12 DE
OCTUBRE: NADA A CELEBRAR. ASÍ EMPEZÓ EL GENOCIDIO.
Mujeres guerreras en
resistencia
Hernando Calvo Ospina
Rebelión
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12-10-2016
La princesa
Anacaona
Anacaona significaba “Flor
de oro” en la lengua de los suyos, los Tainos. Vivían en la isla que ellos
llamaban Ayití, aunque también Quisqueya, la misma que el aventurero Cristóbal
Colón bautizó La Española cuando
desembarcó el 6 de diciembre de 1492. El mismo territorio que hoy comparten
Haití y la República Dominicana. El genovés creyó que la tierra de Anacaona
estaba en las Indias, al oriente del Asia, donde se había propuesto llegar
incitado por las crónicas de Marco Polo. Por eso llamó “indios” a sus habitantes.
Encontrar las riquezas
mencionadas por el mercader veneciano era el sumo objetivo de Colón. Fue el
negocio que había hecho con los financiadores de la aventura, los reyes de
España. Los Taínos recibieron con sorpresa, admiración y miedo a los recién
desembarcados. Ya las vestimentas los hacían seres extraterrestres. Aun así
ayudaron a construir la primera instalación europea en las “Nuevas Tierras”, el Fuerte Navidad, en lo que hoy es Haití. Se
puede decir que la historia de América se empezó a escribir en esta parte de la
isla.
Pero desde que Colón
descubrió un adorno dorado en la nariz de un nativo, el oro se convirtió en una
terrible obsesión. Los invasores, que eran una horda de golfos, bandidos y
criminales, advirtieron que Dios y la civilización llegaban. Pasaron, entonces,
a esclavizar, asesinar a los insumisos y a violar a las Tainas.
Ante la violencia,
recobrados de la sorpresa y el miedo, el pueblo de Anacaona, liderado por su
esposo Caonabo, se organizó para resistir. Lo primero que hicieron fue quemar
el Fuerte. Después de cuatro años de guerra, en 1496 el cacique fue hecho
prisionero. Junto a otros guerreros fue subido encadenado a un barco con
destino a España. Murieron ahogados porque se sublevaron y hundieron la nave.
Anacaona ni pretendió
venganza. Rodeada de familiares y súbditos se retiró a sus territorios en
Jaragua, los que se extendían principalmente en Haití. Quería restablecer la
concordia.
Poco le duró la buena
intención. Sus negros ojos seguían viendo morir a los suyos bajo el látigo
inclemente, o agotados por el trabajo forzado. Impotencia sentía Anacaona ante
los extraños y dolorosos males aparecidos después de la llegada de los
europeos. Los mismos que diezmaban a su pueblo a una velocidad de pestañeo: la
viruela, la lepra, el tétano…
Las mujeres, a fuerza,
estaban convertidas en transmisoras de enfermedades nacidas por la falta de
higiene de los invasores, algo normal en sus tierras donde eran enemigos del
agua: las caries que podrían las bocas; el “mal
francés”, o “mal italiano”, o “mal español” que era la sífilis.
La princesa Anacaona, cuyo
reino era el único que no había sucumbido al dominio invasor, llamó de nuevo a
la resistencia. Solo que su noble carácter la hizo caer en una trampa.
El gobernador Nicolás de
Ovando se propuso “domesticar” a esos
irreductibles. Envió emisarios hasta Jaragua para convencer a la cacica de su voluntad de paz. Ella aceptó. Ovando se
fue con casi 400 infantes repletos de espadas, ballestas y arcabuces, además de
70 jinetes con lanzas.
Se dice que Anacaona logró
reunir a unos 80 jefes indígenas. Con ellos y sus súbditos prepararon un
fastuoso recibiendo, como la ocasión ameritaba. Ovando fingió corresponder,
organizando un gran banquete. En un momento determinado de la fiesta, celebrada
un domingo, Ovando y sus lugartenientes se retiraron del grupo principal.
Entonces llegó la traidora orden: atacar a la indefensa muchedumbre en fiesta.
Otro grupo cercó y capturó a los jefes indígenas, a los que, luego de amarrar y
golpear, quemaron al interior de los bohíos donde los habían encerrado.
Anacaona logró escapar con
la ayuda de sus guerreros. Ella volvió a estar en pie de guerra, aunque con
tropas diezmadas y poco numerosas. Ovando, encolerizado, ordenó acabar con
cuanto indígena existiera, sin importar edad, hasta que ella fuera capturada. Las
crónicas cuentan que la matanza continuó durante seis meses. Hasta que la
princesa fue apresada.
La llevaron hasta Santo
Domingo. Iba tan encadenada que apenas podía caminar. Torturada y vejada, se le
ahorcó en 1504. Su cuerpo fue expuesto a la vista de todos como escarmiento.
Ovando, para inmortalizar
el triunfo sobre Anacaona y su pueblo, a fuerza de látigo sobre los indios hizo
levantar una ciudad a la que llamó Santa María de la Verdadera Paz.
BIBLIOGRAFIA:
Fray
Bartolomé de las Casas, Historia General de
Indias. Fondo de Cultura Económica, México, 1951.
PIGNA, Felipe: 1810. La otra
historia de nuestra Revolución fundadora, Planeta, Buenos Aires, 2010.
Anacaona (Princesa indígena). http://www.ecured.cu
La Gaitana:
Señora de las más potentes
Cuando en el siglo XVI los invasores españoles pisaron lo que
es hoy el departamento del Huila, al suroccidente de Colombia, las noticias de
su barbarie se expandían por selvas y páramos.
Es que masacraban
indígenas hasta por el disfrute con el agua: los comparaban con los musulmanes
que estaban siendo expulsados de España, Portugal y Francia. Se les mató por su
adoración a la tierra, al sol, al maíz: tan herejes como los judíos, quienes
eran perseguidos por los reyes católicos en su “guerra santa”. Fueron masacrados, como exorcismo, hasta por la
libertad sexual en que vivían.
A pesar de ello, aunque
con temor, los recibieron amistosamente. Como en casi todas partes.
En 1538 el español Pedro
de Añasco quiso fundar una población en la región, al necesitarla como base de
operaciones. Había escuchado que un poco más allá, remontando hacia lo que
sería Bogotá, existía una laguna repleta de joyas. Equivocadamente creían que
era parte de “El Dorado”, esa
atesorada ciudad descrita por Marco Polo en… Birmania.
Entre tanto, el ocupante
exigió a todos los caciques circundantes pagarle tributo y rendirle vasallaje.
Uno se negó. Era el joven Buiponga, quien gobernaba junto a su madre.
Para dar ejemplo de la
obediencia que se le debía, mandó a capturarlo. Al cacique rebelde lo
arrastraron amarrado. “Que muera hecho
brazas y ceniza”, dictó como sentencia cuando lo tuvo ante sí, escribió el
cronista que lo acompañaba. Su madre lloraba y suplicaba pidiendo piedad. Ante
sus ojos lo quemaron vivo. “Su vida
consumió la viva llama / Y ya podéis sentir qué sentiría / La miserable madre
que lo veía”.
La mujer, una cacica que
los españoles llamaron La Gaitana, y que “era
señora de las más potentes”, según narró el cronista, no se encerró en el
dolor. Recorrió la extensa región convenciendo a los demás caciques, incluyendo
a sus enemigos, de la maldad de esos extraños y la necesidad de unirse para
combatirlos. Así logró armar un ejército de seis mil hombres, que en su mayoría
nunca habían sido guerreros.
Añasco fue capturado y
entregado a La Gaitana. Esta le arrancó los ojos, le abrió un hueco en la garganta
por donde introdujo una soga que sacó por la boca y le hizo un nudo. Así lo fue
llevando, exhibiéndolo como símbolo de la derrota de los que se creían dioses.
Hasta que murió arrastrado, “con gran
aplauso de este vulgo rudo”, precisó el cronista.
Pero la lucha de La
Gaitana empezó al finalizar su venganza. Lo que se le vino encima a los
opresores fue una insurrección para la cual no estaban preparados. Los
españoles no sabían que el verdadero nombre de la cacica era Wateqpa-y, que en lengua quechua quiere decir “la que instiga”, “la que envalentona”. No solo los guerreros le obedecían: hombres y
mujeres que de una u otra manera participaban en la rebelión no dudaban de su fuerza
organizativa y militar.
Para enfrentar al
insolente alzamiento se enviaron más tropas. Ante el desigual armamento, la
heroína demostró cómo podía crear tácticas de resistencia. Estas produjeron
muchísimas bajas y desesperaron al invasor. Aprovechando montañas y selvas,
arcos, flechas y lanzas, aparecían y desaparecían. El enemigo era emboscado
cuando menos lo esperaba. Los nativos eran como pulgas: picaban y se iban, para
volver a picar en otro lugar.
Siglos después el Che
Guevara enaltecería esa táctica guerrillera, quizás sin saber de La Gaitana.
Llegaron refuerzos y el
mejor armamento, hasta colocar a los guerreros en desventaja. Además, uno de
los caciques capturados contó, bajo horribles torturas, cómo se preparaba el
asalto final. Los invasores quedaron atónitos, cuando sus ojos vieron la
cantidad de mujeres que participaban, como hormiguitas, en el esencial
aprovisionamiento de tropas o combatiendo de igual a igual.
La inmisericorde represión
de los invasores no solo desbarató el gran plan, sino que casi extingue a la
población nativa de las regiones aledañas.
La Gaitana nunca fue
capturada, pero no se volvió a saber de ella. Su rastro se perdió, pero la
capacidad de convicción para unir a pueblos, el don de mando para dirigir a
miles de hombres, y sus acciones militares marcaron la historia de Colombia. A
pesar de ello, tuvieron que pasar muchos siglos para que los textos oficiales
le reconocieran algunos méritos.
Aunque solo en 1974 se le
hizo un monumento, no se le ha enaltecido como se hizo con la india Catalina.
Esta convivió con uno de los más sangrientos conquistadores que pisaron las
Nuevas Tierras, Pedro de Heredia. Muchos pueblos de la costa Caribe colombiana
fueron arrasados porque ella los denunció. Hasta entregó al invasor a su
rebelde padre. Fue tan traidora, que los españoles la bautizaron así porque era
como llamaban al estiércol de las vacas.
Fue también en 1974 que le
edificaron, a Catalina, una muy pulcra estatua en Cartagena. Una réplica es
entregada como premio en el Festival Internacional de Cine de esa ciudad.
BIBLIOGRAFÍA:
ACOSTA, Joaquín: Compendio histórico del descubrimiento y colonización de
la Nueva Granada . Biblioteca Virtual
del Banco de la República, Bogotá, 2004.
CASTELLANOS, Juan de: “Elegías de Varones
Ilustres de Indias”, Gerardo Rivas Moreno editor, Bogotá, 1997.
PIGNA, Felipe: “Las Insolentes”.
www.elhistoriador.com.ar/
CALVO OSPINA, Hernando: Periodista y escritor. Ambos textos hacen parte del libro “Latinas de falda y pantalón”.
Ediciones El Viejo Topo, Barcelona, 2015.
A 524 años del comienzo de la Resistencia Indígena
Subido el 29 de octubre de
2009
Pequeño video que relata una no tan breve historia de cómo ha
sido la resistencia indígena en Venezuela.
En Latinoamérica se
celebró como “el gran descubrimiento de América” (como aún muchos los llaman).
De modo que dándole
importancia a la gallardía e ímpetu de nuestros antepasados hoy día se
conmemora el 12 de Octubre como el día de la Resistencia Indígena.
¡RECONOCIMIENTO
MUNDIAL AL DÍA DE LA RESISTENCIA INDIGENA!
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