por Mauricio Macossay Vallado
Viernes, 10 de enero de 2014
El 13 de febrero de 1974 fue
secuestrado, torturado y asesinado Efraín Calderón Lara, el joven abogado que
asesoraba a un grupo de nuevos sindicatos independientes yucatecos. Era uno de
los principales integrantes del grupo estudiantil independiente Jacinto Canek,
que desde 1971 apoyaba firmemente el surgimiento de nuevos sindicatos, con
trabajadores que hasta ese entonces no habían podido sindicalizarse.
Fue secuestrado
casi a las 12 de la noche del 13 de febrero, por policías y ex-policías, por
órdenes del gobernador priísta Carlos Loret de Mola (que seguramente consultó y
recibió aprobación del entonces presidente de México Luis Echeverría), en una acción concertada con la
cúpula de las cámaras empresariales yucatecas (respaldadas probablemente por
las cámaras nacionales), especialmente de los dueños de las empresas MITZA y
CUSESA y con la cúpula local (y tal vez con la avenencia de Fidel Velázquez
también) de la Confederación de Trabajadores de México -CTM-. Fue torturado, asesinado de un tiro en la
cabeza y dejado en la carretera que va de Carrillo Puerto a Chetumal en
Quintana Roo, a varios cientos de kilómetros al sur de Mérida. Fue el 16 de
febrero cuando se encontró el cadáver, fue trasladado a Mérida donde se le hace
la autopsia en la escuela de medicina de la Universidad de Yucatán y se
constatan las torturas.
Trataba de ser un
duro escarmiento para los cientos de activistas estudiantiles y populares y
para los trabajadores que luchaban por el respeto a sus más elementales
derechos laborales y sindicales, desde junio de 1973, cuando se formó el primer
sindicato independiente de esa camada, el sindicato de choferes de los camiones
urbanos de Mérida Jacinto Canek.
Tenía apenas 26
años, era pasante de abogacía por la Universidad de Yucatán. Originario de
Hopelchén, Campeche, vivía en Mérida desde hacía años y creía en la justicia
social, por ello se sumó a la lucha sindical independiente como abogado asesor
de las nacientes organizaciones. Era un joven humanista, con influencias
marxistas y libertarias, profundamente honesto y arrojado. El papel que tuvo
como abogado asesor, en un medio donde muy pocos se atrevían a asesorar
honestamente a trabajadores y causas populares, arriesgándose, lo puso en el
flechero de la represión empresarial y gubernamental. Recibió múltiples
amenazas e intentos de soborno, que denunció valientemente en su momento, y se
mantuvo a pie firme en la asesoría limpia a los trabajadores que luchaban. La
creencia generalizada de empresarios y gobernantes de que los trabajadores no actúan
por cuenta propia, sino movidos, manipulados, por líderes, llevó a que
decidieran asesinarlo, para frenar las luchas laborales y sindicales.
No sólo no las
calmaron, sino que las encendieron. El bárbaro crimen horrorizó a toda la
sociedad yucateca y regional y provocó una gran huelga en casi todas las
escuelas, de la Universidad, el Tecnológico, bachilleratos, secundarias e
incluso primarias de Mérida y casi todo Yucatán. Huelga que duraría dos meses,
de mediados de febrero a mediados de abril de 1974; múltiples grupos populares
de Mérida y poblaciones cercanas se movilizaron organizadamente, exigiendo
castigo ejemplar a los asesinos y respeto a los derechos de los trabajadores.
Yucatán y especialmente Mérida se transformaron. Los centros organizadores
estuvieron en las escuelas de economía, medicina y en la preparatoria de la
universidad. Ante la tergiversación de los hechos que hacían los periódicos y
medios locales, se recurrió a un efectivo volanteo masivo, donde se informaba
con detalle de todo lo que iba sucediendo. De la apacible ciudad pobre,
conformista, pacífica, donde los poderosos dominaban y hacían casi todo lo que
querían sin resistencia aparente alguna; que había finalmente aceptado el
fraude electoral de unos años atrás, cuando el PRI se impuso a la mala y evitó
el triunfo del candidato panista Víctor Correa Rachó; cuando precisamente llegó
Carlos Loret de Mola al gobierno de Yucatán. En esos meses se transformó en una
ciudad donde la gente alzaba la voz por sus derechos, actuaba organizadamente,
repudiaba no sólo el crimen de Efraín, sino muchos de los mecanismos cotidianos
de la dominación y el control que tan bien les habían funcionado a los
poderosos y sus personeros. Fueron comités estudiantiles y de barrios donde
miles de estudiantes, trabajadores y amas de casa, se organizaron y dieron un
gran batalla.
De junio de 1973 a
febrero de 1974, en sólo 8 meses, cientos de trabajadores: choferes urbanos,
empleados de limpieza del aeropuerto, empleados de CONASUPO, zapateros de la
empresa Cananea (quienes fueron el eje de la lucha sindical independiente hasta
1977), empleados de gasolineras, empleados de la maquiladora extranjera
Romarco, administrativos y manuales de la Universidad de Yucatán, obreros de
las empresas de construcción CUSESA y MITZA y fileteadores de pescado de
Progreso, se habían decidido a luchar por sus derechos colectivos e
individuales organizadamente, por los derechos mínimos que se reconocen en la
Constitución y en la Ley Federal del Trabajo. Empresarios y gobierno, con el
sindicalismo charro cetemista, hizo enormes esfuerzos por parar esta ola
reinvindicativa, pero sus mecanismos no funcionaron. Recurrieron entonces al
crimen, al secuestro y asesinato de uno de los dirigentes más visibles e
importantes. Volvieron a mostrar su cara criminal y represiva; como en 1761
cuando ejecutaron públicamente a Jacinto Canek y reprimieron con lujo de
violencia a los alzados; como en 1847 y hasta 1900 cuando ahogaron en sangre,
con lujo de violencia también, el levantamiento maya campesino (conocido como
la guerra de castas); como en 1924 cuando ejecutaron a Felipe Carrillo Puerto y
un puñado de dirigentes socialistas y reprimieron a las ligas de resistencia
socialistas hasta desaparecerlas y controlarlas; como en 1936 cuando asesinaron
en una emboscada al dirigente socialista Rogerio Chalé y emprendieron una nueva
ofensiva represiva contra los reductos socialistas de aquellos años. En 1974
repetían la historia, pero los estudiantes y el pueblo trabajador meridano y de
sus alrededores no se dejaron, tomaron las calles y exigieron sus derechos.
En marzo de 1974
el gobernador Loret de Mola se vio obligado a entregar a los policías asesinos
materiales de Efraín, y el aparato judicial oficial tuvo que encarcelarlos y
enjuiciarlos; pero los autores intelectuales fueron protegidos y se mantienen
impunes hasta hoy.
A mediados de
abril de 1974 las huelgas estudiantiles fueron levantadas y poco a poco se
regresó a la normalidad.
La marcha
independiente, popular, estudiantil y de trabajadores del 1º de mayo de 1974
fue imponente. Estas marchas independientes de los 1º de mayo de cada año
fueron las más importantes con mucho, hasta 1990. Los trabajadores siguieron
luchando por sus derechos.
El Frente Sindical
Independiente, surgido a fines de 1973, llamado desde febrero de 1974 “Efraín Calderón Lara”, continuaba y se
fortalecía. Se mantendría hasta 1977, cuando finalmente se diluyó con la
desaparición del sindicato de zapateros. Durante algunos años estas luchas
permitieron el respeto de los derechos de los grupos de trabajadores que dieron
la batalla y de otros, como los obreros salineros de Las Coloradas y los
avícolas de la empresa Campi, entre otros, que en los años ochenta lograron con
unidad y organización independiente ejemplar, el respeto de importantes derechos
laborales y sindicales.
La ola de
sindicalismo independiente fue nacional, en muchas ciudades y lugares se dieron
importantes batallas. En el DF, en Puebla, en Campeche y muchas más. En Mérida
y Yucatán fueron especialmente importantes y significativas. El trío
charros-gobierno-patrones fueron particularmente prepotentes y torpes,
represivos y criminales, en Yucatán. Efraín fue sacrificado.
De aquellas luchas
de 1973 y 1974, de la huelga por el crimen en contra de Efraín, del Frente Sindical
Independiente poco queda. El recuerdo de las batallas, la valía y valentía de
Efraín, su sacrificio; pero también la valía de los cientos de hombres y
mujeres que alzaron la voz, tomaron las calles, se organizaron en comités
populares y lograron, al menos, que los policías asesinos materiales, fueran
desenmascarados y entregados, y que durante años se respetaran, más o menos,
los derechos laborales y sindicales.
A partir de 1990,
cuando la gran batalla avícola de Tetiz y Hunucmá concluyó y bajo el influjo
brutal y avasallador de las políticas neoliberales y la destrucción del viejo y
corrupto aparato corporativo gubernamental y sus corporaciones afiliadas en
Yucatán, los derechos colectivos, sociales, de todo el pueblo, especialmente de
las y los trabajadores han sido tirados a la basura, son letra muerta, mientras
pocos se organizan y luchan. La economía toda se ha trasnacionalizado y la
pobreza y miseria, con una enorme cauda de desigualdad e injusticias, ha
crecido.
La memoria es muy
importante, no sólo el recuerdo de lo que hicieron las personas en la lucha
social reinvindicativa, sino sobre todo porque es ocasión de recordar por qué y
cómo pelearon, para alimentar nuestras luchas de hoy y de mañana.
Pese a todo,
Efraín y esos cientos de luchadores, viven en nuestra memoria y algún día,
pronto, volverán a alimentarnos y movernos a la lucha.
En memoria de
Efraín y los luchadores sindicalistas y estudiantes de 1973 y 1974, y de todos
aquellos que se han mantenido consecuentes y combativos, a pesar de los
pesares, a pesar de la desmovilización y muchas veces de la desesperanza,
fieles al pueblo trabajador indio y mestizo, levantemos de nuevo las banderas
populares por los derechos legítimos del pueblo trabajador de Yucatán y todo México.
En febrero de 2014
se realizarán varios importantes y significativos actos en Mérida en memoria y
homenaje a los luchadores de 1973-1974, en especial en memoria de Efraín
Calderón Lara. Estemos pendientes para sumarnos y participar en ellos.
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