Acerca del epíteto “sectario” y la autocomplacencia de quienes lo usan (por Javier Hernández Alpizar
Zapateando
Por Javier Hernández Alpizar
Para ellos, nuestras
historias son mitos,
nuestras doctrinas son
leyendas,
nuestra ciencia es magia,
nuestras creencias son
supersticiones,
nuestro arte es artesanía,
nuestros juegos, danzas y
vestidos son folklore,
nuestro gobierno es
anarquía,
nuestra lengua es dialecto,
nuestro amor es pecado y
bajeza,
nuestro andar es
arrastrarse,
nuestro tamaño es pequeño,
nuestro físico es feo,
nuestro modo es
incomprensible.
SCI M, EZLN, Milpa Alta, 9
de marzo de 2001.
Agregamos
nosotros:
para
ellos, nuestro filosofar no lo hay.
Carlos
Lenkersdorf, Filosofar en clave tojolabal.
En el libro de los
viajes de Marco Polo (El
Millón), el legendario viajero menciona frecuentemente a una “secta” llamada “nestorianos”. En la edición que leí, una sencilla edición de esas
que se vendían en los puestos de revistas, el traductor pone una nota de pie de
página en la cual explica que los nestorianos son una escisión de la iglesia
cristiana, una escisión oriental y asiática sobre todo. Comenta con ironía que
las muchas referencias de Marco Polo a esa “secta”
muestran que debían ser muchos, incluso quizá eran más que los católicos romanos,
pero éstos se tenían a sí mismos como la única iglesia verdadera (“católica” significa “universal”) y a las muchas escisiones
(de hecho llamarlas “escisiones” es
ya considerarlas separadas del único cuerpo eclesiástico realmente existente)
las llama “sectas” implicando en ello
que se separaron del dogma único y que son pequeñas comparadas con La Única.
De
esta manera, el epíteto “sectario”
tiene un origen religioso, algo fanático, siempre autoritario, autocomplaciente
e hipócrita. De ese origen fanático ha sido llevado al lenguaje político
vulgar, donde se usa el epíteto para zaherir a los disidentes de una posición
real o supuestamente mayoritaria. Hay incluso un apotegma irónico: “somos pocos pero sectarios” que, como
otras bromas del estilo, pretende descalificar a los que no están de acuerdo
con una postura aplicándoles el argumento falaz del número. Mayoría no
significa razón. El argumento por mayoría es argumento por el derecho del más
fuerte, no argumento por razón y convicción racional. Roberto Escudero, en su
libro Un año en la vida de José Revueltas,
escribió que uno de sus entrevistados le contó de una reunión secreta, a la que
se accedía por muchos filtros y santos y señas (pese a lo cual, tiempo
después descubrieron y reconocieron que estuvieron infiltrados por algún espía
del gobierno) para debatir en petit
comité todos contra Revueltas: lo “vencieron”
por cansancio, porque por cada vez que subía a defender y argumentar su
posición crítica dentro del Partido Comunista, subían tres o cuatro oradores a
perorar contra él. Sin embargo, dice el entrevistado, a la larga tenemos que
reconocer que era Revueltas quien tenía la razón contra todos nosotros. Un solo
individuo puede tener la razón contra todo un grupo, pero el grupo puede
refugiarse en la confianza gregaria y tildar a ese uno, o esos pocos, de “sectario, sectarios”.
Cuando
los zapatistas rompieron abierta, pública, explícitamente con la clase política
en 2005 (La (imposible) ¿geometría? del poder en México, se llamaba el
texto, me parece) las masas que seguían al entonces candidato del PRD a la
presidencia López Obrador usaron el epíteto religioso y fanático contra los
zapatistas y contra quienes adherimos a su manifiesto político. Incluso jugaron
con las palabras y por haberse llamado el documento que signamos Sexta
Declaración de la Selva Lacandona, ellos, e incluso algunos practicantes de la
bigamia que pretendían negar la ruptura con la clase política nos decían que La
Sexta era La Secta. Muchos chistes, agresivos, calumniosos como las caricaturas
de los moneros de La Jornada, llovieron sobre La Otra Campaña repitiendo
mentiras como que el EZLN se había sumado a la derecha e invitando a los
lectores de La Jornada a dejar de solidarizarse con las comunidades zapatistas:
“¿Qué está haciendo? Acabando con la poca
solidaridad que quedaba”. Curiosamente, años después podemos ver al EZLN
abajo y a la izquierda como siempre, cediendo la palabra (y escuchando) a los
padres y familiares de los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa mientras que
los seguidores de AMLO son incapaces siquiera de acusar recibo del hecho de que
fueron sus partidos, sus coaliciones y su líder quienes llevaron al poder a
Abarca, a Mazón y a Aguirre. Ahora podemos ironizar diciendo que en su afán de
ser amplios, incluyentes y nada sectarios aceptaron hasta al crimen organizado
entre sus candidatos.
Sin
embargo, aún muchos seguidores acríticos del lópezobradorismo no renuncian a su
falsa seguridad de ser el mayor número y en lugar de discutir hechos,
información, fenómenos públicamente verificables, prefieren recurrir a una
apelación a la fuerza del número y tildar de “sectario” a quien critica a su candidato.
Además
del carácter dogmático, autoritario, y el intento de cerrar el debate apelando
a la fuerza, quienes utilizan ese recurso retórico apelan a una petición de
principio: “somos La Izquierda, así que
no subordinarse a nosotros implica hacerle el juego a la derecha” y, “dado que somos la única izquierda realmente
existente, no estar con nosotros implica ‘sectarismo’ ”. Alguna vez una abogada usó la frase “caer en el vacío”, lo cual me hace
pensar en la imaginería medieval según la cual si navegabas por el océano más
allá de donde está su límite caías en el vacío, el abismo. Esa misma imagen
neobárbara está detrás del falaz y chantajista “argumento” lópezobradorista de que solamente quedan dos caminos:
las urnas (implícito: votar por el unigénito) o las armas, la montaña, la
violencia (donde son la desesperación y el crujir de dientes). Todas esas
falacias suponen de entrada que ellos son la izquierda (el monopolio del “bien de todos”), cosa que no
demuestran, vamos ni siquiera se cuestionan (cuestionarse podría llevarlos a
romper el encanto de la “comunidad
carismática”, como dijera, con una categoría de Weber, Ramón I Centeno): la
izquierda en México es hoy algo a debate, un concepto en crisis y en disputa,
no pueden dogmáticamente decir “la
izquierda somos nosotros” y negar toda disidencia respecto a sus dogmas.
Además, la política implica muchas cosas, un amplísimo gradiente de formas de
pensamiento y acción entre las cuales la violencia armada y las urnas son
solamente dos posibles cursos de acción. Es como si frente a un piano dijeran
que solamente hay dos teclas, una blanca y una negra, y que la negra es mala y
nunca debemos pulsarla, por tanto la música consiste en esa única tecla blanca
que es la suya. (Además la derecha ha demostrado que acudir a las urnas no
implica renunciar al uso de la violencia, ellos lo hacen todo el tiempo.)
En
síntesis, cada vez que usan el epíteto “sectario”
en lugar de evidenciar la posición de aquellos cuya crítica desearían
enmudecer, en realidad retratan involuntariamente una posición fanática,
acrítica, que se basa en la certeza gregaria (también cada vez más dudosa) de
ser el mayor número y por tanto detentar el derecho del más fuerte. Para
pretenderse de izquierda, es un modo
de proceder demasiado dogmático y autoritario. Bastaría esa sola
autocomplacencia para comenzar a abrigar serias y razonables dudas sobre
quienes así proceden en una discusión.
Bonus track: ACLARANDO UNA MENTIRA ACERCA DE AMLO
Hay algunos que dicen
que AMLO es uno de los sujetos más linchados mediáticamente, y posiblemente
tienen razón. Sobre todo en 2006, la derecha le hizo una campaña negra en la
que esparcieron sobre él una gran mentira: que
era un sujeto de izquierda radical en la línea de Hugo Chávez. Eso sí es
una calumnia, en el sentido de mentir sobre alguien. AMLO no es socialista, no
es marxista, no es comunista, no es chavista, no es anarquista, no es para nada
un radical. Es más bien un producto del nacionalismo revolucionario del PRI.
Cuando el PRD eligió sus siglas estaba claro que le disputaba al PRI su raíz
histórica (las siglas PR) del nacionalismo revolucionario fundador.
Lo que
pasa es que la derecha mexicana es bastante cavernaria, incluso tiene sujetos
que escribieron libros como “Juárez
marxista”, porque el priismo les parecía comunista desde la época de Calles
y su anticlericalismo, de Garrido Canabal y su populismo tabasqueño (la raíz de
AMLO) y de Lázaro Cárdenas, hasta la época en que Portillo nacionalizó la banca
(“comunismo”, según la derecha).
Lógico que esa derecha oliera el regreso del nacionalismo revolucionario
priista primero con Cárdenas (Cuauhtémoc) y luego con AMLO y por eso chillara: “rojillos, impíos, comunistas”, etc.
Todo eso es falso. Si algunos despistados que se dicen de izquierda se
compraron esas falsedades, allá ellos.
De
hecho, si Morena es congruente con su ideología de luchar por el regreso del
Estado benefactor (ese periodo nacional revolucionario del priismo, pues) y se
va a afiliar a una internacional (si es que no lo ha hecho aún) lo hará en la
Internacional Socialista (socialdemócrata) donde compartirá lugares con sus
correligionarios del PRI y del PRD…
No los
calumniemos, no los llamemos izquierda
radical, ese es un cuento para asustar a clases medias asustadizas que
urdió la ultraderecha.
De
nada
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