Chanti Ollín
se refleja en la ventana de una patrulla horas después del desalojo. La
madrugada del martes 22 de noviembre, 800 granaderos entraron por las ventanas
y puertas del edificio ubicado en Melchor Ocampo 424, para desalojar a los
habitantes y detener a 26 personas, 5 de ellas extranjeras que permanecieron
sin comunicación por más de 24 horas. Una de ellas fue deportada. El desalojo
se hizo bajo pretexto de una orden de aprehensión a tres sujetos que ya no viven
en lugar.
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Por Eliana Gilet;
fotos por Ernesto Álvarez
Vice Media
diciembre 2, 2016
Les entró por las ventanas que dan a la calle Melchor Ocampo.
Directo a la asamblea irrumpieron decenas de policías encapuchados, que los
sometieron a todos contra el piso.
"No podíamos ver sus rostros. Pedían por dos personas;
traían órdenes de aprensión contra ellos, pero no era ninguno de nosotros", explicó uno de los
presentes.
El grueso del colectivo
que gestiona el Chanti Ollín, la okupa más vieja de la Ciudad de México, estaba
reunido entonces, a las dos y poco de la mañana, en el momento álgido de la
discusión. Álgido por rico, ya que organizaban lo necesario para ser sede del
Autogestival, al fin de semana siguiente. Era la madrugada del martes 22 de
noviembre.
Esta okupa es un espacio
heredado de la huelga universitaria y estudiantil de comienzos de la década del
dos mil. En el 2003, el edificio abandonado de la esquina que se forma entre
Melchor Ocampo y Río Elba, a metros de Reforma y otros pocos del bosque de
Chapultepec, fue ocupado y puesto en funcionamiento por gente que venía de la
fuerte experiencia de autogestión juvenil mencionada al comienzo del párrafo,
que también fue reprimida. Trece años más tarde, el tercer intento policial por
desalojar al Chanti Ollín fue el efectivo.
La policía no sólo
irrumpió en el centro social, sino que intentó desalojar a las personas del
edificio lindero, que tiene su entrada por Río Elba.
"Me golpearon en la puerta de mi casa. Eran policías.
¡Sálgase!, me decían. ¿Por qué?, les pregunté. Tiene que desalojar el edificio,
agarre sus cosas y salga, me contestaron. Pero soy una vieja de 96 años y no
tengo dinero para pagar el hotel". A pesar de sus 96, dice Doña Juana que no lloró
ni nada ante la prepotencia del uniformado que le tocó la puerta. El resto de
los vecinos también se espantó, dice la señora mayor. Volvió a su cuarto y se
vistió, pero finalmente no salió de su casa. Sólo a uno de los vecinos lograron
sacarlo, y cuando volvió a entrar le faltaba la comida que tenía y su teléfono
celular.
La puerta del
Río Elba #4 destruida por la entrada de los elementos de la Secretaría de
Seguridad Pública. La policía desalojó el espacio cultural Chanti Ollín en la
madrugada del 22 de noviembre, para lograrlo entraron al edificio vecino e
intentaron desalojarlo. Durante el operativo los vecinos afirman que los
agentes robaron algunos artículos del interior de los departamentos.
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"Pensé luego en mis pajaritos y dije mejor los echo a
todos en una jaula y me voy con mis canarios", explicó Doña Juana. La
policía rompió la cerradura del portón de entrada a su edificio, que es medio
gemelo del Chanti, pero independiente. También abrieron los cuartos de servicio
de la azotea. Uno de los pocos integrantes de la Okupa que estaba en la parte
trasera vio entrar a la fuerza de choque al edificio vecino, pero no se
preocupó hasta que oyó los putazos al otro lado de la puerta del cuarto que
ocupaba.
Las veintiséis personas y
una niña que estaban dentro de la casa, que es más bien un edificio de cuatro
pisos y una azotea verde, fueron detenidas en el operativo, a pesar de que la
policía no llevaba órdenes de aprehensión contra ellos. Tampoco les enseñaron
ninguna orden judicial para el desalojo del lugar. Sí llevaban consigo dos
helicópteros, una tanqueta y según los datos oficiales difundidos ese día, 800
granaderos para ejecutar la acción. También había gente con cámaras, explican
los del Chanti, por lo que creen que había alguna prensa filmándolos.
Habla David, uno de los detenidos:
"Nos encañonaron, nos sometieron. Luego nos revisaron las
mochilas y nos pidieron nuestros nombres y antecedentes y nos llevaron a todos
sin decirnos de qué nos acusaban".
En la madrugada del
martes, en las redes sociales y a través de los medios libres empezó a circular
la alerta por el desalojo y la detención de los del Chanti, enviados a la
agencia del Ministerio Público (MP) conocido como el Búnker, en la colonia
Obrera.
"Fueron unos los policías que nos detuvieron, otros los
que nos sacaron del Chanti y otros los que nos remitieron en el MP. Estos
últimos venían de otro operativo y ni siquiera sabían por qué nos habían
detenido y fueron los que declaración en contra nuestra. Nosotros nos
reservamos el derecho y no dijimos nada".
Horas después
del desalojo, el gato del Chanti Ollín, en la parte trasera del edificio, es el
único que permanece dentro. El operativo se hizo bajo la enmienda de una orden
de aprehensión a dos personas que no viven en el lugar. Las pertenecías
quedaron bajo el resguardo de la PGJ-DF. Sin embargo, uno de los habitantes
dice que "se predecía el desalojo
por una campaña mediática que comenzó hace unas semanas".
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Explican que el fiscal que
los recibió tampoco sabía de dónde había salido la orden del desalojo, ni
sabían cómo integrarles la carpeta, que es el momento en que la justicia busca
el delito del que se va a acusar a alguien para mantenerlo detenido. No lo
encontraron. "No tenían manera de
integrarnos un proceso legal bajo sus propias leyes", sigue David.
Veinte de los veintiséis
fueron liberados doce horas después, cerca de las dos de la tarde del martes
22. La niña había sido retirada en la noche por otros miembros de su familia,
ya que su mamá fue una de las detenidas. A ella no la soltaron. Fue enviada
junto a otras cuatro personas al centro de detención para migrantes de
Iztapalapa, conocido como "Las
Agujas", mientras el Instituto Nacional de Migración chequeaba sus
antecedentes, según les dijeron a los compañeros que preguntaron por ellos
afuera.
Los mantuvieron un día
incomunicados y fueron liberados casi tres días después del operativo. Sus
compañeros denunciaron irregularidades en su detención ante la Comisión
Nacional de Derechos Humanos. Uno de ellos, guatemalteco, aceptó ser deportado
de vuelta porque había entrado al país sin papeles. México exige visa a todos
sus vecinos centroamericanos, por eso la mayoría de la migración que sube desde
el sur es irregular.
"No somos nosotros los que tenemos un problema, es la
secretaría de gobierno de (Miguel Ángel) Mancera la que tiene que darnos las
razones jurídicas, políticas, sociales y culturales de este desalojo, de qué se
nos acusa y por qué hemos sido despojados".
Integrante de
la barricada cultural camina frente al Chanti Ollín. Algunos creen que el
desalojo tiene que ver con el final de la construcción de la Torre Reforma,
otros aseguran que la presión viene de Arrendadora Mexicana S.A. de C.V. Lo
único seguro es que el resguardo está bajo las órdenes de la PGJ-DF.
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PARA AFUERA
A la mañana siguiente al desalojo, el lugar empezó a rodearse
lentamente de pequeñas carpas hasta que una semana más tarde ya había una
cocina, un espacio que funciona como una sala con bibliotecas armadas con
cajones de verdura y pallets y hasta un baño seco para la gente que se instaló
allí. La casa ya lo tenía también, al baño seco.
La fachada fue tapiada por
la policía y en las entradas de la planta baja colocaron vallas que impiden el
paso a la casa, que quedó cerrada con todo lo que tenía adentro. Pueden verse
las ventanas rotas por la incursión policial y las que quedaron abiertas de los
cuartos laterales y del frente. De un lado de las vallas hacia Río Elba se
montó la barricada cultural en defensa del Chanti Ollín. Hacia el otro, por
Melchor Ocampo, un grupito de uniformados cuelga sus cosas de las mismas
vallas, obligados a custodiar el espacio permanentemente desde el desalojo.
Durante el operativo
algunos efectivos se robaron cosas de la casa: los presentes vieron cómo se
guardaron cámaras del centro de comunicación autónoma que allí funciona.
También hay una panadería orgánica, la antes mencionada azotea verde que es un
huerto para el consumo cotidiano, un altar para las creencias varias de la
gente que allí participa, un temazcal, un taller de serigrafía, otro de
costura, y un sinfín de otros aparatos e implementos inventados por los que lo
habitan y los que lo frecuentan.
Uno de los
integrantes del espacio cultural Chanti Ollín hace malabares al fondo del
campamento que se montó tras el desalojo del lugar. A pesar de que nunca hubo
un aviso de desalojo, las acciones policiales no impidieron que las actividades
del colectivo continuaran tras el operativo.
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¿Cómo es la convivencia
con la gente del Chanti Ollín? Responde Doña Juana, la vecina de 96 años: "Nos saludábamos con muchos de ellos,
no eran malos. Vivían como Dios les dio a entender. El viernes habían armado un
puestito y compré un dulce de nuez, que habían traído de Milpa Alta. Me encanta
el dulce y más porque traía nueces. Según supe el edificio era de un español,
que se fue a España y allá se murió y que había un licenciado que luego se
quería apropiar del edificio aquí".
Hay otros vecinos menos
amables y menos dispuestos a compartir la vereda de la entrada de su edificio,
pero los del Chanti entienden que son los menos, o que deberán acostumbrarse.
Para Sandra, que participa
del espacio, la embestida tiene más que ver con el Proyecto del Corredor
Cultural Chapultepec, y a la presión que le meten las dos torres que se yerguen
condenando a la sombra a todo lo que les queda debajo, que les empezaron a
levantar hace cinco años, sobre Río Elba y la Avenida Reforma.
"Desde hace seis meses, el gobierno de Mancera viene
anunciando su intención de regularización y desalojo en lugares de la
delegación Cuauhtémoc. Tiene que ver con el proceso de gentrificación de la
ciudad, y más específicamente de esta zona central. Esas dos torres sobre
Reforma necesitan lugares para estacionamientos y esta esquina tendría esa
misión, según los mapas que han conseguido vecinos organizados en contra del
Corredor Chapultepec", explicó Sandra.
Elementos de
la SSP-DF que también acampan a las afueras del Chanti Ollín platican y beben
agua durante su turno.
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A pesar de que, en
diciembre de 2015, el gobierno de la Ciudad de México realizó una consulta
entre los vecinos, que rechazaron ampliamente el proyecto para esa zona, las
reformas han seguido avanzando. En el centro histórico de la ciudad, la
Asamblea popular de familias desalojadas y solicitantes de vivienda en lucha y
comerciantes de ese barrio, contabilizó 40 operativos policiales de desalojo en
viviendas de interés social, entre marzo y julio de este año.
En la mañana siguiente al
desalojo, latía en el aire la amenaza de que el edificio sería demolida, por lo
que la barricada cultural funcionó también como medida de contención contra esa
pretensión.
"Lo primero que reclamamos es el material de trabajo del
que hemos sido despojados, que ha sido construido sin pedirle un peso a nadie,
ingeniado por nosotros mismos. No peleamos por el predio ni por la mercancía,
no nos movemos bajo la idea de la propiedad privada, sino de la pertenencia y
la apropiación mediante el trabajo. Algo clave en una ciudad bastante gris para
ser rosa",
explicó David.
La
instalación de los elementos de la SSP-DF junto al campamento que los
integrantes del Chanti Ollín colocaron como respuesta al desalojo el pasado 22
de noviembre del 2016.
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Para Sandra, la clave no
es el inmueble: "hemos sido
despojados de la cultura y de un territorio construido poco a poco por el
movimiento social", que vive hoy una embestida similar. Menciona otras
luchas cercanas: habla de Xochicuautla, el pueblo que resiste el paso por sus
tierras de la autopista Toluca—Naucalpan; de Atenco, frente a la construcción
del Nuevo Aeropuerto; y menciona al plantón de Aztecas #215, en los Pedregales
de Coyoacán, que lleva seis meses frenando el avance de un edificio de casi 400
departamentos en ese punto.
"En ese contexto entendemos este proceso de desalojo y
también como parte de la criminalización de este espacio. En artículos
publicados este año en medios como Milenio y Excélsior nos han llamado
ecoterroristas. Hemos respondido debidamente a cada uno de ellos, remarcando
que este es un espacio que constantemente se ha dedicado a la actividad
cultural".
Solidario
sirve café. Integrantes de otros colectivos se solidarizaron con la respuesta
del Chanti Ollín a las estancias gubernamentales y montaron un campamento
afuera del edificio.
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PARA ADENTRO
A la semana del desalojo, los integrantes del Chanti Ollín
dieron una conferencia de prensa a la que no acudió ninguno de esos medios.
Días antes, el Colectivo Gacho, un grupo de arte acción, intervino un acto
político en el que participaba Mancera y provocó así el diálogo. Delegados de
la Secretaría de Gobierno y de Cultura de la ciudad, lo anunciaron en sus redes
sociales. Una semana antes, Patricia Mercado, la jefa de gobierno de la ciudad,
había desconocido al colectivo Chanti Ollín como interlocutor válido por el
espacio, en declaraciones publicadas por el mismo diario Milenio.
En la barricada cultural
llevan siete días, es lunes, comienza la tarde y están calentando café en una
olla al fuego, en el mismo punto dónde en la noche se concretará el primer
encuentro con el gobierno de la CDMX.
"Los esperábamos en diciembre", dice una de las chicas
mientras se sienta junto al fuego. Tiene el pelo hasta la cintura trenzado a
los lados de la cara. ¿Por qué los esperaban? "Por la persecución mediática durante todo el año y por los
periodicazos que nos lanzaron en los últimos dos meses en que nos vincularon
con los ‘vándalos del Che’, —se refiere al auditorio Che Guevara, también
ocupado— y nos atacaban diciendo que
vivíamos en un lugar con condiciones insalubres. Es gracioso que el peor pecado
del que pudieron acusarnos fue de que somos mugrosos".
Uno de los
integrantes que fue detenido durante el operativo en el espacio cultural Chanti
Ollín camina en el interior del campamento. Ese día arrestaron a 26 personas.
La detención la hicieron unos elementos encapuchados, el traslado lo hicieron
otros elementos policiales y la presentación, un tercer grupo de policías
ajenos al operativo inicial.
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Quien habla es una de las
talleristas que integra la casa. "Todo
pasa por la asamblea", dice para responder a la pregunta de cómo hacen
para organizarse. Ella da el taller Curarte, un proyecto de salud autogestiva, "dónde se comparte conocimiento
ancestral y moderno, desde la herbolaria a la partería, o la medicina china y
el temazcal. Lograr una vida más saludable es una de las bases al querer probar
la autogestión".
Ella se vinculó por la
danza al Chanti. Tiene 26 años. Explica que no es lo mismo trabajar en espacios
itinerantes que contar con un territorio en que puedas desarrollar lo que se
tiene en mente. "Un territorio no
sometido a las leyes del mercado y que brinda las condiciones para que otras
cosas surjan. Viviendo en la Torre Mayor no hay cómo curarte —y señala con
sus ojos aceitunados hacia la torre a nuestras espaldas—. No se podría en esas condiciones".
En conferencia
de prensa, tres integrantes del Chanti Ollín hablan sobre las denuncias
presentadas en la CNDH "por el
despojo que las autoridades ejercieron".
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A su lado, otro de los
integrantes del colectivo dice que cuando llegó un cuate le dijo una frase que
ahora nos repite: "mira güey, hay
cabrones que vienen con la idea de quedarse unos días y llevan años, y hay
otros cabrones que vienen para quedarse años y se van a los pocos días. Esa es
una de las características del espacio, que todo el tiempo está mutando, pero
creo que un pilar del Chanti es el rescate de la cosmovisión
mesoamericana". Su nombre, en náhuatl, significa la casa del movimiento.
Y lo particular, agrega el
mismo, de barba y lentes, es que no hay muchos lugares en la ciudad como ese, "espacios de libertad en dónde hay una
pequeña ruptura de la realidad, desde la forma en cómo se recolecta la basura
al acceso a agua de manantial de una localidad cercana, que intercambiamos por
tequio (trabajo no remunerado para la comunidad)", explica. Lleva
siete años vinculado al Chanti Ollín, dedicado mayormente a la música. Lo que
hacen en el Chanti es buscar cómo cubrir las necesidades básicas de manera
colectiva.
Tres horas más tarde, ese
mismo espacio había sido acondicionado con una mesa en medio para el diálogo
con los funcionarios. Al frente, tres chicas por el Chanti. Por la CDMX:
Guillermo Orozco Loreto, titular de la subsecretaría de gobierno quien llevó la
voz cantante y presentó a Elsa Castellanos López, directora general de
concertación política y atención social y ciudadana. Otros diez funcionarios
completaban la comitiva y alguno tomó apuntes.
Uno de los
integrantes del colectivo Chanti Ollín camina en el interior del campamento.
Los proyectos del lugar se basan en buscar cómo cubrir las necesidades básicas
de manera autogestiva: salud, alimentos, energía eléctrica, objetos funcionales
y decorativos fabricados a mano son algunos de los proyectos y talleres que
hacían funcionar el lugar.
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Orozco Loreto dijo que el
operativo había sido ordenado por la Procuraduría de Justicia de la Ciudad de
México (PGJDF), ante una "denuncia
por despojo" y que los sellos en el lugar son para "mantenerlo a resguardo y brindar
seguridad jurídica". Castellanos no emitió palabra mientras observaba
todo tras sus grandes anteojos redondos.
Cuando se retiraba la
comitiva, algunos de los talleristas se acercaron con una bici-máquina que a
pedal toca música, inventada por ellos. Otro, se acercó a entrevistar a Loreto
filmándolo con un teléfono. "¿Podría
decirme tres libros que lo hayan marcado en su vida?", le preguntó al
funcionario. "La Ilíada, el Quijote
de la Mancha y el Arte de la Guerra", respondió.
Una de las
integrantes del campamento afuera del Chanti Ollín prende el fuego para
calentar café.
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La cumbia sonaba a las
ocho de la noche en la vereda del Chanti, mientras un par de sus integrantes
repartían volantes una cuadra más arriba, en las puertas de la torre nueva,
casi sobre Reforma. Esa noche, los representantes de gobierno se comprometieron
a respetar el plantón y a mejorar las condiciones sanitarias. No mencionaron su
intención de levantarlo ni dijeron que signifique una amenaza para el barrio.
Tampoco les dieron un límite de estancia.
La primera mesa de trabajo
conjunto sucedió dos días más tarde, en el Centro Cultural La Pirámide, en la
colonia San Pedro de Los Pinos. Los del Chanti dicen que ellos nunca se han
opuesto al diálogo y que el viernes 30 fueron claros en sus planteos ante una
larga mesa de funcionarios públicos:
"Hace 13 años recuperamos un edificio mucho tiempo
abandonado y en deterioro, que estaba intestado, sin nadie que lo reclamase.
Existen suficientes argumentos para decir que el Chanti es de plena utilidad
pública, fundamentado en el artículo 1 de la ley de expropiación, por lo que
creemos que está en nuestra posibilidad jurídicas exigir la expropiación social
de este espacio en favor de la comunidad. El Chanti es un edificio, pero
también un movimiento, un experimento y un proceso social que nadie podría
adjudicase como propio, porque somos muchos los que hemos pasado por él. El
Chanti no es de nadie, simple y sencillamente porque es de todos. Por eso
exigimos el reconocimiento de la propiedad colectiva para este caso, que la
Constitución reconoce para ejidos y comunidades. Exigimos la extensión de la
noción de propiedad colectiva que se aplica al ámbito rural en el ámbito
urbano".
Elsa
Castellanos López, Directora General de Concertación Política y Atención Social
y Ciudadana quedó como interlocutora única entre el Chanti Ollín y la Sub
Secretaría de Gobernación de la Ciudad de México, en una reunión afuera del
edificio desalojado, el martes 22 de noviembre.
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Si logran lo que reclaman,
establecerían un antecedente inédito para la Ciudad de México y abrirían la
puerta al reconocimiento de la propiedad colectiva en el ámbito urbano, que es
una realidad desde hace décadas en el resto del país.
Los del Chanti saben que
la propuesta del gobierno va ser que trasladen su actividad cultural a otra
parte y, según les ofrecieron, que contemplen presentarse a llamados públicos y
fondos concursables para continuar con su actividad cultural. Que renuncien a
ese territorio que el movimiento social ha construido durante los últimos trece
años, y para el que las torres, la presión inmobiliaria y el metro cuadrado más
caro de la ciudad ya no quieren dejar lugar.
Guillermo
Orozco Loreto, Subsecretario de Gobierno de la Ciudad de México, camina frente
a dos integrantes del Chanti Ollín mientras usan una bici-maquina generadora de
electricidad que reproduce una cumbia a todo volumen después de la reunión con
varios integrantes del colectivo en la que se acordó tener otra reunión.
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Frente a la
Torre Reforma, un integrante del Chanti Ollín hace funcionar una bici-máquina
que produce electricidad y alimenta un bocina para hacer sonar una cumbia. El
martes 22 de noviembre el espacio cultural fue desalojado con 800 elementos de
la SSP, por medio de una orden de aprehensión contra dos sujetos que no viven en
el lugar. Durante el operativo arrestaron a 26 personas, entre ellas cinco
extranjeros, de los cuales uno fue deportado por su propia voluntad a
Guatemala. El lugar está bajo la custodia de la PGJ-DF.
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