Por Javier
Hernández Alpízar
La mentira, la
calumnia y la deshonestidad no son exclusivas de Guillermo Almeyra, ojalá lo
fueran. A partir de 2005, la crítica dura del EZLN contra todos los sectores de
la clase política (desde luego incluyendo a la derecha PRI–PAN, a la que jamás
han dejado de criticar y combatir) fue reducida por La Jornada, su dirección, consejo editorial, varios de sus
articulistas y por su plantilla de caricaturistas a la crítica a AMLO. En su
dogmatismo, la reducción de la izquierda a AMLO es tan obvia que los
desconcertó mucho que el EZLN criticara a su líder fetiche. Taibo II venía
llegando a México del extranjero y lo único que acertó a decir fue: “Yo acabo de regresar y no entiendo nada”.
Me recuerda la declaración de Javier Hidalgo, de la Asamblea de Barrios- PRD,
cuando ante la agresión a bases zapatistas por paramilitares del PRD, en
Zinacantán, en 2003, dijo: “debe haber
una confusión”. Jamás se preocuparon por entender la crítica del EZLN al
PRD y a AMLO, a la izquierda electoral, simplemente se dedicaron a calumniar a
los zapatistas y acusarlos de haberse
aliado a la derecha.
Los mecanismos fueron siempre los mismos: publicar mentiras en lugar de
hechos. Octavio Rodríguez Araujo citaba frases de los zapatistas,
cuidadosamente editadas y descontextualizadas, para hacerlos aparecer como de
ideología pro panista y preguntaba insidiosamente ¿por qué Marcos estaba
interesado en que ganara el PAN?, lo cual era obviamente falso, pero era el
comienzo de una serie de mentiras que se irían incrementando como bola de
nieve. Julio Hernández López copiaba y pegaba en su columna Astillero los correos electrónicos de
algunos de sus lectores (al menos eso decía él que eran) en los que calumniaban
a los zapatistas. Se escondía detrás del “no
lo dije yo, lo dicen los lectores”. Los caricaturistas ponían a Marcos al
lado de los políticos de la derecha e incluso El Fisgón abiertamente invitaba a
abandonar la solidaridad con las bases zapatistas: “-¿Qué está haciendo?– Acabando con la poca solidaridad que quedaba”.
(Los perredistas y lópezobradoristas siempre creyeron que el EZLN sobrevivió a
la contrainsurgencia gracias a ellos, pero hoy podemos decir que el EZLN ha
sobrevivido a la contrainsurgencia no sólo no gracias a ellos sino pese a ellos
y a sus dos gobiernos contrainsurgentes, Salazar Mendiguchía y Juan Sabines, y
a la colaboración con la contrainsurgencia de sus legisladores, aprobación
presupuestos, por ejemplo. Qué lástima que ya no exista Capise, que iba
documentando ese tipo de cosas). [1]
La estrategia es la misma: Hacer al EZLN decir lo que no dijo, ocultar o
distorsionar lo que verdaderamente dijo. Mentir, calumniar, y luego no aclarar
nada, no publicar las cartas aclaratorias o incluso publicar alguna perdida por
ahí, total que los lectores de los columnistas ni se enterarán. Una cosa es la
crítica, válida siempre contra quien sea, pero basada en hechos comprobables,
en información pública, verificable, no en mentiras y trampas como hicieron
estos sujetos.
Son sintomáticas, mentiras como la que ayer publicó Almeyra, que el EZLN
llamó a no votar en 2006 (falso) y en 2012 (falso también, la fecha es más
reciente y cualquier persona honesta puede recordar que no fue así o investigar
y encontrar que no hay tal), o como las que publicó Sanjuana Martínez al
principio de este sexenio diciendo que el EZLN había permanecido en silencio
durante los dos sexenios del panismo (olvidando detalles tan pequeños como la Marcha del Color de la Tierra y el apoyo del EZLN a las víctimas de
la guerra sucia organizadas en el Movimiento por la Paz con Justicia y
Dignidad). Ante su incapacidad por hacer una crítica fundamentada tienen que
recurrir a la mentira, mentiras obvias, enormes, como si yo dijera que AMLO fue candidato por el PAN o EPN candidato por Morena, así de burdas son
las calumnias. La página electrónica de Aristegui MVS tituló la nota en que se
informaba de la desaparición de Marcos y el surgimiento de Galeano, su actual
nombre, en homenaje al difunto Votán Galeano, con una mentira: “Marcos abandona las filas del EZLN”. A
pocos días de que ella se quejaba de los montajes que trataban de hacerla
aparecer como próxima candidata de Morena, su noticiero publicaba en la web
mentiras como esa.
Una de las raíces más hondas de esas mentiras es la incapacidad de la
izquierda electoral para aceptar que el EZLN ha hecho una crítica desde la
izquierda, una crítica fundada en hechos y que el tiempo le ha dado la razón:
tan el PRD es una izquierda hipócrita y traidora que AMLO puso su changarro
aparte con Morena y hoy es la moda renunciar al PRD; lo que está en el fondo
del debate es: ¿Qué es ser de izquierda
hoy en México, qué es ser de izquierda después de 1988, 1994, 2006, 2012? ¿Qué es ser de izquierda en un país como en
el que estamos?
Pero Almeyra, Sanjuana Martínez, Aristegui, los moneros y caricaturistas
de AMLO son incapaces de hacerlo. En 2006 Rodríguez Araujo puso a sus becarios
a leer las notas de Bellinghausen para
contar adherentes a la Otra Campaña, no se podía saber cuánta gente estaba
en cada reunión porque que yo recuerde Bellinghausen no ponía datos “duros” de ese tipo (es un reportero, no
un oreja), pero Araujo concluía que somos
tan pocos que la cantidad es insignificante. Sin embargo, siempre le han
reprochado al EZLN y a la Otra Campaña que con sus votos no hubiera ganado
Calderón. Ahora dice Almeyra que Calderón ganó por pocos votos; como si no
hubiera habido fraude y esa fuera la explicación del arribo de Calderón al
poder. Por cierto una de las primeras personas en denunciar el fraude en un
programa de radio, en 6.20 AM, en vivo, fue Marcos. A Uníos, la organización
que lo invitaba a su programa, le quitaron prácticamente el programa por
denunciar el fraude (le pidieron que no volviera a invitar a Marcos y la
organización prefirió dejar el espacio que dejar que les condicionaran a quién
sí o no invitar). Sin embargo, eso ni siquiera lo saben los lectores de Almeyra
y calumniadores adláteres como Jaime Avilés y compañía.
Hace falta un debate sobre la izquierda en México, sí. Pero no podemos
partir de repetir mentiras y calumnias contra el zapatismo ni contra nadie. La
crítica tiene que hacerse con hechos públicamente verificables, eso es lo
honesto. Lo demás es cosa de bribones como esos lópezobradoristas que escriben
en La Jornada y en algunos otros
medios.
Es lo más fácil criticar no lo que dices o haces sino lo que digo yo que
dices o lo que digo que haces (falseando los hechos para dejarme un margen
cómodo de “crítica”). O bien, tener
mi agenda y la de mi partido como La
Agenda y decir: “tú has estado
ausente de las luchas en México” (recurso favorito de Almeyra). Este tipo
de trampas no son producto de la desinformación o la ignorancia, al menos que
aceptemos que Almeyra, Sanjuana Martínez o Aristegui son personas ignorantes o
desinformadas. Ellos saben su juego. Además, en más de uno de esos casos,
hacerles una crítica es exponerse al linchamiento, incluso en redes sociales.
De manera que pueden mentir impunemente, con la protección de quienes se
ofenden en cuanto los ven criticados.
¿Alguno se pregunta para qué sirve criticar a estos personajes? Entre
otras cosas, precisamente para poner un atajo a sus mentiras, a su ejercicio
sesgado de formación de la opinión
pública (ellos tienen una gran influencia en mucha gente) y para tratar de
preservar espacios de discusión sana, crítica, adulta, en un país donde la
crítica siempre es mal vista cuando es hacia nuestros líderes fetiches y
solamente es bien vista cuando es hacia los personajes ya impresentables
actualmente en el poder.
El empobrecimiento del debate seguirá, y puede llegar a niveles aún más
bajos, si permitimos que sean sacralizados estos santos, santones y santurrones de la izquierda electoral y sus mentiras.
Comentarios