“Lucha de clases” en hora de clase: Bases metodológicas para las escuelas de cuadros en comunicación
Por: Fernando Buen Abad
Domínguez
Miércoles, 02/07/2014
Una clave de la “epistemología”
revolucionaria radica en intervenir críticamente sobre la acumulación, la
ordenación, la jerarquización y la producción social del conocimiento y
convertirlos -de raíz- en herramienta para la lucha emancipadora. Hay que
conocer, también, las “torres de marfil”
del conocimiento burgués y desde ellas identificar todas sus falencias de
método y de alcances en la contradicción reinante entre el “saber” mercantilizado y el saber para resolver los problemas
sociales. Aprovechar los mejores avances y torcerles el rumbo para que se
subordinen al buen vivir socialista. Las escuelas de cuadros y los cuadros
deben probar sinceramente que tienen voluntad de aprender. Sobre todo conocer
los clásicos del marxismo, sus tesis y sus métodos: “…sin teoría revolucionaria no
hay práctica revolucionaria”. V. I. Lenin.
No hay saberes asexuados
ni los hay neutros, ni in vitro.
Enseñar, aprender y saber no son acontecimientos “inocentes”. Todo conocimiento contiene intereses históricos, de
tipo muy diverso, y contiene tradiciones teórico-metodológicas de las cuales es
tributario y emblemático. “Sólo el que
matiza sabe”, dicen algunos jesuitas, y eso implica, en el “saber”, el reconocimiento de sus partes
y de su todo en acción histórica y en cumplimento de objetivos. Especialmente
implica romper los oscurantismos y las jergas de secta ideadas, entre otras
cosas, para distanciar de los pueblos el “saber”.
Dígase lo que se diga el problema epistemológico profundo consiste en quebrar y
superar el cuerpo ideológico burgués que convirtió el conocimiento en mercancía.
El capitalismo, que es
(también) una fábrica de púlpitos, no despreció a las escuelas, ni a la vida
académica en general, como una de sus armas de guerra ideológica contra los
pueblos y contra la clase trabajadora. Se constituyó en dador de saberes y en licenciatario
plenipotenciario para formar a sus “cuadros”
y admitir entre sus filas a todo aquel capaz de aprender “bien” lo necesario y ser capaz de sentirse agradecido por los títulos y los oropeles académicos del sistema. Súbditos educados para progresar
en reino de las mercancías y el amor a la propiedad privada (del “amo”). Hay que ver lo que las
universidades burguesas dicen de sí mismas.[1]
Por eso las escuelas de
cuadros, revolucionarias, no pueden ser -sólo- ámbitos de partidos políticos,
además deben ser herramientas dinámicas multi-presentes y creativas dispuestas
a trabajar en barrios, fábricas, talleres... y en todas las áreas del
conocimiento para resolver la crisis de dirección revolucionaria que agobia a
la humanidad en garras del capitalismo. Incluso dentro de las instituciones
educativas. Eso implica, principalmente, la formación metodológica que permita
actuar, crítica y revolucionariamente, en todas las áreas del saber e
identificar las disputas teóricas que se mueven (no pocas veces embozadas) en
el corazón mismo del todo conocimiento para rescatarlo hacia el campo social al
cual debe servir como premisa ética suprema. Y no confundir las tácticas con
los principios. Nada más y nada menos.
Haría mucho bien dedicar
espacio suficiente a la formación histórica con la metodología que permita entender el desarrollo humano desde y por
sus luchas emancipadoras, sus ascensos y tropiezos, sus agendas de ayer y
la relación ellas con el presente y el futuro. Otorgar tiempo y espacio a desnudar todas las trampas ideológicas que
el capitalismo ha inventado para confundirnos, acomplejarnos y
arrodillarnos ante sus ídolos y sus idolatrías. Dedicar tiempo a la cultura y a
las artes por el encuentro entre el saber y el placer que son herramientas muy
poderosas para enriquecer el espíritu y la moral de lucha. Y dedicarnos a
trabajar en los problemas de organización y en los problemas de movilización
para cambiar al mundo. En lo concreto y sin fetichismos. Asumir el desafío de
convertirnos en democracia verdadera, en dirección y en gobierno y entender
cómo debemos atender problemas energéticos, educativos, culturales, de
vivienda, de salud y laborales… y del estado del ánimo, entre otros
muchos.
Hay que dar importancia
máxima a las “escuelas de cuadros”,
asignarles recursos económicos suficientes y equipos humanos con formación y
militancia probadas. Asignarles espacio y prestigio. La “escuela de cuadros” es mucho más que un motor de propagandistas y
agitadores es, principalmente, usina científica y creativa trabajando como
organizador social revolucionario de organizaciones políticas y sociales. La
escuela de cuadros no es un “club de
discusión” para la diletancia sino una organización que discute y combate preparándose
y preparando a sus cuadros tanto en la teoría como en la práctica, en el arte
de la guerra (de todas las batallas) y para ayudar al triunfo del proletariado
en la lucha de clases. Formador del ejército proletario en las ciencias, en las
artes, en la defensa militar y en la revolución artística que entre otras cosas
ayudará a nuestra victoria en la revolución socialista mundial. Estudiar, en
clave de lucha, con el objetivo supremo de derrotar al capitalismo. Colocar las
piedras angulares de la ciencia que los socialistas deben impulsar, en todas
las direcciones, si es que no quieren quedar rezagados de la vida... de la
buena vida.
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