La geopolítica del cisma en Ucrania: ¿debe Ucrania ser parte de la Unión Europea o tejer fuertes vínculos con Rusia?
Fuente: La Jornada, 22-02-2014
Traducción: Ramón Vera Herrera
Ucrania
ha estado sufriendo un profundo cisma interno por algún tiempo ya. Éste amenaza
con convertirse en una de esas feas guerras civiles que están ocurriendo en más
y más países. Las fronteras de la Ucrania actual incluyen una grieta
oriente-occidente que es lingüística, religiosa, económica y cultural, y cada
bando es cercano a 50 por ciento del total.
El gobierno actual (que se
supone dominado por la mitad oriental) es acusado de corrupción y autoritarismo
por el otro bando en manifestaciones públicas. No hay duda de que esto es
cierto, por lo menos en parte. Sin embargo, no queda claro que un gobierno
dominado por la parte occidental pudiera ser menos corrupto o menos
autoritario. En cualquier caso, el punto se propone internamente en términos
geopolíticos: ¿debe Ucrania ser parte de la Unión Europea o tejer fuertes
vínculos con Rusia?
Es, por tanto, quizá
inesperado que YouTube muestre ahora
una filmación donde la secretaria de Estado adjunto de Estados Unidos para
Asuntos Europeos y Euroasiáticos, Victoria Nuland, discutiendo la estrategia
política estadunidense sobre Ucrania vis-à-vis con el embajador de
Estados Unidos. En esta cinta, la señora Nuland plantea el punto como una pugna
geopolítica entre Estados Unidos y Europa (y más en particular Alemania). Es
capturada en la diatriba al momento de decir: que se jodan los europeos –los
europeos, no los rusos.
Antes de proceder con el
análisis, ofrezcamos un poco de compasión hacia todas las personas importantes
del momento. En años recientes ha habido mucha discusión acerca de la pérdida
de privacidad en las comunicaciones. Pero esta discusión siempre ha estado
relacionada con la gente común que es objeto del espionaje de los gobiernos, en
particular la Agencia de Seguridad Nacional estadunidense (NSA, por sus siglas
en inglés). Sin embargo, parece que esta pérdida de privacidad ahora se
extiende a gente como la señora Nuland. Hay mucha especulación acerca de quién
intervino su conversación y quién la tornó viral en el YouTube. El punto es que
la pobre señora Nuland ya no está a salvo a decir nada –o al menos nada que
ella no quiera que el mundo entero sepa.
Echemos un vistazo a quién es
Victoria Nuland. Ella es una superviviente de la clíque neoconservadora que
rodeaba a George W. Bush, en cuyo gobierno ella servía. Su marido, Robert
Kagan, es uno de los ideólogos mejor conocidos del grupo de neoconservadores.
Es interesante entender qué está haciendo alguien como ella en una posición
clave dentro del Departamento de Estado de la presidencia de Obama. Lo menos
que él y el secretario de Estado John Kerry hubieran podido hacer era retirar a
los neoconservadores de un papel así.
Ahora, recordemos cuál fue
exactamente la línea neoconservadora en Europa durante los días de Bush. El
entonces secretario de Estado, Donald Rumsfeld, fue famoso por decir de Francia
y Alemania que eran la vieja Europa en contraste con lo que él consideraba la
nueva Europa, es decir, países que compartían los puntos de vista de Rumsfeld
entorno a la inminente invasión de Irak. Para Rumsfeld, la nueva Europa eran
Gran Bretaña, especialmente, y Europa centro-oriental, los países que fueron
alguna vez parte del bloque soviético. La señora Nuland parece tener esa misma
percepción respecto de Europa.
Entonces déjenme proponerles
que Ucrania es meramente una excusa conveniente o específica para una división
geo-política mayor que no tiene nada que ver con su cisma interno. Lo que acosa
a los Nulands de este mundo no es la absorción putativa de Ucrania por Rusia
–una eventualidad con la que ella podría vivir. Lo que la acosa a ella y a
quienes comparten sus puntos de vista es una alianza geopolítica de
Alemania/Francia y Rusia. La pesadilla de un eje París-Berlín-Moscú ha amainado
un poco desde su clímax en 2003, cuando los esfuerzos estadunidenses de hacer
que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas respaldara la invasión de Irak
de 2003 fueron frenados por Francia y Alemania.
La pesadilla amainó un poco,
pero sigue acechando justo bajo la superficie, y por alguna buena razón. Una
alianza así tiene mucho sentido geopolítico para Alemania/Francia y Rusia. Y en
geopolítica, lo que tiene sentido es una restricción a la que no puede
afectarle mucho insistir en diferencias ideológicas.
Las opciones geopolíticas
pueden torcerse por parte de los individuos que ostenta el poder, pero la
presión ejercida por los intereses nacionales de largo plazo permanece fuerte.
¿Por qué tiene sentido un eje
París-Berlín-Moscú? Hay buenas razones. Una es el viraje de Estados Unidos
hacia un Pacífico-centrismo, lo que remplaza su larga historia de
Atlántico-centrismo. La pesadilla de Rusia, como la de Alemania, no es una
guerra China-Estados Unidos, sino una alianza China-Estados Unidos (una que
incluyera a Japón y a Corea también). La única manera que tiene Alemania de
disminuir esta amenaza a su propia prosperidad y poder es una alianza con
Rusia. Y su política hacia Ucrania muestra precisamente la prioridad que le
otorga a resolver los asuntos europeos incluyendo a Rusia, en vez de excluirla.
En cuanto a Francia, Hollande
ha estado intentando encantar a Estados Unidos actuando como si fuera parte de
la nueva Europa. Pero desde 1945 el gaullismo ha sido la postura geopolítica
básica de Francia. Presidentes supuestamente no gaulistas como Mitterrand y
Sarkozy, de hecho han proseguido políticas gaulistas. Y Hollande descubrirá
pronto que no tiene mucha opción, sino la de ser gaullista. El gaullismo no es
izquierdismo, sino el entendimiento de que es Estados Unidos lo que amenaza el
papel geopolítico de Francia, y que Francia tiene que defender sus intereses
abriéndose a Rusia para contrabalancear el poder de Estados Unidos.
¿Quién ganará este juego? Eso
sigue por verse. Pero Victoria Nuland se asemeja un poco al rey Canuto al
ordenarle a los mares que amainen. Y los pobres ucranianos pueden descubrir que
son forzados a coser sus heridas internas, les guste o no.
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