A continuación presentamos un
testimonio del 10 de junio de 1971. Un estudiante de una vocacional del IPN que,
pasado el tiempo escribe su testimonio. Nos comparte el sentir y pensar que
entonces existía entre algunos activistas politécnicos. 48 años después de la
masacre del Jueves de Corpus, perpetrada por el gobierno de Luis Echeverría,
utilizando al grupo paramilitar de Los Halcones, testimonios como este pueden
servir para que estos crímenes no se olviden, para que la historia se escriba
por quienes la vivieron, para que nunca se olvide a quienes cayeron luchando
por un mundo donde la libertad y la justicia sean una realidad y no sólo
palabras huecas en los discursos de los políticos.
Ya habían transcurrido cerca de 3 años desde la masacre del
2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, cuando ocurre esta otra. Estos crímenes de
Estado fueron para muchos activistas de la época una demostración de que en
México se habían cerrado las vías pacíficas y civiles de lucha. Que no quedaba
otro camino que el de la lucha revolucionaria. Que el sistema dominante en
México ya no puede reformarse, que es necesario destruirlo de raíz y construir
otro diferente. Donde no haya lugar para la explotación del hombre por el
hombre. Un sistema de libertad, justicia y democracia. Dos caminos se anduvieron
con esta finalidad: el alzamiento armado y la integración con el pueblo en las
fábricas, el campo y los barrios.
Desde 1965 comenzaron a surgir organizaciones guerrilleras
en el campo. Después de 1968 también en las ciudades. El Estado desató una
guerra de exterminio. Muchos fueron asesinados, desaparecidos, torturados,
encarcelados. En marzo 1973 los sobrevivientes de estos grupos y otros se
unieron para formar una organización clandestina decidida a derrocar a la
burguesía y crear una nueva sociedad: la Liga Comunista 23 de septiembre.
La Voz del
Anáhuac.
‘Ganar la calle’ ¿a cualquier precio?
En mayo de 1971 estalló en huelga la Universidad Autónoma de
Nuevo León contra una Ley Orgánica impuesta por el gobierno, que a través de
patronatos la ponía en manos de los grupos empresariales y corporativos
sociales y políticos de la oligarquía regiomontana, una de las más
reaccionarias del país. Luchaban por una reforma universitaria democrática,
oponiéndose a la privatización.
Se había programado por
parte del Comité Coordinador de Comités de Lucha una marcha de solidaridad con
este movimiento. Sin embargo, la realización de la manifestación se aplazó
porque se pretendía que la encabezaran los ex presos políticos del 68 que
regresaban del exilio. Para cuando esto ocurrió, ya se había derogado la Ley
Orgánica de la UANL que había originado el conflicto. Con esto, el motivo
principal de la marcha se diluía para la nueva fecha programada por el CoCo: el
10 de junio.
Entre otros, los Comités
de Lucha de Física y Matemáticas, Voca 3, ESIME y Biológicas se opusieron a
esta marcha. Nos enteramos de ello por un comunicado que emitieron. No estaban
de acuerdo, con que el movimiento siguiera girando en torno a los (ahora ex)
presos políticos, que incluso la fecha para movilizarnos estuviera condicionada
al momento en que regresaran a México, para “encabezarnos”.
Se oponían a que los siguiéramos viendo como “vacas sagradas”. Por otra parte, porque ante el hecho de que el
conflicto en la UANL estaba aparentemente ‘resuelto’,
el riesgo de que la manifestación fuera reprimida era mayor. Estos comités de
lucha consideraban que más allá de “ganar
la calle” o no, lo fundamental en esos momentos para el movimiento
estudiantil, era ‘organizar a los estudiantes
en torno a sus demandas concretas, de manera independiente del control
estatal-priísta, para estar en condiciones de apoyar de manera real y efectiva
las luchas populares’.
Este planteamiento se
había hecho público meses antes en el folleto llamado Unifiquémonos, adoptado como
línea política del movimiento estudiantil por los Comités de Lucha de ESIME,
ESIA, Física y Matemáticas, Ciencias Biológicas, Vocacional 3 y activistas de
Economía, Enfermería y Vocacionales 6 y 8. ‘Apoyar
de manera real y efectiva las luchas populares’ significaba que como
movimiento de bases, el estudiantil se fortalecería organizándose ‘en torno a sus demandas concretas’,
para que el apoyo fuera de la base estudiantil y no sólo de un pequeño grupo de
activistas. Por otra parte, que el movimiento estudiantil produciría cuadros
que se integrarían a las luchas del pueblo, garantizando que en las escuelas
quedaran cuadros que dieran continuidad a la lucha estudiantil. Es decir, se
veía al movimiento estudiantil como semillero de cuadros para las luchas del
pueblo. Todo esto con ‘plena
independencia del control estatal-priísta’.
Sin embargo, la mayoría de
los Comités de Lucha insistieron en realizar la manifestación. Aunque el
conflicto de la UANL se había ‘resuelto’,
era necesario ganar la calle, decían.
Argumentaron que además había el compromiso de realizarla para expresar también
solidaridad con algunas luchas obreras que se estaban dando (el Movimiento
Sindical Ferrocarrilero encabezado por Demetrio Vallejo, la lucha de la
Tendencia Democrática de los electricistas del STERM, Ayotla Textil, Celorio,
Chicles Adams y otras).
Desde la masacre del 2 de
octubre no había sido posible intentar una manifestación. Cada intento era
impedido por fuertes operativos policíaco-militares que tendían un cerco
disuasorio en torno a los principales campus estudiantiles (CU, Casco de Santo
Tomás, Zacatenco).
10 DE JUNIO: JUEVES DE
CORPUS
El 10 de junio nos reunimos estudiantes de las Vocacionales 3
y 6 en la puerta de la escuela, utilizando un megáfono, pedíamos a todos
juntarse para ir a Ciencias Biológicas, donde se formarían los contingentes
para iniciar la manifestación. Lo mismo hicimos al pasar frente a la Wilfrido
Massieu, Economía, la ESCA y de ahí hasta Biológicas.
-“La mayoría de estudiantes de la nueva generación en las
vocacionales
–observó Angelina- no vivimos el 68,
estábamos en la secundaria…
-“Entonces esta nueva oleada de movilización –acotó el Muerto-, les causa inquietud, curiosidad y
sobresalto…
-“Eso fue lo que movió a la mayoría, en octubre pasado, cuando
íbamos a pasar la película ‘2 de Octubre, Aquí México’ –señalé-, y el verse involucrados en el centro de una
protesta, les hizo sentir que, de alguna manera, reivindicaban el espíritu del
68…
-“O sus fantasmas… -agregó sardónico Peñafiel-…
-“Esos ‘fantasmas’ a todos nos acosan –replicó Ángeles-, nos haya tocado o no vivir directamente el
movimiento, hayamos estado en las manifestaciones o sólo como espectadores, a
todos nos impactó. Yo era muy chica entonces, pero acompañaba a mi hermana, que
ya estaba en la Vocacional…
-“Chica sigues estando –bromeó Zúñiga, pues Ángeles era muy chaparrita-,
pero no, disculpa, ya en serio, eso que
dices de los ‘fantasmas’ es muy real. No podemos ya estar en paz. No sin hacer
algo que haga realidad eso de ‘no un minuto de silencio…’
-“¡…Sino toda una vida de lucha!, –completó Castro-, pero hay que saber cómo, dónde, con quiénes…
-“Sí, insisto –agregué-, los
estudiantes no vamos a hacer la revolución. Para acabar con lo que hace
posibles crímenes como el del 2 de octubre, es necesario acabar con el sistema
de explotación. Esa es tarea de los obreros y campesinos, de los que producen
la riqueza con su trabajo y que pueden tambalear a la burguesía cuando paran la
producción… O pueden hacerla caer si se deciden a la rebelión…
-“Entonces hay que integrarse al pueblo, integrarse a las
masas, ‘porque el pueblo y sólo el pueblo es la fuerza motriz que hace la
historia’…
-recitó Peñafiel en un tono un tanto burlón.
-“Pinche Enrique –le reclamó Angelina-, aunque lo digas en tono de burla, esa es la verdad…
-“Mejor ya vámonos, -les dije-, ahí
se está juntando ya la raza de la Voca…
Ocupamos nuestro lugar en
el orden de los contingentes, la manifestación comenzó a avanzar por Carpio,
hacia avenida de los Maestros. Pero empezó a sentirse un ambiente de tensión.
Llegaban rumores de que en la Alameda de Santa María la Ribera se estaban
concentrando grupos de Halcones, que en Instituto Técnico estaban estacionados
los tanques antimotines, que en Sor Juana habían visto a un grupo de Halcones
con pancartas con la efigie del Che Guevara. Había que estar alertas…
En Av. de los Maestros y
Sor Juana, calles antes de llegar a San Cosme, un contingente de granaderos
cerró el paso. Como se había anunciado, encabezando la manifestación venían
algunos ex presos políticos, entre ellos Manuel Marcué Pardiñas. Cruzó palabras
con los mandos policíacos. Aquellos diciendo que “no hay permiso para realizar la manifestación, hay órdenes de no
dejarla pasar, así que dispérsense”, y de este lado que: “es nuestro derecho constitucional, no
pueden coartarlo…”, y dicho esto, a
cantar el Himno Nacional.
El mando policíaco recibe
indicaciones por la radio y ordena replegarse a los granaderos. Allanado el
camino, la manifestación continuó.
Cuando la vanguardia de la
manifestación llegaba a San Cosme comenzaron los disparos, la corredera, unos
retroceden, otros utilizan los palos en que se sujetaban las mantas para
defenderse. Había comenzado el primer ataque de los Halcones. Nosotros estábamos
a dos calles de distancia. Volteamos y nos damos cuenta que en la bocacalle
anterior irrumpe otro grupo de Halcones, armados con varas de bambú, golpeando
estudiantes, partiendo la columna. Quedamos en medio. La barda de la Normal, a
nuestra derecha es muy alta, quienes tratan de escalarla para refugiarse son
alcanzados. El único refugio posible es a nuestra izquierda, en las casas o
comercios. Encontramos un zaguán abierto, entran todos los que pueden,
permanezco junto al portón para ayudar a cerrarlo luego de que entrara el mayor
número posible de compañeros.
Cuando estamos tratando de
cerrar el portón, ya tenemos ahí, frente a nosotros, a los Halcones para impedirlo. No logramos cerrar, nos replegamos.
Intentamos entrar en la casa. Ya habían cerrado la puerta. Nos enconchamos en
el quicio de la puerta, otros corrieron hacia el fondo del patio. Ahí comienzan
a golpearnos con garrotes y bastones de kendo. Con las manos me cubro la
cabeza, los golpes me caen sobre las manos, la espalda, las piernas.
Escucho que un Halcón
grita: “¡Jálense a esa pinche vieja!”.
Se refiere a una compañera de Medicina que está junto a mí. La sujeto por la
cintura, tratando de impedir que se la lleven. Al quedar descubierta mi cabeza
recibo un golpe que me hace perder el sentido. Cuando reacciono, la compañera
está semidesnuda, llorando, le desgarraron la ropa, ¿pretendían violarla en
pleno zafarrancho, o era una forma de
demostrar misoginia, poder e impunidad? Fueron llamados para reforzar el ataque
en otro lado. Alguno de los que habían logrado refugiarse en la casa cubre a la
compañera con una manta. Otros logran atrancar el portón. Nos ayudan a entrar
en otra habitación al fondo del patio de la casa. Me percato de que el golpe me
provocó una herida en la cabeza, la tengo empapada en sangre, siento mucho
dolor, todo me da vueltas. Me tiendo en el suelo. Un compañero pone su morral a
modo de almohada. Toño, muy moreno, con rasgos negroides, integrante de un
grupo de poesía coral. A este compañero, tiempo después, vuelvo a encontrarlo,
en la Prepa Popular Tacuba. Conservó, sin lavar, ese morral que se empapó con
mi sangre. Era como un fetiche para él.
–“¡Ya ni la chingas – le dije-, ya
lávalo!”
-“¡No!, ¿cómo crees? –respondió-. ¡Es sangre derramada en la lucha,
tiene un gran valor para mí…!”
Afuera seguían
escuchándose disparos, gritos, maldiciones, lamentos. Los granaderos lanzaban
gases lacrimógenos a las azoteas, desde donde otros compañeros resistían
lanzando ladrillos, botellas, lo que encontraban. Algunos de los que estaban en
el mismo refugio, querían salir, pensando que el gas nos asfixiaría. Pese a mi
condición, les pedí calma:
-“El gas se disipará, lo están lanzando a las azoteas,
nosotros estamos en la planta baja. Mojen trapos con vinagre, con Coca-Cola o
con orines, para que humedezcan párpados y nariz, eso mitiga el efecto del gas…, (aprendí esto en los
enfrentamientos con la policía, durante la defensa de la Voca 7 y del Casco).
Mera precaución, el gas no baja, es apenas perceptible en nuestro refugio.
Esperamos a que pasara lo
más duro. El dueño de la casa logró pasar el cerco policíaco-paramilitar. Temía
que después vinieran a catear las casas, para detener a los que nos refugiamos.
Tenía un auto. Ayudaría a sacarnos de
ahí. Primero las mujeres y los heridos.
Soy de esos y me sacan en
uno de los primeros intentos. Para que no se note mucho la sangre, coagulada
ya, me cubrieron la cabeza con un sombrero. Viajé en medio de dos compañeras en
el asiento posterior. Adelante iban el dueño del carro y dos compañeras más.
Uno más pidió salir en la cajuela, hubo espacio para dos. Logramos pasar sin
problemas el cerco. Seguían escuchándose disparos en la México-Tacuba. Me
acercaron a Tlatelolco. Fui al departamento de mi familia.
Mi padre andaba en un
viaje de trabajo. Estaba en Argentina. Había llevado con él a Elisa, mi hermana
mayor, como regalo por haber concluido la carrera. Ella regresaría a México esa
noche, él continuaría su gira de trabajo en España, donde está la casa matriz
de la editorial en que trabaja.
En cuanto llegó, mi
hermana me hizo las primeras curaciones. Me cortó el cabello en el área de la
herida. Fueron necesarios varios puntos para suturarla. Estaba tan nerviosa
cuando me suturó que se le rompieron algunas agujas. Después, cuando pude ir quitando
la costra, ahí había fragmentos de las agujas rotas. Pude permanecer en la casa
paterna unos días. En cuanto pude caminar regresé a la escuela.
¿Cuántos muertos, cuántos
heridos, cuántos desaparecidos? Como en 68 nunca se conocerían datos precisos.
Algunos cadáveres fueron desaparecidos. Algunos de los que cayeron en la calle
fueron levantados por ambulancias, otros por la policía. Durante el ataque, los
Halcones irrumpieron en el hospital
Rubén Leñero, varios testigos afirman que dispararon contra algunos heridos,
rematándolos y que se robaron los cadáveres. De estos y de los que levantó la
policía ya nada se supo. Todo indica que, como en 68, fueron incinerados. Dos
compañeros conocidos, cercanos, entre los asesinados: José Reséndiz del Comité de
Lucha de Voca 3 y Francisco Treviño Tavares, de la Prepa Popular Tacuba. En su
honor, esta Prepa adoptó su nombre.
Durante la agresión, otro
blanco de los Halcones fueron los
fotorreporteros. Aunque la mayor parte de los medios de comunicación eran
serviles al gobierno, los reporteros gráficos fueron agredidos
indiscriminadamente. El objetivo era despojarlos de sus cámaras para que no
quedaran testimonios gráficos de la matanza ni imágenes que permitieran
identificar al grupo paramilitar.
Al siguiente día Echeverría,
cínico, encaró la indignación de los periodistas; hipócritamente les dijo: “si ustedes están indignados yo lo estoy
más”, y prometió una “investigación
exhaustiva” y el “castigo a los
responsables, caiga quien caiga”.
La primera versión oficial
fue que se trató de un “enfrentamiento
entre grupos estudiantiles antagónicos” y, por supuesto, se negó la
existencia del grupo paramilitar.
Pero ante las evidencias
que se hicieron públicas, Echeverría hizo renunciar al regente del DDF (Alfonso
Martínez Domínguez) y al jefe de la policía (Rogelio Flores Curiel). Cortar
algunas cabezas es una vieja práctica del poder para desviar la atención y para
mediatizar, para hacer creer que se hace justicia, cuando los verdaderos
responsables, los que dieron las órdenes,
quedan impunes. Al cabo, los chivos expiatorios luego tendrán su ‘premio de
consolación’ por haber apechugado su lealtad al régimen.
La investigación nunca se
realizó. Los Halcones, de por sí en
la nómina del DDF, fueron incorporados como parte del personal de seguridad del
Metro, otros pasaron a ser parte de la Brigada
Blanca.
Quedaba claro que la “apertura democrática” anunciada por
Echeverría no era más que una farsa, una mascarada para cooptar a los sectores
más oportunistas de la intelectualidad y de la oposición política, para
debilitar el movimiento y aislar a los grupos más radicalizados.
Este Testimonio, con algunos cambios de redacción, forma parte del libro "De la protesta callejera a la lucha por otro mundo posible", publicado por su autor en el marco de los 50 años del Movimiento Popular Estudiantil de 1968. En noviembre de 2018 se publicó "¡UNÁMONOS AL PUEBLO! una lección del 68 mexicano", que aborda la etapa posterior a 1971, en la que un buen número de activistas dejaron el activismo en las escuelas y se incorporaron a proyectos insurgentes o se fueron a trabajar en el campo, las fábricas, los barrios proletarios. Hoy seguimos en la lucha contra el sistema de despojo, destrucción y muerte, contra el capitalismo criminal...
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