SOLO POR SER INDIO
Blog de Pedro Cayuqueo,
periodista y escritor
Miércoles 25 de diciembre
de 2013
A 2 años de
la muerte de una de las más grandes dirigentas mapuche del siglo XX
Ayer fue encontrada sin vida, flotando en las aguas del lago
artificial de la represa Ralco, la emblemática líder pehuenche Nicolasa Quintreman
Calpan (74). La causa de su muerte es materia de investigación, aunque según el
fiscal a cargo todo apuntaría a un fatal accidente. Es un momento de dolor para
el pueblo mapuche.
Nicolasa, junto a su
hermana Berta, lideraron la resistencia de las comunidades frente a los planes
de Endesa España por represar el rio Biobio. No exagero si señalo que será
recordada como una de las más grandes dirigentas mapuche del siglo XX. Su
determinación, solo mellada por la soledad de su bregar y un muro que comenzó a
levantarse sin autorización ni aviso previo, fue un bálsamo de dignidad en
tiempos de borrachera neoliberal. Muchos quienes la acompañamos en la
cordillera la recordamos con cariño, admiración y profundo respeto. Su ruca, a
orillas del Biobío, fue una verdadera escuela política y cultural para toda una
generación de jóvenes que por sus huellas transitó. Su dignidad, una bofetada
frente a quienes, desde el gobierno y el empresariado, pensaban que todo tenía
un bendito precio; la gente, el río, la tierra, la lluvia, los espíritus… todo, incluida la memoria.
Mapu Zomoche Newen, “Fuerza
de la Mujer de la Tierra”, fue el nombre elegido por la ñana Nicolasa,
su hermana Berta, la imparable Aurelia, la ñana Pancha y entre ellas el lonko
Antolin Curriao, para resistir ante Endesa y, sobre todo, ante la prepotencia
acostumbrada de los de arriba para con los de abajo. Un puñado de mujeres, sin “educación” winka, pero profundamente
sabias en la lengua de la tierra y en aquello que los mapuche llamamos “kelluwun”, apoyo mutuo. Una década
costó al gobierno y a Endesa que aceptaran negociar. La prensa, era de esperar,
resaltó en titulares el millonario acuerdo, sin entender jamás que fueron los
hechos consumados -y no la calculadora- quienes tuvieron montaña arriba la
última palabra. Si, finalmente negociaron. Lo hizo la ñana Aurelia, la ñana
Berta y finalmente Nicolasa. Pero ninguna de las tres aceptó ser relocalizada
tierras arriba o tierras abajo. Se quedaron allí, a orillas del lago, porfiando
hasta el último. La primera en fallecer fue la ñaña Pancha, a quien alguna vez
acompañamos hasta el nacimiento del Biobio, en la laguna Galletue,
maravillándonos con sus historias. Le siguió el lonko Antolin, que hasta el
final luchó por rescatar los cuerpos de sus familiares del cementerio inundado
por las aguas del embalse. Abuelos, abuelas, primos, tíos, hermanos, todos
ellos a 60 metros de profundidad. Hoy cabalga donde sus mayores Nicolasa.
“Presumiblemente falleció el lunes”, adelantó el fiscal, pero
lo cierto es que ella comenzó a morir hace al menos una década. Una parte suya
murió cuando Eduardo Frei, el mandatario trenzado con el poder económico,
autorizó en sus tierras el emplazamiento de la central. Otra cuando Ricardo
Lagos, el mandatario amado por los banqueros, inauguró a escasos kilómetros de
su ruca el gigantesco muro de la represa, brindis con champaña incluido. Lagos,
a diferencia de Frei a quien la ñana Nicolasa llamaba “el cobarde”, tuvo la patudez de visitarla en su propia casa. Fue
una medida desesperada del primer mandatario, un último recurso para
convencerla de largarse de sus tierras y allanar así el camino de sus amigotes
de Endesa. En su ruca -me confidenció en una de mis visitas- Lagos le habló del
progreso, del desarrollo y del arribo de la modernidad. Nicolasa poco y nada se
interesó en aquello. Entonces Lagos, entre mate y mate, le habló del nuevo
trato, de la deuda histórica, de proyectos y más proyectos para ella y su
familia. Y Nicolasa, inmutable. Fue entonces cuando Lagos, el “estadista”, le insinuó aquello de las
razones de Estado. Y del “interés
superior de la nación”. Y de cómo, en una democracia, Carabineros está para
hacer cumplir la ley, por doloroso que ello resulte. Fue Berta, me contó
sonriendo, quien señaló a un sorprendido Ricardo Lagos donde quedaba la puerta.
“Endesa llegó con mucha
mentira y engaño. Van a cambiar calidad de vida, van a tener todo bueno, le
decían a la gente. De todo le vamos a dar, tierras, animales, así iban
diciendo. Y así la gente comenzó a firmar, de a poco. Cuando llegaron a mi casa
yo les dije: ‘Yo seré pobre, seré como seré, pero no me moveré de donde me
dejaron mis mayores. Yo seguiré donde me crie, donde me nacieron, ustedes se
van, vayan a engañar a la gente a otra parte’…”. Las palabras de Nicolasa
fueron registradas en 2005 por el director catalán Manel Mayol, en pleno
llenado del embalse. “El presidente de
Chile estaba vendido con Endesa desde antemano. Eduardo Frei Ruiz-Tagle, ese
hizo todo, tomó todos esos compromisos”, denuncia la ñaña en el premiado
documental “Apaga y Vámonos”. Al año
siguiente de su estreno y por encargo de Manel, la visité en Ralco Lepoy para
hacerle entrega de una copia. “Pena y
rabia, pena y rabia”, me respondió cuando le pregunté por sus sentimientos
al ver el lago y, sobre todo, el muro de la represa. Recorrimos juntos la
ribera del embalse en aquella visita. Me pidió acompañarla a buscar una oveja
perdida. “Cayó en las aguas”, me dijo
al toparnos con la noche, ya resignada. De regreso me contó del “animalito”. Cómo era, qué tal se
portaba, las gracias que hacía en el corral. De todo ello hablaba la ñaña
Nicolasa, con simpleza y cariño. Su verdadero nombre era Awiñman, “vuelo del cóndor” en castellano. Vuela
entonces, querida ñaña. Y que tus alas nos indiquen desde las alturas el
camino.
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