Indígena del pueblo Pataxo casado con una indígena tupinambá en la región
de la playa.
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Por
Renata Bessi y Santiago Navarro F.
Fotografía
de portada de Santiago Navarro F.
Extremo
sur del estado de Bahía, nordeste de Brasil, región de intenso conflicto por
las tierras indígenas. Un juez pregunta a Rosivaldo Ferreira da Silva, jefe
indígena babau, sobre las acciones que los tupinambá están tomando para
recuperar las tierras ancestrales que estaban en manos de los coroneles ricos
–hacendados. «Tu hablaste que sus ‘encantados’
–espíritus de los ancestros tupinambá– les
ordenaron retomar sus tierras y que ustedes no las devolverán, aunque tengan
que morir enfrentando a la policía». Babau respondió: «Exactamente». El juez, tratando de cambiar la idea de Babau le
propuso: «Pero nosotros podemos proponer
algo que pueda mediar. Nosotros podemos ofrecer una canasta básica a las
familias, algo para que ustedes se puedan mantener». El indígena indignado,
respondió contundentemente: «Nosotros los
tupinamba, somos así, señor juez, si hace falta comida en nuestra casa,
comeremos hiervas silvestres, comeremos lo que nos de la tierra, no vamos a
pedir nada a nadie. Porque estaríamos dejando que otros gobiernen nuestras
vidas».
El pueblo tupinambá fue el primer pueblo indígena que hizo frente a la
invasión portuguesa en Brasil en el año 1500. Un pueblo de grandes guerreros
que emplean formas organizativas que implican tácticas y estrategias de guerra
desde su cosmovisión. Desde el año 2004 comenzaron el proceso de
recuperación de sus tierras.
El
órgano gubernamental Fundación Nacional del Indio (FUNAI) reconoció en sus
estudios que los tupinambá poseen tradicionalmente una superficie de más de 47
mil hectáreas, pero el gobierno aún no ha firmado la demarcación de este
territorio, violentando el artículo 169 de la Organización Internacional del
Trabajo (OIT) que establece «la consulta
y la participación de los pueblos indígenas y tribales en las políticas y en
los programas que puedan afectarles. Dispone el goce de los derechos fundamentales
y establece políticas generales para los pueblos indígenas y tribales en
cuestiones tales como las costumbres y las tradiciones, el derecho a la tierra,
la utilización de los recursos naturales encontrados en tierras tradicionales».
Al obtener sólo el silencio como respuesta del gobierno, los indígenas
tupinambá han recuperado una buena parte de su territorio. Uno de los pocos
pueblos indígenas en Brasil que se han atrevido a iniciar un proceso de
autodemarcación de sus límites y a ocupar al mismo tiempo. Retomaron haciendas
que estaban en manos de terratenientes, recuperaron los nacimientos de agua,
recuperaron casas abandonadas. Sólo en la comunidad de Serra do Padeiro, cerca
de 70 haciendas fueron retomadas.
«Expulsamos a los hacendados que sólo
estaban deforestando y que no necesitaban de la tierra para vivir porque tenían
sus casas en otros lugares. Y las personas que necesitan un lugar donde vivir,
pequeños productores se quedaron con nosotros», afirma el jefe indígena. «Nuestro criterio fue acabar con la deforestación. Nuestro lema es
deforestación cero. Todos los ríos volvieron a tomar su camino, la naturaleza
esta riendo de felicidad, los animales volvieron», dijo el jefe indígena
Babau.
La
reacción a todo esto no tardó en llegar de forma sistemática y continua. En el
año 2008 la policía hizo su primer gran ataque en Serra do Padeiro. Invadieron
el territorio tupinambá con 2 helicópteros, 130 hombres y vehículos pesados.
Decían que querían detener a Babau, pero no tenían una orden de aprensión. «Fue un día de guerra. Durante un día ellos
se divirtieron con nosotros y nosotros con ellos», se burla el jefe
indígena Babau. «La lucha para los
tupinambá no representa ofensa alguna, somos hijos de la guerra. La cuestión es
que ellos quieren una guerra, pero sin que el otro lado pueda guerrear, quieren
que nosotros crucemos los brazos», afirma.
«Creían que nosotros íbamos a huir,
pero eso no sucedió. Cuando entraron y comenzaron atacar, nuestra respuesta fue
usar resorteras y piedras y usamos la estrategia de aislarlos. Los ‘encantados’ nos prohibieron usar el arco y las flechas
porque dijeron que esta gente no está preparada para una guerra con los
tupinambá, y además no tenemos interés en causar ninguna muerte. Ellos entraron
a nuestras tierras sin pedir permiso y después no podían salir. Y cuando llegó
el final del día, ellos estaban desesperados, pidieron refuerzos y sólo así
pudieron quitar las barricadas que habíamos levantado por los camino»,
recuerda Babau. Desde ese momento las ofensivas han sido más constantes.
Existen intereses por las tierras de los tupinambá por parte de los
hacendados y productores a gran escala, así como de los dueños de complejos
turísticos de lujo que comienzan a construirse rápidamente en este territorio.
Como el Hotel «Fazenda da Lagoa»,
donde figuran los inversionistas como Arthur Bahía y Arminio Fraga,
naturalizado como ciudadano estadounidense, ex presidente del Banco Central de
Brasil y ex miembro del Banco Mundial (BM), quien afirma que en la región no
hay indígenas, que son sólo oportunistas que quieren robarles las tierras a los
verdaderos dueños.
Mientras
tanto, en el nuevo mandato de la presidenta Dilma Rousseff, figuran políticos
como la empresaria, ganadera y senadora Kátia Abreu, que actualmente ocupa el
máximo cargo en el Ministerio de Agricultura. Es una de las principales
defensoras del bloque –dentro del congreso– que defiende a las empresas
nacionales y multinacionales del agronegocio en Brasil, quienes sostienen una
ofensiva fuerte sobre los pueblos indígenas de este país.
La FUNAI reconoció la presencia de por lo menos 4,700 tupinambás,
concentrados en por lo menos 23 comunidades, entre las montañas y la costa del
estado de Bahía, un área que se extiende desde la Serra del Padeiro hasta la
costa de Olivença, inmersas en la Mata Atlántica –selva tropical. Las
comunidades se distribuyen en dos regiones, tupinambá del bosque y tupinambá de
la playa y cada aldea cuanta con su propio jefe indígena.
Militarización
del territorio tupinambá
A
mediados de febrero del año 2014, a petición de Jaques Wagner, gobernador del
estado de Bahía en aquel momento y actual ministro de la Defensa de
Brasil, la presidenta firmó una autorización del gobierno federal para que el
ejército pudiera incursionar en el territorio tupinambá en el sur del estado.
La intervención federal tenía un plazo para terminar en un lapso de un mes y se
ha extendido hasta el día de hoy.
Un mes
antes, en enero del año 2014, agentes de la Fuerza Nacional de Seguridad
Pública y de la policía federal instalaron una base en la aldea de Serra do
Padeiro. Desde ese momento los indígenas han sido vigilados constantemente y se
ha reintegrado la posesión de algunas tierras a los hacendados de forma
violenta.
Las medidas se tomaron después de que el Ministerio de Defensa de Brasil
publicará el manual titulado «Cómo
garantizar la ley y el orden», el 20 de diciembre del año 2013. Un manual
que alienta el uso de la acción militar para garantizar la «seguridad pública». También enumera las formas en que se cataloga
a los enemigos, que van desde individuos, grupos, organizaciones y movimientos
sociales considerados «fuerzas opuestas»,
destacando aquellos cuyas acciones violan «el
orden público o la seguridad pública».
Haroldo Heleno, del Consejo Indigenista Misionario (CIMI) del estado de Bahía,
relató que los indígenas tupinambá, tras la recuperación de sus tierras a
partir de un proceso de autodemarcación, han sufrido constantemente una campaña
de criminalización, tachándoles de criminales, invasores de tierras y de
vagabundos. El CIMI denunció el ataque de la policía federal en el año 2008 en
la aldea de Serra do Padeiro, con más de 130 agentes, 2 helicópteros y 30
patrulleros. El saldo fue, 22 indígenas heridos con balas de goma e
intoxicación por bombas de gas, destrucción de casas, vehículos comunitarios,
alimentos y equipamiento escolar.
El
fuego de la guerra
Un
fuego pasivo se va interiorizando dentro de la corteza de un tronco hasta
convertirlo en cenizas. Un fuego que debe estar encendido en todo momento,
incluso en los días de lluvia. Es la luz de los ancestros tupinambá, es el
centro del pueblo, ahí donde los antepasados tomaban las decisiones más
importantes de la comunidad, como cuando se decidía ir a la guerra,
comenta la profesora Fernanda Barbosa Silva, que enseña la lengua tupinambá
a los niños indígenas y no indígenas de la comunidad de Sierra do Padeiro. «Aquí es donde hacemos nuestras ceremonias
para la siembra. Aquí pedimos a nuestros ‘encantados’
que nos iluminen nuestros caminos. Es el fuego del pueblo Tupinambá, nuestro
alimento espiritual».
El concepto de guerra occidental se diferencia del concepto de guerra para
los pueblos indígenas. En la guerra occidental el objetivo es someter o
destruir a su enemigo y de la misma forma todo lo que impida la propiedad
privada. «La propiedad colectiva de la
tierra es la matriz de la delincuencia y de la insurgencia y por ello hay que
destruirla. No hay paz sin propiedad privada», afirma Geoffrey B. Demarest,
uno de los militares que formó la Escuela de las Américas, administrada por el
ejército de los Estados Unidos y fundada en 1946 en Panamá con el objetivo de
entrenar a soldados latinoamericanos en técnicas de guerra y contrainsurgencia.
Actualmente Damarest es el ideólogo e intelectual orgánico de las
denominadas Expediciones Bowman, las cuales avanzan en Centro y Sudamérica
y algunos otros países donde existe propiedad colectiva. El principal objetivo
militar son los pueblos indígenas, para incorporar sus territorios al modelo de
propiedad privada por la vía de la fuerza o por medio de acuerdos.
Para «nosotros», dice Babau, «la guerra es por la vida, para cuidar a
nuestros ‘encantados’, es decir, a nuestros antepasados que
habitan el bosque y las montañas, quienes también nos cuidan y protegen.
Nosotros los tupinambá no tenemos permitido matar a nadie, no es de nuestro
interés».
La Guerra de Baja Intensidad (GBI) o guerra irregular, según la doctrina
militar estadounidense y brasileña dice, «en
lugar de un conflicto militar formal, estamos siendo testigos de una serie de
guerras ‘irregulares’: el terrorismo, la insurgencia guerrillera, los
movimientos de resistencia, insurgencia y conflictos asimétricos en general,
que hay que atacar con todos los medios posibles».
Los indígenas zapatistas en México, le llaman Guerra de Desgaste Integral,
una estrategia de guerra que utiliza paramilitares, mercenarios a sueldo y
programas de políticas públicas para contener o reducir el apoyo de las bases
sociales hacia movimientos de resistencia catalogados como terroristas o
insurgentes.
Persecuciones
Tras
una orden de aprensión emitida por un juez en el sur del estado de Bahía, en
febrero de 2014, el jefe indígena Babau decidió entregarse a la justicia el 24
de abril del mismo año. Tras su entrega, Babau argumentó que los tupinambá no
huyen. De acuerdo con la orden de aprensión era acusado de haber ordenado el
asesinato de un agricultor de la región. «Es
una estrategia, porque quieren asesinarme los hacendados de la región y también
el ejército», dijo Babau Tupinambá. Cinco días después de haberse
entregado, por una decisión preliminar del Tribunal Superior de Justicia (STJ),
quedó en libertad.
En el año 2009, se registró la detención de uno de los hermanos del jefe
indígena Babau y otros 5 indígenas más fueron torturados por la policía federal.
Sucesivamente, en los últimos años, hasta 2014, Babau ha sido detenido por
diversos delitos que los acusadores no pueden sostener.
Ataque
a la autonomía
«Nosotros y la naturaleza somos uno,
nosotros y nuestra ancestralidad somos uno», sostiene Babau. «Aquí no vas a encontrar a ninguna mujer violentada por su compañero,
niños golpeados por el padre, no encuentras gente casando por diversión. Si
queremos tener un animal cerca de nosotros colocamos comida en la puerta de la
casa, el viene a comer cerca de nosotros».
Sierra
do Padeiro es totalmente autosuficiente. Produce su propio alimento en un
sistema parecido al de la agroecología y los excedentes se comercializan.
«Para plantar observamos la luna, el
periodo de las lluvias, si el viento del este va a pasar por los cultivos. ¿Tú
sabes reconocer el viento del este? Mira ahí, estás viendo aquel árbol, esta
con las puntas secas. Ahí pasó el viento del este. Es un viento doliente que
trae la enfermedad a las plantas y las personas, es fuerte, poderoso. Entonces
tienes que reconocer los caminos por donde pasa este viento y alejarte de él.
No puedes quedarte en el camino de aquello que no puede ser interrumpido,
entonces ponemos mucha atención», relata Babau.
Los tupinambá tiene festejos todo el año, sus tierras son muy productivas,
cultivan cacao, café, plátano, mandioca y una gran diversidad de frutos y
legumbres. Siempre que realizan una fiesta hacen comida en abundancia e invitan
a todos para convivir, es impactante, que a pesar de que el peligro está tan
cerca, ellos sonríen.
«Nosotros exportamos cacao, pero no
nos preocupamos de producir para vender, primero comemos nosotros, quedamos
felices y esa es nuestra preocupación y lo que sobra lo vendemos para comprar
cosas extras que necesitamos», dijo María da Gloria de Jesús, una mujer de 50 años quien plantó solita
en la última siembra 40 mil plantas de piña y también recibió un impacto de
bala en el pecho por parte de la policía federal en una ofensiva en su
territorio. «La agroecología no es más
que el conocimiento indígena, un conocimiento circular, que tiene una relación
con los animales del bosque, las aves y hasta el insecto más pequeño», dice
María.
La
autonomía alimentaria de los tupinambá se puso en riesgo a partir del 2007
cuando iniciaron una serie de tentativas tratando de golpear la sustentabilidad
de los indígenas. «Percibimos que la
policía comenzó a incursionar en nuestras aldeas en la temporada de la siembra,
entre los meses de mayo y agosto. Nosotros vivimos de lo que nosotros
plantamos, entonces el objetivo era perjudicar nuestra cosecha», afirma
Babau. «Pero no lograron afectarnos».
Contexto
histórico de los tupinambá
De
acuerdo con el documento realizado en 2006 por el Ministerio de Educación
(MEC) y la UNESCO, el etnólogo Curt Nimuendajú señaló en su mapa etnohistórico
la existencia de más de 1,400 pueblos indígenas en el territorio «descubierto» de Brasil en el año
1500. Eran pueblos de grandes familias lingüísticas –Tupi-guaraní, Ge, Carib,
Arawak, Xiriana, Tucán, etc.– con una gran diversidad geográfica y organización
social. Julian Steward, en el libro Handbook
of South American Indians calculó más de 1’500,000 indígenas que
habitaban en Brasil y William Denevan proyectó la existencia de casi 5’000,000
de indígenas sólo en la Amazonia.
Según los datos recabados por el documento del MEC, los indígenas tupinambá
tenían presencia en todo el estado de Bahía, el bajo Amazonas en la costa noreste,
llegando hasta el estado de São Paulo. Los descensos más importantes que
sufrieron los pueblos indígenas, fueron, a través de la guerra de sometimiento
y de destrucción que expulsaron a miles de indígenas –continúa el documento–
pero sobre todo, por la propagación de enfermedades como la viruela, el
sarampión y la tuberculosis que diezmaron rápidamente a pueblos enteros, como
lo relató en sus escritos el misionero jesuita José de Anchieta, quien
presenció parte de este contexto histórico en los años 1500.
Somos
tupinambá
Siguiendo
los relatos de María da Gloria, madre del jefe indígena Babau Tupinambá,
durante la colonización de los portugueses los pueblos indígenas recibieron a
los esclavos que huían de las haciendas o de los ingenios. «Eso explica por qué algunas aldeas de los tupinambá son mezclados en
la actualidad, pero todos somos tupinambá. Tenemos vivos nuestros saberes,
nuestras costumbres y nuestras tradiciones. Una forma de vida diferente al de
los blancos. Pero el gobierno utiliza esto para decir que el pueblo tupinambá está
en extinción. Nosotros decimos que ¡no!, que estamos vivos y que estas son
tierras de nuestros ancestros y no tienen precio», sustenta.
Caos
«Los ‘encantados’ nos dicen de lo que va a suceder en el
mundo y lo que tenemos que hacer para protegernos. Si tenemos que ir a la
guerra, será hasta el fin. Queremos garantizar nuestras tierras lo más rápido
posible porque el mundo va a entrar en un caos total. En el futuro, las tierras
indígenas serán los únicos lugares donde se podrá interactuar con la
naturaleza. Entonces no vamos a esperar la demarcación del Estado, estas son
tierras ancestrales y solo nosotros las conocemos, porque pertenecemos a la
tierra tupinambá», finaliza el jefe indígena Babau Tupinambá.
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