Los normalistas rurales agrupados en
la Federación de Estudiantes Campesinos Socialista de México (FECSM), desde
1935, resisten con dignidad y decoro el acoso, las calumnias, expulsiones,
encarcelamiento, tortura, asesinatos y desapariciones forzadas. Tanta barbarie
y odio del Estado y sus instrumentos (la policía, el ejército, la alta
burocracia, el charrismo sindical y ahora el narco), lo enfrentan de manera
cotidiana y por lo general sobre el filo de la navaja.
Miles de
jornadas de lucha de los normalistas rurales, han tenido su origen en la
defensa integral del sistema becario tipo internado. Las huelgas, marchas,
mítines, plantones, actos de propaganda, acopio de recursos, asambleas,
congresos, foros y círculos de estudio; programas socioculturales y denuncias
han sido las formas que les han permitido seguir de pie a pesar de tanta
infamia.
Las demandas
estudiantiles son recurrentes, incremento del monto de la beca y número de
alumnos por plantel; defensa del derecho a la libre organización y
manifestación de las ideas en todos los confines de México; la lucha por los
derechos a la educación, la salud, la alimentación, el trabajo, la recreación y
la cultura; por la libertad de los presos de conciencia y en solidaridad con el
pueblo pobre y explotado.
A los
normalistas nada les ha concedido el Estado sin luchar, todo lo que tienen,
incluyendo la propia creación de las escuelas formadoras de docentes les ha
costado enorme sacrificio, incluso la ofrenda de su propia vida.
Noventa años
después de que fueron creadas las escuelas técnicas y las escuelas regionales
campesinas, lo que conservan, gozan y defienden los miembros de la FECSM es
patrimonio popular. El mérito es de todas las Normales Rurales del país que han
superado el número de treinta en un lapso de ocho décadas, han tenido sus
momentos de auge y de reflujo en la lucha, desde El Quinto, Sonora, hasta
Hecelchacán, Campeche; de Tamazulapan, Oaxaca, hasta Saucillo, Chihuahua; de
Aguilera, Durango a Panotla, Tlaxcala; de Teteles, Puebla a San Marcos,
Zacatecas; de Atequiza, Jalisco a Cañada Honda, Aguascalientes; Tenería estado
de México a Mactumatzá, Chiapas; de ahí al Mexe, Hidalgo y Ayotzinapa,
Guerrero, mujeres y hombres en fraterno sacrificio han irrigado la patria
mexicana con la lucha social, la ciencia y el alfabeto.
Por ello
cuando se pregunta, que cuál es la perspectiva de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, se
responde sin titubeos, el futuro es de lucha, no hay posibilidad de tirarse
atrás, ni de claudicar, porque los normalistas rurales del país están en pie de
lucha; miles de campesinos, maestros, estudiantes y obreros de todo el mundo ya
hacen eco para que aparezcan los 43 normalistas y se castigue a los culpables
por la masacre de Iguala del 26 y 27 de septiembre del año que corre.
El crimen de
Estado ha desnudado de cuerpo entero el régimen de Enrique Peña Nieto, al
sistema putrefacto de partidos, a los poderes de los estados de la república y
gobiernos locales, a los diputados y senadores y la relación que guardan todos
los anteriores juntos con las mafias en México.
La lucha de
los normalistas de Ayotzinapa y del país, el auge del movimiento estudiantil en
el Instituto Politécnico Nacional, la lucha de la CNTE y otros sectores, nos
permite seguir soñando en que otro mundo es posible, ahora que se ha volcado en
favor de los normalistas rurales, un mosaico impresionante de fuerzas políticas
y sociales en México y más de cinco decena de países.
La lucha es
conocida y respaldada por doquier, se internacionalizó, y para ello –otra vez,
hubo de ofrendarse la sangre rebelde de los estudiantes.
¿Tiene sentido
reivindicar los caídos en la lucha? Si, ¿Es en extremo necesario seguir
organizando la resistencia contra la reforma educativa que tumba derechos
conquistados hace más de siglo? Sí.
¡En defensa del normalismo y la educación pública!
¡Esparcid las ideas revolucionarias por todos los confines de México y el
mundo!
¡Porque el color de la sangre jamás de olvida!
¡Vivos de los llevaron y vivos los queremos!
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