Por Soraya González Guerrero
Oaxaca (México)
13/02/15
Fuente:
Diagonal
“No puede ser que los compañeros digan
‘estamos luchando, aquí estamos haciendo la revolución’ y sólo los compañeros
están desempeñando todos los cargos y las compañeras ahí están en casa, eso no
es una lucha para todos”. Quien habla no es una
feminista griega, es Yolanda, promotora de educación del Municipio Autónomo
Rebelde Zapatista La Paz.
Ahora que está en el candelero la participación de
las mujeres en experimentos políticos como Podemos
o Syriza puede ser inspirador volver
la vista a un gobierno que desde sus inicios apostó por la participación de las
mujeres mano a mano con los hombres. Mujeres de los cinco Caracoles que han
tenido cargos en la Junta de Buen Gobierno, como consejeras municipales y
autoridades locales, contestan desde su práctica en el cuaderno de texto de
primer grado del curso La Libertad según
l@s zapatistas. No son supermujeres, no son las mejores ni las más
eficaces. Son las que están, elegidas o voluntarias. Tuvieron que aprender a
espantar el miedo para gobernar. Y aún les queda camino por recorrer, pero en
ello están.
Sus problemas son comunes a los que puede enfrentar
una griega, pero con las singularidades de un contexto rural e indígena (triple
discriminación) y de un Estado criminal como el mexicano. Compartimos cinco
claves sobre su participación:
1. OBLIGARSE A SÍ MISMAS Y CONVERTIR EN TAREA
COLECTIVA LA PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES
“Al principio no había mujeres
en las Juntas de Buen Gobierno. No estábamos acostumbradas a realizar una
actividad junto con los compañeros fuera de nuestro pueblo”.
“Cuando
se nombra a las compañeras no quieren aceptar, por más que les digas que hagan,
nadie lo quiere hacer, sólo a veces una en la Junta o el Consejo”.
Las mujeres zapatistas no suelen ofrecerse como
voluntarias para los cargos, especialmente fuera de sus comunidades. Y, sin
embargo, “está equilibrado entre
compañeras y compañeros. En total son 30 compañeras que son miembros de la
Junta. Los municipios tienen 12 consejos, entonces son seis compas y seis
compañeras. Así están los seis municipios”.
Si la mayoría de ellas participa es porque son
elegidas, es un imperativo colectivo de la Junta de Buen Gobierno. “En las asambleas de la zona con la Junta y el
CCRI [Comité Clandestino Revolucionario Indígena] también siempre se exige que haya participación de compañeras y eso
tiene que ir como tarea. Cuando llegan los compañeros o compañeras al pueblo
nos dicen que tenemos que nombrar compañeras para las tareas o trabajos donde
las mujeres están participando”.
Si una mujer deja el cargo en la comunidad debe
reponerla otra mujer. Imposible que haya mujeres que días después de ser
electas renuncien a su cargo para que las suceda un hombre. La cuota de género
como gesto electoral no es planteable en un Gobierno Autónomo que no busca convencer
a las mayorías sino sobrevivir dignamente.
Aunque la participación de las mujeres es alta,
reconocen no es al 100% y se consideran corresponsables.
“No sólo
tenemos derechos, sino que también en nuestra lucha autónoma tenemos
obligaciones, tenemos que cumplir también lo que decimos y hacer los trabajos
como se debe”.
“Nos
estamos obligando a nosotras mismas a ver que sí tenemos que tomar un cargo”.
Al hablar también de su responsabilidad eligen
colocarse en un rol activo como mujeres.
2. CUALQUIER
PERSONA PUEDE TENER UN CARGO, NO TIENES QUE SER LA MEJOR.
Una de las propuestas del zapatismo es que todas las personas tienen que
aprender a gobernar, aunque no estén muy preparadas. Los puestos son
transitorios, revocables y elegidos por la asamblea. Nadie es imprescindible,
todos son revocables. Este sistema de participación ha permitido que mujeres
analfabetas como la comandanta Ramona se transformasen en grandes estrategas.
La práctica es lo que ha permitido desbloquear el
miedo inicial.
“En los
trabajos de las compañeras en los municipios muchas veces el problema que nos
hemos encontrado es el miedo a no saber gobernar, a no saber cómo trabajar. Las
compañeras se preocupan mucho de llevar bien sus cargos, pero no hay más que
superarlo con la práctica. Así han pasado aprendiendo poco a poco con su
participación”.
Para ser elegidas basta con que sean personas
honestas, dicen. Aunque también admiten que los criterios de elección no
siempre son políticamente correctos. “Las
jóvenas son más elegidas que las casadas”, por eso se han encontrado con un
desequilibro de edad, con jóvenas sin experiencia y que al casarse abandonan el
cargo y están tomando nota.
“Ahora
los pueblos ya saben que no pueden nombrar muy jóvenes porque deben nombrar y
elegir a compañeras que sean mayores de edad y con algo de experiencia”.
3. GENERAR CONFIANZA Y
ACOMPAÑAR PARA VENCER EL MIEDO A GOBERNAR
“El temor de equivocarnos en
los trabajos que nos tocan desempeñar o el miedo a que nuestros compañeros se
burlen de nuestra participación” es una dificultad que muchas
comparten. Además de obligarse a sí mismas y que las mujeres participen de ser
una apuesta política del zapatismo, las compas demandan apoyo moral. “A veces dice la compañera ‘no, es que no
voy a poder, no sé escribir, no se leer, es que tengo pena de hablar’. Ahí le
decimos a los compañeros y a otras compañeras que le animen, que le digan ‘vas
a entrar para aprender’. Estando ahí, en unos cuatro o cinco meses le vas
agarrando a cómo hacer el trabajo, es cómo vas a ir participando’”.
El acompañamiento y el liderazgo compartido –o “colectivismo” como lo nombran algunas–
es otra estrategia que ha funcionado.
“Estábamos
todavía nosotras en el periodo de la Junta cuando entró una compa que no sabía
leer ni escribir, le ponemos atención, le mostramos lo que hacemos, le vamos
enseñando lo poco que ella va a poder aprender, incluso empezó a escribir su
nombre”.
“A veces
tenemos desánimo, no queremos tomar cargos porque sabemos que a lo mejor va a
ser sola. Si me nombran yo sé que voy a ir en la Junta, pero me siento solita
porque mi pueblo no va a ir conmigo y quién sabe si allá hay compañeras”. Para
resolver eso, hay pueblos que se coordinan, “nombran
dos compañeras en la comunidad y entonces se van las dos a hacer el trabajo”.
La forma de participar del gobierno autónomo
favorece la inclusión de las mujeres. “Los
puestos de la Junta de Buen Gobierno se van sustituyendo progresivamente.
Empiezan a poner a gente que no sabe con gente que sabe y van aprendiendo.
Tienen eso bien calculado para que en cada puesto haya un tiempo de
aprendizaje, que no lleguen en blanco a algo que no saben, lo aprenden en la
práctica”, me contaba la feminista mexicana Sylvia Marcos en una
entrevista.
4. RECONOCER Y NOMBRAR LAS
SITUACIONES DE SEXISMO, INSEGURIDAD Y HOSTIGAMIENTO
Hagan lo que hagan las mujeres políticas están en ojo de mira, su vida
íntima se trae a colación para desprestigiarlas. La prensa está plagada de
comentarios que desautorizan a las mujeres con cargos públicos por no ser
buenas esposas, buenas madres, buenas políticas… A estos comentarios
difamatorios hacia las mujeres las compas les llaman “chismes”.
“Cuando
una mujer se ausenta de su casa, de su comunidad, y trabaja con hombres puede
ser mal vista por la comunidad. Se enfrentan a los llamados ‘chismes’”.
Cuando son mujeres casadas y se trata de chismes relacionados con la infidelidad,
el problema se considera mayor. Terminan abandonando el cargo. “¿Por qué las mujeres cuando cometen ese
error no pueden continuar su trabajo y por qué los compas, aunque sea que se
meten en problemas de este tipo pueden continuar su trabajo?”, se
preguntan.
Pero en un contexto de impunidad y hostigamiento a
las comunidades en resistencia, la inseguridad a la que se enfrenta una
zapatista no tiene parangón. La movilidad en entornos rurales también es un
problema añadido.
“A veces
salimos temprano de nuestras casas y a veces no encontramos carro, a veces
llegamos tarde donde se hace el trabajo, pero no es por gusto sino por esa
dificultad que tenemos. También a veces hay algunos hombres priístas que nos
faltan el respeto como mujeres. Hemos encontrado borrachos en el camino, nos
empiezan a molestar, a decir muchas cosas”.
Frente a esto, han articulado estrategias de
acompañamiento en algunos casos. En otros no. “Nos hemos arriesgado, porque es un riesgo que tienes como mujer”.
Nombrarlo abiertamente, aunque no sea con el calificativo de sexismo, es un
gran paso.
5. LOS CUIDADOS COMO
RESPONSABILIDAD COLECTIVA PARA QUE LAS MUJERES EJERZAN SU LIBERTAD
“No puedo compañeros, es que
están muy chiquitos mis hijitos. Quiero hacer el trabajo, pero no puedo”, dicen
las compañeras. Ser madre es uno de los principales obstáculos que enuncian.
Los trabajos de cuidados en casa no se reparten con sus compañeros ni con los
hijos. Es la división sexual del trabajo y las responsabilidades ¿Nos suena?
Pero, ojo, estamos hablando de familias muy numerosas y de un entorno
campesino, de un trabajo doméstico de alto rendimiento.
En algunos núcleos familiares las mujeres se
enfrentan además con la hostilidad de sus propios compañeros: las reprochan que
no están cumpliendo con sus tareas, sospechan cuando se ausentan y las amenazan
con irse con otra si no vuelven al redil, cuentan.
Para transformar esta desigualdad han
conceptualizado derechos básicos. Basiquísimos. El capítulo tres de la Ley
Revolucionaria de las Mujeres estipula que las mujeres tienen derecho a decidir
el número de hijos que pueden tener y cuidar. Para ello se han puesto en marcha
políticas de planificación familiar desde dentro, para que valoren “cuántos hijos pueden cuidar y no tener
hijos cada año”.
En 1996 se amplió la ley revolucionaria de las
mujeres: “La mujer tiene derecho a ser
apoyada por el esposo cuando ella va a hacer trabajo para la organización.
Cuando la mujer va a las reuniones, el hombre debe cuidar y alimentará los
hijos y atenderá el hogar”, dice un artículo. Cuidar como imperativo
colectivo para los hombres, pero ¿cómo se hace seguimiento de puertas para
dentro?
“¿Cómo
podemos cambiar si los compañeros no saben todavía tortear, no saben todavía
poner el maíz, lavar su ropa? La educación tiene que ser dentro de la casa”, reconocen.
Aunque haberlos los hay. Según cuentan, sí hay compañeros que han transformado
su aptitud (nuevas generaciones, principalmente) porque en su casa han recibido
una socialización de género diferente.
En algunas comunidades también se han dado
experiencias de colectivización del cuidado de los hijos para apoyar a las
mujeres con cargos. “Hubo pueblos que se
organizaron para apoyar a sus autoridades. Cuando quedan niños, les dan
tostada. Pero hay pueblos que todavía no hacen eso, no hay organización, no les
importa si tiene hijos la compañera que se fue… Falta organizar a los pueblos
para que así podamos hacer bien el trabajo”.
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