Texto e ilustraciones de Silvina Pachelo,
traducción de Juan Tobías Nápoli.
traducción de Juan Tobías Nápoli.
Silvina Pachelo hace una adaptación
de la tragedia griega Medea de Eurípides, con la idea de resignificar un
clásico en el contexto actual. Aquí nos comparte el prólogo del libro, mismo
que será presentado en Guadalajara.
MEDEA.
Por orden del rey Pelías,
Jasón reúne una tripulación de héroes para ir a buscar el vellocino de oro a La
Cólquida, país muy alejado de Grecia. En un viaje lleno de aventuras y
peligros, los Argonautas (es decir, la tripulación de héroes de la expedición),
llegan a su destino. Allí, Jasón debe afrontar unas difíciles pruebas que le
impone Eetes, el rey de la Cólquida.
Jasón es ayudado a superarlas y a robar el vellocino de oro por la hija
de Eetes, Medea, que se ha enamorado de él. Luego de cumplido el propósito,
ambos huyen a Grecia, se casan, tienen dos hijos, Mérmero y Feres, y se establecen en la ciudad de Corinto. Con
el tiempo, Jasón se enamora de Glauce, la joven hija de Creonte, rey de
Corinto, se compromete a desposarla y repudia a Medea como su esposa y la
abandona. En venganza, Medea decide asesinar sin piedad. Comienza por Glauce.
Al querer salvar a su hija, Creonte también muere. Y por último Medea sacrifica
a sus dos hijos.
ACTUALIDAD DE MEDEA.
Medea representa una
imagen paradigmática de un sujeto femenino trágico, que no corresponde con la
imagen mistificada de la mujer griega.
Con una actitud provocadora que
se mueve al margen entre el rol de
víctima de la mujer-madre, transmitido por la tradición enfrenta de
forma activa los roles femeninos asignados socialmente. Es la representación de
la pasión intensa. Existen dos grandes
tragedias de Medea: la griega de Eurípides y la romana de Séneca. Medea fue
representada en Atenas en el año 431 a.C. justo antes de la guerra del Peloponeso.
Eurípides que es el autor de la obra elegida para la
adaptación, no se limito a un episodio de la leyenda, sino que hizo que todos
los episodios de la larga vida de Medea se acumulen en una crisis final.
Medea nos presenta una
fuerza animal de corazón y espíritu.
Imagen monstruosa de la mujer criminal, hechicera nefasta y bárbara.
El personaje de Medea nos enfrenta a la alteridad de los
griegos de la antigüedad con respecto a nosotros mismos. Y se constituye, al
tiempo, en una fuente inagotable de sentido, un constante desafío a la
reflexión en asuntos de indudable trascendencia, siempre actuales, sobre todas
las cosas lo que significa ser varón y ser mujer, la descendencia, la vida en
sociedad, los límites de la condición humana.
Eurípides hace y representa en su nombre a la mujer que se
libera del estereotipo femenino de la época,
recurriendo para ello a la
violencia.
En El sexo y el espanto
(página 129 editorial Minúscula 2006), Pascal Quignard escribe: “La ira de Medea es serena. Es la
inmovilidad, el silencio espantoso que precede al acceso de locura. En latín:
el augmentum”
Medea tiene que sacrificar a sus hijos. Y es donde aparecen
sentimientos contrapuestos: la piedad y la venganza-La madre y la mujer luchan.
Medea nos enfrenta a lo productivo y destructivo. Tiene que cometer un doble
infanticidio.
Continua Pascal
Quignard: “La Medea de Eurípides,
del 431 a:c describe la desintegración
del vínculo civilizado a partir de la pasión de la mujer por el hombre.
El amor se convierte en odio, el deseo violento por un amante se transforma en
ferocidad asesina contra la familia y revela la omofagia sobre la que se basa,
para los griegos, el eros”.
Medea se precipita al vacío. No hay deliberación. Ataca
como un animal.
Ella sabe que va a sacrificar a sus hijos, no duda, la locura
la arrastra a la acción. Toda la acción de asesinatos nos genera ánimos
contrapuestos y perturbadores. Pero si viajamos con la mente a la Grecia del
400 a.C, la acción de Medea entra en la práctica del infanticidio ritual. Si
uno piensa, una madre matando a sus hijos, no hay ley, ni tiempo que justifique
un acto antinatural claramente inhumano.
En La violencia y lo
sagrado (página 16 Editorial
Anagrama 1983), René Girard escribe: “Cuando no es satisfecha la violencia, sigue almacenándose hasta el
momento en que desborda y se esparce por los alrededores con los efectos más
desastrosos. Al desplazar la totalidad del sacrificio fuera de lo real, el
pensamiento moderno sigue ignorando la violencia”.
Veamos esto que nos dice René Girard:
En la
tragedia de Eurípides Medea en la
discusión que mantiene consigo misma (1020-1080) se refiere al crimen con la
palabra “thûma”, que significa
sacrificio.
Tomando la teoría de sacrificio de Girard, las
muertes sucedidas en la obra se la puede clasificar 2el
círculo de venganza”. El sacrificio constituiría en este contexto una
primera forma instituida de detener la violencia, de satisfacer el deseo de
venganza al tiempo que, por medio de una fuerte ritualización, queda reglada su
detención. De esta manera se rompe el círculo y es posible que la vida social
retorne a su normalidad.
UNA MUJER DESHONRADA.
Ni en la épica ni en la tragedia la deshonra es un
acontecimiento menor.
En Medea, esa deshonra no
viene porque Jasón la engaña con otra mujer, sino el casamiento con la hija del
rey Creonte.
En ese caso Medea iba a ser
desterrada junto a sus hijos por el rey Creonte. También es interesante
analizar, como Jasón justifica su acción de abandono hacia Medea,
diciéndole que era para el bienestar de
sus hijos.
Más allá de que esta parece
una explicación esgrimida por Jasón para refrenar a Medea recordándole a sus hijos, aquello por lo cual una madre
siempre está dispuesta a sacrificarse,
resuena en sus palabras una ley dictada en Atenas en el 451/0 propuesta a la
Asamblea por Pericles, a partir de la cual se disponía que quien accedía al
status de ciudadano debía ser hijos no solo de padre ateniense, sino también de una madre nacida en Atenas.
Si nos remontamos a la escena de Medea como representación teatral, una mujer
extranjera, para el espectador del 431 a.C era una mujer cuyos hijos no podían
acceder a la ciudadanía.
Esto le agregaba más peso, hiciera más persuasivas las
palabras de Jasón para ese espectador y que no le sonaran tan evidentemente a
una excusa falsa como suena para nosotros. La deshonra de Medea no se acota al
espacio cívico. Cuando Medea se entera de que Jasón se compromete con la hija
del rey, lo que hace es gritar e invocar
a los dioses, sobre todo a Zeus, para que vean lo que Jasón a provocado y como
la ha traicionado. Siendo este testigo
del juramento de Jasón al tomarla por esposa.
Dice el coro: Las aguas de los ríos sagrados fluyen hacia arriba, y el justo
orden de las cosas y todos los valores se han trastornado. Son engañosas
las decisiones entre los hombres y ya no tiene validez la fe prometida en el
nombre
de los dioses. Pero los relatos acerca de la condición de la mujer
cambiarán mi existencia para que tenga gloria; el honor llega al linaje
femenino. Ya no pesará sobre las mujeres una reputación maliciosa (vv. 410 a 420)
Jasón no solo ha traicionado
el espacio social sino también a los Dioses.
Eurípides es el único autor
que hace que Medea le de muerte a sus hijos.
Dice así:
“HIJOS, MORIRÁN POR UNA
ENFERMEDAD PATERNA”
Medea muestra un enorme
sufrimiento a la hora de tomar semejante decisión. y esto no parece adecuarse a
la imagen de alguien que actúa en forma egoísta, para calmar la sed de venganza
de sus enemigos y salir indemne.
Si pensamos en lo que René Girard nos dice sobre el
sacrificio, la sustitución de los niños por los niños constituye por sí mismo
el caso más interesante de toda la obra, porque en él se pone de manifiesto no
solamente la cuestión de la sustitución de la victima sacrificial, sino también
la de la mano asesina.
En la ritualización de la venganza con el objeto de
detenerla, es el sacerdote o sacerdotisa que realiza el sacrificio, quien
adopta el papel del vengador, también representa la justicia por los daños,
quien es capaz de devolverla al orden con un acto controlado de la violencia.
La Medea triunfante del final representa a la justicia,
pero paradojalmente, como el triunfo de la necesidad de venganza. Medea pone a
salvo a sus hijos de una futura desgracia.
La culpa en la
que ha incurrido Jasón y que desencadena la tragedia tenía para los griegos un
carácter hereditario.
Esto se puede ver en Edipo. Edipo y sus hijos pagan las
consecuencias hereditarias de Layo, el padre de Edipo, que violó a Crisipo y se
hizo merecedor de una maldición que persiguió a toda su descendencia.
En el caso de Medea a sus hijos les esperaba un destino
trágico. Al expulsar la violencia de la polis por medio del sacrificio, esta
cadena de culpa resulta también interrumpida.
Dice Juan
Nápoli en su introducción de Tragedias I de Eurípides Ediciones
Colihue 2007 a modo de conclusión:
“el
sentido de la tragedia debe buscarse en un sentido más profundo: en el intento
de Medea de reconstruir el camino que va desde su derrota moral, que ha sufrido
a causa del abandono del que es víctima, pasando por la injusticia que debe
padecer de parte de Jasón, su esposo, hasta la deshonra social de la que su
exilio es su testimonio. Es este itinerario descendente el que intenta recorrer
Medea en un sentido inverso, remontando su situación desde la búsqueda de
recuperación de la honra perdida, pasando por la recomposición de la justicia
ultrajada, hasta llegar a la victoria moral sobre Jasón”.
Lo que vemos es como el personaje mítico se
va transformando en un personaje más humano, donde no son ni
los celos, ni la pasión amorosa, ni el de la venganza individual ni el de la
reflexión moralista lo que la conduce a recuperar honra y justicia.
Continúa Juan Nápoli:
“Medea
trabaja por reinsertarse en el marco
social, y termina por imponer sus condiciones, su victoria, por encima del
mito. En este sentido todavía necesitamos
volver a leer los clásicos para recuperar el sentido de la integridad de la
persona humana”.
Medea
de Eurípides es una obra viva, y creo que como toda obra perfecta y
extraordinaria hace que podamos repensarla y traerla a la actualidad. Pudiendo ver desde el pasado
el presente que nos acontece.
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