Por La Voz del Anáhuac.
25 enero, 2015
Se cumplen ya 4 meses del crimen de Estado
perpetrado contra estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa el 26 de
septiembre en Iguala, Guerrero.
No ceden
las movilizaciones convocadas por los padres, madres, familiares y compañeros
de los normalistas de Ayotzinapa. Por el contrario, además de ser acompañadas
por decenas de miles de mujeres y hombres en todo el país, han ganado la
solidaridad de la gente de buen corazón en todo el mundo.
Así, se
han realizado acciones globales de protesta. Ahora, el 26 de enero de 2015, se
realizará la 8ª Acción Global por Ayotzinapa, reclamando la presentación con
vida de los 43 compañeros desaparecidos.
Desde
septiembre se ha señalado que la masacre de Iguala fue un crimen de Estado. Los
ejecutores, policías municipales de Iguala y Cocula son parte de las fuerzas
del Estado. La colusión de estos policías con grupos criminales no es una
novedad ni es privativo de los municipios involucrados del estado de Guerrero.
Esa misma simbiosis entre gobiernos municipales, estatales y federal con los
cárteles de la droga se ha hecho cada vez más evidente en la mayor parte del
territorio nacional. Fue precisamente esa complicidad lo que originó en 2013 la
proliferación de policías comunitarias y grupos de autodefensa, principalmente
en Guerrero y Michoacán, pero no sólo ahí. Tamaulipas, Veracruz, Nuevo León,
Chihuahua, Estado de México, Morelos han sido escenarios de una guerra desatada
por el estado, supuestamente contra el narco, pero en realidad es una pugna
entre los diversos grupos de narcotraficantes y el Estado por el control
territorial y la disputa de plazas que ha ocasionado desde 2006 a la fecha una
cauda terrorífica de más de 120 mil muertos, decenas de miles de desaparecidos,
decenas de miles de desplazados. La mayor parte de las víctimas no son sicarios
del llamado crimen organizado ni de los cuerpos policíaco-militares del Estado,
sino de la población civil.
Lo que
se padece en México son las consecuencias de estar bajo el dominio de un narco-estado
cínico y criminal que además ha utilizado la llamada guerra contra el crimen
organizado para arremeter contra las resistencias y rebeldías que en los
pueblos se organizan para defender su territorio y la naturaleza frente a la
depredación ocasionada por los megaproyectos neoliberales: minería a cielo
abierto, presas, parques eólicos, termoeléctricas, acueductos y otros que son
impuestos por la fuerza despojando a los pueblos de su territorio, sus bosques,
su agua, destruyendo el entorno ecológico, el tejido social y la vida misma de
poblaciones enteras. Luchadores sociales asesinados, desaparecidos,
secuestrados, torturados, encarcelados, perseguidos en aras del llamado “progreso”.
Ayotzinapa,
crimen de Estado planeado desde el poder federal se les salió de control.
Erróneamente creyó el Estado que habría algunas protestas efímeras, que podría
controlarlas y que el tiempo sería su principal aliado para quedar impune, como
siempre.
No
bastó con arrestar a algunos policías, no bastó con hacer renunciar al
gobernador de Guerrero, ni la aprehensión del presidente municipal de Iguala y
su esposa. Nadie le creyó al procurador el cuento de que los cuerpos de los 43
desaparecidos habrían sido incinerados en un basurero. Mayor indignación
provocó el “ya supérenlo” de Peña
Nieto.
No
estaba tratando el Estado con un grupo clientelar manipulable. Se trata de
familias campesinas e indígenas de un estado donde la lucha y la resistencia
han estado presentes durante décadas, pese a la ocupación militar, pese a la
guerra de exterminio contra los movimientos insurgentes que encabezaron Genaro
Vázquez y Lucio Cabañas, pese a los centenares de desaparecidos, ejecutados,
torturados, encarcelados, perseguidos.
La
desaparición de 43 y el asesinato de 6 la noche del 26 de septiembre fue “la gota que derramo el vaso”. Y se alzó
una lucha que desde el poder no se esperaban. Pronto a los familiares y
compañeros de los asesinados y desaparecidos de Ayotzinapa se sumaron los
profesores (muchos de ellos en Guerrero son egresados de Ayotzinapa), todas las
Normales Rurales, las policías comunitarias, los pueblos en resistencia contra
los megaproyectos neoliberales, los estudiantes de las universidades públicas y
algunas privadas, algunos sindicatos que conservan algo de conciencia de clase,
multitud de organizaciones populares, campesinas, indígenas. Por supuesto el
Ejército Zapatista de Liberación Nacional, los pueblos organizados en el
Congreso Nacional Indígena. Y desde otras geografías las agrupaciones
solidarias que han comprendido que la resistencia anticapitalista debe
globalizarse para hacer frente a la depredación del planeta que provocan los
capitales transnacionales.
El EZLN
desde agosto había anunciado la realización del Festival Mundial de las
Resistencias y las Rebeldías contra el capitalismo. Tal como es su modo, los
zapatistas cedieron su lugar en este festival a los familiares y compañeros de
Ayotzinapa. Esto además de ser un genuino gesto solidario, ayudó a una mayor
visibilización de la lucha por la presentación con vida de los 43
desaparecidos, por verdad y justicia, para que el dolor y la rabia no quedaran postergados
durante la temporada decembrina. Así, del 21 de diciembre al 3 de enero, junto
con el Congreso Nacional Indígena y la Sexta Nacional e Internacional, los
rostros, los nombres, las madres, padres, familiares y compañeros de los 43 fueran
abrazados solidariamente por los miles de corazones que compartieron sus
experiencias de lucha, de resistencia, de rebeldía, dolor y rabia en
Xochicuautla, Amilcingo, Iztapalapa, Monclova, Oventic y el Cideci.
Ahora,
a 4 meses de la masacre en Iguala, con la 8ª Acción Global por Ayotzinapa,
nuevamente estaremos en las calles en todo el mundo para recordarles a los
señores del poder que no habrá perdón ni olvido, que esta lucha no parará ya,
hasta encontrar verdad y justicia, hasta que nos devuelvan con vida a los 43. Y
que, teniendo claro que este es un crimen de Estado, de un Estado capitalista,
un narco-estado, nuestra lucha es contra este sistema de muerte y destrucción,
nuestra lucha es por nuestro derecho a ser libres, y que esa libertad, como la
verdad y la justicia, serán posibles hasta acabar con lo que ha provocado tanto
dolor y tanta rabia, es decir, hasta acabar con el capitalismo.
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