A 33 años de la fundación del EZLN y 23 años del inicio de la guerra contra el silencio:
Tener presente la historia es fundamental
Tener presente la historia es fundamental
La Voz del Anáhuac
Noviembre 2016
Hace 3 años, con motivo del 30 aniversario
de la fundación del EZLN, Raúl Romero publicó en la Agencia Autónoma de
Comunicación SubVersiones un escrito que analiza el contexto que dio lugar al
surgimiento del EZLN el 17 de noviembre de 1983.
Este
escrito fue publicado originalmente en tres entregas. Hoy las hemos reunido
aquí y juntas las publicamos previo a que se cumplan ya 33 años de este hecho
histórico y 23 de la irrupción pública del EZLN. Conocer la historia es siempre necesario, pues ello nos permite
entender cabalmente el presente y avizorar el futuro. Y también nos permite evidenciar a las malas
intenciones y la ignorancia de quienes, sin fundamento alguno, hacen afirmaciones tales como: “el EZLN es un
invento de Salinas”, “le hace el
juego a la derecha”, etc.
No
olvidar su historia: las FLN, organización madre del EZLN, se fundó el 6 de agosto de 1969. Entonces Salinas
de Gortari ni siquiera soñaba que llegaría al poder.
Las
FLN, tras largos años de resistencia en medio de la guerra de exterminio que el
Estado desató contra las organizaciones rebeldes (de fines de los 60’s a
mediados de los 80’s), logra sobrevivir gracias a la disciplina y firmeza de
sus militantes, dedicados a formar redes en varios estados de la república,
acumulando fuerzas en silencio, preparándose política, ideológica y
militarmente.
Luego
del devastador golpe que significaron el ataque a la Casa de Nepantla y al
campamento guerrillero en Chiapas, en febrero de 1974, continúan organizándose.
Forman
un nuevo núcleo guerrillero en Chiapas el 17
de noviembre de 1983, lo nombran Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
En
1982, durante el sexenio de Miguel de
la Madrid, el Estado comienza a aplicar políticas neoliberales, que se
profundizan a partir de 1988, cuando
Salinas de Gortari, asume el poder tras un escandaloso fraude electoral.
En
1992 impone la reforma al Art. 27
constitucional que permite la privatización del ejido. Continúa la subasta de
las empresas paraestatales (destacadamente Telmex, vendida a precio de ganga a
Carlos Slim). Golpea a uno de los sindicatos más poderosos, el de los
petroleros, para inmovilizar a la clase obrera.
Anuncia
“la entrada de México al Primer Mundo”
con la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, mismo
que entró en vigor el 1 de enero de 1994.
En
la madrugada de ese día irrumpió el ¡Ya Basta! zapatista. Y se cayó el
teatro salinista. Le hicieron naufragar sus sueños de erigirse como líder tercermundista y sus afanes
reeleccionistas.
El
TLCAN, la reforma al 27 Constitucional, al régimen de propiedad ejidal de la
tierra y la implantación a rajatabla del modelo neoliberal fueron la sentencia
de muerte para los pueblos indígenas.
Así
lo discutieron los pueblos zapatistas que se organizaron entre 1983 y 1994,
realizaron asambleas comunitarias y logrado el consenso, decidieron iniciar el
levantamiento armado el 1 de enero de
1994, le declararon la guerra al gobierno federal, encabezado por Carlos
Salinas de Gortari.
El
cerco militar, policíaco e informativo, los ataques paramilitares, la mentira
son armas contrainsurgentes que no han logrado acabar con el zapatismo.
La
autonomía, el mandar obedeciendo que se practica (aquí manda el pueblo, el
gobierno obedece), el gobierno de ellos, el que nombran en asambleas
comunitarias, el que rinde cuentas a sus asambleas, el que puede ser revocado
si no cumple lo que manda el pueblo, el que es rotativo, para que todas y todos
en la comunidad aprendan cómo gobernarse a sí mismos, el que no recibe paga; además
del trabajo colectivo, la autogestión de sus proyectos productivos y de sus
sistemas de salud y educación, donde aprenden todo lo necesario, comenzando por
su propia historia como pueblos es lo que les ha permitido resistir la guerra
contrainsurgente que no se ha detenido desde 1994.
Vaya
este hecho ante aquello que algunos vociferan para “demostrar” que los zapatistas son un mito, que “le hacen el juego a la derecha”: Dicen
que: “las guerrillas de Genaro Vázquez y
Lucio Cabañas fueron exterminadas… los zapatistas ahí siguen, eso prueba que están
al servicio del gobierno…” Palabras más, palabras menos, eso dicen. Es otra forma de decir: "el guerrillero bueno es el guerrillero muerto", igual que como pensaban y actuaban Hernán Cortéz, Francisco Pizarro o Diego de Mazariegos mientras masacraban a los pueblos que resistían la "conquista". Hoy vivimos una nueva guerra neocolonial, vienen los capitales transnacionales a despojar, a saquear, a imponer el extractivismo de los recursos destruyendo tierra, agua, aire, vida.
Como
veremos en el artículo que a continuación se reproduce, el EZLN no es una
guerrilla tradicional, es un ejército del pueblo,
formado por miles de milicianos, con bases sociales de apoyo, es parte del
Congreso Nacional Indígena, donde participa la mayor parte de los pueblos
originarios de México, cuenta con amplia simpatía popular en México y el mundo.
No están solos, pero además están organizados, están comunicados, están
enterados de lo que pasa en el país y en la geografía global. Y, sobre todo,
tienen una profunda raíz, abrazada firmemente a la Madre Tierra. No es tan
fácil exterminarlos. Pero si los llegaran a masacrar, bastaría con que quedara
uno vivo, solo uno, y este volvería a comenzarlo todo.
EZLN: UNA MIRADA A SU HISTORIA.
I. EL NÚCLEO GUERRILLERO
Por Raúl Romero
Agencia SubVersiones
17 noviembre, 2013
Por Raúl Romero
… la condición humana tiene una porfiada tendencia
a la mala conducta.
Donde menos se espera, salta la rebelión y ocurre
la dignidad.
En las montañas de Chiapas, por ejemplo.
Largo tiempo callaron los indígenas mayas.
La cultura maya es una cultura de la paciencia,
que sabe esperar.
Ahora, ¿cuánta gente habla por esas bocas?
Los zapatistas están en Chiapas, pero están en
todas partes.
Son pocos, pero tienen muchos embajadores
espontáneos.
Como nadie nombra a esos embajadores, nadie puede
destituirlos.
Como nadie les paga, nadie puede contarlos. Ni
comprarlos.
El desafío,
Eduardo Galeano [1]
El 17 de noviembre del 2013 se cumplen 30 años de la formación
del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), y el 1 de enero del 2014
se celebrarán 20 años de su aparición pública. Como una forma de homenaje a los
hombres y mujeres que hicieron que el grito de YA BASTA retumbara por todo el mundo, hoy iniciamos una serie de
entregas que pretenden ser una breve revisión histórica de los actores que se
entrelazaron para dar origen al EZLN. Para hacerlo se ha recurrido a diversas
fuentes, pero sobre todo a los escritos, entrevistas y comunicados que los
propios neozapatistas han generado. El texto se divide en tres apartados:
I.-
El núcleo guerrillero,
II.-
La resistencia milenaria y
III.- La opción por los pobres.
Es necesaria una aclaración: no ha sido nuestra intensión
hablar por los zapatistas, ellos y ellas han contado su historia. Nuestro único
objetivo aquí es contribuir a la difusión de su experiencia, esa que sin duda
alguna representa la alternativa más avanzada en el mundo. Esperemos que estás
líneas también sirvan para alimentar la historia del otro mundo posible que aún
se encuentra en construcción.
I. El “núcleo guerrillero”[2]
Es 1968 y la Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y los Estados Unidos de América
(EUA) se disputan la hegemonía mundial en una guerra disfrazada: la “Guerra Fría”. En Checoslovaquia la “Primavera de Praga” muestra al mundo el
autoritarismo y la burocracia del “socialismo
realmente existente”. Los manifestantes pugnan por un “socialismo con rostro humano”, pero sobre todo democrático. La
respuesta de la URSS y sus aliados es la invasión del país. En Francia el “Mayo francés” evidencia –entre muchas
otras cosas–, un rechazo generalizado a la sociedad de consumo.
Es 1968 y las Américas también están inquietas. En América Latina el
triunfo de la Revolución Cubana sigue despertando expectativas y miles de
jóvenes engrosan las filas de los movimientos y partidos revolucionarios. En
EUA Martin Luther King –líder del movimiento por los derechos civiles– es
asesinado y las manifestaciones contra la invasión a Vietnam polarizan aún más
la sociedad norteamericana.
Es 1968, México será la sede de los Juegos Olímpicos y en el mes de
julio estalla uno de los movimientos estudiantiles más importantes de su
historia. Las condiciones políticas y sociales del país hacen que un conflicto
que parecía menor rápidamente encuentre dimensiones nacionales. México está
nuevamente a tono –como lo fue durante la revolución de 1910– con el descontento
social que recorre el mundo. Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez
–Presidente y Secretario de Gobernación de México, respectivamente– ordenan
reprimir una manifestación estudiantil. El 2 de octubre grupos militares y
paramilitares atacan a los manifestantes en la Plaza de las Tres Culturas,
Tlatelolco, Ciudad de México; provocando cientos de muertos, desaparecidos y
lesionados.
Es 1969 y el mundo no es el mismo después de la “Revolución Cultural” de 1968, como la llamó Hobsbawm [3].
Es 1969 y México aún duele: muchas familias buscan a sus hijos e hijas
desde aquel 2 de octubre en que no regresaron a sus casas. Mientras tanto, el
gobierno mexicano justifica la masacre argumentando que la primera agresión
salió de los estudiantes, que había extranjeros interesados en desestabilizar
el país y que el fantasma del comunismo estaba detrás de las protestas.
Cientos de jóvenes que
habían participado en las movilizaciones estudiantiles concluyeron que no
lograrían transformar a México por la vía institucional. Para muchos de ellos y
ellas la vía pacífica estaba agotada y era hora de pasar a una siguiente etapa:
la vía armada.
El 6 de agosto de 1969 en Monterrey, Nuevo León, fueron fundadas las
Fuerzas de Liberación Nacional (FLN). A la cabeza del grupo se encontraban los
hermanos Cesar Germán y Fernando Yáñez Muñoz, Alfredo Zárate y Raúl Pérez Gasque. El grupo tenía la estrategia de acumular fuerzas en silencio y de no
enfrentarse con las fuerzas del Estado. En 1972 Cesar Germán Yáñez se
estableció en el estado de Chiapas en el campamento denominado “El Chilar” donde operaba el “Núcleo Guerrillero Emiliano Zapata (NGEZ)”. Cinco años después de su fundación,
las FLN contaban con redes en Tabasco, Puebla, Estado de México, Chiapas,
Veracruz y Nuevo León [4].
Si bien las FLN tenían una
ideología marxista-leninista, el grupo distaba mucho de caer en el dogmatismo.
Desde su fundación, las FLN se plantearon como objetivo general la creación de
un ejército y adoptaron como lema la frase del independentista Vicente Guerrero:
“Vivir por la patria o morir por la
libertad”.
El 14 de febrero de 1974
las FLN fueron atacadas por policías y militares en una de sus principales
casas de seguridad: “La casa grande”,
ubicada en San Miguel Nepantla, Estado de México. En el operativo participó
Mario Arturo Acosta Chaparro, uno de los principales actores de la guerra sucia en México y quien después
fue acusado en varias ocasiones por tener vínculos con el crimen organizado.
En “La casa grande” fueron asesinados 5 guerrilleros y otros 16 fueron
apresados. La persecución contra el FLN se extendió hasta Ocosingo, Chiapas,
donde fue atacado el campamento “El Clilar”
y varios miembros del NGEM fueron asesinados; algunos más alcanzaron a escapar,
entre ellos Cesar Germán Yáñez. “Versiones
periodísticas –escribe Laura Castellanos– aseguran que, a mediados de abril de 1974, el grupo sobreviviente
encabezado por Cesar Germán fue aniquilado por el ejército en plena selva. Su
hermano Fernando se trasladó entonces a Chiapas y con una brigada lo busco a él
y a su grupo sin fortuna” [5].
De 1974 a 1983 la historia
de las FLN es un tanto confusa, pues no existen muchos registros de aquella
etapa. Durante esta época las FLN realizan incursiones de forma más constante
en la Selva Lacandona y reinician la etapa de reclutamiento. Se reclutó a
muchos estudiantes de universidades en las que el marxismo cobraba mucha
fuerza, como fue el caso de la Universidad Autónoma Metropolitana y la
Universidad Autónoma de Chapingo. Igualmente, durante este periodo (1974-1983)
muchas de las actividades de las FLN fueron en el estado de Chiapas. En 1977,
por ejemplo, montaron un campamento en Huitiupán, y un año más tarde instalaron
una casa de seguridad en San Cristóbal de las Casas.
El trabajo que realizaron
las FLN en Chiapas les permitió ir construyendo redes de solidaridad con
organizaciones locales que tenían un trabajo previo con los indígenas de la
región: grupos de corte maoísta, personas que impulsaban la formación de
cooperativas e indígenas que habían sido animados a desarrollar trabajo
comunitario desde la iglesia católica, impulsados principalmente por el obispo
Samuel Ruíz.
Las experiencias armadas
en Centroamérica como el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional en
El Salvador, el Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua o la
guerra civil que duró más de treinta años en Guatemala reavivaron la intención
de las FLN de conformar un ejército –no un grupo guerrillero, sino un ejército
regular– y el trabajo exitoso en Chiapas hizo que desde 1980 comenzara a
figurar el acrónimo FLN-EZLN en los documentos de la guerrilla. Sin embargo, es
hasta el 17 de noviembre de 1983 cuando, ayudados nuevamente por un grupo de
indígenas politizados y con amplia experiencia organizativa –del que más tarde
surgirán mandos como el Mayor Mario o la Mayor Yolanda– y reforzados por los
nuevos militantes de las universidades, se estableció el primer campamento del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional denominado “La Garrapata” [6].
Entrevistado por Yvon Le
Bot y Maurice Najman, el Subcomandante Insurgente Marcos explicó que los tres
grandes componentes del EZLN son “un
grupo político-militar, un grupo de indígenas politizados y muy experimentados,
y un movimiento indígena de la Selva” [7]. Ese tercer grupo al que se refiere Marcos
comienza a ser parte crucial de la organización después de 1983, etapa en la
que el EZLN inició una segunda fase de “acumulación
de fuerzas en silencio”; pero en esta ocasión buscando combatientes
principalmente entre los indígenas de la región que no tenían experiencias
previas de militancia política. Para esta tarea, los indígenas politizados
fungieron como puente, pues además de la barrera cultural –en la que el
lenguaje significó un gran obstáculo– el hermetismo y la desconfianza –originados
por siglos de opresión y desprecio– de los indígenas dificultó el acceso de los
mestizos a las comunidades.
Los primeros integrantes
del EZLN que se adentraron a la Selva Lacandona pronto empezaron a vivir una
realidad distinta y muy ajena a la que su adscripción ideológica les permitía
ver. Los primeros años no sólo no se construía confianza con los indígenas,
todo lo contrario: “A veces nos
perseguían porque decían que éramos robavacas, o bandidos o brujos. Muchos de
los que ahora son compañeros o inclusive comandantes del Comité, nos perseguían
en aquella época porque pensaban que éramos gente mala” [8].
El contacto con las
comunidades indígenas originó una especie de conversión del grupo original.
Marcos narra este proceso de la siguiente forma:
“Sufrimos realmente un proceso de reeducación, de
remodelación. Como si nos hubieran desarmado. Como si nos hubiesen desmontado
todos los elementos que teníamos –marxismo, leninismo, socialismo, cultura
urbana, poesía, literatura-, todo lo que formaba parte de nosotros, y también
cosas que no sabíamos que teníamos. Nos desarmaron y nos volvieron a armar,
pero de otra forma. Y esa era la única manera de sobrevivir”. [9]
Como señalamos líneas
arriba, el trabajo que el núcleo guerrillero de las FLN desarrolló en Chiapas
sólo pudo madurar y convertirse en el EZLN gracias a la cosmovisión y tradición
de resistencia de diferentes grupos indígenas, sobre este asunto abundaremos en
la siguiente entrega.
[1]
Galeano, E. (1995) “El desafío. Mensaje
enviado al Segundo Diálogo de la Sociedad Civil”. En Clajadep, Red de
divulgación e intercambios sobre autonomía y poder popular.
[2] Una primera versión de este apartado fue
publicada en 2012 en el periódico digital Rebelión. La versión que aquí
publicamos contiene elementos nuevos.
[3] Hobsbawm, E. (1998) Historia del siglo XX. Argentina: Grijalbo.
[4] Castellanos, L. (2008) México armado 1943-1981. México: Era, p. 244.
[5] Castellanos, L. (2008), Op. cit., p. 247.
[6] Cfr. Morquecho, G. (2011) “La Garrapata en el Chuncerro, cuna del
EZLN” [en línea]. En Agencia Latinoamericana de Información, 15 de
noviembre. Disponible en: http://alainet.org/active/50889&lang=es [Consulta: 13 de
noviembre de 2012].
[7] Le Bot, Y. (1997) Subcomandante Marcos. El sueño zapatista. Entrevistas con el
Subcomandante Marcos, el mayor Moisés y el comandante Tacho, del Ejercito
Zapatista de Liberación Nacional. México: Plaza & Janés, p. 123.
[8] Ibídem, pp. 137-138.
[9] Ídem., p. 151.
II. LA RESISTENCIA MILENARIA
Agencia SubVersiones
Por Raúl Romero
En el Comité estuvimos discutiendo toda la tarde.
Buscamos la palabra en lengua para decir RENDIR y
no la encontramos.
No tiene traducción en tzotzil ni en tzeltal,
nadie recuerda que esa palabra exista en tojolabal
o en chol.
Rendirse, no
existe en lengua verdadera, Subcomandante Insurgente Marcos [1].
El pasado 17 de noviembre del 2013 se
cumplieron 30 años de la formación del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN), y el 1 de enero del 2014 se celebrarán 20 años de su aparición
pública. Como una forma de homenaje a los hombres y mujeres que hicieron que el
grito de ¡YA BASTA! retumbara por todo el mundo, iniciamos una serie de entregas
que pretenden ser una mirada a la historia de los actores que se entrelazaron
para dar origen al EZLN. La primera parte de este trabajo, El núcleo
guerrillero, se publicó en días pasados y trató sobre el antecedente político
militar que dio origen al EZLN, es decir, las Fuerzas de Liberación Nacional
(FLN). En esta segunda entrega abordamos de manera sintética la larga tradición
de resistencia de los pueblos indígenas de Chiapas.
Es
necesario repetir una aclaración ya hecha en la entrega anterior: no ha sido
nuestra intensión hablar por los zapatistas, ellos y ellas han contado su
historia y lo siguen haciendo. Nuestro único objetivo aquí es contribuir a la
difusión de su experiencia, esa que sin duda alguna representa la alternativa
más avanzada en el mundo.

EZLN: UNA MIRADA A SU HISTORIA.
II. LA RESISTENCIA MILENARIA
“México es muchos Méxicos” se dice popularmente, y
la mayor parte de las veces la sabiduría popular resume en pequeñas frases lo
que académicos e investigadores expresan en cientos de páginas. “México es muchos Méxicos” no sólo por
la heterogeneidad del territorio nacional, sino también, y fundamentalmente,
por la variedad de pueblos que habitaron y habitan su territorio.
El estado de Chiapas es
ejemplo de esa diversidad geográfica y cultural que caracteriza a todo el país.
Su historia resume la historia de muchos pueblos de México y América Latina: la
historia de pueblos que fueron violentamente conquistados y la historia de
pueblos que resistieron y que aún hoy, más de quinientos años después, resisten
conservando muchas de sus tradiciones.
Generalmente, la
resistencia como acción social colectiva se da por parte de grupos originarios
en respuesta a invasiones (o intentos de) del territorio que habitan. En este
sentido, resistir es más una reacción que una acción, un acto de autodefensa
territorial y cultural de los grupos originarios frente a la ofensa de las
fuerzas extranjeras. Las resistencias pueden ser activas o pasivas, violentas o
no violentas, armadas o sin armas y casi siempre el grupo o grupos que la
ejercen se encuentran en desventaja, es decir, la correlación de fuerzas –numérica
u operativa- les es desfavorable.
En un esfuerzo por
categorizar las distintas formas de resistencia que ha estudiado, James Scott [2]
señala que existen las formas de resistencia pública declarada y las formas de
resistencia disfrazada, discreta y oculta: las primeras buscan llamar la
atención (huelgas, boicots, rebeliones, peticiones, etc.), mientras que las
segundas se quedan en el terreno de la infrapolítica (no visibles, íntimas,
simbólicas, etc.). Si bien la forma oculta de resistencia escapa a la vista en
una primera mirada, vale señalar que esa forma de la resistencia “contiene gran parte de los cimientos
culturales y estructurales de la acción política visible” [3],
es decir, de la forma pública de la resistencia.
Cuando los conquistadores
españoles llegaron al territorio que hoy conocemos como Chiapas, se encontraron
con civilizaciones sumamente avanzadas en lo político, económico,
arquitectónico y militar, por mencionar algunos aspectos. El territorio estaba
habitado por un conjunto de naciones solidarias, participativas y
complementarias, pero también en pugna.
En aquella época, cuenta
Antonio García de León [4], era la cultura “Chiapa” o “Chiapaneca”
la que mantenía el dominio del territorio, en gran parte gracias al poderío
militar que habían desarrollado. Como sucedió en otras partes del continente
americano, algunos pueblos nativos vieron a los conquistadores como aliados con
los que podían confrontar a la cultura dominante. Así sucedió con los
zinacantecos, quienes decidieron apoyar a los conquistadores en la batalla
contra los chiapa. La guerra por conquistar la región inició en 1524 y la
resistencia de los nativos aplazó la toma de la ciudad por cuatro años; hasta
1528 las tropas encabezadas por Diego de Mazariegos pudieron establecerse en la
región.
Poco a poco los
conquistadores fueron venciendo militarmente a diferentes pueblos nativos.
Otros más se vieron obligados a refugiarse en las montañas. En realidad,
siguieron resistiendo en las formas disfrazada, discreta y oculta que menciona
Scott, pues continuaron reproduciendo su historia, su memoria, su lengua y
aunque adoptaron algunas formas de la religión católica, éstas fueron
reinterpretadas y apropiadas por la cosmovisión de los pueblos originarios.
La guerra continuó en
parte debido a la división de los españoles y a la insistencia de los
indígenas, pero sobre todo debido a los tratos crueles, al asfixiante sistema
tributario –que se incorporó a las leyes de la Nueva España- y a la tradición
guerrera de los pueblos mayas. La resistencia adoptó en varias ocasiones su
forma pública declarada y fueron surgiendo las primeras rebeliones.
La rebelión es, como
escribimos líneas atrás, una forma pública declarada de la resistencia. Las
rebeliones surgen a menudo cuando las clases sometidas son expuestas a tratos
excesivos por parte de la(s) clase(s) o grupo(s) dominante(s) e implica
desobediencia, oposición y/o rechazo a la autoridad. Así mismo, es un cuestionamiento
abierto a la legitimidad del grupo en el poder por sus excesivas formas de
control u opresión; y aunque puede ser pacífica o armada, violenta o no
violenta, la rebelión es siempre una acción de confrontación. Las rebeliones se
caracterizan por ser procesos limitados a determinada área geográfica y son más
o menos espontáneas. Si bien las rebeliones históricamente han carecido en su
origen de un proyecto alternativo, también es verdad que muchas rebeliones –en
su fase de mayor maduración- han engendrado procesos revolucionarios.
De las distintas
rebeliones acontecidas durante la colonia en Chiapas, diferentes historiadores
destacan la Rebelión Tzeltal de 1712, incluso al grado de denominarla como la “República de Cancuc” o la “República Tzeltal”. Veamos un poco de
este suceso.
La ríspida relación entre
indígenas y colonizadores encontró una nueva crisis en 1711, debido
–fundamentalmente- a la persecución de la iglesia católica en contra de nativos
que decían haber presenciado manifestaciones divinas. El primer suceso
aconteció en la comunidad tzotzil de Santa María, lugar en el que una “Virgen de rasgos indígenas” se reveló
en un trozo de madera tallada a los tzotziles Dominica López y Juan Gómez. La
aparición generó gran revuelo entre las comunidades vecinas, motivo por el cual
el Santo Oficio decomisó la imagen.
Meses después, mientras en
las comunidades aún se comentaba la “aparición
de la virgen”, los santos católicos San Sebastián y San Pedro se “manifestaron” en el poblado de San
Pedro Chenalhó. Este hecho generó que la idea de que “el fin del mundo se aproximaba” tocara la conciencia colectiva de
los pobladores de la región.
Por otra parte, el
asfixiante sistema tributario de la capitanía y las gigantescas comisiones que
cobraba el obispo Juan Bautista Álvarez de Toledo alimentaron el descontento
social, provocando que miles de indígenas empezaran una rebelión contra las
autoridades de la Nueva España. Por las mismas fechas, la figura de la virgen
es vista nuevamente, en está ocasión por María de la Candelaria, indígena
tzeltal de la comunidad de Cancuc; hecho que fue interpretado por los rebeldes
como un nuevo mensaje. Los rebeldes encontraron en María de la Candelaria un “medio para comunicarse con la virgen” y
para protegerla conformaron el ejército “soldados
de la virgen”, el cual agrupó a 32 comunidades tzeltales, tzotziles y
choles y llegó a tener entre sus filas a cerca de tres mil milicianos.
Los “soldados de la virgen” fueron reclutando simpatizantes mediante la
práctica de cultos semi-clandestinos, evidenciando así que los pueblos nativos
habían mantenido sus estructuras organizativas y que conservaban cierta independencia
frente a la corona.
La rebelión de los pueblos
originarios se vio nuevamente fortalecida cuando Sebastián Gómez de la Gloria,
indígena tzotzil que decía haber viajado al cielo y hablado con “Dios padre”, empezó a investir
sacerdotes indios, distribuyó poderes y bendijo al ejército rebelde. Las
comunidades aledañas comenzaron a desconocer todo poder que no emanara de Cancuc
y los sacerdotes y religiosos españoles comenzaron a ser perseguidos y
ajusticiados. Los insurrectos nombraron autoridades propias y a varios poblados
se les cambió el nombre.
Las pugnas interétnicas,
alimentadas por los españoles, la cooptación de algunos líderes y la brutal
embestida del ejército de la Nueva España terminaron con la “República de Cancuc”, pero fue hasta
1727 cuando arrestaron a los autores de la rebelión y a sus hijos, para “no dejar en libertad la semilla de la
rebeldía”. Los colonizadores se encargaron de dejar la derrota bien
impregnada en la memoria de los insurrectos. Un caso ejemplar es el de Pedro de
Zavaleta, quien en venganza por los asesinatos de ladinos y españoles se
encargó de cortar una oreja a todos los que consideró miembros o cómplices de
la rebelión.
Los pueblos indígenas
nuevamente pasaron –consciente o inconscientemente- a la resistencia oculta y
aunque en más de una ocasión hubo manifestaciones públicas, ninguna fue de la
magnitud de la República Tzeltal.
Durante los siglos XIX y
XX la resistencia continuó, a veces en su forma pública, otras en su forma
oculta, pero siempre estuvo ahí esa oposición a la dominación. Cierto es que
los indios de la región, como los de todo el continente americano, vivieron un
exterminio que acabó con la mayoría de su población, motivo por el cual Tzvetan
Todorov calificó la conquista como “el
mayor genocidio de la historia humana” [5]. Pero ya fuere engrosando las
filas del ejército independentista, o durante la revolución fortaleciendo al
Ejercito Libertador del Sur bajo el mando de Emiliano Zapata, los pueblos
indios de Chiapas participaron activamente en la construcción de la Nación
mexicana. Personajes míticos como Juan López o rebeliones como la de Yucatán en
1847 alimentaron la memoria y también la práctica rebelde.
Algunas resistencias
implican construir nuevas formas de organización social y política, como en el
caso de los pueblos mayas: adoptando algunas expresiones de la religión
católica y de la organización política colonial, pero también generando nuevas
formas de autosubsistencia; las etnias chiapanecas lograron sobrevivir a la
conquista y a la colonia. En el México independiente enfrentaron la explotación
y marginación de nuevas figuras en el poder, por ejemplo, las del “Caciquismo ilustrado” o las de la “Familia chiapaneca”, pruebas evidentes
del colonialismo interno.
La larga guerra de
colonización que han enfrentado los pueblos indígenas de América Latina, y en
particular los de Chiapas, no ha logrado despojarlos de su identidad. Las
políticas de exterminio, etnocidio y limpieza social provocaron, como “efecto no deseado de la guerra”, el
fortalecimiento de la cohesión social y la conciencia colectiva de los pueblos
indios. En ese sentido, vale decir que la guerra de conquista, el colonialismo
y el neocolonialismo fracasaron en el plano cultural e ideológico, pues no
lograron imponer la racionalidad occidental como forma única de pensamiento, ni
la religión católica como única expresión espiritual.
Esta resistencia milenaria
se hizo presente nuevamente en el EZLN. Así lo describe González Casanova:
Los mayas destacan entre los pueblos que más han resistido a
la conquista. En Yucatán y Guatemala, no fueron sometidos sino hasta 1703 y
pronto volvieron a rebelarse. En Chiapas organizaron una gran revuelta en 1712.
Dice el Chilam Balam: ‘Vino el pleitear ocultamente, el pleitear con furia, el
pleitear con violencia, el pleitear sin misericordia’. Y esos mismos pueblos se
volvieron a rebelar el 1o de enero de 1994 [6].
La larga tradición de
resistencia y rebelión de los pueblos indígenas se entrelazó con el pensamiento
y praxis marxista de las Fuerzas de Liberación Nacional para dar origen al
EZLN. Sin embargo, también cabe destacar el trabajo que una corriente de la
iglesia católica había realizado previamente en la región, bajo la dirección
del obispo Samuel Ruíz García. Sobre esa corriente versará nuestra siguiente
entrega.
[1]
SCI Marcos. (2002) “Rendirse no existe en
lengua verdadera”. En Relatos del Viejo Antonio. México: Centro de
Información y Análisis de Chiapas, pp. 25-26.
[2] Scott, J. (2007) Los dominados y el arte de la resistencia. México: Era.
[3] Ibídem, p. 218.
[4] García de León, A. (2002) Resistencia y utopía. Memorial de agravios y
crónica de revueltas y profecías acaecidas en la provincia de Chiapas durante
los últimos quinientos años de su historia. México, Ediciones Era.
[5] Todorov, T. (2008) La Conquista de América. El problema del otro. México: Siglo XXI
Editores, p. 14.
[6] González Casanova P. (2009) “Causas de la rebelión en Chiapas”. En De la Sociología del poder a la sociología
de la explotación. Pensar América
Latina en el siglo XXI. Antología. Colombia: CLACSO/Siglo del Hombre
Editores, p. 266.
EZLN: UNA MIRADA A SU HISTORIA.
III. LA OPCIÓN POR LOS POBRES
Por Raúl Romero
Agencia SubVersiones
27 noviembre, 2013
El pasado 17 de noviembre del 2013 se
cumplieron 30 años de la formación del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN), y el 1 de enero del 2014 se celebrarán 20 años de su aparición
pública. Como una forma de homenaje a los hombres y mujeres que hicieron que el
grito de YA BASTA retumbara por todo
el mundo, iniciamos una serie de entregas que pretenden ser una mirada a la
historia de los actores que se entrelazaron para dar origen al EZLN. Las
primeras dos partes de este trabajo, El
núcleo guerrillero y La resistencia
milenaria, se publicaron en días pasados en este mismo espacio. En esta
tercer y última entrega abordamos el trabajo que una corriente de la iglesia
católica que bajo la dirección del obispo Samuel Ruíz García, había realizado
trabajo previo en la región.
No
ha sido nuestra intención hablar por los zapatistas, ellos y ellas han contado
su historia y lo siguen haciendo. Nuestro único objetivo aquí es contribuir a
la difusión de su experiencia, esa que sin duda alguna representa la alternativa
más avanzada en el mundo.
III. LA OPCIÓN POR LOS POBRES
Durante la guerra de conquista y en el proceso de
colonización, surgieron personajes que denunciaron las atrocidades emprendidas
por los representantes de la corona española en contra de los indígenas. Estas
voces encontraron una importante resonancia al interior de la iglesia católica.
Un caso ejemplar es el de Fray Bartolomé de las Casas. Siglos más tarde,
durante la guerra de independencia, nuevamente dos curas jugaron un papel
relevante: Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón. Sin embargo,
es hasta la segunda mitad del siglo XX cuando se analiza a profundidad el papel
de la iglesia y de algunos de sus representantes a lado de los movimientos
sociales.
En un intento por renovar
y fortalecer a la iglesia católica, el Papa Juan XXIII convoca al Concilio
Vaticano II, el cual se realizó entre 1962 y 1965. En aquel encuentro salieron
a relucir las antiguas diferencias al interior de la religión católica, sobre
todo las existentes entre los “antimodernos”
y los “modernistas”. En el marco de
este Concilio, el Papa Pablo VI –quién sucedió a Juan Pablo XXIII luego de su
muerte-, convocó al Consejo Episcopal Latinoamericano a renovar su visión y su
práctica para que fuera más acorde a la realidad del continente.
Atendiendo a este llamado,
diferentes sacerdotes de América Latina se dieron la tarea de preparar la II
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano realizada en Medellín,
Colombia, entre agosto y septiembre de 1968. Dicha conferencia fue de impacto
mundial para la iglesia católica debido a su composición, a los temas abordados
y a las conclusiones. Destaquemos algunos de estos elementos:
a)
Los documentos conclusivos de la conferencia abordaron temas que no sólo
rebasaban el ámbito de la iglesia católica, sino que dejaban ver abiertamente
una posición política frente a los contextos locales. Algunos de estos
documentos trataron temas sobre movimientos de laicos, medios de comunicación,
justicia, pobreza, pastoral popular, etcétera.
b)
Muchas de las reflexiones vertidas durante el encuentro de Medellín fortalecían
la idea de que la iglesia debía denunciar la opresión sistemática de los pobres
y la explotación de las sociedades del tercer mundo.
c)
No sólo participaron sacerdotes, también estuvieron religiosos, laicos y una
importante representación de las Comunidades Eclesiásticas de Base –movimiento
social que nace en el mismo contexto-, lo que significó una abierta disposición
a trabajar con la sociedad, inclusive en acciones estratégicas.
d)
Los asistentes hicieron fuerte énfasis en las diferencias históricas y
estructurales entre Latinoamérica y Europa, por lo que, a pesar de asumirse
como parte de la misma iglesia; señalaron que las funciones eran distintas.
e)
Los asistentes acordaron no sólo asumir un papel de denuncia frente a la
explotación y opresión, sino también pasar al plano de la acción y coadyuvar en
todo lo necesario para que, organizadamente, los pueblos empobrecidos lograran
modificar su condición de pobres.
Los resultados de la
Conferencia de Medellín animaron a religiosos y laicos a estudiar a profundidad
el papel de la iglesia en América Latina, atendiendo las características
propias de un continente con fuertes y marcadas relaciones de explotación,
generadas por las estructuras –coloniales y capitalistas- de reproducción
material.
Este renovado interés por
el papel de la iglesia católica en América Latina llevó a varios intelectuales
a redescubrir la función de algunos curas a lado de las luchas sociales y a
construir una visión histórica sobre dicho papel, dando origen a la Teología de
la Liberación (TL).
El filósofo Enrique Dussel
identifica tres generaciones de teólogos de la liberación: la primera es
aquella que durante la Colonia emprendió una crítica contra la corona española
y se posicionó de lado de los indios. Destacan personajes como Fray Antonio de
Montesinos, Fray Domingo de Vico y Fray Bartolomé de las Casas. La segunda
generación estaría representada por José María Morelos y Pavón, Miguel Hidalgo
y Costilla y Fray Servando Teresa de Mier, quienes encabezaron la lucha por
hacer de México una nación libre e independiente. La tercera generación aparece
en la segunda mitad del siglo XX y se articula luego de la Conferencia de
Medellín. Destacan personajes como Gustavo Gutiérrez (Perú), Leonardo Boff
(Brasil), Camilo Torres (Colombia), Ernesto Cardenal (Nicaragua), Jean-Bertrand
Aristide (Haití), Fernando Lugo (Paraguay), Oscar Arnulfo Romero (Salvador),
Sergio Méndez Arceo y Samuel Ruíz García (México).
La TL parte del análisis
concreto de la realidad y de los procesos históricos que producen esa realidad,
pero siempre desde el plano teológico. Franz Hinkerlammert señala que la TL
considera que la pobreza es la “negación
al reconocimiento mutuo entre sujetos” y que una sociedad con pobres es una
sociedad sin Dios. “Esta ausencia de
Dios, no obstante, está presente allí donde grita. La ausencia de Dios está
presente en el pobre. El pobre es presencia del Dios ausente. Se trataría de
modo visible de un caso de teología negativa, en la cual la presencia de Dios
–una presencia efectiva- está dada por ausencia, una ausencia que grita, y por
la necesidad” [1]. Por este motivo, los teólogos de la
liberación optan por ayudar a los pobres para que ellos mismos salgan de su
condición de pobreza, lo cual derivaría en el reconocimiento de todos los
sujetos y en la construcción del reino de Dios en la tierra.
La respuesta de las
corrientes ortodoxas al interior del Vaticano y de algunos gobiernos locales no
se hizo esperar: se inició una campaña de desprestigio sobre la posición y
labor de los teólogos de la liberación en la que se les acusó de estar
influidos por grupos comunistas y de tener relaciones con las guerrillas. Bajo
esta lectura, los teólogos de la liberación eran promotores del odio y la
violencia, por lo que no eran dignos representantes de la iglesia católica.
Ocurría así por toda
América Latina una especie de simbiosis entre el marxismo y el catolicismo. Por
tal motivo los teólogos de la liberación no estaban interesados en ser parte de
la estructura jerárquica de la iglesia; su trabajo estaba más enfocado a la
organización social, a trabajar con los pobres, con el proletariado.
Mientras el debate
trascendía en el plano discursivo e intelectual, en la práctica los religiosos
críticos continuaron su trabajo de base con los “pobres y oprimidos”. Paralelamente a los encuentros episcopales,
en América Latina fue tomando fuerza el movimiento conformado por las
Comunidades Eclesiales de Base (CEB), que encontraron en Brasil y en Nicaragua
un espacio de referencialidad. Algunas expresiones de este movimiento llegaron
inclusive a convertirse en partidos políticos.
En México las CEB
encontraron gran aceptación fundamentalmente entre los sectores más marginados
de la sociedad. Al respecto, Miguel Concha señala que “las CEB en México nacen en las zonas más pobres del campo y la ciudad,
entre aquellos que sufren una realidad socio-política y económica de
explotación, hambre, represión y miseria. Sus actores principales son los
indígenas y los campesinos, los obreros, los subempleados y los desempleados
que –acompañados de los agentes de pastoral, sacerdotes, religiosos y seglares,
cuya vida está consagrada a la opción preferencial por los pobres- han
descubierto en el Movimiento de las CEB el germen de esperanza en la Iglesia de
América Latina en general, y de México en particular[2].
La metodología de trabajo
de los y las integrantes de las comunidades eclesiales de base contempla cinco
elementos, los cuales son sumamente descriptivos de esa relación dialéctica
entre el pensar-hacer:
Ver.
Ser conscientes de lo que está pasando, tener contacto con la realidad y
analizarla con “ojos colectivos e
individuales”.
Pensar. A la luz de la Palabra de Dios y de las orientaciones de la
Iglesia pronunciar un juicio de fe sobre lo que se ve (primer paso) y elaborar
planes de acción evangélica.
Actuar. Realizar lo planeado, con visión global y acción local
–articulada, organizada- en función de un proyecto comunitario.
Evaluar. Valorar los logros, asumir los fracasos, aprender del camino
recorrido y reorientar las acciones.
Celebrar. Es la celebración de fe y la fiesta comunitaria donde
agradecemos la presencia de Dios en nuestro caminar y nos disponemos a seguir
en marcha.
Las CEB y la diócesis de
San Cristóbal de las Casas -con Samuel Ruíz García a la cabeza- tuvieron un
papel importante en las comunidades indígenas. Por ejemplo, participaron
activamente en la convocatoria y realización del Primer Congreso Indígena en
1974. Reproduciendo los acuerdos de la Conferencia de Medellín, los religiosos
empezaron a inculcar a los indígenas la idea de que el reino de dios tenía que
expresarse en la tierra y que tendría que estar basado en la justicia y la
verdad. El trabajo de la diócesis fortaleció la organización interna de los
pueblos indígenas y les permitió generar redes de contactos con otras
organizaciones similares en el estado, en México y el mundo.
Sin embargo, al igual que
le sucedió a las Fuerzas de Liberación Nacional, el trabajo de la diócesis
también se vio trastocado por la propia cosmovisión de los pueblos indígenas,
al grado que comenzó a formarse una especie de “iglesia indígena” integrada por 2,608 comunidades con 400 prediáconos
y 8 mil catequistas que, si bien se coordinaba con la estructura de la
diócesis, también tenía determinada autonomía.
Durante la fase de “acumulación de fuerzas en silencio” del
EZLN encontró entre los indígenas que habían trabajado con las CEB y con la
diócesis de San Cristóbal de las Casas a un gran número de militantes. No es
que su integración estuviera prevista, pero sucedió que el trabajo que había
encabezado Samuel Ruíz en las comunidades indígenas se convirtió en antesala
idónea para el trabajo político que después desarrollaron los neozapatistas.
Así, muchos de los indígenas que habían sido catequistas y prediáconos de la “iglesia indígena” también optaron por
sumarse a las filas del EZLN.
[1] Hinkerlammert,
F. (1995) “Teología de la Liberación en
el contexto Económico-Social de América Latina: economía y teología o la
irracionalidad de lo racionalizado” [en línea]. En Revista Pasos, Nº 5, p.
2.
[Consulta: 15 de octubre de 2012].
[2] Concha, M. (1988) “Las comunidades eclesiales de base y el movimiento popular” [en
línea]. En revista Dialéctica, no. 19, julio, p. 159.
Disponible en:
http://148.206.53.230/revistasuam/dialectica/include/getdoc.php?id=344&article=365&mode=pdf [Consulta: 03 de noviembre
de 2012].
Como hemos visto a lo largo de estas tres entregas, detrás del
EZLN que declaró la guerra al ejército mexicano el 1 de enero de 1994, existe
un complejo entramado de visiones políticas y culturales que se engarzan para
evidenciar una realidad de opresión y explotación hacia un amplio sector de la
sociedad. No es solamente una lucha por los pueblos indígenas –si revisamos
detenidamente la Primera Declaración de la Selva Lacandona encontraremos que no
hay una sola mención sobre ellos-, su lucha es más amplia, es por “el pueblo mexicano”.
Las luchas contra la conquista
y el colonialismo, las luchas por hacer de México una nación libre,
independiente y soberana y las luchas contra el capitalismo en su forma
imperialista, son el sustento histórico de la rebelión indígena que conmocionó
al mundo entero y que despierta –aún en nuestros días- gran simpatía.
Así, el EZLN puede
entenderse como un movimiento que reclama la liberación nacional que posibilite
un desarrollo justo y equitativo. Pero su lucha también es por hacer de México
una nación democrática, que acabaría con la “dictadura
del partido único” que gobernó en este país por más de 70 años, y que hoy está
nuevamente en el gobierno.
También hay mucho de
novedoso en los neozapatistas. Mencionemos sólo un aspecto de gran importancia.
Su lucha no es por la toma del poder estatal para luego instaurar un régimen
socialista o comunista, como sucedió en la mayor parte de los países de América
Latina y del mundo en que existieron rebeliones armadas. Por el contrario, sus
primeras demandas no son más que el reclamo del mínimo indispensable para el
desarrollo de una vida digna: “trabajo,
tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad,
democracia, justicia y paz”.
Visto de esta manera,
podemos decir que el EZLN es una síntesis histórica, un proceso social que
logra aglutinar una vasta gama de demandas sociales, tradiciones de lucha y
corrientes del pensamiento crítico que han estado presentes a lo largo de la
historia de México y del mundo; al mismo tiempo que recupera planteamientos
nuevos acordes a su tiempo. Por eso hoy, a 30 años de su formación y a casi 20
de su aparición pública, después de intensos y variados procesos, de
reconstruirse y construir historia; somos muchos y muchas los que por todo el
mundo seguimos gritando: ¡Viva el EZLN!
HIMNO ZAPATISTA
Ya se mira el horizonte
combatiente zapatista
el camino marcará
a los que vienen atrás
Vamos, vamos, vamos, vamos
adelante
para que salgamos en la
lucha avante
porque nuestra patria
grita y necesita
de todo el esfuerzo de los
zapatistas
Hombres, niños y mujeres
el esfuerzo siempre
haremos
campesinos, los obreros
todos juntos con el pueblo
Vamos, vamos, vamos, vamos
adelante
para que salgamos en la
lucha avante
porque nuestra patria
grita y necesita
de todo el esfuerzo de los
zapatistas
Nuestro pueblo dice ya
acabar la explotación
Nuestra historia exige ya
lucha de liberación
Vamos, vamos, vamos, vamos
adelante
para que salgamos en la
lucha avante
porque nuestra patria
grita y necesita
de todo el esfuerzo de los
zapatistas
Ejemplares hay que ser
y seguir nuestra consigna
que vivamos por la patria
o morir por la libertad
Vamos, vamos, vamos, vamos
adelante
para que salgamos en la
lucha avante
porque nuestra patria
grita y necesita
de todo el esfuerzo de los
zapatistas
Palabras de la
Comisión Sexta en el 23 aniversario del EZLN (fragmento)
Casa-Museo del Doctor
Margil AC, Municipio de Apodaca, Nuevo León (hoy lleva el nombre de Casa de
Todas y Todos)
17 de noviembre del 2006
Los cumpleañeros y cumpleañeras de este día en las montañas
del sureste mexicano están, como nosotros, celebrando como de por sí celebramos
los zapatistas, es decir, trabajando. En nuestras posiciones de montaña, en los
pueblos y comunidades, en los Caracoles, en las Juntas de Buen Gobierno y los
Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas, el cumpleañero celebra expectante,
atentos el oído y la mirada a lo que dice y muestra el que abajo se duele,
lucha y se rebela.
Con la Sexta Declaración
de la Selva Lacandona, los zapatistas han lanzado unas preguntas que han
recorrido, desde entonces, el México de abajo: ¿quién eres?, ¿dónde estás?,
¿cómo ves nuestro país y el mundo?, ¿qué vas a hacer y cómo lo vas a hacer?
En el extendido cuaderno
de nuestro corazón moreno, se van acumulando respuestas de todos los colores y
todas las lenguas que abajo se hablan.
La mirada colectiva que
somos va limpiando las páginas que contienen la palabra del que arriba es o
quiere ser; la del que aspira o suspira por el cargo; la de quien piensa que
desde arriba y por arriba vienen soluciones, remedios, milagros; la de quien
limosna nos daba cuando dijo ser solidario y ahora pasa la cuenta exigiendo
apoyos a los ilusionistas de amarillo; la de quien como moda pasajera nos vio y
como moda pasada nos ve; la de quien espera líder que manda y conduzca; la de
quien demanda que le sigan y obedezcan.
Poco a poco en la libreta
de apuntes de nuestros pasos, van quedando sólo a quienes aspiramos a llamar “compañero” y “compañera”, y en esas palabras poner la vida… y la muerte si es
preciso.
23 años cumple el EZLN y,
pronto, serán 13 los años que calendarios pasados son desde aquel primero de
enero de 1994.
Vayan ustedes a saber por
qué o cómo, pero el caso es que el EZLN salió muy otro.
Tal vez haya sido por la
extraña mezcla de norte, centro y sur de México que animó sus primeros pasos.
O tal vez por la
inmensamente mayoritaria sangre indígena de sus dirigentes, dirigentas, soldados
y soldadas, bases de apoyo y autoridades autónomas.
O tal vez por el largo y
complicado puente que une, a pesar de los años, la distancia, los dolores, las desapariciones
y las muertes, a esta casa, hoy sede de la “Casa
Museo del Doctor Margil A.C.”, con las montañas del sureste mexicano.
O tal vez sea por el
amasijo de todas esas cosas, que fueron y son la argamasa que nos da identidad,
raíz histórica, aspiración y modo a los zapatistas, a las zapatistas.
Los modos y “ni modos” del EZLN han desconcertado a
cercanos y lejanos al llamado neo zapatismo. Y cuando alguien aventura una
definición o una certeza, ¡zaz!, las
y los zapatistas salimos con alguna de nuestras ocurrencias.
Ya ven cómo hacemos
rompecabezas con los calendarios y las geografías. Y luego resulta que las
historias y mapas no se entienden si se acomodan mirando hacia arriba, y sólo
quedan cabales si se mira hacia abajo y si se pone uno de cabeza.
Un ejemplo: uno de los
oficiales insurgentes del EZLN sostiene firmemente que, en lugar de felicitar a
los cumpleañeros y cumpleañeras en su día, a quien habría que celebrar es a la
madre o al padre, o a ambos.
Hoy el EZLN es el
cumpleañero.
Así que yo quiero darle
luz y tibieza a mis palabras en este lugar, que vio crecer a César Germán Yáñez
Muñoz, nombrando y celebrando a Doña Beatriz Muñoz García, originaria de Nueva
Rosita, Coahuila, y al Doctor Margil Yáñez Martínez, originario del municipio Lamadrid,
en Coahuila, que fueron sus padres.
La digna sangre que César
Germán y sus hermanos y hermanas llevan en las venas, vino de esa mujer, la
doña Rosita le decíamos, y de ese hombre, a quien llamábamos “el don Romeo”.
Y no nombro ni celebro el
dolor de no tenerlos aquí con nosotros. Tampoco el que ellos cargaron durante
tantos años, buscando la respuesta a la pregunta de qué pasó con el tercero de
sus hijos.
No, pero en cambio nombro
y celebro las semillas que formaron, cuidaron y orientaron para que fueran lo
que fueron y sean lo que son.
Así que aquí hay otro
ejemplo del modo muy otro de los zapatistas, porque el don Romeo, el doctor
Margil pues, nomás asomándose al mundo se dio en complicar los calendarios. Y
es que al doctor se le ocurrió la travesura de nacer un 29 de febrero, haciendo
un desmadre padre con sus cumpleaños.
Pero no sólo, porque
resulta que el don Romeo, previo acuerdo con la doña Rosita y habiendo hecho el
trato respectivo entre quienes se aman, pues se dieron a la amable tarea de
nacer rebeldes.
Uno de los paridos por esa
digna sangre, cuando el don Romeo sólo tenía en su broma de calendario, un poco
más de 7 años, fue llamado “César Germán”,
y nombrado cumpleañero cada 23 de octubre hasta el año de 1974, cuando fue
desaparecido por el gobierno federal mexicano encabezado por un criminal llamado
Luis Echeverría Álvarez.
A la rebelión contra el
calendario, César Germán sumó la de la rebelión contra la muerte. El recién
nacido había recibido la sentencia de muerte cuando vio la luz primera con
apenas un kilo de peso. Pensaron que no duraría sino unas horas, pero César Germán
fue arrancando vida de estas tierras regiomontanas y libró un año, dos, tres,
cuatro, y fue pintándole caracolitos
a los calendarios hasta que la noche del 6 de agosto de 1969 lo encontró, ya
arrebatados 26 años a la muerte, fundando junto a otros mexicanos un proyecto
de vida, de libertad, de justicia y de democracia para ese país que ya dolía y
que todavía se llama México, uno de los proyectos más hermosos, nobles y
honestos que ha conocido la humanidad: el proyecto de prepararse para aprender,
para obedecer, para despertar.
Hoy el EZLN es el
cumpleañero.
Pero en nuestro modo hay
que celebrar a quien nos engendró.
Por eso hoy, en nuestro 23
aniversario, quiero nombrar y celebrar a quienes, en estas tierras norteñas,
formaron y cuidaron a la organización madre de lo que hoy es conocido
públicamente como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
En Monterrey, Nuevo León,
hace más de 37 años, un pequeño grupo de personas nacieron lo que llamaron
Fuerzas de Liberación Nacional. Desde su origen la dotaron de una ética de
lucha que después heredaríamos quienes somos parte del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional.
Ni secuestros ni asaltos
fueron fuente de sus recursos. En cambio, sustentaron su economía y su tamaño
en el trabajo político entre la población explotada, despojada, despreciada,
reprimida.
Ni acciones
espectaculares, ni golpes de mano marcaron su andar. En cambio, alimentaron lo
que llamaron “acumulación de fuerzas en
silencio”, esperando el momento en que el pueblo, nuestro pueblo, requiriera
de los modestos esfuerzos de una organización marcada por la frase del general
insurgente, Vicente Guerrero, de “vivir por la patria o morir por la
libertad”.
No asentarse donde tenían
el apoyo, el conocimiento, la costumbre de vivir, trabajar y luchar, sino
cruzar el país e irse al último rincón de nuestra Patria: las montañas del
sureste mexicano.
No engañar, sino hablar
con la verdad sobre caminos y dificultades.
No el culto a la muerte,
ajena o propia, sino la lucha por la vida, pero por una vida mejor para quien
sólo conoce la supervivencia adolorida del que nada tiene.
No calcar manuales e
importar teorías, análisis y experiencias extranjeras y extrañas, sino
enriquecer las ciencias y las artes de la lucha con la historia de México y el
análisis de nuestra realidad concreta.
No imponer, ni con armas
ni con argumentos, la idea propia, sino escuchar, aprender, convencer, crecer.
No seguir el calendario de
arriba, sino ir construyendo el calendario de abajo.
No dejarse imponer
coyunturas ajenas, sino trabajar para tener la posibilidad de crear las propias,
abajo y a la izquierda.
La ética del guerrero que
se forjó en una casa de la ciudad de Monterrey, Nuevo León, México, habría de
encontrarse años después con la ética de los guerreros de raíz maya en las
montañas de Chiapas.
De esa mezcla habría de
nacer no sólo el EZLN, también la palabra hecha arma, escudo y espada de los
más olvidados de la Patria: los pueblos indios zapatistas.
Ya antes dije que los
zapatistas somos muy otros. En esta otredad tenemos la creencia de que a la
tierra se le da por parir, cada tanto, a una generación de hombres y mujeres a
quienes encomienda una tarea determinada. Una misión especial, decimos los
militares.
Los hombres y mujeres que
en los 60’s, 70’s y 80’s lo dejaron todo para tener nada, son nuestras madres y
nuestros padres. A ellos y ellas llamamos la “generación de la dignidad”, la generación que tuvo como propósito
el nacernos y heredarnos lo mejor de su historia personal y colectiva, para
formar no a maestros, ni dirigentes, ni mandos, sino aprendices aplicados,
dispuestos a aprender de quienes abajo son los que son: indígenas, campesinos,
obreros, empleados, ancianos, mujeres, jóvenes, niños y niñas.
Si ahora no están con
nosotros para este cumpleaños, no es porque no lo hayan previsto. Su ausencia
fue siempre de una alta posibilidad en el camino y el paso que eligieron, para
que nosotros en él andáramos y, a estas alturas del partido, sigamos
constatando que las botas de estas mujeres y hombres nos siguen quedando
grandes, y tal vez eso sirva para explicar nuestras torpezas y tropiezos.

Esta generación de la
dignidad tuvo algunos de sus destellos más luminosos en:
El compañero César Germán Yáñez Muñoz (el compañero Pedro o Manuel), originario de Monterrey, Nuevo León. Desaparecido político
desde 1974.
El compañero Alfredo Zárate Mota (el compañero Salvador), originario de Veracruz. Caído
en el cumplimiento de su deber en 1974.
El compañero Mario Sánchez Acosta (Manolo), originario de Veracruz. Caído
en el cumplimiento de su deber en 1974.
El compañero Mario Alberto Sáenz Garza (Alfredo), originario de Monterrey, Nuevo
León. Caído en el cumplimiento de su deber en 1977.
El compañero Raúl Pérez Gasque (Alfonso), originario de Yucatán. Desaparecido político desde 1974.
El compañero Ricardo, originario de Tamaulipas.
Caído en el cumplimiento de su deber en 1974.
El compañero Gonzalo, originario de Coahuila. Caído
en el cumplimiento de su deber en 1975.
El compañero Juan Guichards Guts (Héctor), originario de Chiapas. Desaparecido
político desde 1974.
El compañero Federico Zurita Carballo (Tomás), originario de Tabasco. Desaparecido
político desde 1974.
La compañera Elisa Irina Sáenz Garza (compañera Murcia), originaria de Monterrey, Nuevo
León. Desaparecida política desde 1974.
La compañera Carmen Ponce Custodio (compañera Sol), originaria de Chiapas. Caída en el
cumplimiento de su deber en 1974.
La compañera Dení Prieto Stock (compañera María Luisa), originaria de Nueva York,
Estados Unidos. Hija de padre mexicano y madre norteamericana, Dení Prieto
Stock se hizo mexicana por elección. Caída en el cumplimiento de su deber en
1974.
Anselmo Ríos Ríos (compañero Gabriel),
originario de México, Distrito, Federal. Caído en el cumplimiento de su deber
en 1974.
El compañero profesor Fidelino Velásquez, originario de
Chiapas. Desaparecido político desde 1974.
La compañera Julieta Glockner Rosains (compañera Aurora), originaria de Puebla. Caída en
el cumplimiento de su deber en 1975.
La compañera Ruth, originaria de Campeche. Caída en
el cumplimiento de su deber en 1982.
El compañero Mario Marcos, originario de Monterrey,
Nuevo León. Caído en el cumplimiento de su deber en 1982, y de quien yo tomo el
nombre.
Tan grande fue la luz de
esta generación, que su resplandor llegó hasta las montañas del sureste
mexicano y semilla fue de lo que hoy se conoce, en México y el mundo, como
Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Entre las sombras de la
lucha clandestina en el México de los 60’s y 70’s, forjaron una ética que fue
también su método de hacer y de hacerse.
Con esa ética se fundó,
hace 23 años, el EZLN en Chiapas, México. Con esa ética creció y con esa ética
salió a la luz de afuera el día primero de enero de 1994.
Hay hombres y mujeres que
deciden nada tener, nada poseer de bienes materiales. Si preguntamos qué
heredan esas mujeres y hombres a otros, a otras, se suele responder que su
ejemplo.
Quienes son parte de
nuestra raíz como zapatistas no sólo nos heredaron su ejemplo, también nos
heredaron una tarea, una misión.

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