Publicado en: 31
diciembre, 2015
De la
comodidad burguesa a la lucha proletaria
Muchas historias se cuentan acerca de la revolución mexicana.
Todos hemos escuchado de los hombres y mujeres que se enfrentaron con valentía
al opresor: Villa, Zapata y Flores Magón. Sin embargo, pocos conocen qué
rostros del pueblo estaban detrás (o delante) de estos personajes tan ilustres
que aún el día de hoy llenan las carátulas de noviembre en las primarias del
país.
En esta ocasión hablaremos
de una mujer olvidada, oriunda de una región de nuestro país que es fronteriza con
los Estados Unidos (EU), quien se sumó a las filas del Partido Liberal Mexicano
(PLM) allá por 1910 para combatir del lado del pueblo trabajador en contra de
la tiranía porfirista; digna representante de los ideales emancipadores de
nuestro pueblo llevados hasta las últimas consecuencias: Margarita Ortega.
Margarita fue una mujer
que, como otros tantos militantes del PLM, nació en cuna burguesa, en una
familia acaudalada de Mexicali. A pesar de lo anterior, y también gracias a
ello, se dio cuenta de las enormes diferencias entre su vida y la de aquellos
quienes generaban la riqueza. Así, en 1910 conoció las ideas
socialistas-anarquistas propagadas por los integrantes del PLM, quienes
expresaban el clamor de un pueblo por alcanzar su verdadera soberanía y
libertad.
Margarita se unió a
Fernando Palomares, Camilo Jiménez y Pedro Ramírez Caule en su tarea
propagandística alrededor de la península bajacaliforniana durante el enredado
fin de año de 1910. Su labor fue tan ardua que para el 29 de enero de 1911 un
grupo de 19 combatientes, entre militantes del PLM, rancheros e indígenas
cucapá, tomó Mexicali con saldo de un muerto y casi sin el uso de balas.
Esos 19 valientes hicieron
temblar a William Gray Otis, dueño de la Colorado River Land Company, amo y señor
del valle de Mexicali. Otis pidió apoyo al gobierno de EU y éste movilizó a 20
mil soldados a la frontera con México, quienes se apostaron en San Isidro,
California y Yuma, Arizona. Al mismo tiempo, por medio de la Ley de
Neutralidad, se prohibió a los estadounidenses brindar apoyo a los
revolucionarios mexicanos. Es decir, el pueblo oprimido del norte no podía
ayudar al pueblo oprimido del sur, pero el ejército opresor del norte sí podía
ayudar a su par mexicano. La historia nos cuenta que esta Ley fue rota por
hombres como William Stanley, internacionalista estadounidense, quien peleó al
lado del PLM y cayó en combate el 8 de abril de ese mismo 1911 a las afueras de
Mexicali.
Así, entre militantes del
PLM, indígenas, extranjeros del Partido Socialista de América y del sindicato
de Trabajadores Industriales del Mundo (IWW, por sus siglas en inglés), se
continuó la campaña por la península ganando adherentes, 120 para ese momento,
aunque sufriendo algunas derrotas debido a la colaboración entre las guardias
blancas de la Colorado River, apoyadas por el ejército de Estados Unidos, y los
batallones federales mexicanos.
Como es sabido, la
revolución mexicana dio muchas vueltas y los magonistas, siendo el grupo con el
planteamiento político más radical, quedaron aislados y enfrentados a antiguos
aliados. Los intereses burgueses del maderismo salieron a flote cuando, el 1°
de junio de 1911, Madero, después de entrevistarse con la gente de la Colorado
River, ordenó al presidente interino, Francisco León de la Barra, enviar un
destacamento militar en contra de los magonistas bajacalifornianos. El 27 de
noviembre, 93 revolucionarios se rindieron pero, regresando a la heroína de
nuestra historia, Margarita Ortega y varios de sus compañeros se exiliaron por
órdenes de Rodolfo Gallegos, quien en ese momento comandaba las fuerzas que
tomaron Mexicali y posteriormente traicionó a los suyos pasando al lado de Madero.
Para ese momento, Rosaura,
la hija de Margarita, se había vuelto su más fiel camarada. Cuenta Ricardo
Flores Magón que Margarita invitó a su familia a unirse a la lucha
revolucionaria y que, de todos ellos, sólo su hija se unió al PLM, mientras su
esposo le dio la espalda cobardemente. Así, madre e hija fueron exiliadas y
enviadas al desierto sin alimentos ni agua. En el transcurso, Rosaura estuvo a
punto de morir, pero lograron salvar la situación y llegar hasta Yuma, donde
cayeron presas pero, fueron rescatadas por sus compañeros del PLM.
Después de ese episodio
adoptaron nuevos nombres, Margarita el de “María”
y Rosaura el de “Josefina”. Con estos
alias continuaron su labor de propaganda revolucionaria, pero Rosaura nunca se
recuperó de las penalidades del desierto y murió tiempo después sin claudicar
de sus principios. Pasada su pérdida, Margarita, ahora María, se unió a
Natividad Cortés, otro exiliado, y volvieron al país para continuar la labor
revolucionaria ahora en el estado de Sonora, donde se encargaron de reorganizar
a las fuerzas del PLM en el norte del país.
En noviembre de 1913,
mientras desarrollaban sus actividades organizativas revolucionarias, Margarita
y Natividad fueron aprehendidos casi por casualidad por el propio Gallegos,
quien ahora era carrancista. El traidor fusiló en el acto a Natividad y entregó
a Margarita al ejército de Victoriano Huerta.
Margarita fue salvajemente
torturada y murió fusilada la noche del 24 de noviembre de 1913 sin haber
delatado a sus compañeros. De ella, Ricardo Flores Magón escribió meses
después: “Una descarga cerrada hizo rodar
por tierra, sin vida, a la noble mujer, cuya existencia ejemplar debe servirnos
de estímulo a los desheredados para redoblar nuestros esfuerzos contra la
explotación y la tiranía”.
Margarita Ortega forma
parte de la historia de lucha de los pueblos. Ella, enfermera, mensajera,
combatiente, propagandista, luchó hasta la muerte por su pueblo pasando de la
comodidad burguesa y familiar a la hermandad y solidaridad proletaria. Seamos
dignos herederos de Margarita, de Rosaura, Natividad y de todos los hombres y
mujeres que han muerto para alcanzar la justicia que nuestra clase tanto
necesita.
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