x Rosa Rojas
Desinformémonos
La Haine
05/02/2016
México
La finalidad de la tortura es destruir al ser humano concreto
y al ser político para aterrar a la población; los sistemas que promueven el
uso de la tortura “lo hacen con lúcida
conciencia” como demostración de poder, indicó Carlos Fazio, catedrático de
la UNAM, durante la Jornada internacional La
tortura en México, práctica sin freno, organizada por el Museo
Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de esa casa de estudios.
Por su parte, la
antropóloga Elena Azaola informó que se realizaron entrevistas a jóvenes
recluidos en centros de detención de Coahuila, Morelos, Hidalgo y Sinaloa, lo
que reveló que 76 por ciento de ellos fueron víctimas de tortura.
El impacto que queda
después de una experiencia así es demoledor, de ahí en adelante ¿en qué
autoridad pueden confiar? cuestionó la investigadora, quien leyó algunos de los
testimonios del severo maltrato sufrido por los jóvenes de parte de las autoridades
que los detuvieron.
En su conferencia,
titulada La práctica sistemática y
generalizada de la tortura en México, herramienta
para la dominación de clase, Fazio mencionó dos casos, la violación de 23
de mujeres detenidas entre el 3 y 4 de mayo de 2006 en San Salvador Atenco,
Estado de México, cuando era gobernador el ahora presidente de la república,
Enrique Peña Nieto, y el caso del joven Julio César Mondragón, normalista de Ayotzinapa,
ejecutado extrajudicialmente el 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero.
En el caso de Atenco,
queda claro que la violencia erótica es la concreción del poder, además de que
los policías que cometieron los abusos sexuales y violaciones “cumplían órdenes superiores, es decir había
una cadena de mando”.
La tortura en Atenco fue
también una demostración de poder y un reflejo de la relación entre los
detentadores del poder y los opositores, apuntó.
El también articulista de La Jornada mencionó que en el caso de Julio César Mondragón, a diferencia de sus compañeros, que fueron desaparecidos, su cadáver
con el rostro desollado no fue ocultado. “La
tortura se planificó para ser vista, sus verdugos quisieron enviar un mensaje,
por eso tomaron fotos del cadáver y las difundieron por Twitter a sólo cuatro
horas de su muerte. El mensaje de terror escrito en el cuerpo de Julio César es
la concreción más extrema del uso del poder. Fue como un ritual simbólico que
pretendía recordarnos el poder disciplinador del Estado” subrayó.
Fazio mencionó por otra
parte que hay intelectuales orgánicos y unos 25 o 30 periodistas de Televisa,
TV Azteca, Milenio, que tienen voz en la televisión, radio y en los periódicos,
que son utilizados por el gobierno para, por ejemplo, el golpeteo contra los
integrantes del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) para
buscar desacreditarlos cuando su investigación llega al papel que desempeñaron
los militares en Ayotzinapa.
Hablando de la violencia
del Estado, añadió, lo que viene en 2017 y 2018 es una nueva fase de despojo
del campesinado pobre, “lo que necesita
del miedo, de la parálisis social”, por lo que es necesario multiplicar
foros como éste para que haya conocimiento de este estado de cosas. La música,
el cine, la poesía tendrían que servir para concientizar a la gente y pasar a
la fase de la organización para enfrentar esto, aseveró Fazio.
A su vez Jacinto
Rodríguez, de Harvard University, quien disertó sobre El arte de invisibilizar la violencia- Tortura, la función de los
medios de comunicación en los años de la Guerra Sucia en México, cuestionó
cómo fue posible que la tortura se hiciera costumbre en México, tal cual ha
sucedido.
El investigador citó como
ejemplo de la construcción del “diseño
del enemigo” a través de los medios de comunicación desde 1968, “que es el primer ensayo de lo que vendría
después en la guerra sucia”, la columna Granero
Político que se publicaba en el diario La
Prensa, donde se hablaba de los “terroristas”
para referirse a los opositores.
La paradoja es que
entonces México recibía a políticos latinoamericanos que eran perseguidos en
sus países de origen por gobiernos dictatoriales, para muchos de los cuales no
hubo guerra sucia en México, apuntó.
Habló también del papel de
los intelectuales, “hay varios niveles en
los que se termina invisibilizando la violencia del Estado mexicano”, sobre
todo en el caso de Luis Echeverría Álvarez, además de la legitimidad mediática
que le dan al gobierno los medios de información, que silencian la violencia o
caracterizan como terrorismo las
acciones de los opositores; hay también una “corresponsabilidad
de las universidades” en ese silencio, añadió.
Apuntó que en el sistema
político mexicano, no sólo el presidente sino “los que regresaron después de 12 años” y que “no sabemos si se vayan en el 2018”, se dan cuenta de que la
historia “es incómoda y es peligrosa”
y han vuelto a cerrar los archivos sobre la guerra sucia que abrió Vicente Fox,
buscando otra vez invisibilizar la historia.
Afirmó que la gente no
tiene en la conciencia lo ocurrido en la guerra sucia por lo que los
intelectuales y los medios tienen una gran responsabilidad para difundir lo
ocurrido, aunque ahora el internet es un elemento que rompe la correlación, hay
que seguir hablando. El sueño, dijo es que aparezca en la conciencia social en
México que el Estado no ha pedido perdón, aunque sea simbólico, por lo que
ocurrió en esa etapa de nuestra historia.
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