Discurso de Ernesto Che Guevara en las Naciones Unidas
Publicado el 30 de enero
de 2014
Duración: 56,16 minutos
Discurso pronunciado por el Comandante Ernesto Che Guevara
como representante de la República de Cuba en la Asamblea General de las
Naciones Unidas el 11 de diciembre de 1964.
Han transcurrido ya casi
52 años desde entonces. Algunas cosas han cambiado en el mundo: cayó el muro de
Berlín, ya no hay dos Alemanias; la Unión Soviética ya no existe, el campo
socialista se desmembró; la China Popular es hoy una economía emergente que
disputa el mercado mundial; el imperialismo estadounidense pierde hegemonía,
otros bloques capitalistas de Europa y Asia le disputan mercados y zonas de
influencia. Pero permanece como eje la lucha de clases en el mundo: los pueblos
construyen desde la autonomía un mundo distinto que pugna por la liberación.
La palabra expresada por
el Comandante Ernesto Che Guevara conserva vigencia plena:
“Ahora sí la historia tendrá que contar con los pobres de
América, con los explotados y vilipendiados de América Latina, que han decidido
empezar a escribir ellos mismos, para siempre, su historia. Ya se los ve por
los caminos un día y otro, a pie, en marchas sin término de cientos de
kilómetros, para llegar hasta los «olimpos» gobernantes a recabar sus derechos.
Ya se les ve, armados de piedras, de palos, de machetes, en un lado y otro,
cada día, ocupando las tierras, afincando sus garfios en las tierras que les
pertenecen y defendiéndolas con su vida; se les ve, llevando sus cartelones,
sus banderas, sus consignas; haciéndolas correr en el viento, por entre las
montañas o a lo largo de los llanos. Y esa ola de estremecido rencor, de
justicia reclamada, de derecho pisoteado, que se empieza a levantar por entre
las tierras de Latinoamérica, esa ola ya no parará más. Esa ola irá creciendo
cada día que pase. Porque esa ola la forman los más, los mayoritarios en todos
los aspectos, los que acumulan con su trabajo las riquezas, crean los valores,
hacen andar las ruedas de la historia y que ahora despiertan del largo sueño
embrutecedor a que los sometieron…”
11 de diciembre
de 1964
Señor Presidente, Señores
Delegados:
La representación de Cuba ante esta Asamblea se complace en
cumplir, en primer término, el agradable deber de saludar la incorporación de
tres nuevas naciones al importante número de las que aquí discuten problemas
del mundo. Saludamos, pues, en las personas de su Presidente y Primeros
Ministros, a los pueblos de Zambia, Malawi y Malta y hacemos votos porque estos
países se incorporen desde el primer momento al grupo de naciones no alineadas
que luchan contra el imperialismo, el colonialismo y el neocolonialismo.
Hacemos llegar también
nuestra felicitación al Presidente de esta Asamblea, cuya exaltación a tan alto
cargo tiene singular significación, pues ella refleja esta nueva etapa
histórica de resonantes triunfos para los pueblos de Africa, hasta ayer
sometidos al sistema colonial del imperialismo y que hoy, en su inmensa
mayoría, en el ejercicio legítimo de su libre determinación, se han constituido
en Estados soberanos. Ya ha sonado la hora postrera del colonialismo y millones
de habitantes de África, Asia y América Latina se levantan al encuentro de una
nueva vida e imponen su irrestricto derecho a la autodeterminación y el
desarrollo independiente de sus naciones. Le deseamos, Señor Presidente, el
mayor de los éxitos en la tarea que le fuera encomendada por los países
miembros.
Cuba viene a fijar su
posición sobre los puntos más importantes de controversia y lo hará con todo el
sentido de la responsabilidad que entraña el hacer uso de esta tribuna, pero,
al mismo tiempo, respondiendo al deber insoslayable de hablar con toda claridad
y franqueza.
Quisiéramos ver
desperezarse a esta Asamblea y marchar hacia adelante, que las Comisiones
comenzaran su trabajo y que éste no se detuviera en la primera confrontación.
El imperialismo quiere convertir esta reunión en un vano torneo oratorio en vez
de resolver los graves problemas del mundo; debemos impedírselo. Esta Asamblea
no debiera recordarse en el futuro sólo por el número XIX que la identifica. A
lograr ese fin van encaminados nuestros esfuerzos.
Nos sentimos con el
derecho y la obligación de hacerlo debido a que nuestro país es uno de los
puntos constantes de fricción, uno de los lugares donde los principios que
sustentan los derechos de los países pequeños a su soberanía están sometidos a
prueba día a día, y minuto a minuto y, al mismo tiempo, una de las trincheras
de la libertad del mundo situada a pocos pasos de imperialismo norteamericano
para mostrar con su acción, con su ejemplo diario, que los pueblos sí pueden
liberarse y sí pueden mantenerse libres en las actuales condiciones de la
humanidad. Desde luego, ahora existe un campo socialista cada día más fuerte y
con armas de contención más poderosas. Pero se requieren condiciones
adicionales para la supervivencia: mantener la cohesión interna, tener fe en
los propios destinos y decisión irrenunciable de luchar hasta la muerte en
defensa del país y de la revolución. En Cuba se dan esas condiciones, Señores
Delegados.
De todos los problemas
candentes que deben tratarse en esta Asamblea, uno de los que para nosotros
tiene particular significación y cuya definición creemos debe hacerse en forma
que no deje dudas a nadie, es el de la coexistencia pacífica entre Estados de
diferentes regímenes económico-sociales. Mucho se ha avanzado en el mundo en
este campo; pero el imperialismo -norteamericano sobre todo- ha pretendido
hacer creer que la coexistencia pacífica es de uso exclusivo de las grandes
potencias de la tierra. Nosotros expresamos aquí lo mismo que nuestro
Presidente expresara en El Cairo y lo que después quedara plasmado en la
declaración de la Segunda Conferencia de Jefes de Estado o de Gobierno de
países No Alineados: que no puede haber coexistencia pacífica entre poderosos
solamente, si se pretende asegurar la paz del mundo. La coexistencia pacífica
debe ejercitarse entre todos los Estados, independientemente de su tamaño, de
las anteriores relaciones históricas que los ligara y de los problemas que se
suscitaren entre algunos de ellos, en un momento dado.
Actualmente, el tipo de
coexistencia pacífica a que nosotros aspiramos no se cumple en multitud de
casos. El reino de Cambodia, simplemente por mantener una actitud neutral y no
plegarse a las maquinaciones del imperialismo norteamericano se ha visto sujeto
a toda clase de ataques alevosos y brutales partiendo de las bases que los
yanquis tienen en Viet Nam del Sur. Laos, país dividido, ha sido objeto también
de agresiones imperialistas de todo tipo, su pueblo masacrado desde el aire,
las convenciones que se firmaran en Ginebra han sido violadas y parte del
territorio está en constante peligro de ser atacado a mansalva por las fuerzas
imperialistas. La República Democrática de Viet Nam, que sabe de todas estas
historias de agresiones como pocos pueblos en la tierra, ha visto una vez más
violadas sus fronteras, ha visto como aviones de bombardeo y cazas enemigos
disparaban contra sus instalaciones; como los barcos de guerra norteamericanos,
violando aguas territoriales, atacaban sus puestos navales. En estos instantes,
sobre la República Democrática de Viet Nam pesa la amenaza de que los guerreristas
norteamericanos extiendan abiertamente sobre su territorio y su pueblo la
guerra que, desde hace varios años, están llevando a cabo contra el pueblo de
Viet Nam del Sur. La Unión Soviética y la República Popular China, han hecho
advertencias serias a los Estados Unidos. Estamos frente a un caso en el cual
la paz del mundo está en peligro, pero, además, la vida de millones de seres de
toda esta zona del Asia está constantemente amenazada, dependiendo de los
caprichos del invasor norteamericano.
La coexistencia pacífica
también se ha puesto a prueba en una forma brutal en Chipre debido a presiones
del gobierno turco y de la OTAN, obligando a una heroica y enérgica defensa de
su soberanía hecha por el pueblo de Chipre y su gobierno.
En todos estos lugares del
mundo, el imperialismo trata de imponer su versión de lo que debe ser la
coexistencia; son los pueblos oprimidos, en alianza con el campo socialista,
los que le deben enseñar cuál es la verdadera, y es obligación de las Naciones
Unidas apoyarlos.
También hay que esclarecer
que no solamente en relaciones en las cuales están imputados Estados soberanos,
los conceptos sobre la coexistencia pacífica deben ser bien definidos. Como
marxistas, hemos mantenido que la coexistencia pacífica entre naciones no
engloba la coexistencia entre explotadores y explotados, entre opresores y
oprimidos. Es, además, un principio proclamado en el seno de esta Organización,
el derecho a la plena independencia contra todas las formas de opresión
colonial. Por eso, expresamos nuestra solidaridad hacia los pueblos, hoy
coloniales, de la Guinea llamada portuguesa, de Angola o Mozambique, masacrados
por el delito de demandar su libertad y estamos dispuestos a ayudarlos en la
medida de nuestras fuerzas, de acuerdo con la declaración del Cairo.
Expresamos nuestra
solidaridad al pueblo de Puerto Rico y su gran líder, Pedro Albizu Campos, el
que, en un acto más de hipocresía, ha sido dejado en libertad a la edad de 72
años, sin habla casi, paralítico después de haber pasado en la cárcel toda una
vida. Albizu Campos es un símbolo de la América todavía irredenta pero
indómita. Años y años de prisiones, presiones casi insoportables en la cárcel,
torturas mentales, la soledad, el aislamiento total de su pueblo y de su
familia, la insolencia del conquistador y de sus lacayos en la tierra que le
vio nacer; nada dobló su voluntad. La Delegación de Cuba rinde, en nombre de su
pueblo, homenaje de admiración y gratitud a un patriota que dignifica a nuestra
América.
Los norteamericanos han
pretendido durante años convertir a Puerto Rico en un espejo de cultura
híbrida; habla española con inflexiones en inglés, habla española con bisagras
en el lomo para inclinarlo ante el soldado yanqui. Soldados portorriqueños han sido
empleados como carne de cañón en guerras del imperio, como en Corea, y hasta
para disparar contra sus propios hermanos, como es la masacre perpetrada por el
ejército norteamericano, hace algunos meses, contra el pueblo inerme de Panamá
-una de las más recientes fechorías del imperialismo yanqui-.
Sin embargo, a pesar de
esa tremenda violentación de su voluntad y su destino histórico, el pueblo de
Puerto Rico ha conservado su cultura, su carácter latino, sus sentimientos
nacionales, que muestran por sí mismos la implacable vocación de independencia
yacente en las masas de la isla latinoamericana.
También debemos advertir
que el principio de la coexistencia pacífica no entraña el derecho a burlar la
voluntad de los pueblos, como ocurre en el caso de la Guayana llamada
británica, en que el gobierno del Primer Ministro Cheddy Jagan ha sido víctima
de toda clase de presiones y maniobras y se ha ido dilatando el instante de
otorgarle la independencia, en la búsqueda de métodos que permitan burlar los
deseos populares y asegurar la docilidad de un gobierno distinto al actual
colocado allí por turbios manejos, para entonces otorgar una libertad castrada
a este pedazo de tierra americana.
Cualesquiera que sean los
caminos que la Guayana se vea obligada a seguir para obtenerla, hacia su pueblo
va el apoyo moral y militante de Cuba.
Debemos señalar, asimismo,
que las islas de Guadalupe y Martinica están luchando por su autonomía desde
hace tiempo, sin lograrla, y ese estado de cosas no debe seguir.
Una vez más elevamos
nuestra voz para alertar al mundo sobre lo que está ocurriendo en Sur África;
la brutal política del «Apartheid» se
aplica ante los ojos de las naciones del mundo. Los pueblos de África se ven
obligados a soportar que en ese continente todavía se oficialice la
superioridad de una raza sobre otra, que se asesine impunemente en nombre de
esa superioridad racial. ¿Las Naciones Unidas no harán nada para impedirlo?
Quería referirme
específicamente al doloroso caso del Congo, único en la historia del mundo
moderno, que muestra cómo se pueden burlar con la más absoluta impunidad, con
el cinismo más insolente, el derecho de los pueblos. Las ingentes riquezas que
tiene el Congo y que las naciones imperialistas quieren mantener bajo su
control son los motivos directos de todo esto. En la intervención que hubiera
de hacer, a raíz de su primera visita a las Naciones Unidas, el compañero Fidel
Castro advertía que todo el problema de la coexistencia entre las naciones se
reducía al problema de la apropiación indebida de riquezas ajenas, y hacía la
advocación siguiente: «cese la filosofía del despojo y cesará la filosofía de
la guerra.» Pero la filosofía del despojo no sólo no ha cesado, sino que se
mantiene más fuerte que nunca y, por eso, los mismos que utilizaron el nombre
de las Naciones Unidas para perpetrar el asesinato de Lumumba, hoy, en nombre
de la defensa de la raza blanca, asesinan a millares de congoleños.
¿Cómo es posible que
olvidemos la forma en que fue traicionada la esperanza que Patricio Lumumba puso
en las Naciones Unidas? ¿Cómo es posible que olvidemos los rejuegos y maniobras
que sucedieron a la ocupación de ese país por las tropas de las Naciones
Unidas, bajo cuyos auspicios actuaron impunemente los asesinos del gran
patriota africano?
¿Cómo podremos olvidar,
Señores Delegados, que quien desacató la autoridad de las Naciones Unidas en el
Congo, y no precisamente por razones patrióticas, sino en virtud de pugnas
entre imperialistas, fue Moise Tshombe, que inició la secesión de Katanga con
el apoyo belga?
¿Y cómo justificar, cómo
explicar que, al final de toda la acción de las Naciones Unidas, Tshombe,
desalojado de Katanga, regrese dueño y señor del Congo? ¿Quién podría negar el
triste papel que los imperialistas obligaron a jugar a la Organización de
Naciones Unidas?
En resumen se hicieron
aparatosas movilizaciones para evitar la escisión de Katanga, y hoy Katanga
está en el poder, las riquezas del Congo en manos imperialistas... y los gastos
deben pagarlos las naciones dignas. ¡Qué buen negocio hacen los mercaderes de
la guerra! Por eso, el gobierno de Cuba apoya la justa actitud de la Unión
Soviética, al negarse a pagar los gastos del crimen.
Para colmo de escarnio,
nos arrojan ahora al rostro estas últimas acciones que han llenado de indignación
al mundo.
¿Quiénes son los autores?
Paracaidistas belgas, transportados por aviones norteamericanos que partieron
de bases inglesas. Nos recordamos que ayer, casi, veíamos a un pequeño país de
Europa, trabajador y civilizado, el reino de Bélgica, invadido por las hordas
hitlerianas; amargaba nuestra conciencia el saber de ese pequeño pueblo
masacrado por el imperialismo germano y lo veíamos con cariño. Pero esta otra
cara de la moneda imperialista era la que muchos no percibíamos.
Quizás hijos de patriotas
belgas que murieran por defender la libertad de su país, son los que asesinaran
a mansalva a millares de congoleños en nombre de la raza blanca, así como ellos
sufrieron la bota germana porque su contenido de sangre aria no era
suficientemente elevado.
Nuestros ojos libres se
abren hoy a nuevos horizontes y son capaces de ver lo que ayer nuestra
condición de esclavos coloniales nos impedía observar; que la «civilización occidental» esconde bajo
su vistosa fachada un cuadro de hienas y chacales. Porque nada más que ese
nombre merecen los que han ido a cumplir tan «humanitarias» tareas al Congo. Animal carnicero que se ceba en los
pueblos inermes; eso es lo que hace el imperialismo con el hombre, eso es lo
que distingue al «blanco» imperial.
Todos los hombres libres
del mundo deben aprestarse a vengar el crimen del Congo.
Quizás muchos de aquellos
soldados, convertidos en subhombres por la maquinaria imperialista, piensen de
buena fe que están defendiendo los derechos de una raza superior; pero en esta
Asamblea son mayoritarios los pueblos que tienen sus pieles tostadas por
distintos soles, coloreadas por distintos pigmentos, y han llegado a comprender
plenamente que la diferencia entre los hombres no está dada por el color de la
piel, sino por las formas de propiedad de los medios de producción, por las
relaciones de producción.
La delegación cubana hace
llegar su saludo a los pueblos de Rhodesia del Sur y África Sudoccidental,
oprimidos por minorías de colonos blancos. A Basutolandia, Bechuania y
Swazilandia, a la Somalia francesa, al pueblo árabe de Palestina, a Adén y los
protectorados, a Omán y a todos los pueblos en conflicto con el imperialismo o
el colonialismo y les reitera su apoyo. Formula además votos por una justa
solución al conflicto que la hermana República de Indonesia encara con Malasia.
Señor Presidente: uno de
los temas fundamentales de esta Conferencia es el del desarme general y
completo. Expresamos nuestro acuerdo con el desarme general y completo;
propugnamos además, la destrucción total de los artefactos termonucleares y
apoyamos la celebración de una conferencia de todos los países del mundo para
llevar a cabo estas aspiraciones de los pueblos. Nuestro Primer Ministro
advertía, en su intervención ante esta Asamblea, que siempre las carreras
armamentistas han llevado a la guerra. Hay nuevas potencias atómicas en el
mundo; las posibilidades de una confrontación crecen.
Nosotros consideramos que
es necesaria esta conferencia con el objetivo de lograr la destrucción total de
las armas termonucleares y, como primera medida, la prohibición total de las
pruebas. Al mismo tiempo, debe establecerse claramente la obligación de todos
los países de respetar las actuales fronteras de otros estados; de no ejercer
acción agresiva alguna, aun cuando sea con armas convencionales.
Al unirnos a la voz de
todos los países del mundo que piden el desarme general y completo, la
destrucción de todo el arsenal atómico, el cese absoluto de la fabricación de
nuevos artefactos termonucleares y las pruebas atómicas de cualquier tipo,
creemos necesario puntualizar que, además, debe también respetarse la
integridad territorial de las naciones y debe detenerse el brazo armado del
imperialismo, no menos peligroso porque solamente empuñe armas convencionales.
Quienes asesinaron miles de indefensos ciudadanos del Congo, no se sirvieron
del arma atómica; han sido armas convencionales, empuñadas por el imperialismo,
las causantes de tanta muerte.
Aun cuando las medidas
aquí preconizadas, de hacerse efectivas, harían inútil la mención, es
conveniente recalcar que no podemos adherirnos a ningún pacto regional de
desnuclearización mientras Estados Unidos mantenga bases agresivas en nuestro
propio territorio, en Puerto Rico, Panamá, y otros estados americanos donde se
considera con derecho a emplazar, sin restricción alguna, tanto armas
convencionales que nucleares. Descontando que las últimas resoluciones de la
OEA, contra nuestro país, al que se podría agredir invocando el Tratado de Río,
hace necesaria la posesión de todos los medios defensivos a nuestro alcance.
Creemos que, si la
conferencia de que hablábamos lograra todos esos objetivos, cosa difícil,
desgraciadamente, sería la más trascendental en la historia de la humanidad.
Para asegurar esto sería preciso contar con la presencia de la República
Popular China, y de ahí el hecho obligado de la realización de una reunión de
ese tipo. Pero sería mucho más sencillo para los pueblos del mundo reconocer la
verdad innegable de que existe la República Popular China, cuyos gobernantes
son representantes únicos de su pueblo y darle el asiento a ella destinado,
actualmente usurpado por la camarilla que con apoyo norteamericano mantiene en
su poder la provincia de Taiwán.
El problema de la
representación de China en las Naciones Unidas no puede considerarse en modo
alguno como el caso de un nuevo ingreso en la Organización sino de restaurar
los legítimos derechos de la República Popular China.
Debemos repudiar
enérgicamente el complot de las «dos
Chinas». La camarilla Chiangkaishekista de Taiwán no puede permanecer en la
Organización de las Naciones Unidas. Se trata, repetimos, de expulsar al
usurpador e instalar al legítimo representante del pueblo chino.
Advertimos además contra
la insistencia del Gobierno de los Estados Unidos en presentar el problema de
la legítima representación de China en la ONU como una «cuestión importante» al objeto de imponer el quórum extraordinario
de votación de las dos terceras partes de los miembros presentes y votantes.
El ingreso de la República
Popular China al seno de las Naciones Unidas es realmente una cuestión
importante para el mundo en su totalidad, pero no para el mecanismo de las
Naciones Unidas donde debe constituir una mera cuestión de procedimiento. De
esta forma se haría justicia, pero casi tan importante como hacer justicia
quedaría, además, demostrado de una vez que esta augusta asamblea tiene ojos
para ver, oídos para oír, lengua propia para hablar, criterio certero para
elaborar decisiones.
La difusión de armas
atómicas entre los países de la OTAN y, particularmente la posesión de estos
artefactos de destrucción en masa por la República Federal Alemana, alejarían
más aún la posibilidad de un acuerdo sobre el desarme, y unido a estos acuerdos
va el problema de la reunificación pacífica de Alemania. Mientras no se logre
un entendimiento claro, debe reconocerse la existencia de dos Alemanias, la
República Democrática Alemana y la República Federal. El problema alemán no
puede arreglarse si no es con la participación directa en las negociaciones de
la República Democrática Alemana, con plenos derechos.
Tocaremos solamente los
temas sobre desarrollo económico y comercio internacional que tienen amplia
representación en la agenda. En este mismo año del 64 se celebró la Conferencia
de Ginebra donde se trataron multitud de puntos relacionados con estos aspectos
de las relaciones internacionales. Las advertencias y predicciones de nuestra
delegación se han visto confirmadas plenamente, para desgracia de los países
económicamente dependientes.
Sólo queremos dejar
señalado que, en lo que a Cuba respecta, los Estados Unidos de América no han
cumplido recomendaciones explícitas de esa Conferencia y, recientemente, el
Gobierno norteamericano prohibió también la venta de medicinas a Cuba,
quitándose definitivamente la máscara de humanitarismo con que pretendió
ocultar el carácter agresivo que tiene el bloqueo contra el pueblo de Cuba.
Por otra parte, expresamos
una vez más que las lacras coloniales que detienen el desarrollo de los pueblos
no se expresan solamente en relaciones de índole política: el llamado deterioro
de los términos de intercambio no es otra cosa que el resultado del intercambio
desigual entre países productores de materia prima y países industriales que
dominan los mercados e imponen la aparente justicia de un intercambio igual de
valores.
Mientras los pueblos
económicamente dependientes no se liberen de los mercados capitalistas y, en
firme bloque con los países socialistas, impongan nuestras relaciones entre
explotadores y explotados, no habrá desarrollo económico sólido, y se
retrocederá, en ciertas ocasiones volviendo a caer los países débiles bajo el
dominio político de los imperialistas y colonialistas.
Por último, Señores
Delegados, hay que establecer claramente que se están realizando en el área del
Caribe maniobras y preparativos para agredir a Cuba. En las costas de Nicaragua
sobre todo, en Costa Rica también, en la zona del Canal de Panamá, en las Islas
Vieques de Puerto Rico, en la Florida; probablemente, en otros puntos del
territorio de los Estados Unidos y, quizás, también en Honduras, se están
entrenando mercenarios cubanos y de otras nacionalidades con algún fin que no
debe ser el más pacífico.
Después de un sonado
escándalo, el Gobierno de Costa Rica, se afirma, ha ordenado la liquidación de
todos los campos de adiestramiento de cubanos exiliados en ese país. Nadie sabe
si esa actitud es sincera o si constituye una simple coartada, debido a que los
mercenarios entrenados allí estén a punto de cometer alguna fechoría. Esperamos
que se tome clara conciencia de la existencia real de bases de agresión, lo que
hemos denunciado desde hace tiempo, y se medite sobre la responsabilidad
internacional que tiene el gobierno de un país que autoriza y facilita el
entrenamiento de mercenarios para atacar a Cuba.
Es de hacer notar que las
noticias sobre el entrenamiento de mercenarios en distintos puntos del Caribe y
la participación que tiene en tales actos el Gobierno norteamericano se da con
toda naturalidad en los periódicos de los Estados Unidos. No sabemos de ninguna
voz latinoamericana que haya protestado oficialmente por ello. Esto nos muestra
el cinismo con que manejan los Estados Unidos a sus peones. Los sutiles
Cancilleres de la OEA que tuvieron ojos para ver escudos cubanos y encontrar
pruebas «irrefutables» en las armas
yanquis exhibidas en Venezuela, no ven los preparativos de agresión que se
muestran en los Estados Unidos, como no oyeron la voz del presidente Kennedy
que se declaraba explícitamente agresor de Cuba en Playa Girón.
En algunos casos, es una
ceguera provocada por el odio de las clases dominantes de países
latinoamericanos sobre nuestra Revolución; en otros, más tristes aún, es
producto de los deslumbrantes resplandores de Mammon.
Como es de todos conocido,
después de la tremenda conmoción llamada crisis del Caribe, los Estados Unidos
contrajeron con la Unión Soviética determinados compromisos que culminaron en
la retirada de cierto tipo de armas que las continuas agresiones de aquel país
-como el ataque mercenario de Playa Girón y las amenazas de invadir nuestra
patria- nos obligaron a emplazar en Cuba en acto de legítima e irrenunciable
defensa.
Pretendieron los
norteamericanos, además, que las Naciones Unidas inspeccionaran nuestro
territorio, a lo que nos negamos enfáticamente, ya que Cuba no reconoce el
derecho de los Estados Unidos, ni de nadie en el mundo, a determinar el tipo de
armas que pueda tener dentro de sus fronteras.
En este sentido, sólo
acataríamos acuerdos multilaterales, con iguales obligaciones para todas las
partes.
Como ha dicho Fidel
Castro:
«Mientras el concepto de soberanía exista como prerrogativa de
las naciones y de los pueblos independientes; como derecho de todos los
pueblos, nosotros no aceptamos la exclusión de nuestro pueblo de ese derecho.
Mientras el mundo se rija por esos principios, mientras el mundo se rija por
esos conceptos que tengan validez universal, porque son universalmente
aceptados y consagrados por los pueblos, nosotros no aceptaremos que se nos
prive de ninguno de esos derechos, nosotros no renunciaremos a ninguno de esos
derechos».
El señor Secretario
General de las Naciones Unidas, U Thant, entendió nuestras razones. Sin
embargo, los Estados Unidos pretendieron establecer una nueva prerrogativa
arbitraria e ilegal: la de violar el espacio aéreo de cualquier país pequeño.
Así han estado surcando el aire de nuestra patria aviones U-2 y otros tipos de
aparatos espías que, con toda impunidad, navegan en nuestro espacio aéreo.
Hemos hecho todas las advertencias necesarias para que cesen las violaciones
aéreas, así como las provocaciones que los marinos yanquis hacen contra
nuestras postas de vigilancia en la zona de Guantánamo, los vuelos rasantes de
aviones sobre buques nuestros o de otras nacionalidades en aguas internacionales,
los ataques piratas a barcos de distintas banderas y las infiltraciones de
espías, saboteadores y armas en nuestra isla.
Nosotros queremos
construir el socialismo; nos hemos declarado partidarios de los que luchan por
la paz; nos hemos declarado dentro del grupo de países no alineados, a pesar de
ser marxistas leninistas, porque los no alineados, como nosotros, luchan contra
el imperialismo. Queremos paz, queremos construir una vida mejor para nuestro
pueblo y, por eso, eludimos al máximo caer en las provocaciones maquinadas por
los yanquis, pero conocemos la mentalidad de sus gobernantes; quieren hacernos
pagar muy caro el precio de esa paz. Nosotros contestamos que ese precio no
puede llegar más allá de las fronteras de la dignidad.
Y Cuba reafirma, una vez
más, el derecho a tener en su territorio las armas que le conviniere y su
negativa a reconocer el derecho de ninguna potencia de la tierra, por potente
que sea, a violar nuestro suelo, aguas jurisdiccionales o espacio aéreo.
Si en alguna asamblea,
Cuba adquiere obligaciones de carácter colectivo, las cumplirá fielmente;
mientras esto no suceda, mantiene plenamente todos sus derechos, igual que
cualquier otra nación.
Ante las exigencias del
imperialismo, nuestro Primer Ministro planteó los cinco puntos necesarios para
que existiera una sólida paz en el Caribe. Estos son:
Primero: Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión
comercial y económica que ejercen los Estados Unidos en todas partes del mundo
contra nuestro país.
Segundo: Cese de todas las actividades subversivas, lanzamiento y
desembarco de armas y explosivos por aire y mar, organización de invasiones
mercenarias, filtración de espías y saboteadores, acciones todas que se llevan
a cabo desde el territorio de los Estados Unidos y de algunos países cómplices.
Tercero: Cese de los ataques piratas que se llevan a cabo desde bases
existentes en los Estados Unidos y en Puerto Rico.
Cuarto: Cese de todas las violaciones de nuestro espacio aéreo y
naval por aviones y navíos de guerra norteamericanos.
Quinto: Retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del
territorio cubano ocupado por los Estados Unidos. No se ha cumplido ninguna de
estas exigencias elementales, y desde la Base Naval de Guantánamo, continúa el
hostigamiento de nuestras fuerzas. Dicha Base se ha convertido en guarida de
malhechores y catapulta de introducción de éstos en nuestro territorio.
Cansaríamos a esta
Asamblea si hiciéramos un relato medianamente detallado de la multitud de
provocaciones de todo tipo. Baste decir que el número de ellas, incluidos los
primeros días de este mes de diciembre, alcanza la cifra de 1.323, solamente en
1964.
La lista abarca
provocaciones menores, como violación de la línea divisoria, lanzamiento de
objetos desde territorio controlado por los norteamericanos, realización de
actos de exhibicionismo sexual por norteamericanos de ambos sexos, ofensas de
palabra; otros de carácter más grave como disparos de armas de pequeño calibre,
manipulación de armas apuntando a nuestro territorio y ofensas a nuestra enseña
nacional; provocaciones gravísimas son: el cruce de la línea divisoria
provocando incendios en instalaciones del lado cubano y disparos con fusiles,
hecho repetido 78 veces durante el año, con el saldo doloroso de la muerte del
soldado Ramón López Peña, de resultas de dos disparos efectuados por las postas
norteamericanas situadas a 3,5 kilómetros de la costa por el límite noroeste.
Esta gravísima provocación fue hecha a las 19:07, del día 19 de julio de 1964,
y el Primer Ministro de nuestro Gobierno manifestó públicamente, el 26 de
Julio, que de repetirse el hecho, se daría orden a nuestras tropas de repeler
la agresión. Simultáneamente, se ordenó el retiro de las líneas de avanzada de
las fuerzas cubanas hacia posiciones más alejadas de la divisoria y la construcción
de casamatas adecuadas.
1.323 provocaciones en 340
días significan aproximadamente 4 diarias. Sólo un ejército perfectamente
disciplinado y con la moral del nuestro puede resistir tal cúmulo de actos hostiles
sin perder la ecuanimidad.
47 países reunidos en la
Segunda Conferencia de Jefes de Estado o de Gobierno de países No Alineados, en
El Cairo, acordaron, por unanimidad:
«La Conferencia advirtiendo con preocupación que las bases
militares extranjeras constituyen, en la práctica, un medio para ejercer
presión sobre las naciones, y entorpecen su emancipación y su desarrollo, según
sus concepciones ideológicas, políticas, económicas y culturales, declara que
apoya sin reserva a los países que tratan de lograr la supresión de las bases
extranjeras establecidas en su territorio y pide a todos los Estados la
inmediata evacuación de las tropas y bases que tienen en otros países.
La Conferencia considera que el mantenimiento por
los Estados Unidos de América de una base militar en Guantánamo (Cuba), contra
la voluntad del Gobierno y del pueblo de Cuba, y contra las disposiciones de la
Declaración de la Conferencia de Belgrado, constituye una violación de la
soberanía y de la integridad territorial de Cuba.
La Conferencia, considerando que el Gobierno de
Cuba se declara dispuesto a resolver su litigio con el Gobierno de los Estados
Unidos de América acerca de la base de Guantánamo en condiciones de igualdad,
pide encarecidamente al Gobierno de los Estados Unidos que entable
negociaciones con el Gobierno de Cuba para evacuar esa base».
El gobierno de los Estados
Unidos no ha respondido a esa instancia de la Conferencia de El Cairo y pretende
mantener indefinidamente ocupado por la fuerza un pedazo de nuestro territorio,
desde el cual lleva a cabo agresiones como las detalladas anteriormente.
La Organización de Estados
Americanos, también llamada por los pueblos Ministerio de las Colonias
norteamericanas, nos condenó «enérgicamente»,
aun cuando ya antes nos había excluido de su seno, ordenando a los países
miembros que rompieran relaciones diplomáticas y comerciales con Cuba. La OEA
autorizó la agresión a nuestro país, en cualquier momento, con cualquier
pretexto, violando las más elementales leyes internacionales e ignorando por
completo a la Organización de las Naciones Unidas.
A aquella medida se
opusieron con sus votos los países de Uruguay, Bolivia, Chile y México; y se
opuso a cumplir la sanción, una vez aprobada, el gobierno de los Estados Unidos
Mexicanos; desde entonces no tenemos relaciones con países latinoamericanos
salvo con aquel Estado, cumpliéndose así una de las etapas previas de la agresión
directa del imperialismo.
Queremos aclarar, una vez
más, que nuestra preocupación por Latinoamérica está basada en los lazos que
nos unen: la lengua que hablamos, la cultura que sustentamos, el amo común que
tuvimos. Que no nos anima otra causa para desear la liberación de Latinoamérica
del yugo colonial norteamericano. Si alguno de los países latinoamericanos aquí
presentes decidiera restablecer relaciones con Cuba, estaríamos dispuestos a hacerlo
sobre bases de igualdad y no con el criterio de que es una dádiva a nuestro
gobierno el reconocimiento como país libre del mundo, porque ese reconocimiento
lo obtuvimos con nuestra sangre en los días de la lucha de liberación, lo
adquirimos con sangre en la defensa de nuestras playas frente a la invasión
yanqui.
Aun cuando nosotros
rechazamos que se nos pretenda atribuir injerencias en los asuntos internos de
otros países, no podemos negar nuestra simpatía hacia los pueblos que luchan
por su liberación y debemos cumplir con la obligación de nuestro gobierno y
nuestro pueblo de expresar contundentemente al mundo que apoyamos moralmente y
nos solidarizamos con los pueblos que luchan en cualquier parte del mundo para
hacer realidad los derechos de soberanía plena proclamados en la Carta de las
Naciones Unidas.
Los Estados Unidos sí
intervienen; lo han hecho históricamente en América. Cuba conoce desde fines
del siglo pasado esta verdad, pero la conocen también Colombia, Venezuela,
Nicaragua y la América Central en general, México, Haití, Santo Domingo.
En años recientes, además
de nuestro pueblo, conocen de la agresión directa Panamá, donde los «marines» del Canal tiraron a mansalva
sobre el pueblo inerme; Santo Domingo, cuyas costas fueron violadas por la
flota yanqui para evitar el estallido de la justa ira popular, luego del
asesinato de Trujillo; y Colombia, cuya capital fue tomada por asalto a raíz de
la rebelión provocada por el asesinato de Gaitán.
Se producen intervenciones
solapadas por intermedio de las misiones militares que participan en la
represión interna, organizando las fuerzas destinadas a ese fin en buen número
de países, y también en todos los golpes de estado, llamados «gorilazos», que tantas veces se
repitieron en el continente americano durante los últimos tiempos.
Concretamente, intervienen
fuerzas de los Estados Unidos en la represión de los pueblos de Venezuela,
Colombia y Guatemala que luchan con las armas por su libertad. En el primero de
los países nombrados, no sólo asesoran al ejército y a la policía, sino que
también dirigen los genocidios efectuados desde el aire contra la población
campesina de amplias regiones insurgentes y, las compañías yanquis instaladas
allí, hacen presiones de todo tipo para aumentar la injerencia directa.
Los imperialistas se
preparan a reprimir a los pueblos americanos y están formando la internacional
del crimen. Los Estados Unidos intervienen en América invocando la defensa de
las instituciones libres. Llegará el día en que esta Asamblea adquiera aún más
madurez y le demande al gobierno norteamericano garantías para la vida de la
población negra y latinoamericana que vive en este país, norteamericanos de
origen o adopción, la mayoría de ellos. ¿Cómo puede constituirse en gendarme de
la libertad quien asesina a sus propios hijos y los discrimina diariamente por
el color de la piel, quien deja en libertad a los asesinos de los negros, los
protege además, y castiga a la población negra por exigir el respeto a sus
legítimos derechos de hombres libres?
Comprendemos que hoy la
Asamblea no está en condiciones de demandar explicaciones sobre hechos, pero
debe quedar claramente sentado que el gobierno de los Estados Unidos no es
gendarme de la libertad, sino perpetuador de la explotación y la opresión contra
los pueblos del mundo y contra buena parte de su propio pueblo.
Al lenguaje anfibológico
con que algunos delegados han dibujado el caso de Cuba y la OEA nosotros
contestamos con palabras contundentes y proclamamos que los pueblos de América
cobrarán a los gobiernos entreguistas su traición.
Cuba, señores delegados,
libre y soberana, sin cadenas que la aten a nadie, sin inversiones extranjeras
en su territorio, sin procónsules que orienten su política, puede hablar con la
frente alta en esta Asamblea y demostrar la justeza de la frase con que la
bautizaran: «Territorio Libre de América».
Nuestro ejemplo
fructificará en el Continente como lo hace ya, en cierta medida en Guatemala,
Colombia y Venezuela.
No hay enemigo pequeño ni
fuerza desdeñable, porque ya no hay pueblos aislados. Como establece la Segunda Declaración de La Habana:
«Ningún pueblo de América Latina es débil, porque forma parte
de una familia de doscientos millones de hermanos que padecen las mismas
miserias, albergan los mismos sentimientos, tienen el mismo enemigo, sueñan
todos un mismo mejor destino y cuentan con la solidaridad de todos los hombres
y mujeres honrados del mundo.
Esta epopeya que tenemos delante la van a escribir
las masas hambrientas de indios, de campesinos sin tierra, de obreros
explotados; la van a escribir las masas progresistas, los intelectuales
honestos y brillantes que tanto abundan en nuestras sufridas tierras de América
Latina. Lucha de masas y de ideas, epopeya que llevarán adelante nuestros
pueblos maltratados y despreciados por el imperialismo, nuestros pueblos
desconocidos hasta hoy, que ya empiezan a quitarle el sueño. Nos consideraba
rebaño impotente y sumiso y ya se empieza a asustar de ese rebaño, rebaño
gigante de doscientos millones de latinoamericanos en los que advierte ya a sus
sepultureros el capital monopolista yanqui.
La hora de su reivindicación, la hora que ella
misma se ha elegido, la vienen señalando con precisión también de un extremo a
otro del Continente. Ahora esta masa anónima, esta América de color, sombría,
taciturna, que canta en todo el Continente con una misma tristeza y desengaño,
ahora esta masa es la que empieza a entrar definitivamente en su propia
historia, la empieza a escribir con su sangre, la empieza a sufrir y a morir,
porque ahora los campos y las montañas de América, por las faldas de sus sierras,
por sus llanuras y sus selvas, entre la soledad o el tráfico de las ciudades,
en las costas de los grandes océanos y ríos, se empieza a estremecer este mundo
lleno de corazones con los puños calientes de deseos de morir por lo suyo, de
conquistar sus derechos casi quinientos años burlados por unos y por otros.
Ahora sí la historia tendrá que contar con los pobres de América, con los
explotados y vilipendiados de América Latina, que han decidido empezar a
escribir ellos mismos, para siempre, su historia. Ya se los ve por los caminos
un día y otro, a pie, en marchas sin término de cientos de kilómetros, para
llegar hasta los «olimpos» gobernantes a recabar sus derechos. Ya se les ve,
armados de piedras, de palos, de machetes, en un lado y otro, cada día,
ocupando las tierras, afincando sus garfios en las tierras que les pertenecen y
defendiéndolas con su vida; se les ve, llevando sus cartelones, sus banderas,
sus consignas; haciéndolas correr en el viento, por entre las montañas o a lo
largo de los llanos. Y esa ola de estremecido rencor, de justicia reclamada, de
derecho pisoteado, que se empieza a levantar por entre las tierras de
Latinoamérica, esa ola ya no parará más. Esa ola irá creciendo cada día que
pase. Porque esa ola la forman los más, los mayoritarios en todos los aspectos,
los que acumulan con su trabajo las riquezas, crean los valores, hacen andar
las ruedas de la historia y que ahora despiertan del largo sueño embrutecedor a
que los sometieron.
Porque esta gran humanidad ha dicho «¡Basta!» y ha echado a andar. Y su
marcha, de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera
independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente. Ahora, en
todo caso, los que mueran, morirán como los de Cuba, los de Playa Girón,
morirán por su única, verdadera e irrenunciable independencia».
Todo eso, Señores
Delegados, esta disposición nueva de un continente, de América, está plasmada y
resumida en el grito que, día a día, nuestras masas proclaman como expresión
irrefutable de su decisión de lucha, paralizando la mano armada del invasor.
Proclama que cuenta con la comprensión y el apoyo de todos los pueblos del
mundo y especialmente del campo socialista, encabezado por la Unión Soviética.
Esa proclama es: ¡PATRIA O MUERTE!
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