Andrés Figueroa Cornejo
Red Latina sin fronteras
Publicado: 7 noviembre,
2016
“Aspiramos a que el régimen de la memoria no se
viva como áspera condena”
Miguel Mazzeo
“Es raro
leer un libro llevado con tanta convicción en el esfuerzo de dar la palabra a
las y los de abajo”
Michäel Löwy
Franck Gaudichaud es un francés con medio corazón en Chile. De
hecho, su compañera y su único hijo, Darío, nacieron en el país del fin del
mundo. Master en Historia, Doctor en Ciencias Políticas y militante político y
social, es autor de ‘Poder popular y
Cordones Industriales’ (Ed. LOM), ‘Operación
Cóndor. Terrorismo de Estado en el Cono Sur’, ‘Las fisuras del neoliberalismo chileno. Trabajo, crisis de la
democracia tutelada y conflicto de clases’ (Ed. Tiempo Robado y Ed. Quimantú),
entre otras publicaciones.
Su tesis doctoral para las
y los lectores de habla española de ‘Chile
1970-1973. Mil días que estremecieron al mundo. Poder popular, cordones
industriales y socialismo durante el gobierno de Salvador Allende’,
publicada en el país andino por Ediciones LOM, fue lanzada en la Sala Domeyko
de la Casa Central de la Universidad de Chile el pasado 2 de noviembre ‘a tablero vuelto’.
La creatividad popular
Franck Gaudichaud indicó que: “el punto de partida del libro fue volver a una historia sobre la cual
existe un océano biográfico, pero donde, paradójicamente, queda mucho por
investigar. Cuando comencé, lo que más me llamó la atención fue que hay un
actor central del proceso muy poco investigado: el movimiento obrero. Hay mucho
sobre los partidos políticos, sobre el gobierno, sobre la intervención
imperialista, etc. ¿Pero dónde estaban los que hicieron el proceso, los
trabajadores, los sindicatos, los territorios y poblaciones? ¿Qué pasaba en las
fábricas, en la base? Queda mucho por estudiar sobre lo que ocurrió en las
regiones. Yo creo que es uno de ‘los tesoros perdidos de la Revolución
Chilena’, estos es, hay que recuperar toda la riqueza de ese período que fue
fiesta y drama, pero también fue mucha creatividad popular.”
Durante el lanzamiento,
Gaudichaud proyectó explicativamente una serie de fotografías que ilustran los
mil días del gobierno de la Unidad Popular, en especial, desde abajo, desde los
trabajadores y el pueblo.
“Compañero”
En la presentación, la traductora al español del texto
originalmente en francés, Claudia Marchant (co-editora de Tiempo Robado
Editoras), señaló que: “a través de la
traducción de la tesis doctoral de Franck tuve la oportunidad de conocer y
entender mejor un texto de mi padre, el filósofo chileno Patricio Marchant, y
la importancia y fuerza que le asignó a la palabra ‘compañero’. La fuerza de la
dignidad de un momento histórico en el país, vivido por personas comunes y
corrientes que no dudan en decir que los años de la Unidad Popular (1970-1973)
fueron los más felices, los más plenos, los más importantes. A pesar de las
dificultades, de las peleas, del trabajo duro y de la derrota posterior, de la
dictadura y de nuestra actual pos-dictadura.
Patricio Marchant escribía en 1989, ‘el régimen de Salvador
Allende pudo tener los orígenes sociales, históricos, económicos que se
quieran. Pudo tener, y los tuvo, todos los errores que se quieran. Pero para
quienes lo vivimos a través de la música de la palabra ‘compañero’, constituyó
la única experiencia ético-política de nuestra vida. Esa es la absoluta
superioridad moral, ese ser distinto, de otra especie, sobre los que nada
supieron de la palabra compañero. Mérito evidentemente no de nosotros, no de
nuestra individualidad o de nuestro ser persona. Mérito de esa palabra, de esa
música. Música-palabra que no fue inventada por alguien. Música-palabra que
dice cuáles eran las fuerzas de ese proceso histórico y nos señalaba sólo eso:
la posibilidad de un corresponder a ese proceso. Compañero. Porque una cosa es
Salvador Allende, otra esa música ‘Compañero Presidente’, ese fundamento de la
grandeza de Salvador Allende. Atenuándose, las desigualdades persistían entre
nosotros. Iguales éramos, sin embargo, al saludarnos como ‘compañero,
compañeros’. Ese sueño, poco tiempo realidad, convirtió a Chile en un país
digno de respeto.’”
“Una memoria para las luchas del presente”
Marchant manifestó que: “Es ese país digno de
respeto el que Franck nos ofrece hoy. En su trabajo vemos con hechos concretos
cómo desde abajo se vivió ese proceso. Repasa los momentos más importantes de
la movilización popular, sin por ello dejar de ver sus errores, titubeos y sus
dificultades. Sin dejar de lado tampoco, la interacción con la revolución desde
arriba, impulsada por las medidas de Salvador Allende y los partidos políticos
de la Unidad Popular. Nos relata con bastante detalle, especialmente los
cordones industriales de Cerrillos-Maipú, de Vicuña Mackenna, sin dejar de
mencionar a las demás coordinaciones en provincia, en Arica, Valparaíso,
Concepción, Osorno, Punta Arenas, entre otras. La lucha de los pobladores y del
campamento Nueva La Habana, la Asamblea de Concepción en julio de 1972, la Toma
de Constitución en febrero de 1973. Las posiciones de los diferentes actores
políticos y sociales; los mecanismos de participación desde arriba y desde
abajo; los periódicos que salieron a la luz en esos días; la expresión de la
lucha cultural e ideológica en curso. Levanta cuadros y lista territorios y su
expresión de poder popular; identifica fábricas y dirigentes involucrados,
dejando la cancha abierta para todos aquellos que quieran seguir investigando
este período. Pero no se trata de episodios aislados, algunos de los cuales han
sido tratados con profundidad en otros textos y quedan debidamente
referenciados aquí. Sino que el panorama, el paisaje que se dibuja, nos permite
tener una visión de conjunto de lo que estaba pasando en los diferentes frentes
y lugares. Aunque, sin dudas, como el mismo autor lo ha reconocido, hay
territorios menos indagados, entre los que podemos mencionar el campo chileno,
las comunidades mapuche y no mapuche asentadas en la pre-cordillera y
cordillera, que también tuvieron momentos excepcionales de desarrollo de poder
popular, como lo fue el complejo maderero y forestal Panguipulli. Tampoco deja
de lado a la oposición y su organización, sus dirigentes y articulaciones. El
paro de octubre de 1972 es un momento álgido del texto, así como la forma en
que el gobierno y el pueblo movilizado van procesando la embestida patronal.
Tampoco se trata de levantar un cuadro heroico de un proceso excepcional. La
idea no es construir una memoria y una historia petrificada y despolitizada. Se
trata de una memoria para las luchas del presente. No como legado para las
nuevas generaciones o no solamente para ello, sino que para hoy, para las y los
movilizados de nuestro presente.”
La traductora del texto
agregó que: “Me imagino que Franck
comparte las expresiones de Miguel Mazzeo (historiador, académico y militante
político-social argentino) que trabaja el tema del poder popular hoy. Mazzeo
escribe que ‘no se trata de que nuestro abordaje esté condicionada por las
políticas de la memoria y no por las necesidades inherentes al proyecto
emancipador en Nuestra América. Aspiramos a que el régimen de la memoria no se
viva como áspera condena. Cuando el pasado es el único lugar del encuentro, o
el lugar privilegiado para la realización de nuestros sueños, el presente puede
ser el lugar de la pasividad, el fatalismo, la ambigüedad, las querellas
superficiales y la mera retórica. Las políticas de la memoria, cuando no
promueven síntesis políticas y balances prácticos, cuando opacan el presente y
el futuro, pueden terminar como un recurso de las clases dominantes, como un
procedimiento destinado a conjurar la praxis emancipadora actual, porque de
esta manera instalan en la sociedad la idea de que ese pasado nunca será
futuro’.”
Los intersticios de la
academia, ventanas abiertas al fragor de las calles
Claudia Marchant comentó que: “También podemos destacar las palabras Michäel Löwy en el prólogo del
texto de Franck en su edición francesa: ‘es raro leer un libro llevado con tanta
convicción en el esfuerzo de dar la palabra a las y los de abajo, en ruptura
con las lecturas tradicionales, esencialmente institucionalistas, de la
trágica, pero apasionante experiencia chilena. Un trabajo que no esconde su
enfoque, su método: analizar los hechos desde el punto de vista de la lucha de
clases. Tampoco esconde su empatía crítica con la causa de los vencidos del
golpe de Estado militar. Lo trabajadores, los oprimidos y los explotados. Y en
particular en este libro, del poderoso movimiento obrero chileno’.
Franck retoma el desafío que tan claramente Luis Martín
Cabrera expresa en un texto que Proyección Editores lanzó hace pocos días y que
ha copado nuestras últimas conversaciones: ‘Insurgencias invisibles’. Dice Luis
Martín que ‘los profesores deberíamos salir de nuestras guaridas académicas, al
menos de vez en cuando, a trabajar en las comunidades. No para dictar
conferencias o para apropiarnos de sus conocimientos y encerrarlos en nuestros
papeles. Si no que para intercambiar conocimientos, para socializar nuestros
privilegios e insertarlos en una lógica de tiempo y espacios robados. Pensar en
los intersticios de la academia, ventanas abiertas al fragor de las calles’.”
Mito, realidad y los
trabajadores organizados por abajo
Mario Olivares (dirigente sindical, ex militante de los
cordones industriales) dijo en la presentación de la obra que “soy un hombre viejo, soy un sobreviviente
de esa experiencia. En esa época trabajé en una de esas industrias más o menos
emblemáticas de lo que fue el cordón Vicuña Mackenna de Santiago. Entonces yo
era dirigente sindical y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR). A mis 66 años, sigo siendo un
dirigente sindical activo de los trabajadores de la Viña San Pedro, la segunda
vitivinícola de exportación del país que hace parte de la CCU, cuyo propietario
es el grupo económico Luksic.
Sobre el libro de Franck, me parece interesante cómo recoge la
información. Toma referencias de otros autores que han escrito sobre el proceso
de la Unidad Popular y de los cordones industriales. Pero lo que me parece más
interesante aún, es que Franck conversa con muchos compañeros como yo, que
fueron obreros al interior de las fábricas. Entonces, al leer el libro, uno se
da cuenta que el análisis que tenía la conducción de los partidos de izquierda
de la época respecto de lo que nosotros estábamos sintiendo abajo, no encaja
bien. Allí uno se percata de que existían muchas situaciones que tenían más que
ver con mitos que con la realidad. No hay ninguna duda de que el ascenso del
gobierno de Allende en Chile provenía del aumento de las luchas populares que
venían de muchos años atrás. Pero lo más importante es que cuando adviene la
Unidad Popular, más allá de su programa político, creó la expectativa en la
clase trabajadora organizada de que era posible iniciar un proceso de
transformaciones radicales, de justicia y de igualdad, que apuntaba a la
construcción del socialismo. Los dirigentes sindicales por primera vez,
comenzaron a tomar confianza en ellos mismos y se empoderaron de su capacidad
como trabajadores. Entonces había sectores que criticaban de
‘ultraizquierdistas’ a muchos trabajadores que con su conducta estarían
prácticamente ‘poniendo en peligro’ el programa de Allende, en el marco de cómo
se avanzaba. En este sentido, mientras se fue agudizando la lucha de clases en
la sociedad chilena, naturalmente hubo sectores de la izquierda que
radicalizamos nuestras posiciones, incluso más allá de las propias direcciones
de esos partidos. Como teníamos a las fuerzas de la reacción, de la burguesía
en contra de todo el proceso, nosotros, los trabajadores organizados por abajo,
nos impusimos la tarea de crear nuestras propias formas para defendernos de
esos embates. Eran formas alternativas bastante básicas. Como era muy fuerte el
mercado negro, frente a Cristalerías Chile empezamos a realizar una
distribución directa de los productos de las tantas fábricas e industrias de la
zona. De las que habían sido estatizadas, como de las que fueron tomadas por
los trabajadores. Los trabajadores le habíamos exigido al gobierno de Allende
que esas empresas fueran intervenidas y pasaran al control obrero, donde
nosotros empezamos a administrar la empresa, por supuesto con un interventor
nominado por el gobierno.
Cuando se vino el paro de los camioneros que intentó paralizar
completamente al país, nosotros, para evitar que ellos lograran su objetivo,
requisamos microbuses en la calle con el fin de llevar y traer a los
trabajadores para que las fábricas no dejaran de producir. Claro que estas
iniciativas no fueron absolutamente espontáneas. Había direcciones y
expresiones de distintos sectores, del Partido Socialista, del MIR, que daban
orientaciones de cómo la clase trabajadora debía pasar a la ofensiva.
Cuando yo llegué a la fábrica de muebles a trabajar, además de
la explotación brutal, de los bajos salarios, de las ‘ventas negras’ para
evitar impuestos, la producción de muebles estaba destinada a los sectores más
pudientes y no a los trabajadores. Muchos de mis compañeros vivían en
campamentos, en zonas marginales. Entonces cuando nos tomamos la empresa
decidimos producir una línea de muebles económicos, dignos, decentes, para los
propios trabajadores de la fábrica. También hicimos alrededor de 10 mil
linchacos (barra doble de madera) para que se defendieran los compañeros de las
fábricas intervenidas y tomadas”.
Entre la guerra por la
producción y la toma del poder
Mario Olivares, con honesta memoria, informó que: “En medio de todo se encontraba la
agudización de la lucha de clases y la opinión de sectores de izquierda que
querían detener la irrupción de los trabajadores más radicalizados. Nos decían
que ‘no querían una guerra civil’, que la única guerra era ‘por la producción’.
Nosotros pensábamos en la toma del poder. De esa manera, se formó una dirección
político-sindical en el cordón Vicuña Mackenna con las empresas más
emblemáticas, salvo las textiles que estaban controladas principalmente por los
compañeros del Partido Comunista (PCCh). Y en esa dirección político-sindical
nos rotábamos. ¿Qué quiero decir? Que no existía una democracia plena, no era
que los trabajadores de base a los que uno representaba elegían a la dirección
directamente. Era más bien un acuerdo entre los partidos políticos que teníamos
cierta hegemonía en la dirección. Sin embargo, a través de esta instancia, se
hablaba de hacer un poder paralelo al poder burgués para intentar dar un salto
adelante. Ahora bien, según mi experiencia, yo creo que confundíamos los sueños
políticos con la realidad. Se hicieron algunas experiencias que tímidamente
tuvieron esa expresión. Por eso el libro de Franck manifiesta lo que yo viví y
logra matizar distintas miradas de lo que fue el proceso de una manera
coherente e inteligente y sin descalificaciones. Al fin, yo pienso que los
sueños no han muerto y sigo peleando”.
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