Centro de Medios Libres
19 octubre, 2015
Dentro de la historia de la
contrainsurgencia contra los pueblos que se oponen a la injusticia y se
rebelan, al lado de los ejércitos y las policías se dan los grupos
paramilitares, y junto a ellos los sicarios, y junto a unos y otros sus
equivalentes en la comunicación.
Los
paramilitares y los sicarios permiten al gobierno de turno realizar ejecuciones
que las leyes no les permiten a los cuerpos militares y policíacos, aún cuando
estos últimos las infrinjan regularmente, las masacres a manos de militares y
cuerpos policiacos en México son un largo capítulo que puede abarcar una
enciclopedia completa.
En el
campo de la comunicación también vemos la existencia de estos grupos de paramilitares
y sicarios, los paramilitares de la comunicación y los sicarios de la
comunicación.
La
comunicación gubernamental tiene sus ejércitos y policías, conformada por sus
oficinas de prensa, agencias de información oficial, voceros y por los
periodistas, reporteros y columnistas de los medios oficiales, es decir, los
que están orgánicamente y financieramente bajo el control del estado. Aquí se
abarca desde la oficina de comunicación social de la presidencia de la
república y Notimex, pasando por las radios del IMER, Canal 22 y Canal 11 y
llegando hasta oficina de comunicación social de los municipios de todos
tamaños y los promotores de los programas sociales del gobierno que siempre
presentarán las bondades del gobierno de turno que nos tiene en las mismas orillas
del paraíso terrenal.
Tiene
sus grupos paramilitares, que no dependen orgánicamente del estado, pero cuyas
políticas editoriales son directamente dictadas por los gobernantes de turno y
que reciben buena parte de sus ingresos de las arcas gubernamentales a través
de contratos publicitarios. Aquí se agrupan sin grandes distinciones los medios
comerciales de todos tamaños, desde Televisa, TV Azteca y la prensa nacional,
hasta el pasquín que circula en la cabecera municipal de la comunidad más recóndita
en las montañas o en las selvas. Como cualquier grupo paramilitar estos medios
hacen cosas que a los medios oficiales no les está permitido, que van desde
generar desinterés hacia los asuntos de importancia nacional, ensalzar de
manera grandilocuente las políticas gubernamentales, ejercer la censura y la
negación al derecho de réplica, calumniar, difamar y criminalizar a quienes
reivindican derechos constitucionales.
Y tiene
a sus sicarios. El sicario de la comunicación tiene por objetivo, previo pago,
la aniquilación de quienes luchan contra la injusticia. Los podemos observar
cotidianamente en los medios comerciales de todos tamaños, las grandes
televisoras y cadenas radiales, la prensa nacional, las radios medianas y
chicas, los periódicos locales incluyendo a los de una sola hoja, y en páginas
de internet, blogs, Facebook y twitters. Estos sicarios de la comunicación
reciben un pago por ir y abatir a una persona concreta que lucha contra la
injusticia, un colectivo, una organización, una comunidad o incluso a un
movimiento. Les vemos así ir y tratar de aniquilar a una madre que busca a su
hija desaparecida, a unos profesores y unos estudiantes normalistas que luchan
por que se pueda ejercer el derecho a la educación, a unos trabajadores y
trabajadoras que exigen poder ejercer sus derechos laborales, a unas familias
cuyos hijos fallecieron en un desastre natural o en una masacre del narco, a
unas periodistas que hacen investigación independiente, a grupos de mujeres que
luchan contra los feminicidios, a unas comunidades que luchan porque las
mineras, petroleras y otros megaproyectos no les despojen de sus tierras.
Hay
diversos estilos de sicarios de la comunicación, desde los que en los
comentarios de los diarios, de Facebook y twitter reducen sus argumentos a
mentadas de madres y a acusar de “rojillos”,
“anarcos” o “subversivos” a quienes luchan, pasando por quienes juegan al
sofista y sin tener en absoluto la razón inventan cualquier argumento sin
sentido, inventando datos y fuentes, para “ganar”
la discusión, hasta los que disfrazados de académicos hacen citas “históricas”, “científicas” y fingen una actitud dialogante, pero siempre con el
mismo objetivo: abatir a quienes luchan por justicia.
Si en
el campo general de la contrainsurgencia el ejército, la marina, la policía
federal y las policías estatales y municipales mantienen un estado de sitio
nacional contra la población, los grupos paramilitares y del narco realizan un
hostigamiento cotidiano contra comunidades y territorios concretos que tiene
por fin reducir el ejercicio de derechos de la población, desplazamiento y
reorganización de los territorios en función de intereses del capital nacional
y transnacional, ahí el papel de los sicarios es de ejecutores, cuerpo especial
de aniquilación que contribuye al estado de terror.
Por su
lado, en el ámbito de la comunicación, las oficinas de prensa
gubernamentales y voceros oficiales de
todos los niveles tienen la misión de presentar el holograma de un estado de
pleno derecho que no existe en la realidad, al presentar al gobierno como una
democracia que dialoga con su población. Los paramilitares de la comunicación o
medios comerciales tienen la misión de reforzar ese holograma hostigando
permanentemente a la población quien en diferentes intensidades reivindica
poder ejercer este derecho o aquel. Ahí, el sicario de la comunicación también
es un matón, un cuerpo especial, el verdugo que va y ejecuta públicamente,
simbólicamente, a quien se sostenga en su exigencia de justicia. Como pocos y
pocas tienen acceso a los medios masivos de comunicación, la voz del sicario de
la comunicación es ley. Si el sicario cuenta con la fuerza bruta de su arma de
fuego, el sicario de la comunicación cuenta con la fuerza bruta del medio de
comunicación masiva.
Pero
todos estos ejércitos, paramilitares y sicarios incluidos los de la comunicación
no se van de largo, porque en la historia nacional la gente no se rinde y no se
deja en sus reivindicaciones de justicia, y esa gente además de organizarse en
diversas formas de lucha también se toma las herramientas de la comunicación, y
denuncian el holograma y la dictadura debajo de este, y en pie de lucha
resisten y construyen otra cosa, que en algunos lugares ya se empieza a ver
tras décadas y siglos de lucha.
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