julio 29, 2014
Publicado por Guerrilla Comunicacional México
1.
Sunday bloody sunday (1983), de U2.
Hoy, esta canción es apenas uno de los
grandes éxitos destinados a los bises del amplio repertorio de esta banda
gigante. Pero en su día, cuando abrió a ritmo de metralleta el tercer álbum de
U2, titulado significativamente War (1983), Bono y The Edge se estaban
jugando mucho más que contentar a unos fans cuarentones al final de un
concierto de 60 euros en un estadio. En 1983, una canción tan política podía estigmatizar la carrera de un
grupo entonces emergente, y también podía ser malinterpretada
por todas las partes de un conflicto violento que costaba muchas vidas y mucho
sufrimiento. Desde un lado, Sunday bloody sunday (una canción que
conmemora los disparos indiscriminados de soldados británicos contra una
manifestación independentista irlandesa en Derry el 30 de enero de 1972,
resultando 14 muertos) podía verse como
un apoyo a
la rebelión norirlandesa contra el gobierno británico; y desde
el otro, como una apuesta
por la paz, y por tanto contra el IRA, de enorme popularidad
entre los norirlandeses y entre muchos de los irlandeses emigrados a Estados
Unidos –la arenga de Bono en mitad de la actuación recogida en Rattle and
hum (1988) al respecto es ejemplar–. La primera vez que la interpretaron en
Belfast, antes incluso de publicarla,
fue una piedra de toque: Bono anunció a la audiencia que si les
hería no la tocarían más. The Edge recordó años más tarde que “sólo tres personas de entre las 3.000 del
público salieron de la sala”. Eso dio luz verde a una canción que empezó a
hacer famosos a U2, pero que bien
podría haber acabado con su carrera.
2.
White riot (1977), de The Clash.
Joe Strummer y Paul Simonon celebraban
el carnaval de Notting Hill (Londres) en 1976 cuando el arresto de un niño
negro por parte de la policía derivó en violentos disturbios, en los que los miembros de los Clash participaron
activamente. La canción, escrita a raíz de ese episodio como
una arenga a la juventud blanca para que encontrara motivos por los que luchar,
fue (mal)entendida como un
desprecio racista a la población negra, muy activa entonces en
la defensa de sus derechos en Inglaterra y en las peleas contras la policía en
particular. En esencia, se trataba de una canción básica, al estilo Ramones, para cimentar el incipiente punk británico,
no tanto en acordes como en ideas, el verdadero punto fuerte de The Clash.
3.
Ohio (1970), de Crosby, Stills, Nash and Young.
Uno de los mayores ejemplos que ha dado
la música en cuanto a reacción instantánea ante un suceso, un modo casi impresionista de hacer una
canción. El suceso fue el siguiente: el 4 de mayo de 1970, la
Guardia Nacional de Ohio disolvió a tiros una manifestación de estudiantes de
la universidad estatal de Kent en protesta por la invasión estadounidense de
Camboya. Cuatro personas murieron y otras nueve resultaron heridas. Neil Young
compuso la letra con las
imágenes frescas en la cabeza, y el día 15 del mismo mes entró
al estudio con David Crosby, Stephen Stills y Graham Nash. La ensayaron y la
grabaron, en directo, a la segunda toma, al final de la cual, según contó Neil
Young, “David Crosby rompió a llorar”. Se
publicó apenas unas semanas después, en junio, y entró directamente al número 1 de las
listas norteamericanas. Desplazando, curiosamente, a otro tema
del cuarteto, Teach your children.
4.
Another brick in the wall (1979), de Pink Floyd.
“En la escuela a la que fui eran así”,
afirmó Roger Waters al respecto de la imagen que da en esta canción de los
profesores y el sistema educativo británico: “Estaban tan
jodidos que lo único que podían ofrecernos eran su amargura y su cinismo”.
Another brick in the wall,
tema estelar del álbum The Wall,
consistía en realidad en tres partes que cohesionaban el disco, siendo la
segunda la que ha pasado a la historia como una de las mejores canciones escritas contra la opresión de
los individuos por parte de las instituciones y la autoridad.
La gira que presentó el álbum fue espectacular, recordada por la construcción
de un muro de fibra de carbono a lo largo de cada concierto que terminaba por
ocultar a toda la banda, hasta que al
final lo derrumbaban. Poco antes de la gira, el teclista
Richard Wright había sido expulsado, pero actuó a sueldo. A resultas de esto,
fue el único que ganó dinero en una gira muy deficitaria.
5.
Masters of war (1963), de Bob Dylan.
En su primer volumen de memorias, Crónicas, Bob Dylan recuerda
cómo el pánico nuclear desatado tras Hiroshima y Nagasaki y el comienzo de la
Guerra Fría afectaba incluso en el pequeño pueblo de Minnesota en el que vivía.
Recuerda los ejercicios “defensivos”
que les obligaban a hacer, las instrucciones, los búnkeres, la idea del fin del mundo.
Cuando llegó a Nueva York, a la gran ciudad, enseguida vivió cómo el país –y el
mundo entero– se vio involucrado en el conflicto nuclear de Bahía de Cochinos,
probablemente el mayor fracaso de la breve ‘era
Kennedy’. El joven Dylan, influido todavía por Woody Guthrie y por la idea
de que las canciones podían cambiar el mundo, arrancó su segundo disco, The
freewheelin’ (1963), con Blowin’ in the wind, la primera canción
marca de la casa, la que le hizo famoso en el circuito político folk en el que
se movía y, enseguida, en el mundo entero. Pero el tema más decididamente
político del álbum era Masters of war, una canción que atacaba directamente la política
militarista de EE.UU. que había llevado
al mundo a una escalada armamentística inconcebible en tiempos de paz y que
había desembocado en crisis como la de Bahía de Cochinos (abril de 1961), en la
que un operativo militar encubierto estadounidense dirigido por la CIA fracasó
en su intento de comenzar una invasión de Cuba y a punto estuvo de desembocar en una guerra nuclear. Masters
of war iba dirigida contra “vosotros
que construís las armas/ vosotros que construís los aviones de la muerte/
vosotros que construís las grandes bombas/ vosotros que os escondéis tras
muros/ vosotros que os escondéis tras despachos”, una acusación directa a
los gobiernos que alentaban lo que Dylan llamó “el peor miedo que se puede infundir/ el miedo a traer hijos al mundo”,
derivado del pánico nuclear que esos gobiernos promocionaban y con el que también se lucraban.
En cuanto a canción protesta, Masters of war lo tenía todo.
6.
Born in the USA (1984) de Bruce Springsteen.
Clamorosamente malentendida por la
derecha estadounidense, tanto que Reagan la utilizó para su campaña de
reelección, Born in the USA era la
cuadratura del círculo de las canciones protesta anti-Vietnam de los años
sesenta. Si en éstas se protestaba contra la marcha de jóvenes
al conflicto, Springsteen ofrecía –como siempre– el punto de vista de los más débiles:
el regreso a casa –como en la película El cazador (1978)– de los
olvidados veteranos que no sólo cargaban con el horror de una guerra, sino con
el estigma de una guerra “mala” y la
incomprensión y aislamiento que esto les provocó.
7.
God save the Queen (1977), de The Sex Pistols.
Apenas dos meses después de que The
Clash pidieran con White riot objetivos a la juventud blanca británica,
los Sex Pistols de Johnny Rotten (y Malcolm McLaren) pusieron en el centro de la diana a
Isabel II, Reina de Inglaterra, tomando incluso como título el
del himno de facto del país. La polémica puso al grupo en el mapa (llegaron al
número 2 de las listas de singles, y siempre se ha sospechado que se evitó que
fueran número 1 para no contribuir al escándalo) y convirtió el punk en moda.
8.
Walls come tumbling down (1985), de The Style Council.
Podría haber sido escrita para los
indignados del 15-M, pero este esperanzado y enérgico himno de clase y de
izquierdas estaba destinado a la juventud británica oprimida bajo los
interminables mandatos de Margaret Thatcher. La involucración de Paul Weller en política no era nueva,
y aún habría de crecer con la creación, junto a Billy Bragg, de la plataforma Red
Wedge para evitar la reelección de Thatcher en 1987. No lo lograron.
9. Fortunate son
(1969), de Creedence Clearwater Revival.
John Fogerty, autor de la canción y
líder de CCR, contó a Rolling Stone
(esta canción fue elegida la 99ª mejor de la historia por esta publicación) que
se inspiró al ver los preparativos de boda entre David Eisenhower (nieto del
expresidente) con Julie Nixon (hija del presidente): “Los veías y te dabas cuenta de que a ninguno de ellos les iba a salpicar aquella guerra”.
Ellos son los “fortunate sons” a los
que se refiere con sorna la canción, los afortunados que no eran voluntarios ni
salían elegidos en los drafts (sorteos entre los jóvenes para llevar
reclutas) para ir a Vietnam.
10. Imagine (1971),
de John Lennon.
“Imagine era lo que John
creía, que todos somos un país, un mundo, una misma persona. Quería transmitir esa
idea”. Esto fue lo que dijo Yoko Ono a Rolling Stone con motivo de que la canción-himno de John Lennon
fuera elegida la tercera mejor de la historia (ver número 63, enero de 2005). A
través de una melodía amable sobre unos simples acordes de piano, John Lennon
dejó para la posteridad un
catálogo de deseos utópicos a los que debería aspirar la humanidad.
Nunca se cumplirán y, por eso, no importa los millones de veces que pueda
ponerse en la radio o Spotify, esta
canción siempre tendrá vigencia.
11. Merchandise
Fugazi, 1990
Se denomina post-hardcore, pero es neopunk
en todos los sentidos. Porque el nihilismo ya no basta. De hecho, si hay que
hablar de ‘ismos’, el único que ya tiene sentido es el que
lleva el prefijo neoliberal. Además, si Ian MacKaye suelta a
grito pelado que “cuando no tenemos nada
que perder, no te quedará nada por lo que preocuparte”, es que el “consume, luego existes” ya había
llegado demasiado lejos. Veintiún años después, todo sigue igual.
12.
The revolution will not be televised (1971), de Gill Scott-Heron.
Se puede entender como un juego de
metáforas y sentidos literales donde el espíritu (y fondo) de la contracultura
americana adquiere forma de poema (muchos le considera el padre del hip-hop, del
uso de las rimas como diálogo social), pero sobre todo, hay que juzgarla como
canción. Corría el año 1971 y Gill Scott-Heron (fallecido el pasado mes de mayo
con 62 años en Nueva York) era
un negro dispuesto a cambiarlo todo. Esta canción, su legado
más significativo, es una llamada a la acción… a pesar de que “la revolución no dará sex appeal a tu
boca”.
13. Universal
soldier (1963), de Buffy Sainte-Marie.
De entre toda la ingente cantidad de
canciones inspiradas por la guerra de Vietnam, ésta es especial porque la
canadiense Buffy Sainte-Marie fue, si no la primera, de las primeras en referirse a un
conflicto en el que entonces el gobierno de John Kennedy negaba estar
involucrado. Lo que le salió fue una canción atemporal sobre la
guerra en general, citando incluso a César y hablando de los soldados yanquis,
rojos, japoneses, católicos, budistas, judíos… No tuvo apenas repercusión, pero
sucesivas versiones, y en concreto la del cantautor inglés Donovan, resituaron su importancia y la de la
autora en la segunda mitad de la década de los sesenta, cuando
Vietnam ya no lo negaba nadie.
14.
Irish blood, English heart (2004), de Morrissey.
“Sueño con un tiempo en el que los ingleses se harten de los laboristas y
los tories, y escupan sobre el nombre Oliver Cromwell, y denuncien este linaje
Real que todavía le saluda”. ¡Y esto era el estribillo! Siempre
víctima de una intensa
relación amor/odio con Inglaterra, de la que entonces se había
marchado para vivir en Roma, el siempre polémico Morrissey eligió esta
combativa canción para regresar en 2004 (con el álbum You are the quarry)
tras siete años de silencio discográfico.
15.
Eve of destruction (1965), de Barry McGuire.
Una de las canciones pacifistas más
famosas de la década de los sesenta, Eve of destruction incidía en la
idea del potencial riesgo de destrucción masivo que suponían los conflictos periféricos, los
armamentos nucleares (“si
se pulsa el botón no habrá escapatoria”, dice la letra) y la propia actitud de los ciudadanos
convertidos en soldados (“eres
lo suficientemente mayor para matar, pero no para votar, dices que no crees en
la guerra, pero qué es esa arma que llevas encima”). La convincente manera
en la que Barry McGuire (la composición es de P. F. Sloan) interpretó el tema
es la clave de su fuerza.
16.
Fight the power (1989), de Public Enemy.
El sello Def Jam, casa de Bestie Boys o LL Cool J entre
otras cabezas pensantes de la vieja escuela del hip-hop, es un buen refugio en
el que encontrar espíritu
crítico y ganchos de izquierda contra el pensamiento único.
Porque, como ya decían Public Enemy en uno de sus primeros noqueos dentro de
una época convulsa (poco tiempo antes de que las garras del capital derribaran
el muro del comunismo) “las rimas (…)
tienen que darnos lo que queremos/nuestra
libertad de expresión es la libertad o la muerte/Tenemos que luchar contra los
poderes fácticos”.
17.
Let’s impeach the President (2006), de Neil Young.
Sin duda alguna, la estrella de la canción protesta en el
siglo XXI ha sido George W. Bush. Y tiene mérito, porque el
ínclito expresidente consiguió que Neil Young le dedicara un álbum completo a él y
a su decisión de involucrar a su país en una guerra (Irak) sin las pruebas que
se habían pedido como requisito. En Living with war (2006), un disco de
aspecto espartano y sonido crudo, compuesto
en un impulso (grabado en mayo, editado en junio), Neil Young se despachó a gusto contra el
presidente más vapuleado de la historia. Let’s impeach the
president, sin dar más rodeos, proponía encausar judicialmente a Bush por
abuso de poder, por espiar a sus ciudadanos, por llevarlos a una guerra, por
utilizar su religión para ser reelegido y por llenar la Casa Blanca de
criminales, entre otras lindezas.
18.
Beds are burning (1987), de Midnight Oil.
“El tiempo ha llegado/ de decir que lo justo es justo/ de pagar la renta/ […] les pertenece a ellos/
devolvámoselo”. El gigantesco éxito de la banda australiana Midnight Oil de
finales de los ochenta no estaba ni mucho menos destinado al mercado mundial, sino
a su gobierno y a saldar la
deuda histórica con los aborígenes, desprovistos de sus tierras
y concentrados en asentamientos.
19.
Harrowdown hill (2006), de Thom Yorke.
El título del primer single en solitario
del líder de Radiohead -parte de su álbum The eraser– hace referencia al
lugar en el que se encontró el cadáver del doctor David Kelly, experto en
guerra biológica que presentó al gobierno británico de Tony Blair pruebas de que Sadam Hussein no tenía
armas de destrucción masiva. La versión oficial dice que se
suicidó, pero Yorke plantea
el asesinato.
20.
Between the wars (1987), de Billy Bragg.
Billy Bragg es en sí mismo un catálogo de canciones protesta.
Por la época y el lugar que le tocó vivir, las protestas siempre iban dirigidas
a los gobiernos Thatcher, y en esta en concreto protesta contra la indefensión de los trabajadores,
verdaderos sustentos del país, ante un gobierno que no sólo no se preocupa por
ellos sino que actúa en su contra.
21.
When the president talks to God (2005), de Bright Eyes.
Conor Oberst es uno de los cantautores
estadounidenses actuales más comprometidos con la política de su país –cuando
sus accesos alucinógenos se lo permiten–, y ya lo demostró en la primera etapa
como Bright Eyes con esta canción en la que apela directamente a George W. Bush y sus políticas de
extracción “divina”.
Oberst, que en su día se manifestó harto de esta canción, volvió a repetir tema
y protagonista en Roosevelt room, de su álbum Outer south (2009).
22.
Ashes of american flags (2002), de Wilco.
El disco con el que Jeff Tweedy se
alejó del country-rock, Yankee hotel foxtrot, fue también el que mostró su lado más inconformista,
ofreciendo un certero análisis sobre la incomunicación humana, sobre cómo el
ruido que llega a través de los medios de comunicación de masas impide pensar y
sentir con claridad. Sacar dinero en un cajero automático, leer poesía y fumar
es compatible con pensar en la muerte sobre las cenizas de la bandera de las
banderas. Todo ello, meses
después del 11-S.
23. Biko
(1980), de Peter Gabriel.
Quizá el mayor éxito en solitario de
Peter Gabriel era un homenaje a Steve
Biko, uno de los principales activistas sudafricanos anti-apartheid,
muerto en extrañas circunstancias como consecuencia de una serie de detenciones
y torturas policiales cuyo resultado las autoridades explicaron como producto
de una “huelga de hambre”.
24.
Swimsuit issue (1992), de Sonic Youth.
En esta rabiosa canción que toma su
título de un especial de la revista Sports Illustrated –el tema termina citando
los nombres de las modelos participantes–, Kim Gordon se desahoga contra la utilización sexista
de la mujer en los medios de comunicación y los abusos y acoso
contra las mujeres trabajadoras sin posibilidad de defenderse.
25.
Give Ireland back to the Irish (1972), de Paul McCartney.
La agradable melodía lleva a engaño: está compuesta tras el Domingo sangriento
de Derry. El título ya era una provocación (Devuelve Irlanda a
los irlandeses). Fue prohibida en el Reino Unido. En cambio, fue número 1 en
España.
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