Octavio Alberola
Fuente: A las barricadas
Red Latina sin fronteras
19/09/2016
En mi primera contribución al debate sobre “la perspectiva de un sindicalismo
revolucionario en el tiempo que se avecina”, por coincidir con los
compañeros que me habían precedido en considerar que el objetivo del
sindicalismo actual está muy alejado del objetivo emancipador del sindicalismo
revolucionario y que por ello éste es hoy pertinente y necesario, propuse
centrar el debate en responder a la cuestión de “por qué el sindicalismo no es o no puede ser revolucionario hoy”.
Y, para avanzar en el debate, argumenté por qué pensaba que, “mientras nuestro deseo siga colonizado por
la ideología propietarista y consumista”, el sindicalismo no podrá tener
(en el mejor de los casos) otro objetivo que el de defender los derechos
laborales y conseguir mejoras para los trabajadores dentro del sistema
capitalista.
Pues bien, como sea que
Lluis Rodríguez Algans y Martín Paradelo Núñez, en sus contribuciones
(posteriores a la mía) no solo consideran posible el sindicalismo
revolucionario hoy sino que, además, consideran el planteamiento actual de la
CNT como la expresión del “sindicalismo
revolucionario del siglo XXI”, en mi segunda contribución trataré de
mostrar por qué el sindicalismo actual
(el de la CNT también) no puede ser revolucionario y, por muy combativo que se
pretenda o sea, solo es y puede ser hoy reformista… Y ello a pesar de que su manera de funcionar
sea más o menos asamblearia y radical.
La realidad
del sindicalismo hoy
Precisamente, por parecerle una obviedad a Martín
Paradelo, comienzo por repetir que “no es suficiente con desear mucho una cosa
para que ésta ocurra”; pues es esta obviedad la que no permite considerar
(y, desgraciadamente, de lejos) ninguno de los sindicalismos existentes hoy
(incluido el de la CNT) como “sindicalismo
revolucionario”.
Por supuesto, yo también
desearía que lo fuese, que pudiera serlo. Pero, desgraciadamente, una cosa es
el deseo y otra la realidad. Y la realidad hoy del sindicalismo realmente
existente, del sindicalismo institucional que en España y en el mundo representa
y encuadra a millones de trabajadores,
es la de un sindicalismo funcionando (de buena o mala gana) en sintonía
y dentro las estructuras de mercado del capitalismo globalizado. Un
sindicalismo que acompaña la terciarización de la economía y el trasvase de
asalariados de un sector a otro, sin
decir ni pío, y contribuye así al desclasamiento, a la masificación y
conformismo de la clase trabajadora, además de favorecer conscientemente en
ella su alienación ideológica por el consumismo y el individualismo de la vida
privada capitalista.
No abundaré pues en “el papel del sindicalismo en la expansión
del capitalismo global y en la conformación del nuevo sujeto narcisista de la
sociedad de individuos consumidores”, puesto que Paradelo lo considera
archisabido (“como si no fuesen temas
tratados por extenso…”).
Efectivamente, no es
necesario extenderse al respecto; puesto que todos somos conscientes (aunque no
lo reconozcamos) del por qué han sido posibles tal “expansión” y tal “conformación”…
No obstante, no está de
más precisar que no todos los participantes activos (al nivel que sea) en tal
sindicalismo son conscientes de lo que éste es realmente ni tampoco son los
principales responsables de tal “expansión…”
y de tal “conformación…” Pues es
obvio (otra “obviedad” obvia) que,
sin la participación voluntaria de la mayoría de los trabajadores, ese
sindicalismo no podría existir ni funcionar, y que, sin el consentimiento y la
adhesión voluntaria de la mayoría de los “consumidores”
al sistema de consumo capitalista, el capitalismo no sería -como lo es
hoy- ni global ni hegemónico.
El
sindicalismo revolucionario como deseo…
Frente a esta realidad del sindicalismo actual en general,
Paradelo dice que lo interesante es analizar “de qué manera el sindicalismo puede articular procesos de autogestión
económica al mismo tiempo que construye un espacio social de iguales”, que
es sin duda alguna el objetivo del sindicalismo revolucionario. Y como “por algún lado hay que empezar”,
propone “empezar por algo que con el tiempo
suponga una base segura desde la que enfrentar los retos que implica un
enfrentamiento revolucionario, de toma de los medios de producción”, y
añade que, para conseguirlo, “la lucha
por mejoras inmediatas es un paso ineludible”.
Paradelo reconoce pues que
la lucha actual de la CNT es (como la de los otros sindicatos) “por mejoras inmediatas” y que es “con el tiempo” que (él supone) se
producirá el “enfrentamiento
revolucionario” por la “toma de los
medios de producción”, que es, como sabemos, el objetivo del sindicalismo
revolucionario. O sea que también para Paradelo el sindicalismo revolucionario
solo es hoy un deseo y no una realidad, y por ello la CNT -más allá de
practicar una acción sindical más combativa (aunque no siempre) que los otros
Sindicatos- solo tiene la “toma de los
medios de producción” y el “comunismo
libertario” como horizonte teórico. Pues, aunque “la idea de negociación” defendida y practicada por la CNT sea “una parte del conflicto” y “no la solución”, la realidad es que se
negocia con el Capital y, cuando se negocia la “toma de los medios de producción” se queda obligadamente para
mañana… Y más si la negociación se realiza en el contexto de la actual relación
de fuerzas Trabajo/Capital y a través de los “profesionales del asesoramiento laboral y social”, como parece
proponer Luis Rodríguez Algans en su contribución.
Me parece pues que
Paradelo reconocerá que, en tales condiciones, le será muy difícil al
sindicalismo (por muy revolucionario que se pretenda) negociar mejoras, dentro
del sistema de explotación y dominación capitalista, y “articular
procesos de autogestión económica al mismo tiempo que construye un espacio
social de iguales”.
Claro que, para cuantos
deseamos un mundo sin explotación ni dominación, es mil veces preferible un
sindicalismo que no se contente con repetir la letanía de “principios, tácticas y finalidades”, amén, y apueste de verdad por
ese mañana autogestionario e igualitario, a cualquier otro que se complazca o
se resigne a ser un simple instrumento mediador, entre el Trabajo y el Capital.
Es decir: regulador de los conflictos sociales.
Ahora bien, preferir ese
sindicalismo a todos los otros, no debe llevarnos a olvidar la necesidad de
descolonizar el deseo (individual y colectivo), colonizado por la ideología
capitalista (“tener”), para que “ser” (“vivir”) sea de nuevo su sujeto: pues
solo así el sindicalismo revolucionario y la lucha por la emancipación podrán
ser realidad y no serán solo deseo…
De ahí que, mientras no
logremos tal descolonización, coincida con cuantos desean y hacen todo lo
posible por que la acción sindical (en el sindicato que sea y aún más en la
CNT, la CGT y SO) pueda ser plural, no dogmática y combativa.
Esta es la razón de mi
implicación -desde joven- en las luchas promovidas por ese sindicalismo y de mi
intervención en este debate.
Fraternalmente
Octacio Alberola, autor de este artículo |
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