LA NOCHE DE
LOS LÁPICES
Publicado el
28 de mayo de 2015
Argentina,
1986.
Película
completa en español
Licencia
estándar de YouTube
Sinopsis y
Argumento publicados por Wilkipedia
SINOPSIS:
LA NOCHE DE LOS LÁPICES es una
película argentina dramática-histórica
dirigida por Héctor Olivera y protagonizada por Alejo García Pintos, Vita
Escardó, Pablo Novak y Leonardo Sbaraglia. Escrita por Olivera y Daniel Kon y
basada en el libro homónimo de María Seoane y Héctor Ruiz Núñez, se estrenó el
4 de septiembre de 1986. El film recrea el suceso real conocido por el mismo
nombre: en septiembre de 1976, durante los primeros meses de la última
dictadura cívico-militar argentina, siete adolescentes de la ciudad de La Plata
fueron secuestrados, torturados y asesinados por reclamar el boleto
estudiantil, una reducción en el precio de los billetes de transporte para
estudiantes.
La
película recrea la historia desde el comienzo de las protestas estudiantiles de
1976 hasta 1980, cuando el único sobreviviente del grupo secuestrado fue
liberado. La primera parte del film relata la actividad de los adolescentes y
la ominosa razzia en la que fueron secuestrados y encarcelados; la segunda
narra las circunstancias de la prisión y tortura de los jóvenes, siguiendo
paralelamente la situación de las familias de los cautivos y la de sus
captores.
El
film se centra más en la experiencia física y psicológica de los personajes que
en el contexto político y social imperante en la dictadura, desarrollando la
historia de una manera que ésta se vea como universal y capaz de suceder en
cualquier régimen autoritario, concentrándose en la situación de los seres
humanos bajo extrema presión.
ARGUMENTO:
Corre el año 1975 en Argentina.
A los estudiantes de diferentes colegios se les quita el Boleto Estudiantil
—con el que obtenían un importante descuento en la tarifa del viaje en
colectivo— durante el gobierno de Isabel Martínez de Perón. El mismo suponía un
alivio esencial en sus economías, por lo que los estudiantes de la ciudad de La
Plata deciden realizar una marcha de protesta en la que puedan participar miles
de jóvenes acuciados por el mismo problema. Diferentes delegados de
agrupaciones de estudiantes se congregan en uno de los colegios secundarios con
el fin de organizarse y marchar hasta el edificio de Obras Públicas con el fin
de presentar un petitorio para la adjudicación del Boleto Estudiantil
Secundario (BES). Entre ellos, se encontraban alumnos del Colegio Nacional,
Bellas Artes y de la Escuela Normal Nº 3, entre otros. La policía había
previsto la protesta y estaba esperando para reprimirla. A la llegada de los
estudiantes la policía ataca y hiere a muchos de los manifestantes.
Seis
de los jóvenes que acudieron a la marcha —María Clara Ciocchini, Claudia
Falcone, Claudio de Acha, Daniel Racero, Horacio Húngaro y Francisco López
Muntaner— se encontraban en diferentes grupos de militancia política. Dedicaban
varias de sus horas libre a enseñar a niños de barrios pobres de La Plata, a la
recuperación de viviendas y a la lucha por el BES, entre otras cosas, lo cual
los pone en la mira directa de la inminente dictadura de Videla. Pocos meses
después del golpe de Estado, en la madrugada del 16 de septiembre del 1976,
entre las 0:30 y las 5:00 h, llega una comisión militar a cada una de las casas
de los estudiantes que pertenecían al grupo político. Los secuestradores del
grupo de tareas se presentan como policías de La Plata, y sacan violentamente
de sus casas a los jóvenes, mientras los maltrataban y amenazaban con armas a
los padres de estos. Con el secuestro de los seis estudiantes se da inicio al
hecho histórico conocido como la Noche de los Lápices. Pablo Díaz, al enterarse
lo que le había ocurrido a sus compañeros, se ausenta de su domicilio por unos
días hasta que su padre le pide que regrese. La misma noche del regreso, el 21
de septiembre de 1976, es secuestrado de su domicilio con el mismo modus
operandi.
Los
jóvenes son amordazados y encerrados en un centro de detención clandestino
conocido como "Pozo de
Banfield" junto a otros estudiantes que habían participado en las
protestas del boleto estudiantil. Allí son torturados con picanas (pringues
eléctricos) o se les arrancan las uñas para averiguar así más información sobre
los grupos políticos a los que pertenecían y sobre el movimiento de protesta;
las jóvenes, dos de las cuales se encontraban embarazadas, también son
torturadas y manoseadas o violadas en reiteradas oportunidades. A los varones
los desnudan completamente, dejándolos conservar solo los calzoncillos durante
el resto de su cautiverio. Los amigos luego son traspasados a cuartos pequeños
e individuales, amordazados, los chicos en calzoncillos y con los ojos
vendados. Se les alimenta con agua y pan únicamente.
Cuando
Pablo Díaz llega al primer centro de detención, en el cual los represores
buscan obtener información torturando a los cautivos, este se entera por otros
detenidos que sus compañeros estuvieron en el mismo lugar que él, pero fueron
trasladados. A los pocos días, Pablo es trasladado al centro de detención
clandestino, y lo colocan dentro de una pequeña celda, en calzoncillos (al
igual que sus compañeros) con los ojos cegados y las manos atadas. Allí
descubre que sus amigos y compañeros están en celdas aledañas a las de él y se
comunican por medio de los techos, que están enrejados. De esta manera, tratan
de sobrellevar el día a día del horror que les toca vivir, charlando o alzando
sus voces para cantar los himnos de la época: Rasguña las piedras y Canción
para mi muerte, ambas de Sui Generis. Mientras tanto, los familiares de los
detenidos luchan en pos de encontrarlos, hablando con oficiales del Ejército y
funcionarios del Estado.
Casi
todos los estudiantes secuestrados son asesinados y sus cadáveres hechos
desaparecer. Pablo Díaz es liberado en 1980, luego de ser trasladado al Poder
Ejecutivo Nacional (PEN). Esto significaba pasar a ser un detenido legal y no
clandestino. El film termina con Díaz siendo liberado y pidiéndole a sus
compañeros que no pierdan la esperanza, asegurándoles que ellos también saldrán
de su encierro.
Un
texto final señala que Díaz fue uno de los pocos sobrevivientes del terrorismo
de Estado que ejerció la genocida última dictadura cívico-militar, y gracias a
su testimonio, brindado en el Juicio de las Juntas en 1985, y su participación
en el guion de esta película, esta historia pudo ser contada. El resto de sus 6
compañeros secuestrados el 16 de septiembre de 1976 continúan desaparecidos.
ARGENTINA. LA
NOCHE DE LOS LÁPICES - 40 AÑOS
La
importancia de recordar a estos jóvenes como parte de la militancia
revolucionaria en la Argentina.
Laura García Vázquez
América Latina en
movimiento
12/09/2016
La Noche de los Lápices es parte de la historia del genocidio
ocurrido en nuestro país que no sólo dejó el terrible saldo de 30.000
desaparecidos sino también huellas difíciles de superar en nuestra sociedad aún
hoy a tantos años de estos sucesos. Para ser precisos el objetivo principal que
era el transformar un país y hacerlo más dependiente y servil hacia los
negocios privados y extranjeros fue tan eficaz que, por nombrar algunas de sus
facetas, dejó un conjunto de leyes que no fueron derogadas ni por el mejor de los gobiernos en estos más
de 30 años de democracia.
El relato y la valoración
de estos hechos también cambian con el tiempo adaptándose al transcurrir del
tiempo y a los cambios culturales que se reflejan en la apreciación de la
historia de nuestro país.
Diez jóvenes de entre 16 y
18 años son los protagonistas de esta fatídica jornada: María Claudia Falcone,
Francisco López Muntaner, Claudio De Acha, María Clara Ciocchini, Daniel
Racero, y Horacio Ungaro permanecen desaparecidos, mientras que Pablo Díaz,
Gustavo Callotti, Patricia Miranda y Emilce Moler son los sobrevivientes de
este episodio.
Durante muchos años, el
relato simplificado que llegó a la mayoría de la sociedad era que estos
jóvenes, estudiantes secundarios, luchaban por el Boleto Estudiantil, y que ese
fue el motivo de su secuestro y de la desaparición de la mayoría de ellos. Es
decir, eran jóvenes que militaban por un derecho justo y simple como el boleto
estudiantil. Esta manera de ver los acontecimientos se emparenta con la de
creer que los desaparecidos lucharon por democracia formal, por el
funcionamiento de las instituciones, por las libertades individuales y no por las
verdaderas causas que motivaron su militancia.
Está claro que nuestro
país no tenía estabilidad democrática, pero también que esto, como siempre, hay
que mirarlo desde un contexto más amplio y ver que era la realidad de toda
América Latina. La militancia revolucionaria en la Argentina que se desarrolló
entre 1966 y 1978 iba por mucho más que esa formalidad, por mucho más que el
derecho al boleto estudiantil. No estamos desmereciendo este derecho,
importantísimo y por el que muchos jóvenes se organizan y luchan hoy en día, un
derecho imprescindible en un país que carece de un sistema de transporte
público, democrático, económico y ecológico. Simplemente reconocemos y nos
parece que no hacerlo sería quitarles identidad a estos estudiantes, que sus
aspiraciones eran otras, que iban más allá.
Evidentemente este
operativo tuvo el objetivo concreto de atacar la militancia en los colegios
secundarios, pero la extrema juventud de estos compañeros no constituye una
excepción de la época sino todo lo contrario, sepamos que el 43,23% de los
desaparecidos tenía entre 16 y 25 años, y es el segmento más numeroso de todos.
En respuesta a la pregunta
de por qué militaba, Emilce Moler, una de los sobrevivientes, responde en un
reportaje: "En esos años era
imposible no hacerlo, y yo tenía claro que quería trabajar para que no hubiera
más pobres".
Creemos que no puede
resumirse mejor el conjunto de ideales, el proyecto de una sociedad distinta
con justicia en todos los órdenes, que en la idea concreta de terminar con la
pobreza, tenemos que agregar a esto, especialmente para los jóvenes, que esa
idea era realmente algo posible y muy alejado de lo que puede considerarse
utópico, era algo que podíamos alcanzar para nuestro pueblo.
Esta militancia se
planteaba la lucha para la toma del poder para cambiar la sociedad, para crear
una nueva, con nuevos valores como la justicia social, la solidaridad, la
igualdad de posibilidades, la soberanía, la unidad latinoamericana, la
liberación nacional y social. Y para esto era imprescindible el hombre nuevo
del que nos hablaba el Che Guevara.
Hoy, en esta etapa que nos
toca transitar, debemos enfrentar un gobierno elegido mediante el voto popular
que defiende abierta y cínicamente los intereses de las empresas privadas y
extranjeras, muy lejos de los intereses reales del pueblo todo, decimos
cínicamente ya que en su campaña tuvieron el coraje de hablar de pobreza 0 e
inmediatamente luego de asumir tomaron medidas que empeoraron las situación
social, económica y cultural de la mayoría de los argentinos. Esta situación
está acompañada, como lo marca nuestro origen, dentro de un proceso que vivimos
como latinoamericanos en la región y nos exige construir las alternativas
emancipadoras y de integración autónoma sin prisa y sin pausa.
En este contexto histórico
recordamos y homenajeamos a los compañeros y compañeras de la noche de los lápices,
40 años después.
Como argentinos tenemos la
obligación de recordar en profundidad nuestra historia y nuestros muertos, LOS DESAPARECIDOS NOS FALTAN A TODOS es
una verdad que se hará carne en nosotros cuando podamos concretar ese sencillo
y fundamental sueño de nuestros compañeros y compañeras desaparecidos,
sencillamente: "que no haya más pobres" en nuestra patria.
Comentarios