La libertad es, para la
filosofía anarquista, su tema central; de ahí que se haya dado en llamar libertaria.
Para el anarquismo, la libertad constituye una conquista vital y social; la
cuestión no es tanto que el ser humano sea libre de forma innata, sino que
precisamente encuentra los caminos para ejercer su libertad porque es la
característica primordial de su existencia.
Al margen de lo que pudieran pensar los anarquistas decimonónicos, la
evolución de las ideas libertarias muestra una filosofía más vitalista que
idealista, su concepto de la libertad no es abstracto sino marcado por una
serie de valores concretos situados en un mundo en constante devenir. En la
línea del pensamiento de Albert Camus, es el ser humano, también en la vida
social, el que se muestra capaz (o no) de otorgar sentido a su existencia; la
vida queda marcada para el anarquismo, en suma, por un esfuerzo constante de
liberación. Insistiremos en que ese esfuerzo se muestra condicionado por
multitud de fuerzas externas, de ahí que la lucha por la libertad pasa por la instauración
de una sociedad no represiva que permita su crecimiento. Hay quien ha definido,
y no podemos estar más de acuerdo, el anarquismo como una práctica de
liberación (Formas y tendencias del anarquismo, Rene Furth). No se cae
en ingenuidad alguna, se es consciente de que el individuo puede caer, y lo
hace demasiado a menudo, en una inercia contraria a todo compromiso liberador;
un motivo más para insistir en un concepto positivo de la libertad, en la
construcción de una sociedad con las condiciones adecuadas para ejercerla.
Como ya se ha insistido numerosas veces, la libertad anarquista nada
tiene que ver con la preconizada por el liberalismo, más propia del individuo
aislado y necesitado para ejercerla de la explotación de sus semejantes y del
privilegio económico. Recordemos, una vez más, las palabras de Bakunin: "La libertad sin socialismo es el
privilegio, la injusticia. El socialismo sin libertad es la esclavitud y la
brutalidad". Antes de eso, el propio Proudhon ya dijo que la libertad
aislada, sin vida social, produciría "aún
menos sociedad que bajo cualquier otro sistema". La libertad del
anarquismo va estrechamente unida a la solidaridad, al apoyo mutuo; la libertad
personal, la autonomía individual, no se relega nunca, se elude toda coerción,
pero se recuerda constantemente la necesidad de la vida comunitaria. Por otra
parte, solo la práctica de la libertad genera una mayor libertad, por lo que
cualquier sistema autoritario es incompatible con el anarquismo. Por lo tanto,
se rechaza dentro de la filosofía anarquista, tanto el individuo aislado, como
el totalitarismo y toda forma autoritaria. Recordemos de nuevo a Bakunin: "Nada es más peligroso para la moral
privada de hombre que el hábito del mando. El mejor hombre, el más inteligente,
el más desinteresado, el más generoso, el más puro, se echará a perder siempre
ante el mando. Hay dos sentimientos inherentes al poder que no dejan de
producir nunca esta desmoralización: el desprecio de las masas populares y la
exageración del mérito propio. El poder y el hábito de mando se convierten para
los hombres, aun para los más inteligentes y virtuosos, en fuente de maldad
intelectual y moral".
La libertad para el anarquismo, en definitiva, se realiza en la vida
social. Otros conceptos para ejercerla en su plenitud son la solidaridad, el apoyo
mutuo y el contrato libre.
De nuevo Bakunin:
"Yo no soy verdaderamente libre más que cuanto todos los seres
humanos que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres. La libertad
es, al contrario, su condición necesaria y su confirmación. Yo no llego a ser
verdaderamente libre más que a través de la libertad de los otros, de manera
que cuanto más numerosos sean los hombres libres que me rodean y más profunda y
amplia su libertad, más lo será la mía. Es, al contrario, la esclavitud de los
hombres lo que pone una barrera a mi libertad; o, lo que es lo mismo, su
animalidad es una negación de mi humanidad. La libertad, pues, es cosa
complejísima, y antes que nada eminentemente social, ya que solamente en
sociedad, y dentro de la más estrecha igualdad solidaria de cada uno para con
todos, puede realizarse".
Adelantándose a lo estudiado tiempo después por la sicología social,
Bakunin nos recuerda que:
"cada hombre que conocéis y con el que os relacionáis, directa o
indirectamente, determina vuestro ser más íntimo, contribuye a haceros lo que
sois, a constituir vuestra propia personalidad".
La libertad implica, de forma obvia en el anarquismo, igualdad. Esa
igualdad no es, por supuesto, uniformidad: es más, es la aceptación de la
diversidad y de la complejidad lo que lleva a la negación de todo Estado. Frente
a las propuestas liberales, formales y finalmente vacías, la libertad
anarquista se realiza en función de los demás y de forma efectiva; nuestra
autonomía implica a los otros, al igual que en un concierto en el que los
músicos intentan sintonizar entre ellos sin que cada miembro pierda la libertad
individual. La filosofía anarquista, como nos recordaba Herbert Read (Anarquía
y orden), no es esencialista, no parte de ningún punto de partida; como se
ha dicho anteriormente, la libertad en el ser humano es una condición posible
de su existencia, sobre el individuo recae la responsabilidad de llevarla a
cabo. Insistimos en lo pragmático de la filosofía anarquista. La elección de la
libertad como parte fundamental de sus propuestas sitúan al anarquismo, con seguridad,
como la más profunda y sólida de las teorías políticas modernas. Solo puede
entenderse la idea de libertad en el anarquismo atendiendo a muchos otros
conceptos: la igualdad, la pluralidad, la autonomía, la educación, la
solidaridad como factor de cohesión social o el espacio público como diálogo y
confrontación.
En este repaso somero por el concepto de la libertad en el anarquismo,
mencionamos a Stirner, pero recordando su difícil acomodación a la filosofía
ácrata. Su individualismo extremo, su exaltación de la libertad como una fuerza
vital absoluta, le hace caer seguramente en cierto irracionalismo y le opone a
la gran mayoría de los pensadores anarquistas; no obstante, su reivindicación
de la soberanía individual y su lucha con toda abstracción y trascendencia,
plasmadas en su espectacular obra El único y su propiedad, merecen
ser siempre recordadas. Para las ideas anarquistas, al menos para la mayoría,
por ser cautos, el ser humano es eminentemente social y solo en sociedad puede
ser libre o esclavo, lo mismo que feliz o infeliz. El siempre pragmático
Malatesta asegura: "Por
consiguiente, en lugar de aspirar a una autonomía nominal e imposible, debe
buscar las condiciones de su libertad y de su felicidad en el acuerdo con los
demás hombres, modificando de acuerdo con ellos aquellas instituciones que no
les convengan". La sociedad libertaria, huelga decirlo, es contingente
y no resultado de ley natural alguna, resulta posible o no según lo decidan los
seres humanos; Malatesta, lejos también de cualquier idealismo y parafraseando
a Bakunin, "la libertad de un
individuo halla, no el límite, sino el complemento en la libertad de los
demás", considera ese aserto como una bella aspiración; no obstante,
se recuerda la complejidad y pluralidad de la vida social, por lo que los
gustos y necesidades de los demás suponen tantas veces una cortapisa a nuestros
propios deseos. Se trata, no obstante, de una reivindicación de la necesidad de
acuerdos mutuos y de la comprensión de los posibles conflictos y desilusiones
que, sin duda, también existirían en una sociedad libertaria.
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