Por: Subversiones Bolivia & Chaski Clandestin@
Fotografías: Aldo Orellana
Por
Marlene Rojas, quien ahora tendría 18 años
Para don
Eloy, albañil, trabajador de la tierra y padre de Marlene
Para
todxs lxs caídxs y heridxs
Esperanzas y memoria
El sol del altiplano está
alumbrando la ciudad de El Alto, entre tantos barrios que surgieron del poder
del brazo de sus propios habitantes. Romero Pampa, Villa Santiago II,
Alto Lima, 12 de Octubre, Senkata, Huayna Potosí, Villa Cooperativa…. los
nombres de sus calles se pierden a lo largo de esta pampa que rodea
por el norte y el oeste, el hoyo donde está la ciudad de La Paz. El “Alto de la Batalla”, le decían durante
la gran rebelión aymara anti colonial de 1781, y la fascinación de
mirar la cordillera nevada desde la Apacheta de Senkata, trae
también los ecos de otras batallas, de muchas muertes, de otras muchas vidas
que bullen. Esperanzas y memoria.
Octubre
de 2003, es un punto de quiebre con el régimen neoliberal y con la lógica de
poder y abuso que por años ejercieron las tradicionales elites millonarias y
racistas, a través de sus partidos políticos. Palos, piedras y el pecho
descubierto de miles de personas, abrieron el paso de manera poderosa para
imaginar nuevos horizontes de lucha y cambio. El Movimiento Nacionalista
Revolucionario (MNR), la “Acción
Democrática Nacionalista” (ADN), etc., y las rancias familias como los
Quiroga, los Matcovik, los Marincovik, los Bánzer, los Sánchez de Lozada, fueron
aplastados ese momento por el despliegue de muchas fuerzas populares e
indígenas, las cuales convergieron en una lucha única por el gas, los
hidrocarburos, los “recursos naturales”,
la dignidad y la renuncia del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada.
Eran huracanes de gente bajando desde El Alto y por
todas las entradas de la ciudad de La Paz. El cerco a la sede de gobierno y al
gobierno del MNR estaba concretado: por el camino del norte llegaba el “Cuartel Indígena de Qalachaka”,
dispuesto a enfrentar a los militares, y por el sur los trabajadores mineros
hacían resonar sus dinamitas cuando se fueron agredidxs con balas de guerra por
las tropas del gobierno en Patacamaya (por el sur, en el camino a Oruro). Lox
alteñxs velaban a nuestrxs muertxs y en medio del llanto y el dolor
mantuvieron de manera autónoma más de 800 asambleas, otras cientas o quizá
miles de barricadas, que sobrepasaron a cualquier dirigencia y ente
organizativo, otro tanto sucedía en el campo (1). Campesinos de muchas
regiones, comerciantes, estudiantes, vecinxs de las laderas paceñas, pueblo en
general, estaban tomando todas las salidas de El Alto y La Paz e inundando las
calles con su indignación. A esas alturas, luego de la masacre del 11 y el 12
de octubre, la movilización, con diversas magnitudes, era generalizada en casi
todo el país.
La guerra comenzó hace varios siglos, según dicen
los viejos guerrerxs de las comunidades aymaras del norte paceño, hace un poco
más de 500 años. Entonces no podemos decir que la “Guerra del Gas” haya tenido una hora y una fecha exacta de inicio,
pero sí es seguro que los primerxs caídxs fueron lxs de Sorata y Warisata,
localidades rurales, que los vecinos alteños entraron en la lucha, y que el
altiplano extenso y colosal vio nuevamente no solo a los convoyes militares
entrenados en estrategias antiguerrilla desatar una masacre, sino al renacido
poder comunitario y popular que marcó el rumbo de la historia boliviana de los
últimos años. Hablar del cambio en el país, es referirse ineludiblemente a Octubre.
Diez años
Han
transcurrido 10 años de la masacre de octubre, un tiempo simbólico
que ha llevado a realizar balances sobre lo que se conoció como la “Agenda de Octubre” y el cumplimiento de
las exigencias de la masiva movilización popular a nivel nacional aquel 2003.
Los familiares de los caídxs, están reunidos nuevamente este 12 de octubre
de 2013, en los Mausoleos de los “Mártires
por el gas”, en los cementerios de Tarapaca (al sur de El Alto), y de
Villa Ingenio (al norte de El Alto). Aquí, donde el sol está más cerca de los
picos cordilleranos, Eloy Rojas, padre de la niña Marlene Rojas, asesinada por
el ejército el 20 de septiembre de 2003 en la localidad de Warisata (provincia
Omasuyos), toma la palabra en el Cementerio de Villa Ingenio, al frente del Mausoleo,
entre lágrimas, afirma que la lucha continúa y que la Asociación de familiares
tiene la firme intención de lograr el encarcelamiento de Sánchez de Lozada,
ahora prófugo en Miami.
Dionisio, panadero y ahora portero, dice: “Me sueño que estoy corriendo, con mis dos pies, un cerro, y me
persigue policía” a tiempo de mostrar la prótesis que le colocaron en lugar
de su pierna izquierda. Cayó herido el 12 de octubre de 2003 en Villa Ingenio:
el ejército le disparó en la rodilla, mientras escapaba de la represión
ordenada por Sánchez de Lozada y Sánchez Berzaín. Le amputaron el pie izquierdo
porque ya no podía sentir ni el agua hervida que le echaron para ver si su pie
reaccionaba, se le destrozó la vida.
Están latiendo otras más de cuatrocientas historias de las personas
que fueron recogidas heridas en mantas, aguayos y hasta en hombros para ser
mínimamente socorridas, luego de las balaceras en las calles de El Alto u
Ovejuyo. Juan Patricio, presidente de la Asociación, dice que ellos están abandonados,
y que no fueron invitados al acto preparado por el gobierno a diez años de la
Guerra del Gas, (que declaró el 17 de octubre, día de la caída de Sánchez de
Lozada, como el día de la “Dignidad
nacional” a modo de festejo, con varios grupos de rock, cumbia y
folklóricos, y otros eventos que en parte financian entidades estatales como
el Ministerio de la Presidencia).
Otras discusiones también están en marcha: que si el proceso de 2006 fue
realmente la nacionalización exigida durante 5 años de tenaz movilización, o si
fue solo una renegociación con poderosas petroleras, como la REPSOL, aún
presentes en el país (2). O de si porqué la planta industrializadora del gas,
no estará en la ciudad de El Alto, sino en Carrasco (Cochabamba), zona de
producción cocalera y fuente matriz del nacimiento del poder del Movimiento Al
Socialismo a la cabeza de Evo Morales. Y porqué se ha extendido como nunca la
frontera petrolera con contratos de exploración y explotación con empresas como
CHACO o PETROBRAS, agrediendo territorios indígenas y parques nacionales.
¿Dónde radica la fuerza del cambio? Nelly Orozco, vecina alteña, nos brinda
una respuesta: explicó que la Guerra del Gas, fue el momento culminante de una
gran participación de vecinas y vecinos, quienes mucho tiempo antes, y después
de 2003, fueron barrio por barrio difundiendo el tema de los hidrocarburos con
toda la gente a la que podían llegar, a través de seminarios, exposiciones,
pequeñas publicaciones autogestionadas explicativas, y discusiones colectivas. Lo
mismo pasaba en las comunidades de las provincias, donde, en cada una de ellas,
las reuniones tocaban los temas más importantes del momento: hidrocarburos y el
levantamiento. Una lógica de participación que rebasa las lógicas y las formas
de la política liberal partidaria.
La enorme fuerza social que expulsó a Sánchez de Lozada, tuvo
pues miles de rostros, muchas tradiciones de lucha y guerra, sin dirigentes
únicos, fue una múltiple insurrección que desbordó y casi quebró totalmente el
régimen liberal partidario, en confrontaciones directas con las fuerzas
militares y policiales que propiciaron la masacre.
La profundidad de estos hechos provenientes de la sabiduría urbana y rural,
comunitaria y popular, forjaron el Pachakuti del 2000 al 2005. ¿Diez años
después qué queda? ¿Dónde estamos cada unx de nosotrxs?
Sonidos y palabras de la insurrección
En medio de un silencio total de los
grandes medios corporativos privados, radios como Erbol, Pachamama y
pequeñas radios piratas en La Paz y El Alto, respectivamente, lograron
transmitir el 2003, día y noche, las voces de cientos de personas. Solo así,
pudimos informarnos de lo que sucedía en Zona Río Seco, en San Julián – Cuatro
Cañadas o Huanuni. Cada noche en medio del llanto y el sonido de las
metralletas y fusiles, el eco de cada participación quedó grabado como con
fuego en la memoria.
Los documentos que
redactaron los vecinos de Villa Santiago II y Villa Ingenio en El Alto, y
todo lo que quedó registrado por Radio Pachamama, que presentamos ahora,
constituyen en ese sentido, fuentes de nuevas rebeliones y horizontes, salidos
de las barricadas.
De un proceso social tan
poderoso queda la urgente reflexión, ampliación y discusión de la “Agenda de octubre” (que proponía:
nacionalización e industrialización de los hidrocarburos, asamblea
constituyente y juicio de responsabilidades a Sánchez de Lozada y sus
ministros). Es un debate no cerrado y mucho menos acabado, porque más allá, es
uno de los frutos de una intensa y dramática movilización masiva, colectiva.
Lo que queda, así mismo,
son esas voces y esas palabras, pero no como un simple recuerdo. La memoria, es
el más poderoso elemento que une pasado con el presente, y aquí
queda en entredicho la visión lineal sobre el “pasado” como algo muerto. Si el pasado desde la visión del
poder estatal es solo un mero recordatorio conmemorativo, como cualquier 14 de
febrero, o peor, con aires de campaña electoral, para la gente que sigue en la
lucha adquiere el sustancial significado de “principio
activo”. Activo porque diez años después, no son sonidos ni palabras de “museo”, sino de la energía vital
que labra cambios y que sigue siendo cambio, movimiento y lucha.
NOTAS
(1) Luis Gómez, El Alto de Pie. Una insurrección aymara en
Bolivia, HdP-Indymedia Bolivia- COMUNA, La Paz, 2oo4 y Boris Miranda, La última
tarde del adiós, Ventarrón, La Paz, 2013.
(2) Al respecto de la presencia de las empresas
transnacionales en Bolivia estos últimos años, y la agresión a territorios
indígenas y parques nacionales se puede ver: “Investigador advierte que siete petroleras explotarán hidrocarburos en
Áreas Protegidas nacionales”
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