un balneario, pero que mira para otro
lado frente a hechos de inusitada gravedad.
Celebro entonces que
Necochea (mi Necolandia) haya sido el sitio donde se reinstaló esta polémica
que, sin lugar a duda, contribuirá a hacernos más libres.
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