Para evadir el debate y acallar la crítica basta con gritar: “¡Unidad, Unidad!” (por Javier Hernández Alpízar)
Babel: Javier Hernández
Alpízar
Zapateando
Y cuando el niño gritó: “¡El rey va desnudo!”, los súbditos lo
acallaron gritando: “¡Unidad, unidad!”
(Hans Christian Andersen-
México).
Cuando Fray Servando Teresa de Mier pudo volver a la ex Nueva España
después de que huyó por el mundo como escapista y aventurero de novela, aceptó
el homenaje que el Congreso de una nueva nación le ofrecía como precursor de la
Independencia. Pensaba entregar al naciente país soberano, como regalo para su
fundación, el texto donde resumía sus investigaciones históricas sobre las
apariciones de la Virgen de Guadalupe. Le parecía importante que el pueblo que
comenzaba su vida nueva se quitara de la cabeza un mito sin sustento histórico:
no había indicio alguno de la historicidad del milagro. Sin embargo, al llegar
a recibir al homenaje de los insurgentes de México, vio que junto con la
bandera tricolor el otro icono que presidía la reunión solemne era precisamente
una imagen de la Guadalupana. Así que decidió improvisar un discurso sobre la
Independencia y guardar en secreto su texto de heterodoxia guadalupana, de
descreído. Así, desde su nacimiento nuestro país ha tenido que ocultarse cosas
para ir construyendo el imaginario de su unidad nacional.
El proceso de secularización de una sociedad
consiste en ir destruyendo esa veta mítica de su historia para ir construyendo
una historia más genealógica: hacer una historia de los comienzos o aun de los orígenes
(sin esencializar) de sus características actuales, pero buscándolos en hechos
naturales y no suprahistóricos o sobrenaturales. A veces ese proceso tiene
dolorosos desgarramientos, dejar ilusiones y autocomplacencias puede ser duro.
En su momento, Teresa de Mier consideró que su nación no estaba preparada aún
para descreer del mito de una madre fundadora. Desde entonces, o antes aun, hay
en México un sector de la sociedad que se ha vuelto “ateo” respecto de ciertos valores, es el lado liberador del
nihilismo expresado por Marx en el Manifiesto Comunista cuando escribió que “todo lo sólido se desvanece en el aire”,
un desencantamiento del mundo que tiene que abrir paso a la razón y sobre todo
a las razones y a una discusión laica, secular, de las cosas. Sin embargo, ese
sector de élite ilustrada tiene también un gran componente de paternalismo, un
poco como Teresa de Mier, considera que el pueblo aún no está maduro para
enfrentar las cosas sin mistificaciones y prefiere pensar que las mentiras
piadosas son para él herramientas que le ayudan a conducir al pueblo a donde
mejor le conviene: lo cual supone que es esa elite la que sabe lo que es mejor
para todos. Así “por el bien de todos”
dosifican pequeñas porciones de mentira (o grandes, ya encarrerados) para un
pueblo que podría sucumbir a la seducción
del mal. Con ese “argumento”
negaron, por ejemplo, durante mucho tiempo el voto femenino, pues las mujeres
estaban tan influidas por el clero que si votaran nos gobernarían los obispos,
curas y sacristanes.
Todo puede y debe sacrificarse en aras de la unidad nacional: así el PRI cometía
fraude patriótico contra el PAN y así
también Calderón y Gordillo cometieron fraude patriótico contra AMLO en 2006 y por esas mismas y patrióticas razones se cometen fraudes en las elecciones internas del PRD o se
ataja con todos los medios posibles (mentiras, argumentos ad hominem o simple cacerolismo: “¡unidad, unidad!”, método de matriz priista) las críticas desde la
izquierda a AMLO. Tal vez sea cierto que ese personaje es uno de los más
criticados y hasta linchados mediáticamente, pero las críticas y el
linchamiento desde la derecha y sus medios solamente lo fortalecieron ante sus
fieles y lo blindaron contra cualquier crítica, sobre todo, y esto es muy
dañino, ante la crítica de izquierda que se basa en hechos verificables, en
información públicamente comprobable, pero ante ese pensamiento maniqueo tipo
guerra fría, sus seguidores atajan cualquier crítica, y más aún si está basada
en verdades, en hechos fidedignos, con el manido argumento de que criticarlo a él o a los suyos fortalece a la
derecha. La actitud que subyace es la misma que inauguró en el México
independiente Teresa de Mier: llamémosla cinismo
criptoelitista, retomando una categoría de Desiderio Navarro para designar
una actitud ante el kitsch: valores
de alta cultura para la élite y kitsch
para el pueblo.
Es cinismo
criptoelitista porque supone que la verdad solamente deben saberla unos
pocos que pueden comprenderla y manejarla, ellos pueden darse el lujo de saber que “el PRD es una mierda”, que “le estorban los movimientos sociales”,
o ahora que “MORENA es una mierda”
(lo que para el PRD pasaron sexenios en formular, para MORENA llegó pronto,
antes de ir a su primera elección), pero eso no es conveniente decirlo en voz
alta, porque el pueblo puede equivocarse
y votar por la derecha. Es un argumento cínico e inconsistente: de acuerdo
con él: lo peor que le puede pasar a México es ser gobernado por el PRI, pero
curiosamente casi la totalidad de sus líderes morales, ideólogos y candidatos
son priistas, y ni siquiera solamente los “nacionalistas”
como AMLO, Bartlett o Cárdenas, sino incluso los neoliberales de extracción
salinista como Camacho Solís y el descendiente de burgueses franceses que
hicieron su fortuna en México: Marcelo Ebrard. De acuerdo con ellos, lo segundo
peor que le puede pasar a México es que lo gobierne el PAN, pero en muchos
estados lograron las gubernaturas y cogobernaron con el PAN: Yucatán, Chiapas,
Oaxaca, por mencionar los que vienen primero a la mente.
Si sus posturas se pasan por la navaja de Ockham político- periodística no se
sostienen: entonces remozan el argumento del mal menor. Sí, como izquierda son un fraude, una izquierda
hipócrita, una mierda, pero no queda de
otra, resignémonos y votemos por el mal menor. Ante esa tan sólida
argumentación siempre surgen muchas razonables dudas: ¿Si saben la verdad sobre
esa falsa izquierda, creen que el pueblo es tan estúpido que hay que mantenerlo
ilusionado con esa patrañas de que MORENA
es la esperanza para México o que AMLO
es honesto y valiente porque el pueblo no está preparado para saber la
verdad? ¿Acaso creen que el pueblo de quien ellos se autoerigen sus legítimos
intérpretes y representantes (albaceas, casi) es tan estúpido para ir a votar
de nuevo por el PAN tras dos sexenios de terror fascista panista a menos de que
los dopemos con la mentira de que MORENA
es una opción de izquierda? ¿No creen que el pueblo pueda ejercer ese
resignado “nihilismo activo” de votar
por lo que se presente como izquierda
solamente para hacerle un contrapeso a la derecha? Son incapaces de reconocer
que si un sector de la población dejó de votar por ellos fue principalmente por
su falta de definición como izquierda y su acercamiento a la derecha (aunque
otro sector aceptó a AMLO precisamente por su falta de izquierdismo y su
moderación). Acusan a quienes critican a esa izquierda de dividir y hacer
el juego a la derecha, ¿pero no es una división que esa izquierda que antes se corrompió unida
ahora busque puestos bajo varias franquicias como las de AMLO, la de los chuchos, los bejaranos y varios partidos como MORENA, PRD, Movimiento Ciudadano
y PT, cuyo único espíritu de cuerpo son los vasos comunicantes mediante los que
extraen candidatos del PRI?
Hay también un sector mesmerizado o fascinado
por AMLO, para ellos vale bien lo de “comunidad
carismática” que Ramón I Centeno acuñó con base en un concepto de Max
Weber. Ese sector cree a AMLO un héroe
(originalmente los héroes son semidioses,
por ello son incuestionables y criticarlos es blasfemia, herejía e impiedad.
Así estaban fanatizados algunos por Fox, hasta que el héroe se les deshizo en
lo que era, un tigre de papel. Y quienes por primera vez lo bajaron del
pedestal fueron los zapatistas con la Marcha del Color de la Tierra, aún así
los detractores del zapatismo repiten la mentira de que el zapatismo no movió
un dedo durante los dos sexenios panistas, y esa mentira la han firmado incluso
plumas que debieran verificar lo que firman como Sanjuana Martínez). Pero hay
otro sector que siempre pretenderá que, aun cuando lo criticable es muy cierto
y comprobable, no hay que decirlo en público porque se causa grave escándalo en
los oídos infantiles de un pueblo que se queda sin pastor.
Los argumentos que pretenden dar un barniz
político académico a esa posición de real politik diciendo que AMLO es la izquierda por analogía con las
izquierdas que gobiernan en varios países latinoamericanos simplemente
incurren en una generalización apresurada: excepto Cuba, definida como
socialista, con problemas y todo pero socialista, y Venezuela con su extraño socialismo tropical, los demás gobiernos
de izquierda son bastante discutibles
en su izquierdismo: algunos de ellos tienen, por razones muy válidas, en contra
o al menos distanciados a amplios sectores indígenas como en Ecuador y Bolivia o
populares como en Argentina, por asumir el mismo modelo de desarrollo predador
del medio ambiente y poco favorable para la gente más pobre, como sigue pasando
en Brasil, Argentina o Bolivia. Así que lo de izquierda es muy, pero que muy matizable. Y, sobre todo, no es tan
sencillo comprarse el retrato que la derecha histérica hizo de AMLO en 2006 y
que tanto le favoreció ante los sectores radicales: AMLO no es el Hugo Chávez
ni mucho menos el Castro mexicano, a lo más es una versión remozada del priista
populista tabasqueño Garrido Canabal, con retórica izquierdizante a lo
Echeverría. El sector de fieles de la comunidad carismática puede seguir
soñando que AMLO es una mezcla de Zapata y el Che, probablemente los cínicos criptoelitistas saben que eso es
falso, pero creen que es una mentira piadosa que conviene que el pueblo consuma
para salvarlos de la peligrosa derecha.
Otro elemento que agudiza su afán de acallar a
la crítica, incluso calumniando a los críticos, acusándolos de ser bots o trolls, por ejemplo (y miren que calumniar es una confesión de
impotencia, de carencia de argumentos), o al menos arrojando la sombra de la
duda sobre ellos porque tiene “fobias”
u otro mal misterioso que los sesga
(¿por qué no postean religiosamente un llamado a votar contra la derecha para
que veamos que sus intenciones no son aviesas?) es el concepto clasemediero,
urbano, centralista y colonizado de la política: la política se reduce al
Estado, el gobierno y la administración pública, por ende quien tiene el poder
ejecutivo guía a todos y si no es AMLO no
hay ninguna otra opción y si no son
las elecciones no hay ninguna otra forma de cambiar el país. Esa
simplificación de la política se basa en el sofisma de que “las urnas o la violencia”, que significa: “AMLO o el abismo”, o bien, “nuestra
élite de priistas reciclados o la anarquía” (da risa que algunos de quienes
hacen proselitismo por MORENA se llamen “anarquistas”
como Taibo II, pero son gente a la que no se le puede pedir decencia, no da
peras el olmo).
No distinguen entre el poder como poder- sobre
(poder como opresión y como dominación, que es al que aspiran) y el poder de lo
que podemos hacer entre todos, que es con el que se hacen un espejismo quizá
algunas gentes de sus bases: pero ¿ya vieron de dónde salió el primer
presidente de MORENA: importado del PRD y sentado en el trono por el unigénito?
¿Ya vieron de dónde comienzan a salir sus candidatos?: Layda Sansores, ex
Convergencia y ex priista, y lo que falta cuando vean a Monreal y a Clara
Brugada es decir: la misma clase política priista metapartidaria pasada por el
PRD o por Convergencia. ¿Y sus bases?: bueno ellas sirven de carne de cañón
electoral ¿o les darán un chancecito en la tómbola?: probablemente inventen una
nueva forma de fraude como las que se cocinan en las elecciones internas del
PRD.
Pero todo esto debe callarse, porque el pueblo no está preparado para saber la
verdad y tomar sus decisiones con base en información veraz. Hay que seguir
con la mentira piadosa de que AMLO es
“el hombre” y sus franquicias
políticas son el “mal menor” porque
otra política no existe: no aparece en Aristegui-MVS o La Jornada, así que no
existe.
Esa patética suma de comunidad carismática y sectores de cínicos criptoelitistas son hijas de la decisión de Teresa de Mier,
guardar la heterodoxia para un futuro en que las bases estén maduras… ¿pero no son precisamente la crítica, la
disidencia y la heterodoxia lo que debiera definir a la izquierda? ¿Por qué los
“ateos” que piden la crítica en todo
contexto cultural, religioso, ideológico, científico, académico, cotidiano,
reservan la ausencia de crítica precisamente para lo electoral? ¿Por qué
incluso quienes asumen el nominalismo posmoderno contra todos los universales
colonizadores e imperialistas de Occidente asumen las elecciones como la forma moderna de hacer política
universal, o sea, la única posible?
¿Y por qué dedicamos tanto tiempo en criticar a
estos patéticos personajes de la izquierda electorera? Porque no queremos
repetir el gesto de Teresa de Mier, callar porque son ídolos populares y
criticarlos resulta impopular. Y porque lo que Teresa de Mier intuía cuando
pensó en regalar al México naciente su crítica es cierto: deshacer las mentiras despeja el camino para ver las verdades de frente
y eso es algo que le falta a todo México, pero sobre todo a quienes se reclaman
de izquierda: la izquierda es en este
momento un concepto a debate.
Aunque seguramente les está muy mal visto, a los
defensores de la izquierda electoral, citar a los zapatistas (¿después de todo
en qué universidad estudiaron esos indios levantiscos?), la mejor manera de
cerrar este panfletito sobre el cinismo
criptoelitista de una izquierda electoral insuficientemente secularizada
son una o dos palabras de los zapatistas:
“El pensamiento crítico es necesario para la
lucha.
Teoría le dicen al pensamiento crítico.
No el pensamiento haragán, que se conforma con
lo que hay.
No el pensamiento dogmático, que se hace Mandón
e impone.
No el pensamiento tramposo, que argumenta
mentiras.
Sí el pensamiento que pregunta, que cuestiona,
que duda.
Ni en las condiciones más difíciles se deben
abandonar el estudio y el análisis de la realidad.
El estudio y el análisis son también armas para
la lucha.
Pero ni sola la práctica, ni sola la teoría.
El pensamiento que no lucha, nada hace más que
ruido.
La lucha que no piensa, se repite en los errores
y no se levanta después de caer.
Y lucha y pensamiento se juntan en las guerreras
y guerreros, en la rebeldía y resistencia que hoy sacude al mundo aunque sea
silencio su sonido.
Pensamos y luchamos las zapatistas, los
zapatistas.”
Para criticar y debatir con los zapatistas se
necesitan argumentos, información, razones, verdadero arsenal de debate. Lo
mismo para criticar a cualquier otro sector, pero los zapatistas sí se lo toman
en serio, no simplemente callan y dejan pasar el tiempo para ver si todo se
olvida como los líderes de la izquierda electorera. “Para debatir hay que investigar (…),
pensar,
argumentar y, ¡arghhh!, lo más peligroso y difícil: razonar”.
Pero si de lo que se trata es de evadir el debate
y de acallar la crítica basta con gritar: “¡Unidad,
unidad!”.
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