31 enero 2014
por Aldabi Olvera @masde131 / RNW
El
caso de Alejandro Díaz Sántiz ha cobrado relevancia y hasta urgencia
por la salida de la cárcel de su compañero Alberto Patishtán, preso durante 13
años y alrededor del cual se hizo una intensa campaña internacional por su
libertad. Entrevistado en tres ocasiones desde la prisión, Alejandro cuenta su
vida, opiniones y convicciones.
Por ser de origen chiapaneco lo
acusaban de zapatista, por ser indígena e ignorar la castilla (como le llaman
al idioma español los indígenas de Chiapas) no entendió el juicio donde lo
condenaron a 29 años y 9 meses de prisión.
Alejandro Díaz Santiz, terminó luchando
junto al ex preso político y maestro indígena tzotzil Alberto Patishtán. Con
una sonrisa enorme y su voz tranquila ofrece disculpas porque considera que
todavía no habla bien el castellano.
“Cuando
te preguntan no se puede defender uno. No te toman en cuenta. No tenemos dinero
para pagar un abogado que trabaje. Los culpables del delito pagan una feria,
dinero, y salen. Y los que no, campesinos, indios, que apenas tienen para un
kilo de sal, de chile, si no tienen dinero, ahí se quedan presos. Eso se
vive en las comunidades”,
me dice.
Originario del municipio chiapaneco de
Mitontic, uno de los diez municipios más marginados de México (el 95.9% de la
población del municipio vive en pobreza), Díaz Santiz es el único preso que se
unió a la iniciativa que lanzó el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en
2005, la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, y que aún permanece en la
cárcel.
Y es que la inercia de la salida de
Patishtán hizo que fueran liberados, el pasado diciembre, Miguel Demeza y Antonio
Jiménez, ambos presos indígenas tzeltales del ejido de San Sebastián Bachajón,
que también se habían adherido a “La
Sexta”. Durante su interrogatorio fueron sometidos a torturas.
En México se violan sistemáticamente
los derechos sobre la presunción de inocencia, al debido proceso, de igualdad
ante la ley y a la no discriminación de personas indígenas en calidad de
detenidas, así informa el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las
Casas, a raíz de la puesta en libertad de Patishtán, el pasado 31 de octubre.
De acuerdo con el dossier de Sandino
Rivero, abogado de Alejandro, al indígena tzotzil no le fueron leídos sus
derechos fundamentales, como por ejemplo si deseaba o no declarar, y no le fue
informado sobre las notificaciones de quién le acusaba, de qué se le acusaba, y
la naturaleza y la causa de la acusación. Y si bien fue asistido por una
defensora de oficio, ésta no se identificó como tal.
“Aquí
en el penal hay un supuesto defensor de oficio. Se encarga de 500 internos.
¿Cuándo se va a dar abasto? Muchos están presos por no saber cómo defenderse. Y
si les fijan una fianza, no tienen dinero para pagarla”, denuncia Alejandro.
"Quiero involucrarme en tu lucha,
Patishtán"
Como
miles de indígenas chiapanecos, salió en 1999 a trabajar con su esposa hacia el
puerto de Veracruz para vender dulces y golosinas en los semáforos. Compraban
su mercancía diariamente de acuerdo con sus ganancias. Florentina, su esposa,
también vendía y a la vez cargaba a su niña, Dolores.
Al terminar la jornada del 10 de mayo,
acostaron a la niña en el suelo sobre una cobija, después salieron y en el
hogar se quedó el primo de Alejandro, Pedro Pérez Hernández.
Regresaron media hora después y la niña
se encontraba tirada en la escalera. Tenía un año y siete meses. El primo se había
ido. Los vecinos salieron ante los gritos de su esposa. Aunque ya habían
llamado a la Cruz Roja, Alejandro salió a buscar una ambulancia. Al regresar al
lugar de los hechos, representantes del Ministerio Público que llegaron,
golpearon y detuvieron a Alejandro. Al día siguiente, ya trasladado a las
dependencias del Ministerio Público, fue informado de que el primo había
declarado que Alejandro mató y violó a la niña.
Alejandro fue sentenciado y llevado a
la cárcel.
“Era
duro”, cuenta. “Nos bajaron del camión. Lo nuevo nos lo
quitaban. Nos metían en una celda desnudos, éramos cerca de 200 internos y nos
bañaban”.
“¿Quieren
agua?, preguntaban los custodios. Si decían que no, nos volvían a bañar”, cuenta Alejandro.
Ahí permaneció cinco años. Luego lo
trasladaron al puerto de Veracruz, donde estuvo otros dos años. Alejandro
seguía sin hablar español. Luego lo llevaron a Papantla otros tres años. Ahí
fue donde comenzó a exigir sus derechos como preso.
El 16 de enero de 2010 fue trasladado a
Chiapas, al mismo penal donde meses después llegaría Alberto Patishtán.
“Me
gustaría involucrarme en tu lucha, Patishtán”, decía Alejandro. El profesor tzotzil nada más se reía.
En una ocasión, el profesor le preguntó:
— ¿Tienes partido?
—No
— Si sales, ¿por qué partido te gustaría
votar?
—Yo creo que todo son iguales, contestó
Alejandro.
— ¿Sabes leer y escribir?
—Pues no.
—Apúntate en la escuela.
Alejandro cuenta que hay personas que
luchan por interés y cuando tienen que estudiar se desaniman.
“Gracias
al profesor ya puedo hablar. No muy bien. Ya puedo un poco. Puedo hacer un
oficio dirigido al director. Sé jugar ajedrez. Antes estaba yo bien muerto”, dice, “lo más duro era hablar con los presos, era como si fuera yo un mudo”.
“¿Sabes
por qué te pegaron? Como eras de Chiapas decían que allá había puro zapatista.
A la subdirectora no le gustaba eso”, le dijo Emilio, un hombre que lo había hostigado en el
puerto de Veracruz.
Por algo me quedé aquí
Su
abogado detalla que Alejandro ya agotó todos los recursos legales ordinarios, incluyendo
el Juicio de Amparo Directo. Sin embargo, existen recursos excepcionales con
los que se puede obtener su libertad.
El pasado 18 de enero, Alejandro
terminó un ayuno de cuatro días pidiendo al presidente de México, Enrique Peña
Nieto, y al gobernador de Veracruz, Javier Duarte, que tomen en cuenta su caso.
Cuando salga
Para
Alejandro, la libertad de Patishtán abrió
puertas, y eso significa que muchos indígenas van a salir, porque además de él,
hay otros presos indígenas en el país como los nahuas de San Pedro Tlanixco, de
Tenango del Valle, y los presos zapotecas de San Agustín Loxicha, en Oaxaca.
“Gracias
porque me pegaron en la lucha, y me decía: aunque no estoy, pero cuando salga
voy a luchar. Tengo que hacer algo, juntar mucha gente, denunciar lo que me
pasó. Hay muchas personas presas injustamente y tenemos que seguir alzando la
voz”.
Al preguntarle sobre su caso y si cree
que saldrá pronto, Alejandro responde: “Como
dice Patishtán, no existe la sentencia cuando uno está en la lucha”.
Presos en Chiapas adherentes a la Sexta Declaración
de la Selva Lacandona al 31 de enero de 2014:
1.- Alejandro Díaz Sántiz, Solidario de La Voz del Amate, preso injusto.
Penal n°5 San Cristóbal de Las Casas..
2.- Elías Sánchez Gómez, hijo, Ejido Busiljá. CERSS No. 17 de Playas de Catazajá.
3.- Amilcar Méndez Núñez, Ejido Cintalapa. CERSS No. 17 de Playas de Catazajá.
2.- Elías Sánchez Gómez, hijo, Ejido Busiljá. CERSS No. 17 de Playas de Catazajá.
3.- Amilcar Méndez Núñez, Ejido Cintalapa. CERSS No. 17 de Playas de Catazajá.
Los 2 últimos presos de la lista han sido
encarcelados dentro de procesos para despojarles de tierras colectivas, en los
que han sido utilizados paramilitares para golpear a sus comunidades.
Cabe destacar que del mismo caso de Busiljá
continúan desaparecida la niña de 8 años Gabriela Sánchez Morales.
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