x Beppe Caccia
30/12/2015
Europa, Mundo
Entrevista
con Naomi Klein
"No
tendremos que habérnoslas solo con un clima extremo sino también con un mundo
más extremo"
Entrevista en París con la periodista y activista canadiense
Naomi Klein al día siguiente de la aprobación del acuerdo intergubernamental
subscrito en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre cambio climático
COP21. Con la colaboración de Niccolò Milanese, de European Alternatives,
Marica Di Pierri, de A Sud, y Barbara del Mercato, de «Venezia in comune».
¿Cómo valora los
resultados de dos semanas de negociaciones?
Creo que hemos llegado hoy a un momento clarificador. No hemos
venido aquí a rogar a los líderes que salven el mundo, porque tenemos los ojos
bien abiertos y sabemos que lo que han llevado a la mesa de negociaciones no
conducirá a ninguna solución definitiva. Existe todavía una enorme distancia
entre lo que todos dicen que se debería hacer para rebajar las emisiones y para
mantener las temperaturas por debajo del aumento de un grado y medio, por una
parte, y lo que están efectivamente dispuestos a hacer. En una versión tras
otra, hasta el texto final, no hay nada decisivo sobre los combustibles fósiles
ni respecto a la necesidad de dejar en el subsuelo gran parte de las reservas
existentes de carbón, petróleo y gas natural. Pero la gente que ha llenado las plazas
no está encima llorando, no está desesperada. Somos por el contrario bien
conscientes de que debemos trabajar todavía más arduamente. Y tenemos que ser
nosotros los que hagamos lo que los políticos no quieren hacer.
A pesar de la situación
creada tras los atentados del 13 de noviembre, decenas de miles de persona, de
Francia y del norte de Europa, con una significativa presencia del sur del
mundo y de Norteamérica han puesto de manifiesto el sábado la existencia de un
movimiento planetario por la "justicia
climática", hoy quizás el único movimiento social a escala global.
¿Cómo se puede conseguir ser verdaderamente eficaces?
Debemos hacer crecer
nuestra fuerza. Y cómo puede lograrse, para llegar a condicionar las opciones
de las multinacionales, ya lo hemos visto: por las calles, en los bosques, en
los mares. Como los que han rodeado en kayak las plataformas petrolíferas de la
Shell, obligándola a cesar las perforaciones en el Ártico y en Alaska, para no
ver arruinada su imagen. O el caso del oleoducto Keystone XL, y de todos los
oleoductos vinculados a la industria extractiva de las «arenas bituminosas»,
donde cada uno de sus tramos ha tenido que vérselas con fuertes protestas de
cada una de las comunidades locales. A partir de estas experiencias, debemos
ser capaces de crear coaliciones cada vez más amplias, de cambiar el modo como
el activismo se presenta al exterior, de expresar la misma variedad y
diversidad que se ve en nuestras ciudades y territorios. Lo sabíamos también
antes, pero ahora está más claro: no tenemos líderes que actúen en favor del
medio ambiente, debemos hacerlo nosotros en primera persona.
El liderazgo debe venir de
abajo, de la comunidad, llevando a cabo acciones directas.
Acciones que deben hacerse
visibles, en los mercados financieros y en los tribunales: desinvertir en las
empresas que extraen, hacer que aparezcan como inversiones de riesgo, denunciar
las mentiras y la deshonestidad de una gran empresa como Exxon, llevarlas ante
los jueces, demostrando que conocían los efectos del cambio climático y que han
mentido a propósito. Tenemos que cambiar la dinámica, debilitando el poder de
los intereses que estamos combatiendo.
París ha sido el escenario
en el que se han enfrentado las opciones políticas de los gobiernos nacionales,
el papel desempeñado por las grandes empresas implicadas, al amparo del
patrocinio (pienso en el papel de Total y de la italiana ENI [empresas de
hidrocarburos], contestadas con una lograda protesta en el interior del
Louvre), en crearse una imagen "verde",
y la acción de los movimientos. ¿Con qué balance?
Las últimas dos semanas nos han ofrecido precisamente el
choque con esas «soluciones»,
ofrecidas por las multinacionales, que no son en absoluto soluciones. Y que no
tendrán ningún efecto real sobre las emisiones. Seguirán por el contrario
enriqueciendo a las élites existentes, las mismas que comercian con semillas
transgénicas, la industria nuclear, petrolífera. Y también aquí han usado Le
Bourget [lugar de celebración de las reuniones en París] como altavoz, mientras
el gobierno francés ha tratado de amordazar a quien proponía soluciones
distintas, como las del que lucha por la justicia energética, la agricultura
ecológica y el transporte público, la propiedad y el control de la comunidad
sobre las fuentes de energía renovables. En lugar de eso, hemos oído hablar a
Bill Gates y a Richard Branson, mientras amordazaban las protestas.
No ha servido para nada,
porque las personas estaban decididas a salir, con todo, a la calle. El
gobierno francés ha comprendido que no podía apoyar políticamente esta opción.
Y que un enfrentamiento con la policía en el último día de la COP 21 habría
sido un desastre para su propia imagen. Por eso aquí en París han tenido que
suspender la prohibición de manifestarse. Y probablemente cerrar al tráfico en
calle llena de tiendas un sábado por la tarde ha hecho más por la reducción de
las emisiones que lo que han conseguido en la Conferencia.
Se ha dicho que estamos en
un «estado de guerra», ¿estamos acaso
en un periodo de guerras por el clima?
El cambio climático ha contribuido ya a alimentar la guerra
civil en Siria, que acababa de experimentar la más terrible sequía de su
historia reciente, con la consiguiente carestía que ha producido migraciones
internas, lo cual ha afectado a casi dos millones de personas. Y cuando hay
escasez de recursos se crean inevitablemente nuevas tensiones, que van a a
sumarse a los conflictos ya existentes en esa región, causados a su vez
históricamente por la lucha por apoderarse de los recursos energéticos. Se crea
de este modo un efecto tenaza: por un lado, el efecto desestabilizador de la
búsqueda de combustibles fósiles, por otro los efectos desestabilizadores
producidos por la utilización de estos mismos combustibles.
Cuando hablamos de cambios
climáticos, estos provocan no sólo un clima más cálido o la subida del nivel de
los mares: son causa también de una época más cruel.
Una situación de escasez
como ésta no puede hacer otra cosa más que crear ulteriores conflictos.
Recordemos por eso siempre que si permitimos que aumenten las temperaturas, no
tendremos sólo que habérnoslas con un clima extremo sino también con un mundo
más extremo.
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