Coca-Cola, 100 años enfermando a la gente (diabetes, hipertensión, cálculos renales, osteoporosis, gastritis, taquicardia…)
Carlos Ruperto Fermín
Ecoportal
Fuente original: http://ekologia.com.ve/
31-03-2015
“No es 100 años vieja, sino 100 años joven y
100 años nueva”. Con esas erráticas palabras la transnacional
estadounidense Coca-Cola, festeja el centenario de su icónica botella de vidrio
Contour, que desde el año 1.915 viene lavándole el cerebro a toda la Humanidad,
destruyendo la salud de sus inocentes víctimas, contaminando los recursos
naturales del Medio Ambiente, y adorando ciegamente a la chispa del dios
dinero, que le paga con religiosidad las infernales estrategias de marketing.
Aunque
comenzó siendo vendida en las farmacias de Estados Unidos, el tónico cerebral
Coca-Cola generaba una gran adicción al juntarse con la saliva, con la lengua y
con la garganta de sus hipnotizados pacientes, por lo que el espíritu
capitalista del farmacéutico Pemberton, convertiría el codiciado jarabe para la
tos en el famoso refresco americano, que representa la máxima expresión
cultural del gran pueblo estadounidense.
¿Por qué
es tan oscuro el líquido de la Coca-Cola? Si bien Samuelson intentó disimularlo
con la elegancia de una silueta curva en relieve, no pudo limpiar la sucia
imagen de la botella americana, que sigue siendo imposible de mirarla fijamente
a los ojos, porque desconocemos el grosor de las cicatrices que burbujean en su
turbio corazón. Yo me quedo admirando la forma y el fondo de la Coca-Cola, solo
para preguntarme ¿Cómo es posible que la gente ingiera litros y más litros de
la atrofiada pócima mágica? Seguro que Dalí, Warhol, Baker y Rockwell se
arrepienten de haber manchado el óleo y la tinta de sus obras de arte, con el
simplismo taciturno de la estampida del buey.
Si no
entiendes el significado de mis laicas palabras, es porque te encanta beber y eructar
con una refrescante Coca-Cola en la palma de tu mano, mientras te rascas el
trasero lleno de flatulencias y hemorroides con el imperdible control remoto,
esperando disfrutar la televisión basura que entretiene desde el cómodo sofá de
tu hogar.
Dicen que
el Universo es tan infinito como la ilimitada estupidez humana. Agua para que
florezcan las plantas del soleado jardín, y Coca-Cola para enfermar nuestros
envejecidos cuerpos. La gente ya no distingue el bien del mal, el amor del odio
y la verdad de la mentira. ¡Qué fácil es lavarle el cerebro a la Sociedad
Moderna! Basta con un constante bombardeo publicitario en las calles, con
hiperactivos spots en la TV, con pegajosos jingles en la radio y con coloridos
banners en la Internet, para que el Tío Sam y su legendario adoctrinamiento de
masas Made in USA, logre conseguir todas las metas que se proponga en la vida.
No es
casualidad que uno de los slogans de la Coca-Cola, para celebrar los 100 años
de la botella Contour sea "Contiene recuerdos
y otros ingredientes secretos". Precisamente, en sus ingredientes
secretos radica el mayor éxito de la Coca-Cola, pues transmite oralmente
enfermedades degenerativas a todos sus consumidores, gracias a la prematura
llegada de la diabetes que te vuelve adicto a la inyección de una trágica
insulina, por toda la glucosa que se acumula en la sangre producto de la
obesidad de los enfermos, quienes tarde o temprano acabarán postrados en una
cama, preguntándose ¿Qué hice yo para merecerme esto?
Hasta la Organización
Mundial de la Salud (OMS), que cada año recibe el jugoso financiamiento
económico de la empresa Coca Cola, tuvo que reconocer públicamente que la venta
indiscriminada de refrescos alrededor del planeta Tierra, es uno de los
factores principales que acelera la aparición de la hiperglucemia, de la
osteoporosis, de la hipertensión, de la gastritis aguda, de los cálculos
renales, de la taquicardia y del deterioro del esmalte dental por la presencia
de caries.
Recientemente
leía comentarios escritos en las redes sociales por unos fanáticos de la Coca-Cola,
quienes no reconocían los daños a la salud causados por su ingesta. Ellos
criticaban al resto de los foristas, y argumentaban sus opiniones a favor del
refresco diciendo lo siguiente: "Váyanse
a la mierda hijos de puta. ¡Aguante la Coca-Cola!", "No digas boludeces maricón, andá a
cagar", "Vergación si
hablan paja, son una bola de huevones".
Navegando
de incógnito en la Web, me preguntaba en silencio ¿Qué relación existirá entre
la gente boca sucia y los consumidores de Coca-Cola? Uno sale a la calle y
observa que la mayoría de los individuos groseros, vulgares y obstinados que
nacen, crecen y se reproducen en la amalgama multicultural de nuestras
ciudades, son acérrimos adeptos de las bebidas carbonatadas que ofrece la transnacional
estadounidense Coca-Cola.
Antes de
perder mi fe en la Humanidad, leí otro comentario que decía "Es un tema complejo, porque todos
sabemos lo dañina que es la Coca-Cola para la salud, pero con hielo y estando
bien fría, qué más da, jajaja". Tras leer su mensaje le pregunté en
calidad de invitado "Amigo ¿Por qué
no lees lo que acabas de escribir?, Él me dijo ¿A qué te refieres? Y yo le dije ¿Cómo es posible que sigas bebiendo Coca-Cola, si tú mismo reconoces
que es perjudicial para el organismo? Finalmente me respondió "No lo sé, algún día supongo que la voy
a dejar, no sé cómo ni cuándo, pero de que la dejo, la dejo", y me
colocó un emoticón de carita feliz para terminar con su sincera respuesta.
Esa
triste forma de pensar, es un espejo social de la adicción generada por el
consumo de los refrescos a escala mundial. Hay mucho conformismo, terquedad y
necesidad en dejar que otros decidan nuestro propio estilo de vida, incluyendo
los hábitos alimenticios, los tiempos de ocio, los perfiles laborales, los
gustos musicales, el estado civil, los prejuicios morales y hasta las
preferencias sexuales. Vemos que la presión social de encajar con los ovejas
del rebaño, nos deja esclavizados a obedecer la mediática voz de mando, sin
pensar en el quiebre de la capacidad analítica y reflexiva que yace con
independencia en cada uno de nosotros.
Quisiéramos
preguntarle a la bondadosa Sylvia Likens, qué sintió después que la obligaron a
meterse en dos ocasiones, una botella de Coca-Cola dentro de su vagina. Por
infortunio, ella murió y jamás reveló la fórmula secreta del alucinante
refresco. Pero nos dejó una gran lección de vida: La Coca-Cola es un fiel
reflejo del deshumanizado Mundo en el que vivimos, donde el materialismo, la
hipocresía, la sed de venganza, el rencor, el orgullo, la soberbia y la
envidia, van de la mano con la refrescante chispa de la vida.
Pregúntate
y respóndeme con sinceridad ¿Le habrías salvado la vida a Sylvia? Yo creo que
le hubieras hecho bullying hasta cansarte, luego le tomarías un selfie mientras se desangra frente a ti,
y finalmente subirías la macabra foto a tu muro de Facebook, para obtener con
rapidez un millón de nuevos seguidores.
Desde su
fundación que data del año 1886, la Coca-Cola se transformó en el gran símbolo
de la guerra, del racismo y del genocidio impuesto por el régimen
norteamericano, representando con gran fidelidad la fútil idiosincrasia de su
gente. No sólo porque financió la campaña electoral del genocida George W Bush,
quien ya tiene asegurado un puesto V.I.P en el infierno, sino porque la Coca-Cola
siempre ha estado involucrada en desfalcos, sobornos, actos de corrupción,
secuestros, torturas, paramilitarismo y asesinatos que cobraron la vida del
sindicalista Pedro Quevedo en Guatemala, cuya sangre llena de impunidad social,
sigue resplandeciendo en el hermético vestíbulo del Hotel Mezhdunarodnaya en
Rusia.
Con su
hashtag #BotellaÚnica, la Coca-Cola
viene desarrollando una agresiva campaña de marketing para festejar sus 100
años de poca madre. Desde las redes sociales de Twitter y Facebook, hemos visto
analogías que comparan la ingesta de la Coca-Cola con el cosquilleo que produce
dar el primer beso. Se afirma que la felicidad se destapa cuando compartes una
Coca-Cola. Piden que la efervescencia alcance las estrellas dentro de sus
botellas. Nos aseguran que el sonido perfecto "Phsst, fizzzz, clink clink, glug, glug? ahhh" proviene
de una Coca-Cola. Y hasta un fanático extremo reconoce que sus dos amores en la
vida son la videoconsola X-Box 360 y una botella de Coca-Cola.
Yo creo
que la Coca-Cola se convirtió en una religión adorada por los "cocacoleros", porque nos
acompaña en los momentos de alegría y nos ayuda en los momentos de tristeza. Es
omnipresente, pues se vende en más de 200 países del Mundo. Todos los días la
compramos y la honramos como si fuera un mandamiento o un manuscrito bíblico.
Ninguna religión es más todopoderosa que la canonizada Coca-Cola, ya que rompe
con las barreras culturales, lingüísticas y sociales que separan a diario a su
feligresía universal.
Tanto
así, que Coca-Cola inspiró a 200 jóvenes de distintas nacionalidades, para que
cantaran desde una colina en Italia "Me
gustaría hacer del Mundo un hogar, quiero enseñarles a cantar y enviar un
mensaje de paz". Definitivamente ¡Lo lograron! Por eso nos deleitamos
al observar que todas y todos le rinden pleitesía al monoteísmo de la Coca-Cola,
y se gozan al máximo cada bendito sorbo que ilumina la chispa de la vida,
simbolizando una luz de esperanza para mantener la paz que habita en el
esquizofrénico planeta.
Cabe
destacar, que en su nuevo spot titulado "Un
Mundo Generoso", podemos ver el altruismo que despierta la Coca-Cola
en sus solidarios consumidores. Desde un agradable turista en un kiosco,
pasando por una enojada monja a quien le remolcaron su accidentado carro con
una grúa, y llegando hasta un valiente bombero rescatista, se inhiben de beber
el codiciado refresco para entregarle "la
felicidad" a otra persona menos favorecida. ¡WOW! Es sorprendente ver
el júbilo de la monja al aceptar la Coca-Cola, y tenerle más fe a una sagrada
botella de vidrio que al rezo de los grandes misterios del rosario.
No hay
duda que vivimos inmersos en un despiadado proceso de transculturación, de
hipnosis colectiva y de alienación social, que deja a la Pachamama al borde del
fatal ecocidio. Pese a la alegría de la monjita, debemos considerar que por
culpa de la reluciente botella Contour, el tono rojizo de la Coca-Cola se
convirtió en un baño de sangre para la Madre Tierra. Tenemos el anecdótico caso
del río Matasnillo y de la Bahía de Panamá, donde Coca-Cola derramó miles de
litros de un colorante químico, que perturbó la hermosísima flora y fauna
panameña e impactó el iris de los atónitos pobladores, quienes pensaron ser
testigos de la primera de las plagas egipcias.
Sabemos
que la prestigiosa confederación Oxfam ubicó a la Coca-Cola, en la lista de las
10 transnacionales menos comprometidas en frenar los estragos ambientales,
causados por las emisiones de gases de Efecto Invernadero en el planeta Tierra.
La colosal quema de combustibles fósiles (petróleo, gas natural, carbón),
facilita la retención en la atmósfera del dióxido de carbono, metano y óxido
nitroso. Así, se acrecienta el problema del Cambio Climático y de sus drásticas
alteraciones meteorológicas, que incluyen sequías, incendios forestales,
pérdidas de cosechas y desertificación de los suelos, para que se acelere el
implacable Calentamiento Global en los cimientos de la biosfera.
En
calles, plazas, aceras, parques y demás espacios públicos de nuestras ciudades,
hay un sinfín de latas y botellas de Coca-Cola aglomeradas en el suelo, las
cuales van destruyendo el equilibrio ecológico de ríos, playas, humedales y
campos rurales. Es común visualizar el recorrido citadino de los gigantescos
camiones rojos de la Coca-Cola, llenos de humo diesel para quemar la santidad
del aire a través del tubo de escape, y provocar enfermedades respiratorias en
los malogrados pulmones del prójimo. Los camioneros deben mear y entregar con
premura el adictivo refresco a los restaurantes, a los kioscos, a las tiendas,
a los colegios, a las canchas deportivas, a los bodegones y a los centros
comerciales.
Pero
nunca se aprecia que los monstruosos camiones o sus diminutos consumidores, se
dediquen a recoger, reutilizar y reciclar todos los envases de plástico, vidrio
y aluminio que se acumulan en la capa vegetal o en el asfalto. La apatía
ecológica de la Coca-Cola, es comprobable viendo el etiquetado especial de sus
botellas, para evocar los 100 años de la inigualable Contour. Si observamos en
detalle la información de la etiqueta, resultará casi imposible hallar el
símbolo de respeto ambiental, que invita a desechar el envase en un contenedor
de basura.
Recordemos
que el plástico y el vidrio son dos de los materiales sintéticos, que generan
mayor polución en el entorno biofísico que albergamos, pues la Naturaleza tarda
de 100 a 4000 años en lograr la biodegradación total de los tóxicos envases
inorgánicos. Por culpa de transnacionales irresponsables como Coca-Cola, hay
más de 8 millones de toneladas métricas de plástico flotando en los océanos del
planeta Tierra, que se están transformando en basureros marinos repletos de
tereftalato de polietileno (PET), por la falta de políticas públicas que
prioricen el reciclaje y protejan a las especies de fauna acuática.
Es
consabido que la Coca-Cola junto a sus salvajes aliados comerciales, que
abarcan a Monsanto, Nestlé, McDonald´s y Cargill, están involucrados en graves
delitos ambientales, que engloban la deforestación progresiva de los bosques
nativos y la contaminación de fuentes de agua dulce y salada en la geografía
del Mundo, por la expansión de la frontera agrícola y por las frecuentes
descargas de residuos industriales que polucionan los hábitats. Así, se priva
del vital líquido a los pueblos y a los lugareños que se cruzan con el
mercantilizado camino de la ambición corporativa, buscando que las atemporales
concesiones, las explotaciones de pozos o las kilométricas hectáreas, tengan
espacio de sobra para aniquilar los ecosistemas y la biodiversidad autóctona.
Usted
seguramente desconoce que por cada litro de la azucarada Coca Cola, se
requieren en promedio 2,5 litros de agua, para comprobar el fracaso de los
Objetivos del Milenio emprendidos por la ONU, y reeditar el triunfo del
incontrolable empobrecimiento global. Basta con mover la brújula a Chiapas,
Kerala, Concón, Fontibón o Nejapa, para beber un poco de los efluentes
cancerígenos que se llevan la vida de los agricultores y de los campesinos. No
obstante, duele reconocer que esos aguerridos compatriotas en pie de lucha,
también se beben los litros de la espumosa Coca-Cola mientras protestan por los
derechos de sus tierras, ya que la transnacional yanqui sabe confundir, engañar
y lavarles el cerebro a las comunidades globales.
Además,
la Coca-Cola es con insistencia demandada por la explotación laboral, por los
despidos masivos y por el incumplimiento de contratos que afectan a sus
trabajadores. Ellos no son vistos como Seres Humanos, sino como máquinas
borregas dominadas por el sistema opresor de turno. Basta con viajar a la
planta embotelladora de Coca-Cola en Fuenlabrada (España), y apreciar como el
desmantelamiento de sus instalaciones perjudicó a gran parte de la masa obrera,
que fue echada a la calle, golpeada y reprimida por la policía española al
servicio de la transnacional americana.
Un gran
número de asalariados no fueron reenganchados a sus puestos de trabajo,
incumpliendo las decisiones judiciales de los organismos competentes en España.
Pero cuando se trata de cumplir con la ley, la Coca-Cola siempre evita pagar
los sueldos, las prestaciones sociales, los seguros médicos y demás beneficios
contractuales, porque tiene maletines dolarizados por doquier para comprar los
bolsillos de los jueces, de los tribunales y de las salas constitucionales.
Incluso, los recortes de personal establecidos sin previo aviso, sumado a las
pésimas condiciones de trabajo y a la sobrecarga laboral impuesta por la Coca-Cola,
han llevado al suicidio forzado a muchísimos de sus empleados, tal como
aconteció con los trabajadores de Telecom en Francia o de Foxconn en China.
¡Qué loco
se ha vuelto este Mundo! Se encuentra tan oscuro como el pasado, el presente, y
el futuro de la hitleriana Coca-Cola en el Cuarto Reich. Antes nos exterminaban
dentro de las cámaras de gas, con el ácido cianhídrico enlatado en el Zyklon B.
Ahora nos asesinan a cielo abierto, con el ácido fosfórico embotellado de la
Coca-Cola. Ambos son potentes pesticidas que causan la muerte de sus cándidas
víctimas. Seguimos estando presos en el holocausto de Auschwitz. El Zyklon B lo
siguen vendiendo para exterminar la plaga de insectos y roedores checos. La
Coca-Cola la siguen vendiendo en casi todo el planeta Tierra, para exterminar
insectos, roedores y al Homo Sapiens. Ayer nos decían con entusiasmo Arbeit
macht frei. Hoy nos dicen con alevosía zu Tode Trinken.
Creemos
que si las personas se atrevieran a triturar una lata con el puño cerrado, o a
romper una botella de vidrio con furia en el pavimento, seguro que se les
quitarían las ganas de ingerir litros y más litros de la gasolina con hielo. La
gente bebe Coca-Cola como una ridícula treta psicológica para sacarse las
frustraciones, el stress, los corajes y las ansiedades que se amontonan en la
vida diaria de ancianos, adultos y niños.
Sin
embargo, dicen que la única forma de que la Coca-Cola pueda causarle daño a un
niño, sería que alguien lanzara una botella por la ventana y le cayera encima.
Por eso me entristece ver que jovencitos y hasta bebés recién nacidos, se la
pasan chupando Coca-Cola por la completa irresponsabilidad de sus padres,
quienes acabaron traumados por tantas botellas de Coca-Cola que les lanzaron
desde la ventana en la etapa de la infancia.
Es la
auténtica verdad. Sus progenitores juegan con la salud de sus hijos, sin pensar
en las consecuencias negativas de malograr el hígado, los riñones, el páncreas,
la vesícula, los dientes, y los huesos de sus gordísimos retoños lactantes. Lo
que empiezan siendo calambres musculares, se convierten en úlceras que terminan
en amputaciones, por los kilos de azúcar que la diabética Coca-Cola deposita e
incinera en el reloj biológico del cuerpo humano.
Hirviéndola
en una cazuela a fuego lento o mezclándola con leche descremada, con filetes de
carne, con pastillas de mentas, con bichos del jardín o con tornillos oxidados,
es impresionante dilucidar al alto poder corrosivo de la Coca-Cola, que se
transforma en azul petróleo, en huevo podrido, en desinfectante del inodoro, en
aceite lubricante, en explosión doméstica y en plaguicida de bajo costo.
Vale
aclarar, que la combinación de agua carbonatada con ácido ortofosfórico,
cafeína, aspartamo, benzoato de sodio, fenilalanina, metanol, color caramelo,
fructosa, acesulfame de potasio, y demás ingredientes adheridos a las gaseosas
de Coca-Cola (Original, Light, Zero, Stevia), influyen con mayor daño en
nuestro organismo que los cigarrillos, los energizantes y las cervezas.
Es tanta
la perversión consumista, que Coca-Cola le paga a famosos nutricionistas,
instructores de gimnasios y expertos del fitness, para que tiren a la basura su
ética profesional y afirmen en blogs, en periódicos y en revistas como "American Heart Month", que
una lata pequeña de Coca-Cola constituye "una
buena merienda" para mantener ejercitado el cuerpo. De igual manera,
se maquilla el veneno con el uso de saborizantes artificiales (vainilla, limón,
naranja, cereza, uva), que envician las papilas gustativas de los adictos
cocacoleros, para que rechacen cualquier bebida, zumo o alimento de origen
natural.
Seamos
sinceros, la composición química de la Coca-Cola demuestra claramente que es
una droga vendida sin prescripción médica. Usted se está drogando a diario
consumiendo una sustancia transgénica invasiva, que desequilibra el bienestar
físico y mental del cuerpo humano. Si supieran que la vida es un pequeñísimo
instante sideral en retrospectiva, no fueran tan tontos para asfixiar por
voluntad propia el pequeñísimo sueño cósmico de la vida, bebiendo la ignorante
chispa que honra la muerte.
Piensa
que tu abuelo podría haber vivido 10 años más, tu mamá podría haber vivido 5
años más, y tú tienes la vida entera para recapacitar y no continuar haciéndole
un irreparable daño al organismo. Yo no lo digo porque escribí un artículo de
opinión o porque investigué bastante al respecto. Lo afirmo, porque como la
gran mayoría de las personas, yo también compraba los refrescos de la Coca-Cola,
pero fue por mi propia mala experiencia que dejé de ingerirlos hace más de 10
años.
Recuerdo
que cuando estudiaba en la universidad y bebía Coca-Cola, me daba con
recurrencia acidez estomacal. El centro del pecho se me endurecía muchísimo,
hasta pensaba que me daría un infarto por el fuerte dolor torácico. Los ojos se
me enrojecían. Sentía que mis dientes se estaban volviendo arcilla, y perdía la
paciencia con facilidad. Era obvio que las bebidas carbonatadas me estaban
enfermando.
Por eso,
decidí cambiar drásticamente mis hábitos alimenticios, bebiendo ocho vasos de
agua al día que activan los órganos internos, favorecen la digestión, bajan la
presión arterial, aumentan la energía, reducen el riesgo de sufrir problemas
cardiovasculares, hidratan la piel y desintoxican el sistema linfático. A su
vez, le dí prioridad a las galletas integrales, a los jugos naturales, a las
ensaladas, a los cereales, a las frutas y a la milagrosa práctica del
veganismo. Ese cambio radical en mi estilo de vida, me ha transformado en un
hombre más positivo ante los retos que trae consigo la vida, mejorando mi
estabilidad emocional y mi concentración, para desenvolverme como periodista en
mi querida Venezuela.
Dicen que
no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista. Pero parece que el
flash capitalista en el centenario de Coca-Cola, inmortalizará el destino de
todos sus ángeles caídos.
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