Escrito por
Gilberto López y Rivas
Martes, 26 Noviembre
2013
El libro de Francisco Pineda 'Ejército Libertador, 1915', es el
tercer producto de una investigación histórica de largo aliento, después de 'La irrupción zapatista, 1911' y 'La revolución del sur, 1912-1914',
publicados por Editorial ERA. La calidad de la narración y el enorme trabajo
investigativo de la trilogía sitúan a Pineda como el historiador más
especializado y riguroso de la insurgencia zapatista; un demoledor de clichés,
mitos y prejuicios construidos por la historiografía dominante: desde las versiones
carrancistas que nutrieron los imaginarios posrevolucionarios, con su racismo
abierto o soterrado sobre la gente del campo y los pueblos indígenas; pasando
por los investigadores estadounidenses que describen el zapatismo como un
levantamiento de campesinos localistas-tradicionalistas-conservadores, hasta
quienes en el ámbito del socialismo internacional restaron importancia, e
incluso ignoraron, el proceso revolucionario mexicano que estalla en 1910, y en
particular, la revolución de indígenas-campesinos dirigidos por su general en
jefe: Emiliano Zapata, por no estar encuadrada dentro de la contradicción de
clases burguesía-proletariado, considerados los sujetos socio-políticos capaces
de efectuar cambios en las sociedades "modernas".
Siendo 1915 un año
definitorio del rumbo que seguiría la Revolución Mexicana, el libro describe, a
partir de un exhaustivo análisis documental, que incluyó miles de cartas,
telegramas, circulares, manifiestos, periódicos y archivos de varios países, la
épica de un ejército de campesinos revolucionarios que ocupa la capital de la
República desde noviembre de 1914 hasta agosto de 1915, y simultáneamente
combate a las fuerzas carrancistas en varias direcciones de la geografía
nacional y abre "otros horizontes
posibles para la nación insurrecta: alianza de la revolución del sur y la
revolución del norte, unidad de los pobres del campo y los pobres de la ciudad,
al mismo tiempo que un estrechamiento mayor, territorial, entre el magonismo y
el zapatismo".
El lector va
siguiendo los debates entre los representantes de las fuerzas de la Convención,
sus propuestas legislativas, sus razonamientos político-ideológicos, las
contradicciones e, incluso, abiertas traiciones en el mismo gobierno
provisional convencionista, y, particularmente, de la facción maderista, que en
la Convención buscó asumir la representación política de las clases dominantes.
Se exponen también las reacciones de los distintos sectores sociales ante la
presencia de los revolucionarios sureños en la ciudad de México, su impulso a
las luchas de los trabajadores y los pobres de la ciudad, a la emancipación y
derechos políticos de las mujeres. Se describen las campañas contra el
carrancismo del Ejército Libertador, pero también de la División del Norte; se
destaca la permanente política injerencista de Estados Unidos en el conflicto y
el peso decisivo del apoyo político, diplomático, logístico, en armamento y
pertrechos militares del gobierno de este país que finalmente inclinó la
balanza de manera irreversible en favor de Carranza y permitió, en ese año
crucial, la ocupación de la capital por el Ejército Constitucionalista, la
disolución del ejército villista después de su inicial derrota en Celaya ante
Obregón en abril de 1915, el cerco al Ejército Libertador en Morelos y, por
último, la guerra de exterminio contra los zapatistas que culmina con el
asesinato de Zapata en 1919.
Lo más
destacable del libro es comprobar una de las principales hipótesis del autor
que cobra validez universal, para consternación de quienes aún sostienen
posiciones proletarizantes: "Los
trabajadores del campo, hombres y mujeres, mayoritariamente indígenas,
despuntaron como fuerza motriz de la Revolución Mexicana. Este rol no depende
de posiciones en estructuras abstractas y no es un título que se pueda adquirir
previamente, sino que es el resultado histórico de la lucha misma. El carácter
revolucionario de una fuerza social se encuentra sometido a la prueba de la
práctica revolucionaria y esto se puede constatar por medio del análisis
concreto de cada situación concreta. En México los hechos indican no sólo que
la gran masa de los productores del campo sí estaba directamente envuelta en la
lucha entre capital y trabajo, sino que además la fuerza revolucionaria del
campo fue capaz de abrirle brecha a la emancipación social. Esa realidad, por
lo demás, ha sido ratificada en las luchas de liberación de nuestra América,
África y Asia".
La obra
demuestra el carácter nacional del movimiento zapatista, su proyección
mesoamericana y las dimensiones del proyecto emancipador de los pueblos contra
la colonialidad del poder, todo lo cual refuta a la historiografía dominante en
torno al "localismo" y la
ausencia en los pueblos indígenas de identidad y proyectos de nación; estos
argumentos han permeado los imaginarios de un sector importante de la
intelectualidad hasta nuestros días. Recordemos los juicios de Arturo Warman
sobre la exterioridad de la insurrección del EZLN, que según este funcionario
salinista constituía "un proyecto
político implantado entre los indios, pero sin representarlos".
Pineda señala
que "la propuesta zapatista de
organizar el país sin privilegios y sin presidencialismo no sólo era un
planteamiento para toda la República, también era el más avanzado de la
Convención; empujaba el proceso histórico hacia adelante, no hacia atrás. La
estrategia del Ejército Libertador se enlazaba con las luchas de los oprimidos
y explotados de la nación, mayoritariamente indígenas; por ello, la
historiografía dominante ha negado con terquedad racista su existencia. Se
dice, sin fundamento alguno, que el Ejército Libertador no tuvo una estrategia
nacional. Pero ese es un discurso que sólo busca conjurar los desafíos de la
política revolucionaria".
He destacado los
aspectos que consideré más importantes; sin embargo, me doy cuenta de las
aportaciones igualmente valiosas que quedaron fuera. Ocurre así en libros más
allá del común, en obras destinadas a perdurar y convertirse en clásicas, y de
lectura imprescindible. Ejército Libertador, 1915, es, sin duda, una de ellas.
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