Luis E. Rubio
Red latina sin fronteras
19 junio, 2016
A Carlos Taibo, Jorge Riechmann y Florent Marcellesi
Con el objetivo de mejorar la comprensión y el análisis
ideológico del ecologismo, en el presente artículo se realiza, en primer lugar,
la distinción entre ecologismo y medioambientalismo; en segundo lugar, se
muestran las diferencias básicas entre ecologismo y ecofascismo; en tercer
lugar, se exponen una serie de principios fundamentales del ecologismo; en
cuarto lugar, se presentan brevemente las que, a juicio del autor, son las
corrientes principales del ecologismo; y, por último, se realiza una propuesta
terminológica: ecologismo libertario como sinónimo de ecología política.
I.
Diferencias entre ecologismo y medioambientalismo
Se ha de resaltar la diferencia entre ecologismo y
medioambientalismo para entender adecuadamente el primero y que éste no quede
reducido meramente a asuntos medioambientales.
Uno de los principales teóricos del ecologismo, Andrew Dobson, en el
Prólogo a la Edición española de su obra de referencia Pensamiento político
verde (Barcelona: Paidós, 1997), señala que existen diferencias importantes
entre medioambientalismo y ecologismo: “El
primero se refiere a aproximaciones administrativas, técnicas y poco
sistemáticas a la hora de afrontar problemas medioambientales, mientras que el
segundo hace referencia a los profundos cambios que los ecologistas políticos
consideran necesarios en el ámbito de la organización social y de las actitudes
respecto al mundo natural no humano”.
Para aumentar la claridad
de esta distinción, Dobson señala en el mismo prólogo que “el medioambientalismo [1] es
compatible con otras ideologías políticas en una forma en que el ecologismo no
lo es, puesto que el segundo pone en tela de juicio muchos de los presupuestos
fundamentales de la conocida lista de ideologías. Es muy fácil ser
medioambientalista y liberal, por ejemplo, pero mucho más difícil ser capaz de
concebir la idea de un ecologista liberal”.
Según señalan los autores
del libro Produire plus, polluer moins:
l’impossible découplage? [Producir
más, contaminar menos: ¿el desacoplamiento imposible?], todavía no existe
ningún ejemplo en el cual se haya producido un desacoplamiento absoluto entre
el crecimiento de la economía y el crecimiento del consumo de recursos
naturales. Por ello, toda política económica socialdemócrata o liberal que
abogue por el “crecimiento verde” o “crecimiento sostenible” será
productivista y seguirá consumiendo recursos por encima de los límites del
planeta Tierra. Se puede afirmar así que no existe un ecologismo
socialdemócrata o un ecologismo liberal. La socialdemocracia y el liberalismo
podrán pues incorporar un mayor o menor número de medidas medioambientalistas,
pero, en ningún caso, serán ideologías dentro del marco del ecologismo. En
España, por ejemplo, personas como Cristina Narbona (PSOE) y Carolina Punset
(Ciudadanos) representarían, respectivamente, la socialdemocracia y el
liberalismo social con tintes medioambientalistas; sin embargo, ninguna de
ellas podría ser considerada como ecologista.
II.
Diferencias entre ecologismo y ecofascismo
Federico Ruiz, en su artículo “Ecofascismo” publicado en el Nº 83 de El Ecologista, definía el ecofascismo como el “régimen autoritario que posibilita que cada vez menos personas, las
que tienen poder económico y/o militar, sigan sosteniendo su estilo de vida
acaparando recursos a costa de que mucha más gente no pueda acceder a los
mínimos materiales de existencia digna”. De esta manera, dichos sistemas
tendrían como objetivo fundamental “asegurar
durante el colapso y el postcolapso la supervivencia de sus élites y el
mantenimiento, en la medida de lo posible, de sus suntuosas condiciones de
existencia material”. Se crearía así lo que Jean Gadrey, en su Adiós al
crecimiento, denomina el apartheid ecológico: “confrontados a la marea humana de los refugiados climáticos, de los
refugiados de la escasez de agua y tierras, de los refugiados de la miseria,
los más ricos buscarán, apoyados por la policía y las fuerzas armadas,
reservarse un espacio ecológico de calidad en donde sea posible, rodeándose de
muros de todo tipo”.
Por otro lado, como señala
Federico Ruiz en el artículo mencionado: “hasta
hace unos pocos años el término ecofascismo era utilizado principalmente por
los media de derecha ultraliberal como arma de combate ideológico contra uno de
sus enemigos naturales, los ecologistas. Se trataba de desprestigiar unos
planteamientos que, hasta en sus versiones más moderadas, siempre postulaban
algún tipo de regulación contraria a la pretensión extremo-liberal de dotar al
capital de una absoluta libertad de actuación, y por tanto, afectaba a los
intereses de algunos de sus patrocinadores, grandes empresas a las que
cualquier reglamentación ecológica suponía una merma de beneficios. La idea era
asociar el fascismo con el ecologismo de tal modo que sugiriese una tendencia necesaria
de este hacia aquél”. Sin embargo, dos de los valores esenciales del
ecologismo son tanto la democracia como la redistribución justa de los
recursos, ya sean éstos económicos o naturales. Por ello, el ecofascismo y el
ecototalitarismo [2] no tienen cabida dentro del marco
ideológico del ecologismo; sus marcos sí son, respectivamente, el fascismo y el
totalitarismo.
III.
Principios del ecologismo
El marco ideológico del ecologismo posee, al menos, y a juicio
del autor, diez principios fundamentales:
1. Democracia. El ecologismo defiende formas de organización
democrática no sólo en el ámbito político (ej. democracia directa, líquida y
participativa), sino también, y al menos, en el ámbito económico (ej.
cooperativismo) y social (ej. democracia interna en sindicatos, ONGs y
movimientos sociales). Como referencias teóricas en el ámbito político cabrían
ser destacadas: en relación con la democracia directa, la obra La apuesta
municipalista. La democracia empieza por lo cercano del Observatorio Metropolitano
de Madrid; en relación con la democracia líquida, y como introducción a la
misma, el artículo “Los límites de la
representatividad política y las alternativas de la democracia líquida” de
Jorge Francisco Aguirre Sala; en relación con la democracia participativa, la
obra coordinada por Boaventura de Sousa Santos: Democratizar la democracia. Los
caminos de la democracia participativa.
2. Ética Pública Universal. El ecologismo defiende
la existencia de una ética pública universal manifestada, al menos, en una
serie de derechos y deberes humanos; deberes tanto para con el resto de seres
humanos, como para con la naturaleza y el resto de seres vivos. En este
sentido, la naturaleza y el resto de seres vivos poseen determinados valores
específicos. Dichos valores, así como las exigencias éticas que se derivan de
los mismos, se encuentran formulados, de diferentes maneras, en, al menos,
cuatro propuestas teóricas principales: el antropocentrismo moderado de Hans
Jonas en El principio de responsabilidad; la ecología profunda de Arne Naess en
Ecology, Community and Lifestyle; el biocentrismo de Peter Singer en Liberación
animal; y el ecocentrismo de Lawrence Johnson en A Morally Deep World.
3. Sostenibilidad. Los ecologistas son
conscientes de que el planeta Tierra es finito y de que, por lo tanto, no es
posible defender un crecimiento material infinito como sostiene el capitalismo;
crecimiento que nos podría llevar incluso hasta el colapso. Por ello, abogan
por una economía ecológica donde, entre otros muchos postulados, se apuesta por
una reducción de la producción (antiproductivismo) y del consumo material en la
mayoría de sectores, por un modelo energético basado 100% en energías
renovables, por una gestión óptima de los residuos, y por una reducción de la
población. Al respecto de la economía ecológica, destacan las obras La Ley de la Entropía y el proceso económico
de Nicholas Georgescu-Roegen, las sucesivas ediciones del informe colectivo Los límites del crecimiento,
Steady-State Economics de Herman Daly, Economía
ecológica y política ambiental de Joan Martínez Alier y Jordi Roca Jusment,
La apuesta por el decrecimiento de
Serge Latouche y Prosperidad sin
crecimiento de Tim Jackson.
4. Trabajar Todos,
Trabajar Menos, Vivir Más. Para el ecologismo el disfrute de la vida, en detrimento del
trabajo, representa uno de los principios esenciales que la sociedad debe
favorecer. Por este motivo, defiende el reparto del trabajo; un reparto que
conllevaría que, al tener más tiempo libre y de mayor calidad, un número más
elevado de personas podrían dedicar una parte de él, no sólo al ocio, la
familia y los amigos, sino también a los asuntos públicos. De esta manera, una
menor jornada laboral, podría mejorar también la calidad de la democracia. Como
referencias al respecto cabrían ser destacadas: el Elogio de la ociosidad de Bertrand Russell, y las obras El derecho a la pereza de Paul Lafargue
y Metamorfosis del trabajo y Miserias del
presente, riqueza de lo posible de André Gorz.
5. Justicia Global. Los ecologistas defienden,
en diferentes grados, una redistribución justa de los recursos, tanto naturales
como económicos, a nivel global. La teorización de dicha propuesta se puede
encontrar de manera destacada tanto en Political
Theory and International Relations de Charles Beitz como en La pobreza en el mundo y los derechos
humanos de Thomas Pogge.
6. Ecofeminismo. Si bien hay diferentes
tendencias ecofeministas (ej. esencialista, espiritualista y constructivista),
todas ellas tienen en común la descripción de una realidad donde, en primer
lugar, la estructura de dominación de la naturaleza está ligada al paradigma
patriarcal, y, en segundo lugar, la naturalización de la mujer es así uno de
los mecanismos de legitimación del patriarcado. De esta manera, el ecofeminismo
aboga por el fin de la sociedad patriarcal con el objetivo de acabar tanto con
la estructura de dominación de la naturaleza como con la superioridad del
hombre sobre la mujer. Dentro de la tendencia constructivista del ecofeminismo,
destacarían las obras Ecofeminismo para
otro mundo posible de Alicia Puleo y Feminism
and the Mastery of Nature de Val Plumwood.
7. Respeto de la
Diversidad Sexual y de Género. El ecologismo respeta y valora positivamente la
diversidad sexual y de género de los seres humanos. En este sentido, y como
señala Marc Gómez Olabarría en su entrevista a Ulrike Lunacek: “el ecologismo es una de las ideologías más
abiertamente defensoras de las identidades no normativas tanto por sexo
(intersexualidad) como por orientación
sexual (homosexualidad, bisexualidad, pansexualidad, asexualidad) o identidad de género (identidad
transexual, transgénero, intergénero, genderqueer…), pero su relación aún permanece poco desarrollada [a nivel teórico]”.
8. Cosmopolitismo. El ecologismo, en primer
lugar, respeta y valora positivamente la diversidad étnica y cultural que
existe en la mayoría de sociedades contemporáneas, siempre que dicha diversidad
no sea utilizada como justificación de una vulneración de los derechos y
deberes humanos. Y, en segundo lugar, el ecologismo sostiene que los seres
humanos no sólo somos integrantes de una determinada cultura, más o menos
homogénea, sino que también pertenecemos a la comunidad humana. Es decir, el
ecologismo aboga por un cosmopolitismo que hace complementario, y no excluyente,
el sentimiento de pertenencia a una determinada comunidad particular y el
sentimiento de pertenencia a la comunidad humana. Como apuntaría Javier
Muguerza en este sentido, cada ser humano tiene alas y raíces, “las alas nos permiten sobrevolar los
particularismos e instalarnos en una dimensión universal, mientras que las
raíces nos permiten dar arraigo en el aquí y el ahora de una comunidad” [3].
A nivel teórico cabrían ser destacadas las obras Cosmopolitismo de Kwame Anthony Appiah y Las reivindicaciones de la cultura de Seyla Benhabib.
9. Pacifismo. El ecologismo defiende
la no violencia y el desarrollo de una cultura de paz y cooperación no sólo
entre los Estados, sino también dentro de las propias sociedades y entre los
individuos. En este sentido, se deberían destacar las obras Teoría e historia de la revolución no violenta
de Jesús Castañar y Razones jurídicas del
pacifismo de Luigi Ferrajoli.
10. Estrategia
multidimensional y multinivel. En primer lugar, la estrategia multidimensional
se refiere a que el ecologismo, para lograr sus objetivos, debe pensar y actuar
sobre las distintas dimensiones del poder, entendiendo por éstas cada una de
las dimensiones del poder que de manera autónoma disponen de la capacidad para
influir sustancialmente en la sociedad. En este sentido, cabría sostener la
existencia de, al menos, nueve dimensiones del poder: los tres poderes clásicos
(legislativo, ejecutivo y judicial), el poder económico-financiero (empresas
financieras y no financieras), el poder comunicativo (medios de comunicación),
el poder social (sindicatos, ONGs y movimientos sociales), el poder espiritual
(religiones), el poder intelectual (ideas) y, por último, el poder armado
(fuerzas armadas, fuerzas y cuerpos de seguridad, servicios de inteligencia,
corporaciones militares privadas, empresa de seguridad privadas, mafias, grupos
terroristas, guerrillas y grupos paramilitares) [4]. En segundo lugar, la
estrategia multinivel se refiere a que el ecologismo, para lograr sus
objetivos, debe pensar y actuar sobre las distintas dimensiones del poder en
todos los niveles territoriales, desde lo local hasta lo global, pasando por el
nivel comarcal, provincial, “autonómico”,
estatal y regional. Teniendo en cuenta así la realidad compleja e
interconectada del siglo XXI, se hace pues necesario, si se pretende lograr los
objetivos del ecologismo, actualizar el lema que René Dubos creó en 1981 y que
se convirtió en la estrategia principal para la mayoría de los ecologistas en
el mundo durante estos últimos 35 años: “pensar
globalmente, pero actuar localmente”.
A juicio del autor del
presente artículo, dicho lema/estrategia habría pues de actualizarse y
formularse, como propuesta, de la siguiente manera: “pensar y actuar en cada nivel territorial sobre cada una de las
dimensiones del poder”. Esta nueva estrategia sería así la fusión de dos
estrategias: en primer lugar, “pensar y
actuar en cada nivel territorial, desde lo local hasta lo global”; y, en
segundo lugar, “pensar y actuar sobre
cada una de las dimensiones del poder, desde la dimensión legislativa,
ejecutiva y judicial hasta la dimensión económico-financiera, comunicativa y
armada, pasando por la dimensión social, espiritual e intelectual”.
Estos diez principios
serían así comunes a las diversas corrientes del ecologismo. No obstante, cada
una de ellas desarrolla de manera particular dichos principios.
IV.
Corrientes principales del ecologismo
En el ecologismo, y a juicio del autor, se pueden distinguir
tres corrientes ideológicas principales: la ecología social o ecoanarquismo, el
ecosocialismo y la ecología política. Se procederá a continuación a señalar
únicamente los principales referentes de cada una de ellas, ya que, habiendo ya
expuesto los principios comunes en el apartado anterior y lejos de tener la
voluntad de realizar un análisis detallado sobre de sus diferencias, se
pretende meramente poner en contexto la propuesta terminológica que se
realizará en el apartado V.
En primer lugar, la ecología social o ecoanarquismo tendría como referentes teóricos principales a
Murray Bookchin (1921-2006), Janet Biehl y Carlos Taibo. Sus ideas se pueden
encontrar de manera resumida en la ponencia de Murray Bookchin Nosotros los verdes, nosotros los
anarquistas, y, de manera más extensa, en su libro La ecología de la libertad. También caben ser destacados dos
contenidos audiovisuales: la charla The
Forms of Freedom de Murray Bookchin (23 de marzo de 1985, San Francisco) y
la charla Decrecimiento: una alternativa al modelo de Desarrollo de Carlos
Taibo (29 de octubre de 2014, Bilbao).
En segundo lugar, el ecosocialismo tendría como referentes
teóricos principales a Michael Löwy y Jorge Riechmann. Sus ideas se pueden
encontrar de manera resumida en el Manifiesto
ecosocialista de Joel Kovel y Michael Löwy y en Para una categorización del ecosocialismo en diez rasgos de Jorge
Riechmann; y, de manera más extensa, en el libro El socialismo puede llegar sólo en bicicleta de Jorge Riechmann.
También caben ser destacados dos contenidos audiovisuales, que se corresponden
con dos charlas de Jorge Riechmann: Explorando
las sociedades pospetróleo bajo las amenazas del colapso: tentativa hacia
algunas conclusiones (4 de septiembre de 2015, Madrid) y ¿Cómo pensar las transiciones
poscapitalistas? (16 de julio de 2013, Madrid). Por otra parte, en España,
el ecosocialismo es la corriente defendida principalmente por colectivos como
FUHEM Ecosocial (revista Papeles) y por partidos como ICV; esto no quiere decir
que dichas organizaciones no sean diversas y que dentro de las mismas no
existan también integrantes que se sientan más cercanos a otra corriente.
Por último, la ecología política, tendría como
referentes teóricos principales a André Gorz (1923-2007) y Andrew Dobson. Sus
ideas se pueden encontrar de manera resumida en el artículo Ecología Política: génesis, teoría y praxis
de la ideología verde de Florent Marcellesi [5] y, de manera más extensa, en
el libro Pensamiento político verde
de Andrew Dobson. También caben ser destacados dos contenidos audiovisuales: la
charla de Carlos Merenson Ecología
política: la historia retoma su camino (17 de abril 2012, Buenos Aires) [6] y
la charla de Florent Marcellesi Europa
post-crecimiento (14 de noviembre de 2013, Bruselas). Por su parte, la
ecología política es la corriente defendida principalmente por colectivos como
la Fundación ENT (revista Ecología Política) y EcoPolítica (Club de Lectura “Petra Kelly” y Grupo de Lectura “Cornelius Castoriadis”) y por partidos
como EQUO (España), LIVRE (Portugal) [7] y HDP (Turquía) [8]: al igual que en el caso
anterior, esto no quiere decir que dichas organizaciones no sean diversas y que
dentro de las mismas no existan también integrantes que se sientan más cercanos
a otra corriente.
V. Ecologismo
libertario
Debido
a:
(a)
la influencia sustancial de algunos postulados anarquistas en el núcleo
esencial de la ecología política,
(b)
a la dificultad comunicativa y comprensiva que lleva presentando el término
ecología política durante décadas y
(c)
a la voluntad de mejora de la claridad expositiva de las diferentes corrientes
del ecologismo,
propongo que el término ecologismo
libertario sea utilizado como sinónimo de ecología política, al igual que, a nivel ideológico, el término ecoanarquismo se utilice como sinónimo
de ecología social. Para tal
consideración me baso en dos argumentos principales:
En primer lugar, parto de
las palabras que Rui Tavares, escritor, antiguo eurodiputado y co-fundador de
LIVRE, manifestó en una entrevista a los pocos días de celebrarse las últimas
elecciones legislativas de Portugal. En dicha entrevista, en relación con el
ideario de LIVRE, Rui Tavares señalaba: “Temos
o nosso espaço político, espaço de una esquerda libertária, cosmopolita e
ecológica”.
En segundo lugar, me baso
en la diferencia que propone Carlos Taibo entre los términos “anarquista” y “libertario” en el primer capítulo de su libro Repensar la anarquía: “parece
que el primero, anarquista, incorpora una carga ideológica y doctrinal mayor
que la que arrastra el segundo, libertario”. En este sentido, Taibo
continúa señalando: “Alguien es
anarquista -cabe suponer- porque ha
leído a Bakunin, a Kropotkin y a Malatesta, y se adhiere, en un grado u otro, a
las ideas expresadas por estos autores. La vena ideológica y doctrinal se
desvanece un tanto, en cambio, con el adjetivo libertario, que tiene una
dimensión identitaria menor y que, al respecto, permite referirse sin más a
personas que declaren creer en la democracia directa, en la asamblea y en la
autogestión sin ser necesariamente anarquistas”. De esta manera: “no todos los libertarios son al mismo tiempo anarquistas, pero son
manifiesta mayoría los anarquistas que, por lógica y por consecuencia, asumen
las reglas del juego de la práctica libertaria”.
Teniendo en cuenta lo
anterior, en el ecologismo habría así, por una parte, una corriente anarquista
representada por la ecología social o ecoanarquismo, donde el acento se pone en
el sustantivo “anarquismo” y cuyo
complemento es el prefijo “eco”. Y,
por otra, una corriente libertaria, la ecología política o ecologismo
libertario, donde la fuerza principal recae sobre el sustantivo “ecologismo” y el adjetivo es
representado por la palabra “libertario”.
En virtud de ello, se pueden observar tanto una serie de semejanzas como de
diferencias fundamentales entre los ecoanarquistas y los ecologistas
libertarios:
Por una parte, hay, al
menos, cuatro semejanzas principales:
a)
coincidencia en numerosos elementos de la crítica a la sociedad actual;
b)
propuesta de dejar atrás el capitalismo;
c)
en relación con la autogestión, ambos abogan por el desarrollo de una economía
ecológica, social y solidaria, así como por el fomento de la soberanía
energética y de la soberanía alimentaria;
d)
en relación con la acción directa, ambos defienden el impulso de iniciativas
como las monedas sociales, los bancos del tiempo, los huertos urbanos, la
resistencia pacífica activa, los boicots a empresas que vulneran derechos
humanos o no respetan el medio ambiente, etc.
Por su parte, el ecologismo
libertario y el ecoanarquismo se diferencian principalmente en, al menos, dos
asuntos: en primer lugar, el ecologismo libertario defiende la participación
política en las instituciones de todos los niveles territoriales (desde lo
local hasta lo global, incluyendo pues también al Estado), mientras que Carlos
Taibo renuncia a la participación electoral en todos los niveles territoriales
y Murray Bookchin únicamente apoya la misma en el nivel local. Y, en segundo
lugar, el ecologismo libertario defiende una democracia líquida y
participativa, complementaria, y no excluyente, a la democracia directa, para
todos los asuntos y niveles territoriales en los que ésta última no sea viable
en la práctica.
Por otro lado, y en base a
la estrategia multinivel y multidimensional del ecologismo, los ecologistas
libertarios, además de su apuesta por la participación política en todos los
niveles territoriales, apoyarían, y verían como complementaria, la creación de “una organización libertaria y global”
propuesta por Carlos Taibo y encaminada, principalmente, al ámbito social.
Por último, y debido a su
relevancia, se considera necesario incluir en este apartado, y no relegado a
una nota al final del artículo, la distinción entre el término “libertario” y el de “libertariano”. El término “libertario” fue utilizado por primera
vez por anarquistas franceses (libertaire)
a mediados del siglo XIX como sinónimo de anarquista y, desde entonces, su uso
se extendió con dicho significado. Por su parte, y si bien inicialmente el
término inglés libertarian era
también sinónimo de anarquista, a partir de mediados del siglo XX empieza a
utilizarse de manera general en Estados Unidos para hacer referencia a ultraliberales como Friedrich Hayek
(autor de Camino de servidumbre),
Robert Nozick (autor de Anarquía, Estado
y Utopía) o Milton Friedman (asesor económico de Augusto Pinochet, Ronald
Reagan y Margaret Thatcher, entre otros). De esta forma, mientras (a) en las
lenguas romances el término “libertario”
sigue siendo sinónimo, por lo general, de anarquista, (b) en inglés, el término
“libertarian” es sinónimo, de manera
general, de ultraliberal. Por este motivo, y para evitar en castellano, y
también en las lenguas romances, la apropiación del término “libertario” por parte de los ultraliberales,
se defiende la distinción entre (a) “libertario”
como sinónimo de anarquista (con los importantes matices señalados por Carlos
Taibo a los que ya se ha hecho referencia), y (b) “libertariano” (etimológicamente más cercano a “libertarian”) como
sinónimo de ultraliberal [9].
Conclusión
Se ha comenzado el artículo destacando la importancia de
distinguir entre ecologismo y medioambientalismo y explicando el porqué, en
base a dicha distinción, ni la socialdemocracia ni el liberalismo pueden incluirse
dentro del marco ideológico del ecologismo, por muchas medidas
medioambientalistas que adopten. En el segundo apartado se ha indicado que el
ecofascismo tampoco puede ser incorporado al marco ideológico del ecologismo ya
que este último tiene como valores esenciales tanto la democracia como la
redistribución justa de los recursos. A continuación, se han expuesto los
principales principios que forman la esencia del ecologismo. En el cuarto
apartado, se han presentado cuales son, a juicio del autor, las tres corrientes
principales del ecologismo. Tras ello, se ha argumentado a favor de utilizar el
término ecologismo libertario como sinónimo de ecología política, de la misma
manera en que el término ecoanarquismo es utilizado como sinónimo de ecología
social. Por último, se ha defendido la importancia de distinguir entre los
términos libertario y libertariano para lograr evitar una apropiación del
lenguaje por parte del ultraliberalismo. Con todo ello, se espera haber
cumplido el objetivo principal de este artículo: mejorar la comprensión y el
análisis ideológico del ecologismo.
Para finalizar, se ha de
destacar que el presente artículo ha puesto de manifiesto la amplia variedad
interna del marco ideológico del ecologismo; variedad que ha de ser puesta en
valor y que, por ello, debe animar permanentemente a buscar puntos de encuentro
con el objetivo de unir luchas y fuerzas entre las diferentes corrientes. Dada
la debilidad proporcional de fuerzas con las que cuenta actualmente el
ecologismo a nivel mundial, parece pues que sólo mediante esos encuentros entre
las diferentes corrientes habría, al menos, alguna posibilidad de lograr
cambiar el mundo. En nuestras manos está.
¡Piensa y actúa en
cada nivel territorial sobre cada una de las dimensiones del poder!
NOTAS:
[1] Luis Esteban Rubio es doctorando en Derecho
por la UC3M, coordinador de EcoPolítica e integrante del Club de Lectura “Petra Kelly”.
[2] En la nota Nº 2 del artículo mencionado de
Federico Ruiz se matiza la distinción entre ecofascismo y ecototalitarismo: “el término fascismo tomado como algo más
que una invectiva, incluye unos rasgos propios que no tienen por qué
presentarse –y seguramente algunos no lo harán– en este futuro imperfecto que
se columbra; así, un exacerbado nacionalismo xenófobo y etnicista,
anticomunismo, antiliberalismo, culto a la violencia, ideologización extrema,
etc. El moderno concepto de totalitarismo no incluye como esenciales esos
atributos y sí, entre otros, los de control exhaustivo físico y mental de las
poblaciones. (…) Sin embargo, no hay
que dejar de tener en cuenta que ecofascismo es hoy mucho más potente
comunicativamente que ecototalitarismo, y que puede ser conveniente supeditar
el rigor teórico a la eficacia en la contienda cultural”.
[3] MUGUERZA, Javier. “Ética pública, derechos humanos y cosmopolitismo”. En: GÓMEZ,
Carlos y MUGUERZA, Javier. La aventura de
la moralidad. Madrid: Alianza, 2007, p. 541. Muguerza realiza esta metáfora
tomando prestado el título de un libro del filósofo peruano Miguel Giusti: Alas y raíces. Ensayos sobre ética y
modernidad. Lima: Universidad Católica de Perú, 1999.
[4] Se podría caracterizar el poder armado como
aquél poder que tiene capacidad, legítima o no, para usar la fuerza y producir
conflictos, como mínimo, de baja intensidad. El poder armado se considera un
poder independiente ya que, por un lado, y a lo largo de la historia, los tres
primeros grupos mencionados (fuerzas armadas, fuerzas y cuerpos de seguridad y
servicios de inteligencia) han demostrado sobradamente su autonomía respecto al
poder legislativo y ejecutivo en caso de que así lo decidieran. Por otro lado,
los seis grupos restantes (corporaciones militares privadas, empresas de
seguridad privada, mafias, grupos terroristas, guerrillas y grupos
paramilitares), han demostrado también su autonomía y resistencia precisamente
respecto a los tres primeros grupos armados mencionados.
[5] El presente artículo no comparte la
estructura dada por Marcellesi para explicar el marco ideológico del
ecologismo. Marcellesi defiende la existencia de un marco que se denominaría
ecología política, dentro del cual considera que existirían corrientes como el
ecosocialismo, la ecología social pero también el ecofeminismo, el
ecopacifismo. Es decir, a diferencia del presente artículo, Marcellesi mezcla
en su artículo las corrientes del ecologismo con los principios del ecologismo,
y al marco lo denomina ecología política.
[6] Con Carlos Merenson el presente artículo no
estaría de acuerdo en su afirmación de que la ecología política es “total y absolutamente diferente a
cualquiera de las ideologías tradicionales de izquierdas y de derechas”.
Como se observa en el presente artículo, la ecología política, al contrario de
lo que señala Merenson, tiene muchos elementos en común con otras ideologías.
[7] Véase la “Declaración de Principios de LIVRE” (traducido por el autor del
presente artículo para EcoPolítica): https://ecopolitica.org/declaracion-de-principios-de-livre/
[8] Véase el “Llamamiento para una nueva vida” de su co-portavoz, Selahattin
Demirtaş (traducido por el autor del presente artículo para EcoPolítica):
[9] De esta manera, y respecto a este asunto,
el presente artículo se opone a lo establecido por Roberto Gargarella en su
obra Las teorías de la justicia después
de Rawls (Barcelona: Paidós, 1999, página 45, nota Nº 2) y, sin embargo,
apoya la traducción al respecto que se realiza en La pobreza en el mundo y los derechos humanos de Thomas Pogge
(Barcelona: Paidós, 2005, páginas 89-93).
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