Javier Hernández Alpízar
Zapateando
Babel
Publicado el 19 /
noviembre / 2016
En 1968 Henry Lefebvre publicó el libro El derecho a la ciudad.
Bajo la apariencia de un derecho humano más, pero tan complejo que a veces ha
sido explicado por sus defensores como la articulación de todos los demás
derechos en la ciudad, dejó el filósofo y científico social francés un maletín
que si lo abres resulta tener más de lo que su apariencia dice: es el derecho
de todos a decidir el futuro de la ciudad. Claro que, si una democracia así de
radical se pone en marcha, regresa por ese pequeño maletín el fantasma que una
vez recorrió Europa con el nombre de comunismo, con renovada fuerza utópica.
Los zapatistas han
anunciado que en las comunidades indígenas del Congreso Nacional Indígena está
en marcha una consulta a las bases, a las comunidades, para participar en las
elecciones de 2018. De aprobarlo, las comunidades indígenas integrantes del CNI
formarían un Concejo Nacional Indígena que, para efectos de la política
(paradigma liberal) sería representado por una vocera indígena, una mujer
indígena. Esa propuesta de apariencia meramente electoral es parecida al
maletín de Lefebvre: su contenido se llama “mandar
obedeciendo”. Esa ha sido una de las banderas más caras al zapatismo y el
CNI: que las bases, las comunidades, las y los de abajo manden y el gobierno
obedezca. Es una forma de democracia radical, de base, igualitaria.
El mandar obedeciendo es
tan un cambio desde la raíz que no puede ser aceptado por quienes se mueven aún
en el paradigma burgués del liberalismo, donde hay especialistas en mandar y
solamente de entre ellos pueden salir los dirigentes y los aspirantes a
dirigentes.
La verdadera intención del
EZLN y del CNI rebasa la dicotomía reforma/revolución; es la lucha por llevar
adelante una democracia que rompa con el liberalismo y el neoliberalismo, que
devuelva el poder a los de abajo. Por eso proponen para representarnos a una
mujer indígena, a alguien de los que está más abajo en las escalas racistas, clasistas
y misóginas de México.
Si esos pueblos
organizados indígenas aceptan y entran en ese proceso de recorrer el país y
hablar con los de abajo para promover la organización, la resistencia y la
lucha, estará en marcha una campaña inédita en más de 500 años.
Entonces podremos decir
que un fantasma recorre el país y puede contagiar al mundo: el fantasma de la autoorganización desde abajo.
De algo así solamente
podrán burlarse quienes se llenan la boca de la palabra democracia, pero cuando
la ven frente a sí: la repudian porque temen perder el control y que los de
abajo lo tomen.
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