A 20 años del EZLN: Aunque ha sido invisibilizado por los medios, el proyecto zapatista sigue adelante.
Escrito
por Orsetta Bellani
Fuente original:
Noticias Aliadas
Publicado por
Kaos en la red
Emblemático Subcomandante Marcos “desaparece” pero proyecto zapatista sigue adelante.
“No habrá casa-museo o placas de metal en donde
nací y crecí. Ni habrá quien viva de haber sido el subcomandante Marcos. Ni se
heredará su nombre ni su cargo. No habrá viajes todo pagado para dar pláticas
al extranjero. No habrá traslado ni atención en hospitales de lujo. No habrá
viudas ni herederos. No habrán funerales, ni honores, ni estatuas, ni museos,
ni premios, ni nada de lo que el sistema hace para promover el culto al
individuo y para menospreciar al colectivo”.
Con estas palabras anunció su “desaparición”
el Subcomandante Marcos, legendario vocero del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN), decisión que tomó a todo el mundo por sorpresa. Lo hizo en la
madrugada del 25 de mayo pasado en el Caracol de La Realidad, sede del gobierno
autónomo zapatista en la profundidad de la Selva Lacandona. En su reemplazo
como portavoz del EZLN fue nombrado el Subcomandante Moisés.
“Es nuestra convicción y
nuestra práctica que para rebelarse y luchar no son necesarios ni líderes, ni
caudillos, ni mesías, ni salvadores”, declaró Marcos
desde el escenario levantado en La Realidad, en una atmósfera onírica creada
por la lluvia nocturna en la selva. “Para
luchar sólo se necesita un poco de vergüenza, un tanto de dignidad y mucha
organización”.
Ejemplo de coherencia
El ex vocero del EZLN se
definió a sí mismo como una “botarga”,
un engaño mediático creado por los pueblos zapatistas. Ellos decidieron
construirlo y ahora optaron por desaparecerlo, porque ya no es necesario en una
organización que cree en la horizontalidad y en el poder desde abajo, y cuya
dirigencia ya no es mestiza sino indígena.
La gente aplaudía, lanzaba consignas, algunos lloraban, quizás más para
descargar la intensidad de aquel momento que por tristeza. Al final, la
decisión de “desaparecer” a Marcos,
una figura que de alguna forma ocultaba la resistencia cotidiana de millares de
bases de apoyo zapatistas, fue un gran ejemplo de coherencia para una
organización como el EZLN.
“Habríamos tenido que
hacer un esfuerzo para que se concentraran menos en la figura de Marcos,
durante los primeros años”, admitió el Subcomandante
en el 2009, durante una entrevista con la periodista mexicana Laura
Castellanos. “Sucesivamente tratamos de
remediarlo, pero ya no se pudo”.
Pero el 10 de agosto el rostro enmascarado de Marcos reapareció
sorpresivamente en el Caracol de La Realidad durante una rueda de prensa con
los medios libres. Allí el ahora subcomandante Galeano —personaje en el que
Marcos anunció haberse convertido en homenaje a un zapatista asesinado en mayo
pasado por opositores al movimiento insurgente—, criticó a los “medios de paga” y anunció que la
organización hablará exclusivamente con los medios independientes. Hay sólo que
esperar que el Subcomandante Galeano no se vuelva el nuevo mito mediático
zapatista.
La desaparición de Marcos ocurrió en un momento de madurez del EZLN, que en
sus 20 años de vida alcanzó importantes logros y demostró tener la suficiente
humildad para transformarse. Aunque en los últimos años haya sido
invisibilizado por los medios, el proyecto político zapatista sigue adelante.
Después de la traición, por parte del gobierno, de los compromisos asumidos
con la firma de los Acuerdos de San Andrés sobre el derecho a la autonomía
indígena, en el 2003 el EZLN decidió ejercerla unilateralmente a través de la
creación de las Juntas de Buen Gobierno, que reforzaron el principio del “mandar obedeciendo”. Pese a enfrentar
muchas dificultades, en estos 20 años aumentó en las comunidades autónomas la
participación política de las mujeres, se formaron maestros y médicos
zapatistas, se crearon escuelas y clínicas, se desarrolló un sistema de
justicia al que muchas veces acuden personas que no pertenecen al EZLN, por ser
más eficaz que el institucional.
Cambio de actitud
La insurrección armada
de 1994 supo también cambiar la actitud de buena parte de la población mestiza
mexicana hacia los indígenas. “Antes del
levantamiento, los coletos [como se conoce a los habitantes de San
Cristóbal de Las Casas, Chiapas] expresaban
de forma explícita su racismo hacia los indígenas”, explica a Noticias
Aliadas Juan Blasco, profesor de la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH). “Después de la insurrección, los periódicos
criticaron mucho a los sancristobalenses por haber maltratado a los indígenas
durante siglos, y desde entonces su actitud cambió, por lo menos en el
discurso”.
Además, el levantamiento zapatista fue capaz de impulsar un proceso que
llevó a algunos pueblos originarios de América a ser actores centrales en la
política de sus países. Otro logro del EZLN fue visibilizar la marginación en
la que viven los pueblos originarios, poniendo la causa indígena en la agenda
política de México. Sin embargo, el gobierno utilizó instrumentalmente las
nuevas demandas, para implementar estrategias de contrainsurgencia cuya
finalidad es alejar el pueblo de la resistencia. Estas se disfrazan de
programas de apoyo a los indígenas, que se pueden concretar en políticas
asistencialistas o de inversión en infraestructura.
Según explica a Noticias Aliadas Nancy Zárate Castillo, ex coordinadora
estatal para Chiapas de la Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos en
México (DDSER), “la inversión en
infraestructura por parte del gobierno empezó después del levantamiento
zapatista, ahora cada cabecera municipal tiene su centro de salud. Sin embargo,
siguen faltando los recursos humanos, los hospitales están vacíos”.
Orsetta
Bellani
@sobreamerica
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