Zapateando
26 de febrero de 2016
Que un Estado gobernado por criminales detenga a un activista
y lo acuse de narcomenudeo es como si Franco hubiera acusado a un detenido de
fascismo.
Detrás del montaje y la
fabricación de delitos contra el Yorch, a quien estudiantes que lo conocen
defienden como a una persona que vende comida en el comedor vegetariano del
Auditorio Che Guevara (*) de la
FFyL, está la hipocresía de un gobierno que protege a los verdaderos criminales,
muchos de ellos incrustados en órganos del poder a todo nivel, pero persigue a
luchadores sociales; también la hipocresía de una sociedad que juzga a las
personas por su apariencia, con criterios clasistas, contra los jóvenes, los
disidentes, los diferentes, mientras tolera a delincuentes de cuello blanco,
corbata y banda tricolor al pecho. Además de la hipocresía de una izquierda
electorera que se ha arrogado el derecho de criminalizar a los que usan capucha
o se manifiestan de maneras diferentes a como ellos unilateralmente decidieron
que son las correctas. Es lo que han
sembrado las histéricas cazadoras de
encapuchados como Poniatowska y Aristegui. Y a ello, como cereza del pastel, se adhiere la
hipocresía de las autoridades universitarias que no han defendido a los jóvenes
universitarios de las agresiones pero ahora que el Estado agrede de nuevo a los
Okupache pone una denuncia por “actos de
vandalismo”, es decir, le da carta abierta a la policía política para que
siga la represión.
Es la puesta en marcha de
la venganza de gobiernos de derechas e izquierdas
(¿no era el PRD hasta hace poco incriticable,
so pena de hacerle el juego a la derecha?)
contra los grupos que no han claudicado y han resistido en medio de una guerra
sucia contra toda resistencia.
Tragarse el cuento de una
detención legal sería convalidar los métodos de desaparición forzada que se
usan lo mismo en el Guerrero de los gobiernos perredistas que en la supuesta
burbuja de seguridad y paz socia gobernada por la “izquierda”. Hace falta ser o hacerse tonto para tomarse las
versiones oficiales de las detenciones y las supuestas averiguaciones previas
de la policía mexicana como la verdad de cada caso. Normalmente en México esas
investigaciones son mero trámite para la fabricación de delitos, los motivos
políticos suelen ser los móviles claros en estos casos.
Si la comunidad
universitaria abre las puertas a la policía, al rato no tendrán que quejarse de
la ocupación de un auditorio por activistas, sino de la invasión de un campus
por la policía.
(*) En el original dice: “en las afueras de la FFyL”, lo cual es
inexacto. Yorch trabajaba, entre otros proyectos, en el Comedor Vegetariano de
Okupa Che.
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