Ted Lewis
Director del Programa de
Derechos Humanos de Global Exchange
(San Francisco,
California)
Publicado por Rompeviento
TV
Fecha: enero 25, 2016
El pasado 8 de enero, el presidente mexicano Enrique Peña
Nieto celebró una victoria, horas después de que las autoridades mexicanas
recapturaran al principal operador de la industria de las drogas, “El Chapo” Guzmán.
Haciendo eco del discurso
de George Bush al jactarse de la victoria en la guerra de Irak, el presidente
de México twitteó: “Misión cumplida” (“Mission Accomplished”) https://www.youtube.com/watch?v=XzrJwzYBUkU
¿Misión
cumplida? No exactamente
La verdad es que mientras sigamos militarizando nuestra respuesta
colectiva al problema de salud pública del abuso de las drogas, vamos a
reproducir las condiciones que hacen inevitable la violencia, la corrupción y
el surgimiento de nuevos “chicos malos”.
La violencia continuará
siendo una plaga en México y América Central hasta que los Estados Unidos y sus
vecinos abandonen la desacreditada estrategia de guerra contra las drogas
iniciada por Richard Nixon hace 45 años y que continúa impulsando la política
internacional en la actualidad.
Neutralizar a los malos –sin
importar cuán grandes o malos sean- no pondrá fin a la horrenda violencia
criminal y del Estado, que ha abrumado a México y América Central en las
últimas décadas.
La captura de “El Chapo”, por supuesto, pone fin a un
episodio embarazoso para el presidente mexicano Peña Nieto. Pero múltiples
escándalos, incluyendo el manejo deshonesto e inepto de su administración del
caso de los 43 estudiantes de la escuela Normal Rural de Ayotzinapa
desaparecidos, ya habían llevado su popularidad a niveles históricamente bajos,
incluso antes del espectáculo de la fuga de “El
Chapo” de la prisión de mayor seguridad en México en julio de 2015.
Sí, Peña Nieto buscará
mantener viva la historia de la captura de “El
Chapo” el mayor tiempo posible. “El Chapo
Show” incluye estrellas de cine, rumores sobre las ambiciones
hollywoodescas de “El Chapo”, y
serias especulaciones sobre quién puede quedar expuesto si “El Chapo habla” después de su posible extradición a los Estados
Unidos.
Todas estas distracciones
ayudan a Peña Nieto a evitar hacer frente a la profunda crisis de legitimidad que
él y su gobierno enfrentan.
En Estados Unidos, los
guerreros antidrogas -en la DEA, el Pentágono y en otros lugares- también
quieren mantener el foco sobre El Chapo
y su grupo, porque tal show eclipsa a las víctimas de la guerra contra las
drogas, ahoga a sus críticos y disfraza el cada vez más evidente fracaso de
casi cinco décadas de guerra y dogma prohibicionista.
La buena noticia es que
los detractores de la guerra contra las drogas se niegan a permanecer en
silencio y, en lugar de ello, están organizando un movimiento internacional
para poner fin a la locura.
Un consenso se está
construyendo en América Latina en torno a que en la “guerra contra las drogas”, es imposible de ganar; que no es
posible para las sociedades salir de sus “problemas
de drogas”.
Protestas masivas contra
la guerra contra las drogas sacudieron a México en 2011 cuando las víctimas de
la violencia de la guerra tomaron el liderazgo, movilizando a una ciudadanía
aturdida por decenas de miles de asesinatos.
Los ex presidentes de
Brasil, México, Colombia y otros lugares comenzaron a hablar hace pocos años
abiertamente, rompiendo el tabú en la discusión de una reforma a la política de
drogas.
Uruguay legalizó
recientemente la marihuana a través de la dirección ejecutiva, la acción legislativa
y el referéndum popular.
La regulación del cultivo
de drogas ha sido parte de las negociaciones en La Habana, Cuba, entre el
gobierno colombiano y sus enemigos rebeldes históricos (FARC), que elaboraron
acuerdos de paz históricos programados para implementarse este mes de marzo.
A finales del año pasado,
la Suprema Corte
de Justicia de México dictaminó que el cultivo de marihuana para consumo
personal está protegido constitucionalmente.
El ímpetu para reformar la
política de drogas también está creciendo al norte del Río Grande.
En los Estados Unidos un
movimiento está creciendo para reformar nuestro semi-privatizado aparato de
justicia penal, que hoy castiga, encarcela y devasta las vidas de un número
enorme y sin precedentes de estadounidenses –desproporcionadamente
afroamericanos y latinos- por delitos de drogas, grandes y pequeños.
Veintitrés estados de la
Unión Americana y el Distrito de Columbia han legalizado el cannabis medicinal.
Tres estados han ido más allá al regular legalmente la marihuana para uso
recreativo. Otros estados, incluyendo California -el estado más grande del
país- someterán a referéndum, en noviembre del 2016, una legislación similar.
La política de drogas y la
reforma a la justicia penal se han convertido en temas candentes de debate en
el proceso de las elecciones primarias presidenciales de 2016. El senador Bernie
Sanders ha sido el más claro.
Durante un programa
nocturno de televisión, Sanders citó el “gran
número de vidas que han sido destruidas a causa de esta guerra contra las
drogas” y el hecho de que Estados Unidos tiene “más gente en la cárcel hoy que cualquier otro país del mundo”,
como razones por las que “tenemos que
poner fin a la guerra contra las drogas”.
En Canadá, el Primer
Ministro recién elegido Justin Trudeau ha prometido legalizar la mariguana en
todo el país. Si Trudeau puede cumplir su promesa, Canadá se convertirá en el
segundo país en la tierra en dar este paso (Uruguay fue el primero).
Naciones
Unidas entra al debate
El 19 de abril 2016, Naciones Unidas convoca a una Sesión
Especial de la Asamblea General (UNGASS, por sus siglas en inglés) para dar una
mirada fresca al “problema mundial de las
drogas”.
La reunión mundial,
solicitada por Colombia, Guatemala y México, no puede producir ningún avance
inmediato. La mayoría de los gobiernos del mundo siguen siendo guiados por el
miedo y aún no están preparados para abandonar las absurdas consignas de “el mundo libre de drogas” de la década
de 1980.
Sin embargo, una red
mundial de investigadores y defensores de la reforma se está organizando
activamente para utilizar este “momento
UNGASS” para introducir nueva investigación y mejores prácticas de sentido
común, para promover un giro “evolutivo”
que pueda transformar la política mundial de drogas en los próximos años.
Pero poner genuinamente
freno a la guerra contra las drogas y la industria de las prisiones que
alimenta, requiere más que argumentos convincentes y estrategias viables. Será
resultado de la presión de una ciudadanía informada, organizada y creativa que
puede hacer visible el daño causado por la guerra contra las drogas, mientras
exige un cambio real.
“Caravana por la Paz, la Vida y la Justicia”
Hacer visible el daño causado por la guerra contra las drogas,
fomentar el debate y exigir un cambio está en el corazón de la “Caravana por la Paz, la Vida y la Justicia”,
que iniciará en Honduras el 28 de marzo, en América Central, región
profundamente afectada por la guerra contra las drogas. Desde Honduras, la
caravana viajará a El Salvador, Guatemala, México y Texas, hasta la ciudad de
Nueva York y la Sesión Especial de la ONU.
Los que encabezan la
caravana serán los líderes de las familias y comunidades afectadas por la
guerra contra las drogas; expertos en política de drogas, organizadores
comunitarios, líderes religiosos, académicos, periodistas, profesionales de la
salud, defensores de los derechos de los inmigrantes, estudiantes, músicos,
funcionarios electos, artistas, fotógrafos, defensores de los derechos civiles,
exprofesionales de la ley y ciudadanos informados de todo el mundo -todos
trabajando juntos para hacer que el costo inaceptable de la guerra contra las
drogas sea visible-.
Ampliar la democracia;
poner fin a la guerra contra las drogas
Resolver el problema de la guerra contra las drogas -como
muchos de los grandes asuntos que enfrenta la humanidad- debe ser acerca del
uso de la mejor investigación y ciencia posible para diseñar políticas a futuro
que luego sean votadas y adoptadas por las sociedades democráticas.
La guerra contra las
drogas ya está ampliamente desacreditada, después de medio siglo de no
evolucionar y de la evidencia científica y de salud pública que demuestra que
es ineficaz e incluso contraproducente.
El sentido común dicta que
ya deberíamos estar empujando a más países a implementar políticas de buena fe
como hizo Portugal -la despenalización de todas las drogas y la inversión en el
cuidado de la gente con uso problemático de las drogas- con resultados
sorprendentemente positivos.
Pero el pensamiento de la
guerra contra las drogas ha echado raíces en nuestras fuerzas armadas, policías
e instituciones penales, donde se elude la crítica científica y el escrutinio
democrático. El viejo paradigma de la prohibición, la criminalización, la
militarización, el asesinato y el encarcelamiento masivo no se desvanecerán por
sí mismos, y eventos como la captura de “El
Chapo” le dan, inmerecidamente, nueva vida.
Un verdadero fin a la
guerra contra las drogas requiere valor, creatividad, y voluntad política. Es
por eso que iniciativas democráticas como la “Caravana por la Paz, la Vida y la Justicia” para promover el
diálogo, explorar soluciones y unir a las personas a través de fronteras
internacionales para ayudarnos unos a otros a crear un cambio democrático, son
tan importantes.
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