Colaboraci
Por Renata Bessi y
Santiago Navarro F.
Brasil, el país que cuenta con 12% del agua dulce del planeta y con más
de 3,5 millones de hectáreas de lagos creados artificialmente para la
construcción de hidroeléctricas, además de una franja marítima equivalente
al tamaño de la Amazonia, avanza a marchas forzadas loteando sus aguas. El
objetivo es alcanzar las proyecciones de la Organización de las Naciones Unidas
para la Alimentación y la Agricultura (FAO) de producir 20 millones de
toneladas de pescado al año por medio de la acuicultura, un sistema que utiliza
sin límite alguno una serie de químicos en los peces para combatir las
enfermedades y para sostener el nivel de producción.
El ritmo de crecimiento de la producción de peces
se ha acelerado. De 2010 a 2013 se duplicó, pasando de 480 mil toneladas a por
lo menos 1 millón, según datos del Movimiento de Pescadores y Pescadoras
Artesanales (MPA). Para el año 2014, la expectativa es que la producción
acuícola nacional llegue a 1,3 millones de toneladas.
El objetivo que impulsa el gobierno
brasileño, convertir los mantos acuíferos en granjas de peces, es visto
por el MPA como una amenaza para las zonas de pesca tradicional. «El proceso de parcelación de agua dulce y
salada llevada a cabo en todo el territorio brasileño se asemeja al proceso de
explotación de la tierra. Las tierras fueron concentradas en manos de unos
pocos propietarios y los pequeños agricultores fueron expulsados. Nosotros
también estamos siendo expulsados para dar paso a las empresas y no va tardar
mucho en que esto se convierta en latifundios de aguas», explica para SubVersiones María
das Neves, una pescadora del estado de Pernambuco, integrante de este
movimiento.
La acuicultura se está instalando sobre grandes
áreas y está suprimiendo los espacios de la pesca artesanal. Guardias de
seguridad son contratados para garantizar que los pescadores no puedan
acercarse a más de 50 metros de donde se están criando los peces. «Por otra parte, estos proyectos afectan la
puesta de huevos de los peces y contaminan el agua con los medicamentos
suministrados. Sin tomar en cuenta el impacto en las afectaciones de las demás
cadenas alimenticias de los peces nativos», afirmó María José Pacheco,
secretaria ejecutiva de la Comisión Pastoral de los Pescadores (CPP).
Severino
Santos, secretario ejecutivo de la CPP del nordeste, dice a SubVersiones que, «para que no haya impacto en la pesca
artesanal, es necesario un levantamiento de la producción pesquera, la
identificación de las especies y un saneamiento de las áreas de pesca, tomando
en consideración el conocimiento de los pescadores artesanales».
¿Invisibles?
El
Ministerio de Pesca y Acuicultura por medio de su departamento de prensa
comentó que las políticas públicas del fomento de la acuicultura no
comprometen a las políticas públicas que promueven la pesca artesanal. «Una no se opone a la otra, ya que son diferentes
líneas de acción que se complementan con el objetivo de aumentar la producción
y la calidad del pescado en el país, tanto a través de la acuicultura como por
medio de la pesca artesanal».
Severino Santos, por su parte, sostiene que no hay duda de que las acciones
del Ministerio de Pesca y Acuicultura ponen en un contexto de invisibilidad la
actividad pesquera artesanal. «El
discurso y las acciones del ministerio están enfocadas a lo que ahora se conoce
como hidronegocio». De la misma forma tratan de incentivar a los pescadores
artesanales. Lo que existe hoy día dirigido para el pescador artesanal es un
seguro de desempleo para el periodo de la puesta de huevos de los peces (de
noviembre a febrero), ya que se les impide la pesca en esta época del año y se
les da un crédito de USD 970.
Contradicciones en las estadísticas
Hoy en
día hay 970 mil pescadores registrados en el MPA, siendo 957 mil pescadores
artesanales. Según el ministerio, del 45% de los peces producidos en el país,
1,240 millones de toneladas es el resultado de la pesca artesanal. «Hay una cierta inconsistencia en los datos.
¿Cómo es posible que el 96% de los pescadores pesquen menos de la mitad de los
peces?», afirma Tarciso Quinamo, investigador de la fundación Joaquim
Nabucco (FUNDAJ). El movimiento de los pescadores estima que el 70% del pescado
proviene de la pesca artesanal.
Dudosa calidad
El
lago de Itaparica, en el noreste de Brasil, represa las aguas del río San
Francisco y es el tercer cuerpo de agua más grande de este país, con un área de
834 km2. El lago abarca cinco municipios del estado de Pernambuco –Floresta,
Belén San Francisco, Petrolândia, Itacuruba– y en el estado de Bahía los
municipios de la Glória, Chorrochó y Rodelas. La presa fue construida en
función de la hidroeléctrica de Itaparica, en funcionamiento desde 1988 y para
su construcción se inundaron las ciudades de Petrolândia, Itacuruba, Rodelas y
de Barra do Tarrachil.
La Asociación de los Pescadores y Pescadoras del lago Papagaio y la
Asociación de Agropesca de San Francisco mantienen sus criaderos en una de las
islas del lago Itaparica, región que los pescadores conocen como Serra do
Papagaio. No hay una forma de desembarcar en la isla sin sumergir al menos la
mitad del cuerpo en el agua, aparentemente limpia y cristalina. El equipo de SubVersiones desembarcó
a escasos metros de los tanques donde crían los peces. Al llegar a tierra firme
se podían ver gusanos de color blanco impregnados en los pies y piernas de este
equipo.
El miembro de la colonia de Pescadores de Petrolândia, Pedro de Souza,
informó sobre las denuncias que han hecho los pescadores con respecto a los
peces criados en cautiverio. «Sabemos que
desarrollan numerosas enfermedades que atacan a los animales, como hongos y
larvas. Incluso hemos visto peces vivos con la mitad de cuerpo podrido»,
afirma.
La piscicultora María José, que trabaja en la isla, relata que sus
actividades son básicamente alimentar a los peces y recoger del estanque a los
peces que mueren. «A veces algunos se les
hinchan los ojos como si fueran a explotar. Otros pierden las escamas»,
comentó. Para combatir las enfermedades, los piscicultores terminan haciendo un
uso abusivo de antibióticos, pesticidas, antifólios, altamente tóxicos y
contaminantes. Nelson de Souza, otro trabajador de la cooperativa, admite que
los peces muertos se convierten en un problema. «No podemos dejarlos en el agua, porque contaminan. Así que la salida
es enterrar a estos peces», dice.
El mismo día del reportaje, navegando por el lago de Itaparica, el quipo
encontró contenedores llenos de un residuo compuesto por restos de pescado. «Se utiliza un producto para desintegrar a
los peces. Ni los buitres, ni una mosca vuela cerca de estos restos»,
comenta Pedro.
Cuestionado por Subversiones sobre
el control sanitario de la actividad, el secretario de Desarrollo Económico y
Turismo de la municipalidad de Petrolândia, Marcos Rogerio Viana, dijo que
agrónomos del municipio realizan cada 60 días un monitoreo y que hasta el
momento no ha habido ningún problema con respecto a la calidad del agua y los
peces.
Márgenes acuáticos en disputa
La
disputa por la tierra a las orillas del lago de Itaparica es otro factor
que amenaza la pesca artesanal en esta región de Brasil. Los pescadores han
estado viviendo con una nueva parafernalia en el paisaje de rara belleza
escénica en el nordeste semiárido. En las playas de agua dulce, en las islas y
en las tierras que bordean el lago se ha vuelto común encontrar barreras,
cercas, postes, cables y placas que prohíben el paso dentro y fuera del agua.
Los pescadores han vivido con prácticas violentas no sólo por las barreras
físicas, sino con otra forma de violencia que ha roto con sus costumbres. Como
la destrucción de los lugares que ellos llaman «rancho», donde acampan, preparan su redes, encienden fogatas,
platican, comen y duermen, después de limpiar y preparar los peces que lograron
pescar durante el día. «Hay un árbol ahí
donde nosotros arranchamos (acampar en el rancho) días atrás y cuando nos fuimos le prendieron fuego para que no
regresáramos. Es increíble, tiraron el árbol para que nosotros no volviéramos»,
dice Gilda Henry, pescadora de Itaparica.
La pesca artesanal tiene su propia dinámica. El pescador se mueve de
acuerdo con los tiempos de reproducción de los peces, de manera que sus
espacios de actividad varían. «El pescado
huye y tenemos que ir al otro lado detrás de él y así vamos de rancho en rancho
detrás de nuestros peces», dice Gilda. Los pescadores tienden a dormir
durante días o incluso semanas en los «ranchos»
que están a orillas del río y en los islotes que conforman la presa de
Itaparica. Es el espacio de convivencia de los pescadores para intercambiar
experiencias y conocimientos en los días de pesca.
La movilidad que exige la actividad pesquera tradicional contrasta con la
dinámica de los «dueños» de las
tierras que han surgido sin planificación a lo largo del lago usado para el
cultivo de peces, la siembra, la cría, el turismo acuático, casas de verano y
sus bares. Navegando por la represa se perciben los contrastes entre los ranchos
de los pescadores y estos lugares. Incluso ahí mismo se encuentran vallas
dentro del agua. «Aquí usted viene con su
lancha para pescar en las orillas del lago y rápidamente llega el ‘propietario’
y dice que no quiere a nadie ahí. Unos resisten y se quedan, aunque a veces con
miedo de que alguien llegue por la noche para matarnos. Y así vamos quedando
cercados por estas barreras», cuenta a SubVersiones el
pescador José Ilton.
¿Quiénes son los responsables de las tierras?
La
tierra a las orillas del lago se encuentra bajo la administración de la
principal empresa generadora de energía hidroeléctrica de Brasil, Companhia
Hidroelétrica do São Francisco (CHESF), vinculada al ministerio de Minas y
Energía. El secretario de Turismo y Desarrollo Económico de la municipalidad de
Petrolândia, Marcos Rogerio Viana, admite que sí hay conflictos en estas áreas.
«Muchas personas están invadiendo y CHESF
no toma medidas para desalojar a estas personas. Se trata de un conflicto que
existe y se debe encontrar alternativas para resolverlo», declara.
CHESF informó, a través de su departamento de prensa, que no es responsable
de las orillas del embalse, pero contradictoriamente admite tener el control
sobre Áreas de Preservación Permanente (APP). De conformidad con la Ley
12.651, artículo 3 de la Constitución Federal de Brasil, las APPs son «área protegida, ya sea o no, cubierta por
vegetación nativa, con la función ambiental de preservar los recursos hídricos,
el paisaje, la estabilidad geológica y la biodiversidad, facilitar el flujo de
genes de la flora y la fauna, la protección del suelo y asegurar el bienestar
de las poblaciones humanas». Y son, de acuerdo con el artículo 4, «los márgenes de cualquier curso de agua
natural perenne e intermitentes».
La Comisión Pastoral del Pescador (CPP) sostiene que las tierras de
jurisdicción federal, tanto como las APP delimitadas para su protección, están
siendo ocupadas de forma ilegal. El secretario ejecutivo de la CPP en el
noreste, Severino Antonio dos Santos, cita el ejemplo de la tierra entre la
ciudad de Petrolândia y Jatoba, misma que rodea el lago. «Las tierras que se encuentran entre la autopista BR 316 y el lago, son
áreas protegidas y están siendo invadidas por ocupantes ilegales, casas de
vacaciones, negocios. Sólo hay que pasar por el camino y se puede ver».
Según Alzení Tomaz, del Centro de Investigación y Estudio sobre Pueblos y
Comunidades Tradicionales y Social y Acciones Ambientales (NECTAs), de la
Universidad del Estado de Bahía, no hay duda de que los bordes del lago son
responsabilidad de CHESF. «Lo que pasa es
que la empresa distribuye estas tierras bajo criterios no transparentes.
Sabemos que sucede, pero no tenemos el mapa de estas tierras. Ya hemos hecho
varias peticiones, incluso a través de Ministerio Público, para saber de hecho
lo que realmente fue transferido o no, y cómo fue hecho, pero CHESF renuncia a
su responsabilidad de informar», afirma la investigadora. «Esta situación acaba generando invasiones
ilegales y saqueos de la vegetación y del agua. Lo que se debe de tomar en cuenta
es que esta situación debe resolverse para que los promotores de las invasiones
sean responsabilizados y que las áreas se conserven en realidad».
Alzení recuerda que los pescadores artesanales no fueron considerados por
el gobierno y fueron afectados por la construcción de la presa y terminaron sin
acceso a muchos de sus territorios tradicionales. «Y por desgracia este tipo de situaciones se repiten en todo Brasil»,
finaliza.
Movilización por el territorio pesquero
Cinco
de la mañana en una de las islas del lago de Itaparica, llamada por los
pescadores como Puerto Serra do Mocó. Rosalvo Ferreira da Silva llega en su
canoa con la red que había dejado en el agua al final de la jornada anterior.
Para echar la red en el río, lo ideal es que los pescadores sean al menos dos.
Uno para sujetar el barco y el otro para lanzar la red. Pero Rosalvo va solo. «El viento va levantando la canoa mientras
juego. Si me lleva por el camino equivocado, termino enojado». En la red se
puede percibir que predomina la tilapia, la curvina y la piava. La canoa se
aproxima a la tierra y comienza a preparar los peces.
Rosalvo, de 64 años, comenzó la pesca desde los 12 años en Barrera Velha,
que ahora está bajo las aguas represadas. En aquel entonces pescaba en San
Fracisco Velho o en las corrientes de agua. Allí también tenía un jardín.
Con la presa se trasladó a una agrovilla en Petrolândia. «Me quedé un tiempo parado, pero estaba quedando enfermo. Entonces salí
en el inicio de los años 90, porque soy del río, me dejé caer en el agua»,
recuerda.
Mientras descuartiza el pez, el pescador comparte que ese día la pesca no
fue tan buena. «La luna es brillante
[luna llena]. Para la pesca con anzuelo
no importa si la luna esta clara u oscura. Pero para la pesca con red esta luz
de luna llena no ayuda porque brilla en la red y espanta al pez», explica.
A Rosalvo le gusta la soledad de las aguas. Se siente protegido. «No sé ustedes, pero todos los días a las 6
veo a María de las Aguas. Yo estoy solo y me concentro. Conozco gente que
también la ve. Las aguas de los ríos tienen muchos secretos, como las estrellas
en el cielo y el bosque».
El uso que los pescadores hacen del río San Francisco va más allá de la
relación objetiva de garantizar el sustento de sus familias. Existe una
relación ancestral mística. «La afinidad
entre estas comunidades y el propio río se presenta como algo tan íntimo que
suena como una relación familiar. El río, con sus mitos, sus aguas y sus ciclos
está impregnado en el modo de ser de las personas», dice a SubVersiones Neusa
Francisca Nacimiento, de la CPP del estado de Minas Gerais.
Existe un conocimiento popular del agua, los peces, el clima y las
estrellas, construido a través de generaciones. Este conocimiento consiste en
la colectividad de las comunidades y no se transmite en la escuela, pasa de
padre a hijo. Es en defensa de esta forma de vida, construida en torno a la
pesca, que se están desarrollando esfuerzos para la regularización del
territorio de las comunidades pesqueras tradicionales.
El movimiento de los pescadores está haciendo campaña para la aprobación de
la ley que garantice el territorio de las comunidades tradicionales de pesca,
de iniciativa popular. «Hoy en día no
existen procedimientos legales para la regularización de los territorios de las
comunidades pesqueras tradicionales», explica María José. El objetivo,
según ella, es regular el espacio utilizado por los pescadores, así como se
hace con la demarcación de las tierras indígenas y de la población negra. Para
ser aprobado el proyecto se necesita el apoyo de 1% del electorado brasileño,
es decir, 1.406.466 firmas.
Amenazada
La pesca es una actividad milenaria. Prueba de estos son los sambaquis
(el nombre sambaqui viene de la lengua tupi [tampa(tapa) = marisco y ki
= amontonado]. Son conchas, ostras y otros utensilios de la cocina amontonados
de forma arqueológica en la franja de la costa brasileña que se remontan a más
de 8000 años, según recuerda Tarcisio Quinamo, investigador de la
fundación Joaquim Nabucco (FUNDAJ). «La
actividad de la pesca artesanal se mantiene, por supuesto con las renovaciones
de hoy en día. Y la amenaza nunca ha sido tan viva», afirma.
Para María José, lo que existe en este país es un
modelo de desarrollo que no incluye al pueblo brasileño. «Los territorios en los que los pescadores están en Brasil son
hermosos, valorados, llenos de agua, con bosques, manglares. Por eso están en
disputa estas tierras. Pero estas áreas sólo existen porque estas comunidades
las han preservado», dice María José.
¿Qué demonios es este
desarrollo que destruye el hogar, que expulsa a la gente que no tiene dinero de
sus lugares? Toma la voluntad de las personas, el derecho, el deseo, reclama
María das Neves.
Comentarios