por Gabriela Torres
Viernes, 25 de octubre de 2013
Ponencia presentada en
la mesa panel "El Neozapatismo y su
influencia en la revaloración del pueblo maya" en el marco del Festival
Maya Independiente "Cha’anil
Kaj", llevado a cabo del 12 al 26 de octubre de 2013, en Mérida,
Yucatán.
De la primavera
de marzo de 1993 a la primavera nacida en noviembre.
Hemos designado la palabra género para hacer referencia de los comportamientos esperados de hombres
y mujeres, de acuerdo con la cultura en la que nacen inmersos. Estos
comportamientos socialmente esperados, aunados a ciertas características
biológicas dieron lugar a la distribución de tareas diferenciadas y
asignadas por separado a hombres y mujeres, así surgen los llamados roles de género, pero ¿Cómo se pasó de
la distribución de tareas diferenciadas a la asociación de estas tareas como exclusivas de determinado grupo social?
Porque, una cosa es la distribución de tareas, que podría en determinado
momento cambiar, y otra es el asociar dicha tarea como exclusiva de la mujer o del hombre. Siglos y siglos de este
fraccionar las responsabilidades y de la construcción de relaciones basadas en
un pensamiento de superioridad-inferioridad, han dado lugar a grandes
inequidades que hoy en día no han podido ser superadas del todo en casi todas
las culturas.
En las
comunidades Zapatistas, como en casi todas las del mundo, se vivía también una
desigualdad terrible, y se puede decir que, quizá, la lucha de género ni
siquiera existía en ellas antes del movimiento zapatista. El primer alzamiento,
el primer "Ya basta" se dio hacia el interior de movimiento, en
marzo de 1993, un año antes del levantamiento armado y lo encabezaron las
primeras mujeres zapatistas de las comunidades. “No hubo bajas y ganaron", cuenta Marcos en un comunicado que
relata aquellos tiempos. Cuentan que ese año anterior al alzamiento, los
zapatistas recorrían clandestinamente las comunidades buscando sacar acuerdo de
lo que serían las "leyes revolucionarias".
A Ramona, a Susana, y a Ana María, mujeres indígenas de diferentes comunidades
de Chiapas, les correspondió el trabajo de platicar con las demás mujeres para
ir conformando lo que sería la "ley
de las mujeres" aquí tomaré la narración que hacen de este evento las
compañeras de mujeresylasexta:
<<Cuando después de las consultas a las
comunidades, se reunió el Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI) a votar las leyes, fueron pasando una a
una las comisiones de justicia, ley agraria, impuestos de guerra, derechos y
obligaciones de los pueblos en lucha, y la de mujeres. A Susana le tocó leer
las propuestas que había juntado del pensamiento de miles de mujeres indígenas.
Empezó a leer y, conforme avanzaba en la lectura, la asamblea del Comité
Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI) se notaba más y más inquieta. Se escuchaban rumores y comentarios. En
chol, tzeltal, tzotzil, tojolabal, mame, zoque y “castilla”, los comentarios
saltaban en un lado y otro. Susana no se arredró y siguió: “Queremos que no nos
obliguen a casarnos con el que no queremos. Queremos tener los hijos que
queramos y podamos cuidar. Queremos derecho a tener cargo en la comunidad.
Queremos derecho a decir nuestra palabra y que se respete. Queremos derecho a
estudiar y hasta de ser choferas”. Así siguió hasta que terminó. Al final dejó
un silencio pesado. Las leyes de mujeres que acababa de leer Susana
significaban, para las comunidades indígenas, una verdadera revolución. Las
responsables mujeres estaban todavía recibiendo la traducción, en sus
dialectos, de lo dicho por Susana. Los varones se miraban unos a otros,
nerviosos, inquietos. De pronto casi simultáneamente, las traductoras acabaron
y, en un movimiento que se fue agregando, las compañeras responsables empezaron
a aplaudir y hablar entre ellas. Ni qué decir que las leyes de mujeres fueron
aprobadas. Algún responsable tzeltal comentó: “Lo bueno es que mi mujer no
entiende español, que si no…” a lo que una oficial insurgente, tzotzil y con
grado de mayor de infantería, le responde: “Pues te chingaste porque lo vamos a
traducir en todos los dialectos”>>
Así fue. La Comandanta Ramona, la Comandanta
Susana y la mayor Ana María fueron quienes iniciaron los trabajos para elaborar
la Ley Revolucionaria de las Mujeres y junto con las demás mujeres zapatistas
tuvieron que luchar por hacer entender a los compañeros la importancia de su
inclusión, e incluso convencerse ellas mismas de que podían hacerlo. ¿Qué
hubiera sido de un movimiento que enarbola los derechos y la dignidad como
bandera, si no empezaba por cuestionarse esto mismo a su interior? La historia
de otras luchas muestra ese fracaso de inicio. Aquella revolución francesa con
su Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano
y posteriormente la justa denuncia pública de Olympe de Gouges con su Declaración de los Derechos de la Mujer y la
Ciudadana, teniendo que enfrentar la misoginia habitual de la época ¿o
habría que decir de todas las épocas? que acostumbra omitir, invisibilizar,
excluir a las mujeres de los beneficios de la lucha por la igualdad. Como
decíamos, historias de lucha por los derechos sin incluir los de las mujeres
hay muchas. Sin embargo, el zapatismo o el neo zapatismo, ha sido un parte
aguas en muchos sentidos, y en este no es la excepción, librando la lucha
siempre con ese caminar lento pero constante que no da tregua.
Después de la
ley revolucionaria de las mujeres vendrían muchas cosas más. En 1996, ante la
invitación del Congreso Nacional Indígena para que el EZLN tuviera una
representación, la Comandancia General del Ejército Zapatista decidió mandar a
la Comandanta Ramona como interlocutora. Esa mujer pequeña, esa paridora de
mundos nuevos (según los zapatistas) que declaró con la imponencia de su tierna
voz en el zócalo de la cd. de México aquella frase inolvidable “Nunca más un México sin nosotras” y que
se convertiría en todo un ícono dentro del movimiento.
Después, en 2001
sería la Comandanta Esther la encargada de leer el comunicado en la sede del
Congreso de la Unión frente a todos los diputados de todos los partidos
políticos y ante la atención de todo el país, ella diría:
<<Mi nombre es Esther, pero eso no importa ahora.
Soy zapatista, pero eso tampoco importa en este momento…
Soy indígena y soy mujer, y eso es lo único que importa ahora.
Esta tribuna es un símbolo…
Y es un símbolo también que sea yo, una mujer pobre, indígena y
zapatista, quien tome primero la palabra y sea el mío el mensaje central de
nuestra palabra como zapatistas>>
Ante esta enorme
movilización de la Comandancia Zapatista y el acompañamiento de miles de
personas de la sociedad civil exigiendo el reconocimiento constitucional de los
derechos indígenas, vendría lo que muchos sabemos, el desdén de la clase
política toda y el posterior silencio de los zapatistas, quienes a partir del
año 2003 comenzaron el ejercicio de construir la autonomía y al grito de "no necesitamos pedir permiso para ser
libres" convirtieron los llamados Aguascalientes en Municipios
Autónomos en Rebeldía (los MAREZ) y junto con ellos nacerían las Juntas
de Buen Gobierno, espacios de gobernanza autónomos en donde la participación en
los cargos debería ser, por consenso de la asamblea, mitad hombres y mitad
mujeres.
Unos años
después, en Diciembre de 2007 tendría lugar en La Garrucha (Chiapas, México) el
Tercer Encuentro de los Zapatistas con los Pueblos del Mundo y el Primer
Encuentro de las Mujeres Zapatistas con las Mujeres del Mundo. Una fiesta de
encuentro en la que, mujeres de todo el mundo compartieron sus luchas y en el
que las zapatistas contaron su camino recorrido. Cuentan quienes estuvieron ahí
que era un momento único, el ver a los compañeros preparando la comida,
cuidando los niños y organizando toda la logística para que las compañeras
pudieran decir su palabra y escuchar a las otras. Cuentan que era precisamente
mirar cómo se nacía otro mundo.
Este año surge
la invitación de la Comandancia a acercarse una vez más, esta vez a aprender en
"La escuelita Zapatista".
Producto de ese ejercicio se pueden leer ya los materiales, uno de ellos
titulado "Participación de las
mujeres en el Gobierno Autónomo", en este material nos cuentan un poco
del antes y el después, desde los horrores que tuvieron que vivir las abuelas,
la falta de derechos, el trato injusto de los padres hacia las hijas, el no
poder decidir con quién querían casarse, los maltratos de la pareja y muchas
veces del patrón, la falta de educación, y la muerte frecuente por parto o
enfermedades curables. Hoy su realidad es otra, la han transformado a fuerza de
lucha y ternura. Hoy las mujeres de los Municipios Autónomos participan en
comisiones de educación, de salud, de producción, como camarógrafas y
radioemisoras, en cooperativas artesanales y en cargos dentro de las Juntas de
Buen Gobierno. Nos cuentan cómo han luchado y trabajado para que las compañeras
todas, aprendan a manejar distintas tareas. También nos cuentan que la lucha no
está terminada porque aún hay que seguir, porque no siempre se puede participar
si los compañeros todavía no saben hacer su tortilla, si los compañeros no
saben todavía poner su maíz, si los compañeros no saben todavía lavar su ropa o
cuidar los niños. Por eso, aunque es mucho lo avanzado, aún hay que seguir
luchando.
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