ESTADO DE EMERGENCIA, de la guerra de Calderón a la guerra de Peña Nieto (comentarios al libro de Carlos Fazio)
Gilberto López y Rivas
30.09.2016
El libro de Carlos Fazio Estado de emergencia, de la guerra de
Calderón a la guerra de Peña Nieto (Grijalbo, 2016), constituye un
impresionante y detallado diagnóstico de la trágica realidad mexicana
contemporánea; un hilvanado, documentado y meticuloso recuento de las
condiciones de exponencial violencia, crímenes de Estado y lesa humanidad, así
como violación generalizada, sistemática y permanente de los derechos humanos,
que hacen de México el paradigma de una mundialización capitalista con base en
el desvío de poder de un Estado delincuencial al servicio de un proceso de
recolonización y ocupación integral del territorio. La obra de Fazio es una
fundada denuncia, e incluso, de existir un estado de derecho en el país, podría
ser el alegato de una imaginaria fiscalía para juzgar de esos graves crímenes
de guerra, de Estado y lesa humanidad a las autoridades mexicanas de todos los
ámbitos y niveles, incluyendo, sobre todo, a integrantes de las fuerzas armadas
y de seguridad pública.
Coincido plenamente con
Fazio en considerar el crimen organizado como parte consustancial del
capitalismo actual, esto es, “las mafias
y los grupos de la economía criminal se han instalado en el corazón de nuestros
sistemas políticos y económicos (…) vivimos
en una era de capitalismo criminal; en democracias criminales y mafiosas”.
Asimismo, estamos de acuerdo en que, en este modelo de acumulación, el despojo
de territorios, recursos naturales y estratégicos, lo que Harvey denomina acumulación por despojo, el capital
desplaza sus contradicciones mediante un proceso de construcción violenta del
espacio, en la cual se establecen estados de excepción o de emergencia, que
tienden a considerarse normales y a extenderse.
Esto se relaciona
estrechamente con los planes estadounidenses, puestos en práctica
particularmente después del 11 de septiembre de 2001, de apropiarse de
territorios para ponerlos al servicio de las corporaciones trasnacionales, a
partir no sólo de guerras de conquista coloniales, como en el caso de Irak,
sino también de guerras encubiertas y de ocupación neocolonial, como la puesta
en marcha por Felipe Calderón.
Precisamente, la noción:
dominación de espectro completo, acuñada por el Pentágono, “abarca una política combinada donde lo militar, lo económico, lo
mediático y lo cultural tienen objetivos comunes (… que) implican la formación y manipulación de una
‘opinión pública’ legitimadora del modelo de dominación (…) se imponen a la sociedad la cultura del
miedo y la cultura de la delación”. Fazio sostiene que “a partir de la implantación larvada de un estado de excepción que se
fue convirtiendo en regla, Estados Unidos instituyó en México –como antes
en Colombia– un modelo donde la
administración de la política se convirtió en un ‘trabajo de muerte’ que
permite el control de amplios territorios para la explotación de los recursos
geoestratégicos, laborales, de manufacturación o de paso para la circulación de
mercancías (…) En ambos países la
institucionalización del nuevo modelo de exterminio combinó el accionar de la
estructura del Estado con el de corporaciones trasnacionales y grupos de la
economía criminal”. De esta manera, como es posible observar en nuestro
país: la guerra y el terror son instrumentos claves al servicio de una forma de
acumulación violenta, que ocurre al interior de paraestados donde operan formas
de poder paralelas, pero articuladas al marco institucional. Estas formas
paralelas pueden ser paramilitares o grupos del narco, que actúan en
complicidad y complementariedad con las fuerzas armadas y los aparatos de
seguridad.
Los estrategas
estadounidenses llaman guerras asimétricas
a aquellas que no se dan entre dos poderes similares, sino mediante enemigos
difusos. El papel que jugaba antes el comunismo lo ocupan ahora el narcotráfico
y el terrorismo. La ocupación de países requiere empezar una guerra, con
actores locales, en este caso un gobierno, como el de Calderón, que le da
inicio, y continuada por Peña Nieto, con el auxilio de Estados Unidos por medio
de la Iniciativa Mérida. En este
sentido, el narcotráfico no es sólo un negocio, su tarea política es instalar
el terror y servir de excusa para militarizar el país y criminalizar las
luchas. Justifica el despliegue de un aparato represivo que sirve para el
control de población, trabajadores y territorios para la penetración del
capital. Fazio explica que, bajo un régimen de excepción, la laxitud del
concepto de enemigo suele ser muy amplia. Asimismo, la presencia de las fuerzas
armadas en tareas de seguridad no toma en cuenta que el objetivo primario de
las mismas es ganar la guerra por cualquier medio. En esta dirección, me parece
muy importante la utilización del concepto de terrorismo de Estado para
analizar la situación mexicana. Sobre todo, cuando el terrorismo de Estado
también se pone en práctica en el ámbito planetario, mediante el cual Estados
Unidos impone su guerra sucia contrainsurgente por medio de sus aparatos
militares y de inteligencia, en operaciones abiertas y clandestinas.
Los relatos de las dos
partes que conforman la obra, narrados con la maestría del periodista de
investigación que caracteriza a Fazio, son estremecedores, como Morir en un retén, o El caso de los niños Almanza, en los que
se describen los ataques letales a familias indefensas por el Ejército, y en
los que la Sedena pretende proteger a sus soldados, tergiversando los hechos,
manipulando las escenas de los multihomicidios y sembrando evidencias. El caso
de los dos estudiantes del Tecnológico de Monterrey es presentado por Fazio
como falsos positivos a la mexicana, ya que no sólo fueron ejecutados por los
militares a mansalva y sin justificación, sino que también se pretendió manchar
la memoria de los dos alumnos de excelencia, a quienes, incluso, se les
colocaron fusiles para aparentar que estaban armados. A lo largo de las 613
páginas de la obra, Fazio va develando el rosario de ejecuciones
extrajudiciales, torturas brutales, masacres, desapariciones forzadas,
detenciones ilegales, violación sistemática y generalizada al debido proceso,
encubrimiento, escuadrones de la muerte, en suma, una catástrofe humanitaria en
la que reina la impunidad y la violación de los derechos humanos en toda la
cadena de mando, que va desde los comandantes en jefe hasta los grados
inferiores de unas fuerzas armadas y aparatos de seguridad intocables e
intocados.
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