El salto Jalisco, mayo
2015
Al
pueblo de México
A las
organizaciones defensoras de derechos humanos
Al
magisterio democrático
Compañeras,
compañeros, hermanos y hermanas todos:
Hoy a dos años de mi detención arbitraria y
mi injusto encarcelamiento, la memoria me anda como un reloj rabioso, “la verdad de la memoria lucha contra la
memoria de la verdad”.
La
cárcel es un enorme árbol que da sombras y frutos envenenados. Quien duerme
bajo su sombra abre los ajos a la mitad de la noche pensando que es de día y no
es el sol sino una lámpara. Quien vive bajo esta sombra habita en una oscuridad
múltiple, muerte sobre muerte: ausencia, distancia, desinformación,
aislamiento, violencia, indefensión. Aquí aunque la boca grite solo estará
llena de silencio y aun cuando esta misma boca ría, ya no sabrá cómo hacerlo.
Quien cae bajo la sombra de este árbol ya no seguirá el camino que llevaba, ni
podrá ser el que era. Aquí el tiempo pasa como una araña muda, tejiendo horas y
tristezas con simetría psicópata. Aquí, lo único que me salva de la muerte
rotunda y verdadera es nuestro corazón, el cual camina y empuña aunque no tenga
pies ni manos, cada latido suyo a deshoras, a desdías, y desnoches es una
invitación a luchar; mano extendida que palpa y repara el estado de los sueños,
que corrobora el curso del viento y constata la flexibilidad de las alas. Hoy
sé que tengo el “yo” lleno de gente,
que llenan de corazón la esperanza; sé que tengo hermanas y hermanos que
tampoco esperan alivio ni perdón, que tan solo buscan ese sol claro y amarillo,
vagabundo y dulce que derrita el frio de la injusticia y el olvido.
Desde
hace dos años, mis familiares y amigos hemos establecido una lucha
desproporcional contra los molinos de un sistema judicial carente de la
autonomía donde los jueces y magistrados forman parte del engranaje para la
perpetuación de la inequidad en nuestro país. Dos años en el reino de las
consignas condenatorias, en un juicio plagado de maquinaciones, pruebas
fabricadas, en el cual han ignorado a conciencia las violaciones a mis derechos
humanos, constitucionales y procesales. Dos años de confirmar que el estado de
derecho son palabras huecas, vacías de lado a lado y que su aplicación es tan
solo un recurso retorico que los gobernantes en turno emplean para endulzarnos
el veneno que nos administran en copa nueva. La realidad es que vivimos en un
estado de excepción disfrazada de democracia germinal, donde los eslabones que
mantienen oprimido el bienestar de la mayoría de la población, sigue siendo la
vieja cadena de la corrupción, explotación, violencia y manipulación mediática.
La
obsesiva descomposición social, política y moral del país se ha profundizado
con el retorno del priismo autoritario. El principal desmitificador de la
prosperidad “reformadora” es la
realidad misma: el baño de sangre negado pero incontenible, el desempleo, el
despilfarro electoral, la mojigatería, el hambre, las represiones, la crisis
económica, la persecución política, el autoritarismo, los presos políticos, las
injusticias, los desaparecidos, la usencia de la república.
Hoy
podríamos permanecer callados para evitar el riesgo de ser tildados de
repetitivos, subversivos o panfletarios pero al hacerlo cometeríamos el mismo
error de quienes cerraron los ojos frente a la barbarie nazi, o de quienes
también cerraron los ojos frente a las fotografías de las víctimas de napalm en
Vietnam. Podemos repoblar nuestros ojos con estepas rosas y unicornios dorados
para no mirar como el mundo se nos pudre en las manos; también podríamos dejar
que en nuestras orejas crezcan flores lilas para no escuchar los ruidos del
dolor humano. Podríamos intentar cerrar los ojos ante la memoria y afirmar que
el 2 de octubre del 68 no existió, tampoco un jueves de corpus, un Acteal, un
Atenco, una APPO, un Ayotzinapa; podríamos también decir lo mismo que dijo un
insigne poeta: “usted como yo, como
muchos mexicanos, no es responsable -ni inductor, ni perpetuador, ni
beneficiario– de la miseria de los indígenas y los pobres de México. Tampoco de
haber olvidado su existencia”
Pero yo
me pregunto: ¿en que nos convertiremos al deshumanizarnos? Sin duda Julio
Grecco tendría razón al respondernos que seriamos solo “piojos de peluca”. “(…) los piojos de peluca son así/ capaces de
morirse de hambre en la mitad de la belleza que no les da de comer/ pero ellos/
embellecidos por tanta belleza/ se empiezan a sentir otro animal/ un
jilguerito/ tal vez (…)
A
quienes la memoria aun nos funciona como un reloj rabioso, no olvidamos que el
corazón camina y empuña aunque no tenga pies, ni manos, que a veces solitario
busca justicia en la calles y que con un dedito va pintando sobre los
muros “viva la lucha”, “viva el
alma”, “vivos se los llevaron, vivos
los queremos”, “nos faltan 43”, “desparecidos presentación”, “presos políticos libertad”
A
quienes no cierran los ojos, gracias por escucharme.
Atentamente:
Prof.
Damián Gallardo Martínez
Preso
político y de conciencia.
CEFERESO
N°2 de Occidente
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