Por Carolina S. Romero
Agencia SubVersiones
26 octubre, 2016
Es cada vez más peligroso ser mujer (o niña) en México, donde
matan a siete hermanas, amigas, compañeras, madres o hijas cada día con
impunidad y con un nivel de odio y desprecio antes considerado impensable.
Personas llenas de vida, ahora torturadas hasta morir, se convierten en
personajes de una macabra obra de teatro: la descuartizada, la golpeada, la
empalada, la enmaletada, la ahogada en un canal de aguas negras, prácticamente
todas violadas. Ésta es la cara del feminicidio.
Con rabia e indignación
sobre esta alarmante situación, muchas mujeres mexicanas en la Ciudad de México
y los estados de Guerrero, Guadalajara, Michoacán y Oaxaca, entre otros, se
sumaron a la movilización contra el feminicidio convocada desde Argentina a
partir de la violación y asesinato de la joven de 16 años, Lucía Pérez, el pasado
8 de octubre. La chica fue drogada y
atacada por al menos tres hombres —Juan Pablo Offidani, Matías Farías y Alejandro Alberto Masiel—
quienes dejaron una gran cantidad de condones usados en el cuarto y violaron a
Lucía por vía anal con un palo. Según la fiscal que investigó el crimen, «el excesivo dolor le causó la muerte por
reflejo vagal», que provocó un paro cardio-respiratorio.
En Argentina, el 19 de
octubre, a la 1 de la tarde, miles de mujeres salieron de su lugar de trabajo
para participar durante una hora en un paro nacional -el primero en la historia
de Argentina y el mundo- en rechazo a la violencia de género. Luego celebraron
multitudinarias marchas en todo el país, acompañadas por acciones solidarias en
Chile, Bolivia, México, Estados Unidos, Uruguay, Honduras, Paraguay, Ecuador,
Colombia, Costa Rica, El Salvador y Guatemala, España y Francia.
Ese día a las 11 de la
mañana cientos de mujeres y decenas de hombres en la Ciudad de México
observaron el «Miércoles Negro» en el
Ángel de la Independencia con el lema de «Ni una menos» deletreado en grandes
pancartas. Es decir, explicó una joven, «ni
un asesinato más para que tengamos una mujer menos con nosotras». Las y los
participantes gritaron consignas como «Vivas nos queremos» para exigir justicia
y un fin a la impunidad por las mujeres asesinadas en México y el mundo.
A las 5 de la tarde, el
Monumento a la Revolución fue el punto de partida de una ruidosa marcha de más
de mil mujeres ya no dispuestas a ser víctimas del feminicidio, acompañados por
un buen número de hombres.
«Estamos marchando hoy porque no queremos ser las siguientes
en la lista de muerte y no queremos vivir en miedo», dijo una joven.
Las jóvenes llevaron una
manta que decía «Si tocas a una nos
organizamos todas» y pancartas con lemas como «Mi cuerpo es mío», «Alto a
la transfobia», «Ni una asesinada más»
y «Vivas, libres y sin miedo».
Encabezada por una
batucada fuerte y animada, corearon «Señor, señora no sea indiferente. Se matan
a las mujeres en la cara de la gente» y «Tengo
mis manos, tengo mi voz, a mí no me pega ningún cabrón».
En la tarde del 19 de
octubre, mientras que compañeras y compañeros de la Facultad de Estudios
Superiores Acatlán (FES Acatlán) presentaron arte y cultura afuera del Palacio
Municipal de Naucalpan, Estado de México, tres mujeres y dos hombres fueron
detenidos a punta de pistola y acusados de hacer un performance con pintura.
Fueron liberados después de pagar una multa.
Y fue precisamente en
Naucalpan, Estado de México, donde dos maletas fueron encontradas el pasado 28
de septiembre, las cuales contenían los cuerpos de dos mujeres reportadas como
desaparecidas desde hace varios días. Ambos cuerpos presentaban huellas
indicando que fueron asesinadas a golpes. Una de las mujeres era la joven Karen
Rebeca Esquivel Espinosa de los Monteros, de sólo 19 años, estudiante de la Universidad
Tecnológica de México (Unitec). Ella desapareció el pasado 22 de septiembre
cuando se dirigía a tramitar un certificado médico, para posteriormente ir a
trabajar y luego al gimnasio, pero nunca llegó. Hasta la fecha no se sabe mucho
de la otra mujer, de 52 años, Adriana Hernández Sánchez. Algunos vecinos en
Naucalpan se manifestaron en la calle, gritando «¡No más secuestros!» y «¡No
más muertes».
El Estado de México
registró 1,045 homicidios de mujeres entre 2013 y 2015, de un total de 6,488 mujeres
asesinadas en todo el país, según estadísticas de Instituto Nacional de
Estadística, Geografía e Informática (INEGI). Le siguieron Guerrero, Chihuahua,
el Distrito Federal, Jalisco y Oaxaca, con 512, 445, 402, 335 y 291 asesinatos
de mujeres, respectivamente, en el mismo período.
El jueves 20 de octubre se
conmemoraron las vidas de tres mujeres transexuales —Paola, Itzel y Alessa— en
una concentración en el Monumento a la Revolución y una marcha.
La trabajadora sexual
Paola Ledezma, de 23 años fue asesinada el pasado 30 de septiembre en la
colonia Buenavista de la Ciudad de México, al entrar en el coche de un guardia
de seguridad, Arturo Delgadillo, quien la mató con una pistola que él llevaba.
Sus compañeras de trabajo escucharon los balazos, corrieron al coche donde
Paola agonizaba, y con la ayuda de dos policías, llevaron a Delgadillo a las
oficinas de la Fiscalía Desconcentrada en Investigación de la Delegación
Cuauhtémoc, donde reportaron los sucesos. Sin embargo, después de dos días, el
juez Gilberto Cervantes Hernández dejó en libertad al asesino.
Itzel Durán, de 19 años,
participaba en concursos de belleza y fue nombrada «Nuestra Belleza Gay 2015-2016» en Comitán. Según informes en los
periódicos locales, ella fue apuñalada por dos hombres que entraron en su casa
durante la madrugada del sábado 8 de octubre. Al escuchar sus gritos, algunos
vecinos llamaron al 911, pero cuando las autoridades llegaron Itzel ya había
muerto. Integrantes de la comunidad LGBT han pedido que la Fiscalía local en Comitán
esclarezca su asesinato y han organizado eventos en honor de Itzel.
Alessa Flores, una
activista que apoyaba los derechos de las personas transexuales y de
trabajadoras sexuales, fue encontrada sin vida y con indicaciones de
estrangulación el 13 de octubre en un cuarto del hotel Caleta, ubicado en la
calle Juan de Dios Peza, colonia Obrera, en la Ciudad de México. Desde hace dos
años, Alessa colaboraba en la colocación de un altar de día de muertos para sus
compañeras trabajadoras sexuales asesinadas. Ella también era activista de la
Red de Jóvenes Trans, donde participaba en mesas de discusión, dando talleres,
entre otras actividades.
Según el estudio «Proyecto Transrespeto versus Transfobia en
el Mundo», México es el segundo país con más asesinatos de mujeres trans en
el mundo. Brasil es el primer país y Estados Unidos el tercero. Según
Transrespeto, en México se cometieron 11.67% de todos los crímenes de este tipo
registrados en el mundo y 14.93% de los asesinatos de mujeres trans ocurridos
en América Latina.
Al salir del Monumento a
la Revolución, la marcha trans cerró la Avenida de Insurgentes y fue
encapsulada por la policía. Sin embargo, las organizadoras dijeron:
Apenas empieza esta lucha. Vamos a seguir. La comunidad trans-sexual
se pronuncia en guerra a partir de este momento. Exigimos al Secretario de
Gobernación una respuesta. Que nos dé la cara. Exigimos justicia ante la
violencia que se está viviendo en nuestro país.
Éstas no eran las únicas
acciones que se llevaron a cabo en México. De hecho, un día antes, algunas
universitarias tomaron control de una área de la Facultad de Filosofía y Letras
en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) donde organizaron talleres
y conversatorios, mientras algunos espacios comunitarios también organizaron
sesiones para la reflexión y compartieron documentos sobre los asuntos del
feminicidio, la cultura misógina, la violencia institucional contra las
mujeres, el papel del Estado, la resistencia a la victimización, la autodefensa
y las formas de masculinidad no-agresiva.
Un estudio de la Comisión
Independiente de Derechos Humanos en Morelos señala que en el feminicidio, las
muertes de mujeres se asocian tanto con el odio, maltrato, y violencia contra
ellas, como con la saña e impunidad. Un factor común es que las víctimas
padecen agresiones extremas: estrangulación, decapitación, mutilación y
violencia sexual. A veces, sus cuerpos son maltratados después de asesinadas, «denotando crueldad, odio, saña y desprecio
contra las mujeres». Con frecuencia se usan armas blancas y los
responsables son conocidos de las agredidas, como su pareja, vecinos,
inquilinos y compañeros de trabajo (Patricia Dávila, Proceso, 19 octubre,
2016).
Las siguientes líneas son
tomadas de un texto de autoría desconocida circulado en las redes sociales «Culpar a la víctima»:
Micaela tenía 12 años. Un tipo de 26 la mató porque la nena no
quiso tener sexo con él. Pero bueno, ella tenía varios Facebook y subía allí
fotos «provocativas», qué querés. Una
chica en Brasil fue drogada y luego violada por más de 30 hombres, todo
organizado por su novio, en venganza por una supuesta infidelidad de ella. Se
filmó el hecho y se lo subió a distintas redes sociales para el disfrute de
muchos. Pero escúchame, la mina con 16 años ya tenía un hijo y encima se
drogaba, una putita… O Daiana, que fue
a una entrevista de trabajo de noche y vestida con short, a quién se le ocurre,
re trola. A Serena el novio le dio 49
puñaladas por haberlo dejado, pero era re puta la mina. Marina y María José… ¡viajaban solas viejo!
¡Dos mujeres solas! Ellas también, ¿qué esperaban? Mailén fue violada por
Migue, dos veces, en la casa de él. Pero bueno, ella eligió ir a la casa del
flaco, ¿qué pretendía que pase? Alta puta… Y podríamos seguir. Por un rato
largo, porque la lista de víctimas de la violencia machista es eterna. Y la
sarta de basura también machista para justificar cada caso, también… A esta
lista pronto vamos a poder agregar nuestros nombres, de una en una. Es más fácil culpar a la víctima.
En el siguiente texto, «Cultura Machista y Victimización», se
aborda el asunto del feminicidio en el contexto más amplio del capitalismo:
¿Cómo enseñar a las niñas y niños a no ser violadas o a no
violar mientras nos veamos unos a otros como objetos de satisfacción
individual? Satisfacción que puede ser sexual, emocional o económica pero con
un denominador común: el egoísmo de emplear al otro como un instrumento para
complacerse a uno mismo. ¿Cómo crear una nueva cultura del respeto mientras se
fomenta el ascenso social, el pisarle la cabeza al de al lado, el egoísmo y el
narcisismo? ¿Cómo plantear relaciones respetuosas si están basadas sobre el
ideal de la propiedad privada? ¿Cómo proponer una plenitud humana si somos
fragmentados como seres?
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