Publicado el 19 de enero
de 2013
¿Quién es Álvaro
Sebastián Ramírez?
Álvaro Sebastián Ramírez, originario de la comunidad de Llano
Maguey, municipio de San Agustín Loxicha, distrito de Pochutla, estado de
Oaxaca, de 52 años de edad, indígena zapoteco, preso político y de conciencia,
actualmente recluido en la Penitenciaría Central de Ixcotel, Oaxaca,
sentenciado a 29 años de prisión por los delitos de homicidio calificado, intento
de homicidio, terrorismo y conspiración.
Trabajó en el
magisterio de 1977 a 1986.
Durante el trienio de 1984–1986 prestó sus servicios en el
Honorable Ayuntamiento Constitucional de San Agustín Loxicha, como regidor de
educación, en este periodo, como cabildo y pueblo en general padecieron
conflictos muy fuertes con los caciques y pistoleros de la región que estaban
en contra del progreso del pueblo.
Testimonio de
detención
Fui secuestrado entre 10:00 y 10:30 de la mañana del día lunes
15 de diciembre de 1997, por el grupo especial de la Policía Judicial del
Estado, al mando del comandante José Trinidad Rodríguez Ballesteros, director
de la Policía Judicial, en subordinación del Lic. Pedro Roberto Martínez Ortiz,
Procurador General de Justicia del Estado en aquel entonces.
Mi secuestro tuvo lugar
cuando me encontraba en el interior de mi automóvil estacionado en la avenida
Morelos esquina con la calle Macedonio Alcalá, en el centro de la ciudad de
Oaxaca, frente al Monte de Piedad, en espera de mi esposa y de mi hijita que se
habían ido a desempeñar un aparato electrónico. En ese lapso de tiempo se me
acercaron dos personas apuntándome con armas, uno de ellos intentó abrir la
puerta del lado derecho y el otro se colocó enfrente del automóvil apuntándome
con un arma; me obligaron a salir del automóvil, me indicaron bajar con las
manos en alto, uno de ellos me registró y el otro seguía apuntándome con el
arma diciendo que eran de la Judicial, me pidieron mi identificación y
preguntaron ¿dónde está el arma?, les respondí que no traía ningún arma,
revisaron el coche y no encontraron nada, me dijeron: “cierra bien las puertas, llévate la tarjeta de circulación, las llaves
y otras cosas de valor, porque nos vas a acompañar”, me llevaron caminando
hacia la calle Macedonio Alcalá, a una cuadra, me di cuenta que era un gran
operativo policiaco, porque suspendieron la circulación de las dos avenidas y
por todos lados había policías en camionetas, en automóviles y caminando.
Al salir en la avenida
Murguía, estaba un automóvil de color blanco de modelo reciente con la puerta
abierta, me obligaron a entregar todo lo que traía en las bolsas de mi
pantalón, dinero y la tarjeta de circulación, me subieron con exceso de
violencia en los asientos traseros del automóvil, me obligaron a agachar la
cabeza, avanzaron una cuadra y doblaron a la derecha sobre la calle 5 de Mayo,
a media cuadra se estacionaron en doble fila, ahí se encontraba una persona que
no conozco y que confirmó mi identidad, después de esto me obligaron a
acostarme en los asientos con más violencia, me cubrieron la cabeza y parte del
cuerpo con una chamarra de color verde olivo, me llevaron rumbo a la
Procuraduría General de Justicia del Estado, en dirección al aeropuerto,
después de unos veinte minutos aproximadamente llegamos a una casa, en ese
lugar fui torturado física y psicológicamente durante 11 días, del 15 al 26 de
diciembre de 1997.
La tortura
La tortura física empezó desde el momento en que me metieron a
esa casa, me vendaron los ojos con cinta canela, me amarraron las manos y los
pies por detrás de la espalda con cordeles gruesos, al segundo día me quitaron
las vendas en los ojos y me la cambiaron por bolsas de tela gruesa en la
cabeza, cada bolsa bien amarrada en el cuello, los nudos hacia la nuca, la tela
me apretaba en la cara y me impedía respirar, sentía asfixiarme, padecí un
calor insoportable, me mantuvieron en total inmovilidad.
Durante los días de mi
secuestro estuve sometido a tratos crueles, indignantes, humillantes, mucha
saña hacia mí. Me tuvieron sin probar alimentos; cada tercer día me daban una
torta con pan seco y un vaso de agua sucia, me daban de comer en la boca a
prisa sin desatarme las manos, me obligaban a tomar tabletas disueltas en medio
vaso de agua, después de tomarla sentía alucinación y desesperación.
En la nariz me aplicaron
agua y agua mineral con chile, toques eléctricos en las partes más vulnerables
del cuerpo, principalmente en los testículos, bolsa de plástico en la cabeza, telefonazos en los oídos, torceduras de
brazo hacia la espalda por la nuca, culatazos, patadas y puñetazos en los
pulmones, en el estómago, en la cara, en los músculos de los brazos y piernas;
me tenían parado día y noche como si fuera un poste sin poder recargarme en la
pared ni flexionar las piernas, no me permitían sentarme en el piso o dejarme
caer para acostarme un rato, los golpes no paraban.
No sé si se dormían o se
iban mis torturadores pero en esos ratos me dejaban en paz, entonces yo me
dejaba caer en el piso para dormitar un poco, en cuanto se daban cuenta me
paraban a golpes y me torcían los brazos hacia la espalda por la nuca, para lastimarme
más, eso me causaba un dolor intenso e insoportable.
La dosis (el
tehuacanazo)
El agua en la nariz y el agua mineral con chile, me las
aplicaron de la siguiente manera: me acostaban en el piso, en un lugar
inclinado, me metían una bola de trapo mojado en la boca para no poder gritar,
y cuatro torturadores me tenían sujetado, uno en cada brazo y en cada pierna
clavándome sus rodillas con mucha fuerza, otro más me aplicaba “la dosis” como le llaman ellos, me
tenían sujetado como si fuera un animal para sacrificarlo. Las torturas con
agua en la nariz, el agua mineral con chile y los toques eléctricos, me hacían
perder el sentido. Cada día eran torturadores diferentes, y esto lo hacían
todas las noches.
Tortura
Psicológica
Me mantuvieron con una grabadora encendida y a todo volumen
junto a mí todos los días, nunca pude ubicar por donde me tenían secuestrado,
pero cuando hacían el cambio de casete escuchaba el ruido de los aviones.
En muchas ocasiones me
dijeron que ya tenían a toda mi familia en el cuarto de al lado y que los
estaban torturando igual pero que ellos sí estaban diciendo la verdad y que
como yo no respondía a sus interrogatorios entonces me tenían que inyectar para
hacerme hablar.
Me amenazaban con violar a
mi esposa y a mis dos hijas, me decían que a mi hijita de tres años ya no le
daban de comer y que la tenían separada de su mamá, y a mi muchacho lo iban a
torturar más que a mí.
Los días posteriores mis
torturadores se presentaban y se carcajeaban diciéndome que ya habían violado a
mi esposa y a mis hijas, que las iban a seguir violando y torturando igual; el
día martes 23 de diciembre me decían que iban a empezar a matar uno por uno de
mi familia, que al último iban a matar a mi niñita de tres años y que a mí me
iban a cortar una parte de mis testículos para que me fuera muriendo
lentamente, o que me iban a tirar a la carretera cuando pasara un tráiler para
que me aplastara como a un perro, que a ellos les valía porque eran gente del
gobierno.
Para hacerme creer que
tenían a toda mi familia enfrente de mí presentaron a una señora, dos
muchachas, un joven y una niñita, acercándolos a donde yo estaba, con el fin de
hacerme sentir la presencia de mi familia, pedí que me dieran la oportunidad de
platicar con ellos, pero nunca se me permitió, nunca los pude ver porque todo
el tiempo estuve con la cabeza cubierta con bolsas de tela.
Motivo de las
torturas
El motivo de las torturas fue para que yo aceptara de ser
integrante del Ejército Popular Revolucionario (EPR), que aceptara tener el
grado de mayor dentro del grupo armado, me golpeaban para que yo dijera a
partir de cuándo me integré en la clandestinidad, que les dijera cuáles han
sido mis actividades dentro del grupo armado, que les dijera quiénes de mis
paisanos y profesores oaxaqueños pertenecen al EPR.
Yo respondí que desconocía
totalmente de lo que me estaban preguntando, en ese entonces yo me dedicaba al comercio.
Mis secuestradores me
dijeron que si yo aceptaba el grado de mayor en el Ejército Popular
Revolucionario (EPR), entonces respetarían mis derechos de acuerdo a los
convenios de Ginebra de 1949, porque yo era un prisionero de guerra, así me
darían de comer, agua para tomar, me dejarían descansar y me darían buenos
tratos.
De este modo fui obligado
a firmar y a poner huellas digitales a más de un centenar de hojas en blanco,
membretadas y no membretadas, tres o cuatro firmas y huellas digitales en cada
lado de la hoja.
La
presentación
El día 25 de diciembre en la mañana llegó un masajista, empezó
a frotarme todo el cuerpo, principalmente donde tenía moretones e
inflamaciones; por la tarde de ese mismo día, entre dos torturadores me
pusieron a hacer ejercicios de brazos y piernas durante varias horas, en
seguida me bañaron, después del baño me dijeron que a la 1:00 de la mañana me
iban a sacar en una camioneta para matarme y desaparecerme; yo pregunté por mi
familia y me dijeron que la tarde anterior ya los habían puesto en libertad.
Llegó la hora que me
habían dicho, me sacaron entre dos, alzándome, me subieron a un coche y se
arrancaron, después de unos 20 a 25 minutos, me dijo uno de ellos, el que iba a
mi lado izquierdo, “Tú, hijo de la
chingada, te vamos a poner en manos de las autoridades para que te juzguen de
todo lo que hiciste; ahora, para nada digas a donde estuviste y que es lo que
te hicimos, tú le dices que ayer te detuvimos, y si dices algo de lo que te
pasó, nosotros mismos te vamos a sacar de la cárcel y te desaparecemos, porque
somos gente de gobierno, nosotros no le tenemos miedo a nadie, los derechos
humanos nos valen madre ¿entendiste?”. Enseguida llegamos a un lugar donde
ya estaba otro automóvil esperando, me desataron los pies, las manos y me
quitaron las bolsas en la cabeza, me dijeron que no debía levantar la vista,
así me pasaron al otro coche y se retiraron del lugar, después de media hora
llegamos en la Procuraduría General de Justicia del Estado, me bajaron del
coche y me llevaron con un médico, en la planta alta, el médico me preguntó
cómo estaba yo de salud, le respondí que estaba muy golpeado, él empezó a
escribir a máquina y me dijo que eso era todo, después me subieron en una
patrulla de la policía preventiva que me traslado al Reclusorio Regional de
Etla, Oaxaca.
Cuando ingresé en el Penal
eran las 3:00 de la mañana del día 26 de diciembre de 1997.
¿Y los
derechos fundamentales?
El Estado al ordenar mi secuestro y tortura física y
psicológica han violado flagrantemente las garantías individuales plasmadas en
la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, mismas que establecen
los derechos fundamentales que toda persona posee por ser mexicano y marcan los
límites del poder y autoridad del estado ante los ciudadanos; en unos de sus
párrafos menciona la prohibición de la tortura.
El Código Penal posee
derechos de los que goza una persona al momento de su detención, los agentes
deben identificarse plenamente y la persona tiene derecho a permanecer callada
y cualquier cosa que diga puede ser usada en su contra, se le debe explicar de
qué se le acusa y quién lo acusa, debe ser puesto a disposición de un juez lo
más pronto posible, no debe ser maltratado ni física ni moralmente, no debe ser
incomunicado.
Mi caso no ha sido el
único en que el Estado hizo todo lo contrario, bajo secuestro y tortura
obligaron a más de un centenar de indígenas zapotecos de la Región Loxicha a
auto inculparse de los delitos que jamás cometieron, se les obligó a firmar y
poner huellas digitales en hojas blancas para fabricar delitos.
Álvaro Sebastián Ramírez
Preso Político y de
Conciencia de la Región Loxicha
La Voz de los Zapotecos
Xiches en Prisión
Octubre 2010, Oaxaca.
Actualización del caso
del preso político loxicha Álvaro Sebastián Ramírez
Más información:
NOTICIAS ANTI CARCELARIAS
La Voz de los Xiches
Álvaro Sebastián Ramírez, originario de la comunidad de Llano
Maguey, municipio de San Agustín Loxicha, distrito de Pochutla, estado de
Oaxaca, de 52 años de edad, indígena zapoteco preso político y de conciencia,
actualmente recluido en la Penitenciaría Central de Ixcotel, Oaxaca,
sentenciado a 29 años de prisión por los delitos de homicidio calificado, intento
de homicidio, terrorismo y conspiración.
Detenido el 15 de
diciembre de 1997, este año cumplirá 19 años en prisión. Torturado física y psicológicamente,
durante 11 días después de su detención y obligado a firmar y poner sus huellas
digitales en hojas en blanco para aceptar su pertenencia al Ejército Popular
Revolucionario (EPR).
Su hija Erika Sebastián e
integrantes del colectivo La Voz de los Xiches, denuncian que se le ha
restringido la visita de amigxs, ahora solo lo pueden ver sus familiares
directos. Además de las restricciones con los alimentos que le pueden ingresar.
¡Abajo los
muros de las prisiones!
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