Fuente: Diagonal
21-11-2013
HISTORIA DE UN
PROYECTO DE EDUCACIÓN REBELDE
La
comunidad de San Marcos Avilés educa a l@s niñ@s en el programa de enseñanza
autónoma zapatista
Familias
de una comunidad zapatista sufren agresiones por su resistencia al sistema
oficial de enseñanza y la puesta en marcha de una escuela autónoma en lengua
tzeltal.
El proyecto de Educación Zapatista en la comunidad
de San Marcos de Avilés, Chiapas, ha provocado el enfado del Gobierno mexicano.
Esta comunidad indígena se ha negado a asumir el sistema educativo oficial
desde la desobediencia civil pacífica.
San Marcos
Avilés es un ejido [tierra comunal] tzeltal perteneciente al Caracol
[organización autónoma de las comunidades zapatistas] de Oventic en los Altos
de Chiapas. Hace tres años todas las familias zapatistas de la comunidad
tomaron la decisión de sacar a sus hijos del sistema educativo oficial.
Con
esta medida, y con la posterior puesta en marcha del sistema educativo autónomo
rebelde zapatista, las comunidades se opusieron a una educación que se niega a
reconocer su propia cultura e identidad indígenas.
“Sacamos a los niños de la escuela, desde
la convicción de que no existe resistencia posible si nuestros hijos e hijas
están siendo educados en un sistema que los ignora como sujetos de pleno
derecho y que los forma atendiendo a criterios mercantiles. Desde esta
convicción, decidimos crear nuestro propio sistema educativo autónomo”,
argumenta Pedro, nombre ficticio del responsable de los observadores de las
Brigadas internacionales en San Marcos Avilés, que oculta su identidad por
seguridad.
“Ahora, las clases se dan en tzeltal, la
lengua de la comunidad. El problema con las escuelas del gobierno es que a
veces los profesores que mandan no hablan nuestra lengua, los niños no
entienden nada y terminan dejando los estudios, por eso hay mucho abandono
escolar”, explica Moisés, promotor de Educación de la
Comunidad y que como el resto de las personas que ha entrevistado Diagonal no desea dar su identidad real
por temor a posibles represalias.
Lorenzo,
promotor de salud, cuenta cómo se construyó, en 2010, la nueva escuela: “Nos juntamos todos los ‘compas’ de la
comunidad y en unos días cargamos las maderas y montamos la escuelita. El 16 de
agosto empezaron las clases y a los pocos días las autoridades encarcelaron a
dos compas para hacerles firmar un documento, con su consentimiento para cerrar
la escuela, pero ellos resistieron y no firmaron”. Tras negarse a desistir
de su proyecto, las familias zapatistas fueron desalojadas. “Era época de lluvias y tuvimos que
refugiarnos en las montañas. Dormíamos bajo unas lonas tirados en el lodo, no
teníamos para comer, ni tortillas ni pozol [bebida de maíz]. Permanecimos allí durante 33 días y una de
las mujeres tuvo que dar a luz en la montaña. Hasta que vinieron compas de
otras comunidades, unas 600 personas, y nos acompañaron para que pudiéramos
volver a nuestras casas. Cuando regresamos estaba todo arrasado, nos habían
robado el café y lo poco que teníamos. Tuvimos que empezar de cero”, relata
Gloria, que vivió el desalojo con sus cuatro hijas, la mayor de seis años y la
pequeña recién nacida. Las familias volvieron a unos hogares en los que no
quedaba nada. A pesar de que los autores estaban perfectamente identificados,
ni el desalojo, que se produjo a punta de machete, ni los robos tuvieron
consecuencias para ninguno de ellos.
Siguen
las amenazas
Actualmente,
a tres años del desalojo, los indígenas zapatistas de la comunidad de San
Marcos Avilés siguen con su proyecto de escuela autónoma, pero las amenazas no
han cesado y los autores de las agresiones siguen actuando con total impunidad.
La comunidad cuenta con el apoyo del Centro de Derechos Humanos Fray
Bartolomé de las Casas, en San Cristóbal de Las Casas, que
envía a observadores a la zona que informan de cualquier tipo de abuso.
Lucía Pacheco, brigadista española en la comunidad zapatista
de San Marcos Avilés, relata: “De unos
meses a esta parte, la comunidad ha sufrido todo tipo de ataques: contaminación
del agua potable, quema de plantaciones, robos de plantas de café, expropiación
de tierras, etc. Pero, sobre todo, es la presión psicológica, las amenazas
permanentes de desalojo que sufren sus habitantes y que también se dirigen
contra los observadores que allí acuden. Hace poco, apedrearon el campamento
donde nos alojábamos, sin que las autoridades tomaran medidas al respecto”,
señala Pacheco.
Las reivindicaciones de esta comunidad van más allá de la
educación básica: “En julio realizamos un
taller orientado sobre todo a las mujeres en el que se hablaba de economía: qué
implica recibir ayudas del Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial,
entre otros”, dice Pedro, un agricultor de la comunidad de San Marcos. Los
campesinos están recibiendo ayudas del Gobierno que vienen de estos organismos
internacionales. “Ellos piensan que son
gratis –continúa Pedro– pero luego te
dicen qué tienes que plantar, cómo lo tienes que vender y cuando ya no les
interesa, te dejan tirado y con un montón de deudas”.
Las personas de la comunidad de San Marcos
Avilés han participado en la primera convocatoria, celebrada en agosto, de la
Escuelita Zapatista,
organizada por la Universidad de la Tierra, en San Cristóbal de las Casas, en
la que los participantes convivieron con familias de distintas comunidades
zapatistas. La convocatoria se llevó a cabo bajo el título de “Libertad según los zapatistas”, abierta
a cualquier persona interesada. El éxito de la Escuelita Zapatista superó
las expectativas y se inscribieron más de 1.700 personas, aunque
estaba previsto que lo hicieran unas 500.
A pesar de la solidaridad internacional con el
zapatismo, el Gobierno mexicano tiene prohibida la libre entrada a México de
extranjeros por motivos políticos, entre otros, a los observadores de derechos
humanos. En la actualidad, todas las personas que permanecen en Chiapas como
observadores en las comunidades zapatistas lo hacen bajo el riesgo de ser
deportadas.
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