por Jorge Majfud
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Red latina sin fronteras
08 junio, 2016
Antes de las 12:30 del mediodía me encuentro en el piso octavo
con un grupo de estudiantes japoneses que, con la excitación propia de la
juventud, preguntan por la oficina del profesor Noam Chomsky. Se acercan a la
puerta y leen el pequeño cartelito con su nombre. Se sacan fotos, muchas fotos
con rostros de alegría y sorpresa y luego del breve silencio de reconocimiento,
casi místico, se marchan.
A sus 88 años, Noam
Chomsky mantiene la misma lucidez que cualquiera puede advertir leyendo o
mirando un video de los años setenta. Cuando pasa de su tono informal y
humorístico a temas relevantes, se convierte en ese pensador grave y preciso
que todos conocemos de las conferencias y de otras entrevistas. Su voz
murmurante y el filo de su memoria son los mismos. No se trata sólo del
pensador vivo más citado del mundo y entre Marx, Shakespeare, Aristóteles,
Platón, la Biblia, Freud, Hegel y Cicerón, si consideramos a los muertos
también, sino que, como Isaac Newton, Galileo Galilei o Albert Einstein, Noam
Chosmky es uno de esos pocos individuos que la historia recordará por siglos.
En este encuentro, años
después de haberlo conocido personalmente en Princeton University y de haber
colaborado con él en la organización y traducción de un libro en español (Ilusionistas, 2012) me interesaba más
rastrear los orígenes de su pensamiento social. Así que comencé recordando uno
de los tantos correos que hemos ido cruzando a lo largo de casi una década. En
uno de ellos, yo le comentaba las peripecias de mi hijo en el proceso de adaptarse
a una sociedad que es la suya por nacimiento pero con la única particularidad
de hablar inglés con un leve acento español. En una oportunidad, Chomsky me
escribió:
“Cuando yo era niño, nosotros éramos la única familia de
judíos en un barrio rabiosamente antisemita. Aquellas calles no eran nada
divertidas para nosotros, pero mis padres nunca lo supieron. De alguna forma,
uno evitaba contarle a los padres lo que nos pasaba por esos días”.
Le recordé esta confesión
de años atrás para iniciar nuestro diálogo sobre el mundo de aquella época y de
sus implicaciones más universales. Lo que sigue es una síntesis de una
conversación que se extendió más de lo previsto.
NC: Yo crecí en los años treinta y cuarenta y sí, el
antisemitismo era galopante. No era como en la Alemania nazi, claro, pero sí
que era bastante serio. Era parte de la vida. Por ejemplo, cuando mi padre pudo
finalmente comprar un auto usado a finales de los años treinta, solía llevarnos
al campo algún fin de semana, y si teníamos que buscar algún motel para
quedarnos, primero teníamos que echar un vistazo adentro para ver si decía “admisión restringida”. Eso claramente
significaba “judíos no”. Por
entonces, no era necesario especificar “negros
no”, porque era algo obvio. Esto era, de hecho, una política nacional, de
la cual, como niño, yo no tenía ni idea. En 1924 se había pasado la mayor ley
de inmigración en este país, la cual tenía una cláusula de exclusión de
orientales. Hasta entonces, los inmigrantes europeos habían sido fácilmente admitidos,
y por eso mis padres entraron sin grandes dificultades a principios del siglo
XX. Pero en 1924 todo eso cambió. Aprobaron una ley que estaba dirigida contra
judíos e italianos.
J.M: ¿Todo eso tenía alguna conexión con el Temor Rojo?
NC: No, no estaba relacionado
con el Temor Rojo… Bueno, tal vez en el fondo sí. Fue justo después de la seria
represión que desencadenó Woodrow Wilson en la primera posguerra, una de las
más serias de la historia estadounidense. Miles de personas fueron deportadas y
prácticamente destruyó sindicatos y diversos medios de prensa independientes.
Así que enseguida después de todo eso se aprobó una ley anti-inmigrantes. Esa
ley estuvo vigente hasta los años sesenta, y esa fue la razón por la cual muy
poca gente, muy pocos judíos que huían del fascismo en Europa, especialmente de
Alemania, pudieron entrar a Estados Unidos. Hubo casos muy conocidos, como el
del Saint Louis, un barco cargado de un millar de refugiados europeos, la
mayoría de ellos judíos; la Administración Roosevelt les negó asilo y fueron
devueltos a Europa. Muchos de ellos terminaron muriendo en campos de
concentración.
JM: Esas políticas tuvieron muchas otras consecuencias a largo
plazo, ¿no?
NC: Por supuesto. El
movimiento sionista de la época, con su sede en Palestina, prácticamente se
hizo cargo de los campos de concentración. Ellos tenían la política de que todo
judío y judía de entre 17 y 35 años de edad no debía ser enviada a Occidente
sino que debía ser redirigida a Palestina. De hecho, el primer estudio sobre
este tema fue publicado en hebreo por un académico israelí llamado Joseph
Grodzinsky. La traducción al inglés de este trabajo se tituló Good Human
Material (Material humano de calidad), que es precisamente lo que ellos querían
que fuese enviado a Palestina para su colonización y para un eventual conflicto
que efectivamente ocurrió unos años después. Este trabajo no expresa otra cosa
que un complemento de las políticas de Estados Unidos para presionar a
Inglaterra a aceptar que los judíos se fuesen para allá, a Palestina, para que
no vinieran aquí. El británico Ernest Bevin fue muy duro y directo sobre este
tema cuando preguntó: “Si realmente
ustedes quieren salvar a los judíos, ¿por qué no los aceptan en su propia
tierra y por el contrario los envían a Palestina?”
Si echas una mirada a los informes del Departamento de Estado,
vas a encontrarte con que en 1937 el mismo Gobierno de EEUU describía a Hitler
como “un moderado”, alguien que
estaba conteniendo las fuerzas de la izquierda y de la derecha.
JM: De hecho, el mismo presidente Roosevelt, cuando por los años veinte era
miembro del directorio de Harvard University, según algunos artículos,
consideraba que había demasiados estudiantes judíos en la universidad.
NC: Sí. Y el presidente de
Harvard, James Conant, bloqueó la llegada de judíos a la universidad, sobre
todo impidiendo que los inmigrantes europeos entraran al departamento de
química, al mismo tiempo que mantenía buenas relaciones con los nazis. Cuando
los emisarios nazis vinieron a Estados Unidos, fueron muy bienvenidos a
Harvard.
JM: Muchos se escandalizan de la permisividad de Perón con
algunos nazis en Argentina, pero no se considera que era algo muy común y más
extendido por la época aquí en Estados Unidos; hoy en día nadie está dispuesto
a reconocerlo, o simplemente no lo saben…
NC: Claro. Aquí, en general,
la actitud hacia los nazis no era hostil. Si tú echas una mirada a los informes
del Departamento de Estado, vas a encontrarte con que en 1937 el mismo Gobierno
describía a Hitler como “un moderado”,
alguien que estaba conteniendo las fuerzas de la izquierda y de la derecha.
Para el Tratado de Múnich, a finales de 1938, Roosevelt envió su principal
consejero, Sumner Wells, el cual regresó a Estados Unidos con unas
declaraciones muy favorables diciendo que Hitler era sin duda alguien con el
cual podíamos confiar y tener relaciones. Eso fue a finales de 1938.
Básicamente, los nazis eran considerados gente con las cuales podíamos hacer
negocios. Los británicos también tenían sus negocios con los nazis. Ni qué
decir con Mussolini, que era muy admirado en su época.
JM: Aquí en Estados Unidos hubo figuras de relevancia nacional, hoy casi
iconos, como Henry Ford y alguno de los gerentes de General Motors que fueron
premiados con la Gran Cruz del Águila Alemana, la mayor distinción del gobierno
nazi.
N.C: Sí, Henry Ford apoyó
mucho a los nazis… Los hombres de negocios ayudaron mucho a los nazis, y muchos
continuaron haciendo lo mismo a lo largo de la guerra. Incluso fue algo mucho
más generalizado que eso. El antisemitismo que uno podía ver a nivel de calle,
ya fuera un niño como yo o en lugares como Harvard, no difería en mucho de la
política que tenía este país por entonces.
JM: También hubo racismo contra otros grupos marginados del
poder.
N. C: Bueno, hubo una fuerte
extradición de indios ya desde el comienzo. Todo bajo la excusa de que “debemos protegernos”, y eso nos viene
ya desde la fundación de este país.
JM: ¿Por qué ese patrón
histórico?
NC: Se debe a un extraño mito
anglosajón. Thomas Jefferson, por ejemplo, fundó la Universidad de Virginia y
en su Escuela de Leyes se estudiaba “Ley
anglosajona”, algo muy normal. Ese mito continuó hasta principios del siglo
XX, por lo cual cada nueva ola de inmigrantes fue igualmente maltratada hasta
que todos nos integramos a la nueva sociedad y nos convertimos todos en
anglosajones.
JM: Como fue el caso de los irlandeses hasta que fueron
asimilados en lugar de ser simplemente integrados, como correspondería a una
sociedad abierta.
NC: Los irlandeses fueron
tratados de una forma horrible, incluso aquí en Boston. A finales del siglo XIX
eran tratados casi tan mal como los negros. Uno podía encontrar letreros aquí,
en restaurantes, diciendo: “No se admiten
irlandeses ni perros”. Pero finalmente, los irlandeses se asimilaron a la
sociedad y se convirtieron en parte del sistema político, y así tuvimos a los
Kennedy, por ejemplo. Por esa época, el antisemitismo ya había casi
desaparecido en este país.
Recientemente, la
Administración Obama ha presionado al Gobierno de México para mantener toda esa
gente de Centroamérica lejos de la frontera mexicana. Algo bastante parecido a
lo que están haciendo los europeos con Turquía, para que los sirios que buscan
refugio no se acerquen demasiado.
J.M: Es decir que podemos ver cambios en algunos casos y, sin
embargo, siempre vemos algo que se repite constantemente. Por ejemplo, ahora
los judíos son los mexicanos y los musulmanes…
N. C: Claro, ahora son los
musulmanes, los mexicanos o los centroamericanos. Mira lo que está pasando con
los sirios. Hay una terrible crisis allá y Estados Unidos prácticamente no ha
recibido refugiados es esa zona. Un caso dramático y más cercano es el de los
centroamericanos. ¿Por qué la gente escapa de América Central? En definitiva,
se debe a las mismas atrocidades de Estados Unidos. Mira Boston, por ejemplo,
que es donde estamos ahora; aquí hay un considerable número de población maya.
Esa gente escapó de Guatemala, donde hubo un genocidio a principios de los años
ochenta y que fue apoyado por el presidente Ronald Reagan. Dejaron toda una
región devastada. La gente todavía intenta irse de allí, pero apenas son
capturadas, las envían de regreso. Hace un par de semanas, la Administración
Obama, la cual ha roto todos los récords de deportación, detuvo guatemaltecos
que estaban viviendo aquí… Creo que llevaban viviendo aquí veinticinco años,
con sus familias, trabajando en sus negocios… y los deportaron. Esa gente había
llegado huyendo del genocidio guatemalteco que nuestro Gobierno apoyó.
J.M: En el caso de Guatemala, la historia de intervenciones tiene
uno de sus orígenes en el golpe de estado contra Jacobo Arbenz en 1954. Ernesto
Che Guevara estaba en la ciudad cuando la CIA decidió destruir una de las pocas
democracias de la región.
N.C: Es cierto, básicamente
eso empezó en 1954, y luego hubo otras atrocidades terribles, especialmente a
finales de los sesenta. Pero lo peor ocurrió a principios de los ochenta, un
monstruoso genocidio del pueblo maya durante el gobierno de Ríos Montt. No
obstante, Estados Unidos deportó a los refugiados de aquella época.
Recientemente, la Administración Obama ha presionado al Gobierno de México para
mantener toda esa gente lejos de la frontera mexicana. Algo bastante parecido a
lo que están haciendo los europeos con Turquía, para que los sirios que buscan
refugio no se acerquen demasiado.
JM: De hecho, según las leyes internacionales, a los menores de
un país no se les debe impedir cruzar una frontera. Pero estas leyes han sido
violadas muchas veces…
NC: Lamentablemente, muchas
cosas se hacen violando las leyes internacionales. Mira lo que pasó cuando la
gente intentaba huir de Haití a principios de los noventa. Por entonces, hubo
una elección libre y el presidente Jean-Bertrand Aristide ganó. Unos pocos
meses después, fue derrocado por un golpe militar. Una corrupta junta militar
se hizo cargo del poder y Estados Unidos la apoyó, no de forma abierta, sino de
forma pasiva. Entonces los haitianos comenzaron a huir del terror de su propio
país y las autoridades aquí las mandaron de regreso, y en algunos casos, los
enviaron a Guantánamo. Claro que esto va contra las leyes internacionales, pero
el Gobierno de Estados Unidos quería creer que se trataba de refugiados
económicos.
JM: Volvamos a los años de su juventud y de su contacto con los
anarquistas españoles. Hablemos un poco de la importancia que tuvo de la Guerra
civil española en su pensamiento y en su activismo.
NC: Sí, tuvo muchísima
importancia… De hecho, escribí mi primer artículo sobe la Guerra Civil
Española…
JM: Por entonces usted tenía
once años.
NC: Así es. En realidad, no
fue sobre los anarquistas, sino sobre la caída de Barcelona y la expansión del
fascismo en Europa, algo que realmente daba miedo. Pero un par de años más
tarde comencé a interesarme en el movimiento anarquista. En Nueva York yo tenía
parientes…
JM: Tenía algunos tíos allá, ¿no? Entonces viajaba desde
Filadelfia a Nueva York de vez en cuando.
NC: Sí, tenía unos tíos allá
y solía quedarme con ellos a veces. Por aquella época, por el área de la Union
Square hacia la Cuarta avenida…
Fue de aquella prensa de
izquierda de los años 30 de la que aprendí acerca del apoyo de la
Administración del presidente Franklin Roosevelt al dictador Franco, todo lo
cual fue más tarde sabido por muchos.
JM: La Cuarta Avenida y
Broadway…
NC: Por esa área había muchos
inmigrantes españoles que habían huido de Franco. También pasaba tiempo con la
gente de Freie Arbeiter Stimme (La voz de los trabajadores libres), donde
también se juntaban los anarquistas británicos. Entonces yo pasaba muchísimo
tiempo en las librerías con los inmigrantes, hablaba con ellos y me llevaba
material de allí. Todo eso fue para mí como una escuela, sobre todo cuando
escribí sobre la Guerra Civil española y sobre otros temas muchos años después.
En mis artículos usé muchos de los documentos que descubrí allí, cuando era
todavía un niño, la mayoría de todo eso no había sido publicado todavía. Mucho
ha sido publicado hoy en día, pero no lo era por esa época. Por otra parte, fue
de aquella prensa de izquierda de la época que aprendí acerca del apoyo de la
Administración del presidente Franklin Roosevelt al dictador Franco, todo lo
cual fue más tarde sabido por muchos.
JM: Empresas estadunidenses como ALCOA, General Motors y Texaco
jugaron un papel importante en la derrota del Segunda República, un excepcional
experimento democrático después de siglos. Muchas grades compañías
internacionales colaboraron con los nazis y con Franco mismo.
NC: Pero querían hacer creer que no tenían nada que ver ni
estaban informadas. Por entonces hubo un informe en la prensa de izquierda,
allá por los años treinta, sobre Texaco, compañía que estaba dirigida por un
nazi llamado Torkild Rieber. Este empresario desvió barcos de petróleo de la Segunda
República, con la cual tenía contratos, a la Falange de Franco. Eso fue
informado por la prensa de izquierda aquí, pero el Departamento de Estado negó
saber cualquier cosa sobre el hecho, hasta que terminó admitiéndolo solo años
después y ahora podemos leerlo en los libros de historia, de forma que así se
suprime el hecho de que este país lo toleró. Por otro lado, la misma
administración condenaba estrepitosamente a algunas compañías mexicanas por
enviar unas pocas armas a la República española. Claro que no podían ver los
barcos petroleros enviados desde aquí, y si te fijas en lo que pasaba antes,
verás que el petróleo era, por entonces, uno de los recursos energéticos que
Franco no podía recibir ni de los alemanes ni de los italianos, lo cual es por demás
significativo.
JM: Suena muy familiar en
América Latina…
NC: Bastante. En los noventa,
durante la Administración Clinton y durante el régimen terrorista en Haití, la
CIA había informado al Congreso de Estados Unidos que se había dispuesto un
embargo de petróleo para el régimen haitiano, lo cual fue simplemente mentira.
Yo estaba ahí. Cualquiera podía ver desde allí las terminales petroleras que
estaban siendo construidas mientras los barcos ingresaban a puerto. Luego
resultó que el mismo presidente Clinton había autorizado a la compañía Texaco
(la misma compañía de la que hablábamos ahora) para enviar petróleo de manera
ilegal a la junta militar, en un momento que se suponía que se estaban
oponiendo a los militares y promoviendo la democracia. La misma compañía, la
misma historia.
Los comunistas fueron uno
de los principales responsables de la destrucción de los anarquistas españoles.
No solo en Cataluña, sino en otras partes: los ejércitos comunistas destruyeron
muchas organizaciones colectivas.
JM: ¿Crees que la experiencia histórica de los anarquistas
españoles, de no haber sido destruida por Franco, pudo haberse transformado,
por ejemplo, en una tercera opción al estalinismo y al capitalismo occidental?
¿Cómo pudieron evitar la derrota?
NC: A ver… Los comunistas
fueron uno de los principales responsables de la destrucción de los anarquistas
españoles. No solo en Cataluña, sino en otras partes: los ejércitos comunistas
destruyeron muchas organizaciones colectivas.
JM: ¿Cómo pudieron los anarquistas y la Republica evitar la
derrota?
NC: Es una pregunta interesante.
Hubo una propuesta de un profesor italiano, Camilo Bernari, un anarquista
italiano que se encontraba en España por esa época, la cual, creo, no es para
nada absurda. Él se oponía a una participación con el Gobierno, estaba en
contra de la formación de un ejército, un gran ejército para luchar contra
Franco. Él pensaba que se debía reestablecer el recurso de la guerrilla, la
cual tenía una importante tradición en España.
JM: Sobre todo al principio del siglo XIX, durante la ocupación
francesa…
NC: Cuando la ocupación de
Napoleón Bonaparte, sí. Según Bernari, lo mismo debió hacer para resistir la
invasión franquista; se debió recurrir a una guerra de guerrillas además de la
guerra política. Por esa época hubo una rebelión en Marruecos, liderada por Abd
el-Krim (alguien que influenció en las tácticas de Ho Chi Minh y Ernesto Che
Guevara). Bernari propuso que los anarquistas debían vincularse con los
rebeldes marroquíes para destronar al Gobierno, promover una reforma agraria,
atraer a la base del ejército moro de Marruecos y, de esa forma, tratar de
combatir al ejército franquista a través de una guerra política en el norte de
África y de la acción guerrillera en España. Esta opción pudo ser la única
efectiva para detener el fascismo.
JM: Hubo otros casos exitosos de resistencia a través de la
táctica guerrillera en el mundo.
NC: Hubo casos como, por
ejemplo, el de Estados Unidos. Los revolucionarios americanos tenían un
ejército, el de George Washington, pero Washington perdió todas las batallas.
No podían ganarle a un ejército superior como el británico. La guerra, la
Revolución americana se ganó básicamente gracias a las guerrillas. Tú sabes,
ese tipo de gente que ahora llamamos “terroristas”.
George Washington odiaba estas guerrillas. Él quería un ejército disciplinado
con sombreros rojos, tú sabes, peleando en la guerra como se supone que los caballeros deben pelear…
JM: Una de tus últimas teorías fue la del Ensamble sintáctico.
Una paradoja, si me permites, consiste en que esta particularidad humana ha
hecho posible que la gente comparta conocimiento, ficción y emociones, pero por
otro lado también ha hecho posible que la mentira, el engaño y la negación de
la propia realidad alcanzasen altos niveles de sofisticación y destrucción. ¿Es
ésta, la habilidad intelectual más importante de la especie humana, un peligro
a su propia supervivencia como especie?
Se podría decir, lamentablemente, y sin ningún lugar a dudas,
que los humanos hemos creado circunstancias que están amenazando nuestra propia
existencia bajo cualquier forma de organización posible.
NC: La inteligencia humana
tiene muchas facetas. Nuestras capacidades lingüísticas son, sin duda,
prominentes entre todas las demás. Se podría decir, lamentablemente, y sin
ningún lugar a dudas, que los humanos hemos creado circunstancias que están
amenazando nuestra propia existencia bajo cualquier forma de organización
posible, y ya están destruyendo a otras especies un ritmo nunca visto en los
últimos 65 millones de años, que fue cuando ocurrió la Gran Extinción. Las dos
mayores amenazas a una supervivencia decente son, actualmente, las armas
atómicas y la catástrofe ambiental, dos amenazas que continúan creciendo. Esta
es la razón por la cual el Bulletin of Atomic Scientists ha adelantado dos
minutos su famoso Reloj del Apocalipsis, lo que significa que estamos otra vez
más cerca de la medianoche.
JM: Aparte de lingüística, usted dio clases de humanidades en el
MIT. ¿Es la ideología de los negocios o de los-beneficios-primero la que ha
erosionando una educación más global y critica?
NC: La imposición del modelo
de los negocios sobre la educación es, sin duda, una amenaza. De la misma
forma, lo es el radical desfinanciamiento de todo lo demás, la privatización y
otras prácticas propias del asalto neoliberal sobre la población global, especialmente,
en la última generación.
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